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‘Nosotros no ahorcamos a nadie’, un viaje entre relatos

Unai Elorriaga ofrece una obra en la que la literatura se vuelve un asidero contra la soledad de la vejez.

Detalle de la portada de 'Nosotros no ahorcamos a nadie'.

Nosotros no ahorcamos a nadie es de esos libros que tienen la suerte de no encajar. ¿Una novela? ¿Un libro de relatos? ¿Un diálogo en torno a la traducción y a la interpretación? El nuevo trabajo de Unai Elorriaga es todo esto, sin agotarse en ninguna de estas posibles definiciones.

“En esta época en la que el conocimiento se simplifica y se difunde a través de etiquetas, de listas con ‘lo más’ y ‘lo mejor’, de titulares, memes y escasos caracteres, en esta época en la que se ensalza lo liviano y pasajero”, tal y como escribe en el prólogo Edurne Portela, responsable de la colección en la que ahora se incorpora el autor vasco, Nosotros no ahorcamos nadie es una excepción.

Elorriaga hace suyo el lema horaciano del prodesse et delectare ofreciéndonos una obra compleja, pero que no se recrea en el artificio o en exhibiciones pirotécnicas, como diría su protagonista. La complejidad de Nosotros no ahorcamos a nadie radica en la capacidad de Elorriaga de poner en movimiento toda una serie de cuestiones vinculadas estrictamente al acto de la lectura y al de la escritura a través de una historia impregnada de humanidad sobre dos ancianos, Soro Barturen y Erroman, que, conscientes de que los días que les quedan son cada vez menos, se aferran a la vida.

Si la amistad es lo que une a los dos protagonistas, lo que hace que las excentricidades de los años terminen siendo rasgos entrañables, la búsqueda de un amigo de juventud del que lo único que se sabe es que, a lo largo de su vida, publicó relatos en distintas revistas centroeuropeas, se convierte en el propósito que les une a una vida que no están dispuestos a desperdiciar. 

Elorriaga utiliza el género novelístico y, por tanto, esta trama como marco narrativo en el cual insertar toda una serie de relatos. Dichos relatos son los que escribió a lo largo de su vida Pedro Iturria, el amigo de juventud de que junto a Erroman viaja sebaldianamente por Europa –de Austria a Hungría, pasando por República Checa– siguiendo las huellas que Iturria ha ido dejando a través de unos relatos publicados en distintas lenguas: en francés, en checo, en húngaro, en inglés…

“Creemos que Iturria escribe los relatos en euskera, o en castellano, o en inglés tal vez, y que se los envía a alguien para que los traduzca. Es imposible que Iturria conozca todas las lenguas de Europa”, le explica Soro a Eszter, la última traductora que “compra”, porque a Soro le gusta decir que él compra traductores, no los contrata. Desaparecidas, sin embargo, esas primeras versiones, Soro está obligado a encargar traducciones de todos esos relatos para así poderlos leer en euskera y, sobre todo, para poderlos comentar. Pues aquello con lo que más disfruta Soro, hasta el punto de olvidarse de que la muerte le acecha, es interpretar hasta el más mínimo detalle cada uno de sus cuentos. 

De esta manera, el marco narrativo de Nosotros no ahorcamos a nadie se vuele una especie de paratexto de los relatos de Iturria: cada nuevo relato viene seguido de una lectura atenta, la que realiza Soro de la mano de sus traductores en forma de diálogo. Hay algo de diálogo socrático en estos capítulos: a través de la confrontación de modos de lectura, se va desgranando el sentido de unos relatos que, sin embargo, no terminan de agotarse, porque, como observa el propio Soro, siempre queda algo de indescifrable, algo de ambiguo.

El ejercicio hermenéutico que ponen en juego los personajes afronta cuestiones sobre la traducción y sus límites, sobre los condicionantes y las implicaciones de optar por una lengua u otra, sobre los temas y sus recurrencias, sobre el carácter simbólico de ciertos elementos, sobre el sueño como tema literario y como mecanismo de creación o sobre el contexto editorial y sus interferencias con la obra. 

Con mucho humor, a través de un personaje excéntrico e hiperbólico como Soro –un ingeniero millonario amante de la literatura, obsesionado con el carlismo, malhablado y maniático hasta el punto de quemar las sábanas de un hotel por estar ligeramente manchadas– que, a momentos nos puede recordar a ese otro excéntrico llamado Ignatius J. Reilly, y conjugando magistralmente registros narrativos distintos, Unai Elorriaga nos ofrece una obra de gran complejidad, en la que la literatura se vuelve un asidero contra la soledad de la vejez.

Consciente de que la vida se acaba, Soro no está dispuesto a dejarla marchar como si nada. Porque la palabra es lo único que queda, Soro no dejará de leer y traducir los relatos de Iturria, a través de los cuales, sin él ser consciente del todo, está narrándose a sí mismo. 

Nosotros no ahorcamos a nadie

Unai Elorriaga

Trad. Unai Elorriaga

Galaxia Gutenberg, 2023

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