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Matar el nervio: el ‘zoom’ de la mirada
Escapando de la etiqueta generacional, Anna Pazos consigue narrar una experiencia colectiva, esa experiencia que nace del temor a la mediocridad.
«Una forma de protegerse de la decadencia es mirar las cosas desde fuera. Es lo que hago a menudo cuando me encuentro en medio de un bache”, escribe Anna Pazos en las últimas páginas de Matar el nervio, un libro que, escrito originariamente en catalán, dialoga con distintos géneros pasando del reporterismo al texto autobiográfico, del ensayo al dietario.
Este transitar entre géneros permite a la autora poner en marcha un juego de miradas que, como ella misma subraya en las últimas páginas del libro, tiene que ver con poner el foco desde distancias y lugares distintos a lo largo de toda la narración. La narración es un zoom constante: Pazos gradúa constantemente la distancia focal a partir de la cual se narra y narra el contexto, aproximando el foco en el último capítulo, que no solo cierra el libro, sino que funciona casi como contrapunto a los anteriores.
A diferencia de los otros capítulos, el último es el del no viaje; mientras los demás están dedicados a la experiencia de Pazos en Tesalónica, Jerusalén, en Nueva York o durante una travesía por el Atlántico, el último se centra en Barcelona y en los lugares de origen de su familia, de Cuba a Galicia. En este capítulo final, el viaje tiene que ver con un recorrido a través de los recuerdos y de los relatos familiares; es la narración de un viaje estático y, a la vez, la de un regreso, pero no que hay que engañarse. Este regreso no es el reencuentro con una Ítaca perdida, sino con la toma de conciencia de la dificultad del arraigo:
“El pavimento refulge con los restos de una helada reciente. Todo nos recuerda que somos extranjeras (…) Aun así intento establecer una conexión e imaginar qué parte de mí se debe a la llanura reseca que se extiende a ambos lados, y recrear la sensación de arraigo y pertenencia y orgullo que sé que algunas personas llegan a experimentar en este tipo de ocasiones”, escribe Pazos a su llegada al pueblo de su abuelo, acompañada de su madre. Sin embargo, el intento es en vano; “no siento absolutamente nada”, concluye la autora, para quien con ese viaje al pueblo del abuelo concluye su intento de arraigar en el país a través del linaje: «Uno de los muchos intentos fallidos de arraigo que se han sucedido durante mi juventud”.
La huida y el intento de arraigo son los dos motivos que, aun oponiéndose entre sí, están detrás de ese continuo viajar, de esa necesidad de salir fuera de la propia ciudad y del contexto para ser alguien y para hallarse. Es una huida de la mediocridad, que es lo que más teme, pero no es una huida ciega ni inconsciente: sus viajes tienen que ver con una manera de entender el propio papel como periodista, con una manera de concebirse dentro del mundo y, al mismo tiempo, con una manera de abrazar al otro, alejándose de la comodidad que se tiene en casa.
De ahí que la experiencia narrada a posteriori por Pazos esté atravesada por la experiencia de los otros –desde Iosif Baena, el griego de origen judío cuyos abuelos habían muerto en Birkenau, al ruso que añora su país, del que ha tenido que huir, y que profesa un amor “por su único líder, Vladimir Putin”, pasando por el hijo del traficante de armas con quien recorre el Atlántico–; y también está atravesada por la amistad femenina, intensa, determinante y transformadora, y por las relaciones con los hombres, relaciones fugaces y duraderas, pasionales, imposibles… relaciones distintas como distintos son todos esos otros con los que Pazos se va encontrando a lo largo de sus viajes, donde el contexto social y político es tan determinante como las circunstancias de la propia Pazos, que va a aprendiendo que no se puede huir de una misma, del propio contexto, de lo que, en definitiva, se es.
De esta manera, Matar el nervio tiene algo de novela de crecimiento, pero de un crecimiento del que se es consciente solamente después. Pazos echa la vista hacia atrás, con benevolencia, pero sin añoranza; con mirada crítica y, a la vez, actitud de comprensión. Escapando de la etiqueta generacional, Pazos consigue, sin embargo, narrar una experiencia colectiva, esa experiencia que nace del temor a la mediocridad, de las ansias impuestas por destacar, de los sentimientos de culpa injustamente autoimpuestos, del deseo de ser algo y de la dificultad de asumirse. Matar el nervio narra el mundo y nos narra a nosotros, a la vez que narra a su autora.
Matar el nervio
Ana Pazos
Literatura Random House, 2023