Apuntes de clase | Cultura

La clase obrera murió en los bosques de Sherwood

La serie británica ‘Sherwood’ refleja cómo se produjo el desmantelamiento del movimiento obrero y el fin del Estado del bienestar. El triunfo de Thatcher sobre los mineros configuró un nuevo mundo marcado por el individualismo a ultranza.

Las huelgas mineras de 1984 en el Reino Unido son el punto de partida de la intriga de la serie 'Sherwood'. HOUSE PRODUCTIONS / FILMIN

La serie Sherwood, producida por la BBC y emitida en Reino Unido el pasado año, ya puede verse en España. Además de ser un excelente producto audiovisual es una excusa perfecta para reflexionar sobre la historia de la clase obrera.

España no es el Reino Unido y nuestras experiencias históricas no son intercambiables. A pesar de lo cual, cuando no se busca aquello tan manido y poco realista de sacar conclusiones del pasado o enseñanzas que nos permitan no cometer los mismos errores en el presente, sino aprender a pensarnos con perspectiva histórica –algo ligeramente más complicado pero infinitamente más útil–, entender cómo se produjo el desmantelamiento de la clase obrera en nuestro entorno más cercano es una cosa muy conveniente. Más aún si, como sucede en estos momentos, faltas de perspectiva y acuciadas por la urgencia, nos sentimos abocadas a clarificar qué tiene que hacer la izquierda; qué tiene que hacer para politizar el descontento y la desafección de unas mayorías sociales que ya no se identifican ni perciben como clase obrera.

En Sherwood, ambientada en el distrito minero de Ashfield, en Nottinghamshire, la investigación de dos crímenes inspirados en unos hechos que tuvieron lugar en 2004 desentierra las claves de un suceso acecido durante las importantes huelgas mineras de 1984. Debemos recordar que en la década anterior los mineros habían convocado dos huelgas, en 1972 y 1974, con un resultado y unos logros nada desdeñables. Las alianzas con sectores estratégicos para la economía británica y la fortaleza de los sindicatos dieron al traste con el gobierno conservador de Edward Heath asentando unas condiciones de trabajo inimaginables en la década previa. Cuando Thatcher llegue al poder en 1979, su determinación de doblegar la voluntad de los sindicatos, infiltrando agentes en sus filas –como vemos en la serie– y generando un conflicto destinado a quebrar el sentimiento y las lógicas de pertenencia, dará resultados inmediatos.

A principios de la década de los ochenta, la producción nacional de carbón tenía una rentabilidad escasa y la reconversión del sector se planteaba inminente y conflictiva. En 1983 Thatcher nombró a Ian MacGregor responsable de la Junta Nacional del Carbón. McGregor ya había desplegado un programa para ‘optimizar’ el sector del acero, igualmente clave para la economía británica. Este antiguo empresario metalúrgico, que se tenía a sí mismo por un “cirujano plástico” de la reconversión industrial, había promovido una reducción de 95.000 puestos de trabajo tras el cierre de plantas y su posterior privatización. La labor de McGregor había sentado las bases de lo que en la mente de Thatcher y los conservadores británicos debía suceder con el carbón.

Así, el desempleo irrumpió en la sociedad británica con extraordinaria crudeza en la década de los ochenta y, con él, nuevas maneras de dividir a la clase obrera. A la tradicional distinción entre trabajadores cualificados y no cualificados, desdibujada ya en los sesenta por el aumento del empleo en la línea de montaje y en los trabajos de oficina, se imponía ahora la que distanciaba a quienes tenían trabajo de los desempleados.

Precisamente el miedo a perder el empleo está detrás del comportamiento de las personas y de las organizaciones que rompieron la disciplina de la huelga de los mineros del carbón en 1984 y pasaron, por ese motivo, a ser combatidos y estigmatizados. Scab (‘esquirol’, en castellano) es un vocablo cuyo peso social y político en el tiempo aparece en la serie perfectamente retratado.

El trabajo: un privilegio de carácter privado

En suma, a partir de la huelga de 1984, la clase obrera perderá consistencia conforme crezca el desempleo y con él la percepción social de que el trabajo es un privilegio y su obtención, así como las condiciones en las que se desarrolle, un asunto estrictamente individual, casi privado; un problema que pasan a sufrir más de tres millones de británicos y que se verá agravado por el desmantelamiento del Estado del bienestar.

Como explica Selina Todd en El pueblo. Auge y declive de la clase obrera, 1910-2010, el cierre de minas obedeció a razones mucho más políticas que económicas, a un proyecto de largo recorrido cuyo propósito fue desmantelar los servicios públicos y asistenciales que, según Thatcher o más tarde John Major, habían vuelto a las mayorías sociales perezosas y dependientes de los subsidios. En adelante se instó a la población a asumir su responsabilidad. En este sentido y, según se recortaron derechos sociales, los conservadores consideraron que se debían felicitar porque, como afirmó el diputado Ian Taylor en 1989 y leemos en el libro de Todd, “la sociedad ahora es mucho más responsable gracias a los recortes llevados a cabo en el Estado del bienestar”.

La historia está hecha esencialmente de conflicto. El desmantelamiento de la clase obrera es la consecuencia directa de desactivar el conflicto no por la vía de la resolución de los problemas que surgen en el mundo del trabajo, sino de la presentación del mismo como un bien individual y escaso. La emergencia y difusión de la cultura del mérito y la pérdida de fortaleza política de los sindicatos son en este sentido dos procesos complementarios y sinérgicos de la reducción del Estado del bienestar a mínimos insoportables. Pobreza, individualismo, falta de perspectiva y desencanto político pasarán a ser centrales en las experiencias de un buen número de comunidades en el Reino Unido.

La clase obrera murió en los bosques de Sherwood
Robert Glenister (izq.) y David Morrissey (centro) interpretan a los policías que investigan los crímenes de Sherwood. HOUSE PRODUCTIONS / FILMIN

En Sherwood observamos cómo la reconversión del sector minero ha dejado un reguero de ira y desencanto al que el individualismo se impone generando en los más jóvenes extrañamiento, miedo y una profunda desconexión con lo comunitario. En este contexto, asoma en la serie el conservadurismo como la expresión de lo que una concejala hasta hace no mucho independiente y que ahora se presenta a su reelección como conservadora, llama la irrupción en política de lo que siempre fue “una mayoría silenciosa”; aquella que se identifica y reivindica sin complejos como defensora de un individualismo a ultranza y de un mayor aislamiento. Así, el futuro de los East Middlands queda de alguna manera dibujado en la trama y las declaraciones de los personajes de esta serie.

A nadie que la vea puede sorprender que Nottinghamshire, como la mayor parte del Reino Unido, votara en 2016 a favor del Brexit. El pasado no determina el presente, pero sin él nada es inteligible y todo parece fatalidad o sino. Hay que romper con esa lógica de incomprensión y salir del estado de shock en el que nos encontramos si queremos contener la ola reaccionaria y neoliberal que amenaza con tragarnos.


‘Sherwood’ está disponible en la plataforma de Filmin.

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Comentarios
  1. La clase obrera inició su decadencia con la llegada de los mayordomos mayores del capital Thatcher/Reagan y acabó de rematarla la posterior caída, mejor llamarle empujón, de la URSS que constituyó un golpe mortal para los ideales de la izquierda. Nos desanimamos y ahí fallamos. Si uno cree en unos valores debe seguir luchando por ellos así se quede sólo.

  2. SEMAFORO ROJO A LA «IZQUIERDA», Maité Campillo.
    …» Los y las gratificadas entorno al tesoro Alí Babá agitan el mundo en sus manos ¡viva el imperialismo! ¡viva la libertad de empresa! ¡viva el gran capital! Florecen las calaveras de la gusanera cubana, nicaraguense, venezolana y ucraniana por el mundo obedientes, al ronroneo de la rapiña de la CIA que oportuna asesora aclamar, paz, democracia y libertad, es su política democrática de implicar pueblos a medida, liberando chalecos antibalas de un tono menos repulsivo, hay otras y muchas más formas de matar: La OTAN se adapta a las reformas: Se imponen pocas bajas en la bolsa a favor de la potencia farmacéutica: La Casa Blanca asienta camorristas criminales a sus cuentas, en política de opresión descarga toda la agresión que contiene las mil formas, d`lograr profesionales a ejercer la sumisión a su sistema. Y sí, hay muchas formas de oprimir de otear, perseguir y desaparecer lo que no debe de existir. Muchas formas de asumir espacio hoy sin fichar en el tablero jornada alguna en todos los frentes profesionales dominados en leyes y medios <>.
    ¿Nos veremos gracias a los servicios prestados de tan noble entrega involucrados aunque no queramos convertidos en robots, de mercancía útil mientras sea utilizable, en lo económico como en lo represivo? ¿Y, el resto de la población que ‘no entiende de política’, acaso será concebida como desecho sobre la ampliación de pozos computados por la tecnología del dominio absoluto sobre el control humano sin circo romano ni dedo de César ni ya espada de Damocles? ¿La tecnología en sus manos, arrasará toda lógica emotiva componiendo la historia fría, inerte, que ya se intuye tan real como leal al poder bélico a servicio de la cacería humana en tecnológica de epidemias, endemias, pandemias y demás primas de riesgo sin desgastes judiciales ni extras militares ni cascos de la OTAN imponiendo fecha de caducidad?
    https://insurgente.org/maite-campillo-semaforo-rojo-a-la-izquierda/

  3. La responsabilidad histórica de la derrota y destrucción del sentimiento de clase de los trabajadores británicos, no está sólo en Thatcher o Major, Tony Blair hizo gala de no envidiar a Thatcher en sus políticas.

    En España, la sucesión de responsables sindicales en CC.OO. después de Marcelino Camacho, fue una escala de renuncias consecutivas de clase que provocó el debilitamiento de la clase trabajadora.
    En cualquier caso, felicidades por el artículo.

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