Economía | Sociedad

Ekaitz Cancela: “El primer Marx estaba más cerca de Rosalía que de Stalin”

Entrevista con Ekaitz Cancela, autor de 'Utopías digitales', la primera obra inédita de la recién creada cooperativa editorial Verso Libros.

El periodista Ekaitz Cancela. Foto: Ángela R. Bonachera

Utopías digitales es la primera obra inédita de la recién creada cooperativa editorial Verso Libros. Su autor es el periodista Ekaitz Cancela (Barakaldo, 1993), que también es uno de los impulsores de este nuevo proyecto de edición socialista. Esta obra es la continuación de Despertar del sueño tecnológico. Crónica sobre la derrota de la democracia frente al capital (Akal, 2019).

Con una prosa más cuidada, el autor busca ser más propositivo en la búsqueda de alternativas tecnopolíticas que acerquen un cambio de sistema económico. O como aclara el subtítulo del libro: imaginar el fin del capitalismo. Esta entrevista es el resumen de dos horas de conversación en un parque madrileño frente a una biblioteca y una universidad pública.

Han pasado casi cuatro años desde tu anterior libro. ¿Cómo ha cambiado el panorama tecnológico y la economía política en este tiempo?

En mi anterior libro trataba de despertar del sueño tecnológico, fijándome en los medios como protagonistas de la distopía tecnológica y de una lógica económica plasmada en el proceso destructivo de lo digital. Casi cuatro años después, la digitalización capitalista se ha impuesto ya en muchos ámbitos distintos a los mediáticos. No quería reflexionar en este nuevo libro en términos muy teóricos sobre cómo es este sistema, porque ya lo sabemos. Quería hacerme preguntas nuevas, contar historias sobre cómo la técnica nos permite superar este sueño y presentarla como una palanca para imaginar formas de vida alternativas.

En tu anterior libro buscabas politizar la tecnología y en este exploras qué políticas públicas podemos hacer para imaginar el fin del capitalismo.

En muchos ejemplos analizo el rol de los Estados, pero también indico que es en los márgenes donde habitan nuestra capacidad utópica, anhelos emancipatorios y potencia creativa. Entendiendo la cultura y la sociedad como esos lugares desde donde se puede desbloquear el ingenio colectivo, casi como una forma de vida que trasciende al Estado y al mercado. Para salir del capitalismo tenemos que movilizar todas nuestras energías revolucionarias y empezar a construir imaginarios y crear cosas nuevas. No basta solo con denunciar el capitalismo.

Consideras el meme la «máxima expresión de la circulación de mercancías digitales». ¿Emosido engañado?

El meme es la muestra de la autenticidad, de que nuestra creatividad está ahí antes de que aparezca el mecanismo impersonal del mercado. Pero me gustaría vivir en una sociedad con memes distintos, donde no estuviera dentro de una polarización política muy clara y no tuviéramos que hacer memes para participar democráticamente en la esfera pública. O donde el meme sea la única herramienta en redes sociales para plantar la batalla política contra la ultraderecha.

Afirmas que «la vida humana se ha reducido a un intercambio de dinero por experiencias genuinas por suscripciones a unas cuantas plataformas». ¿Realmente no hay nada que escape al capitalismo digital?

En el primer libro te diría que no, siguiendo a la Escuela de Frankfurt. Ahora que todo escapa al capitalismo digital. Compartir o debatir un contenido en redes es un impulso genuinamente humano de comunicarse con otras personas o de formar vínculos sociales. La manera en que nos comunicamos está fijada por las reglas de la plataforma, que nos obliga a pensar un tuit de 280 caracteres y necesita extraernos información para consolidar el modelo de negocio de las plataformas. Pero el acto ingenioso estaba ahí mucho antes.

Como las canciones diseñadas para ser tendencia en TikTok.

Todas esas aplicaciones quieren que tú hagas clic, que generes más feedback. Y no me parece mal que una plataforma esté diseñada para generar más datos; en algunos casos puede ser muy útil para encontrar problemas y coordinarnos socialmente para solucionarlos. El problema es cuando la única forma de tomar parte activa en el estadio más elevado de desarrollo tecnológico de la historia es como consumidores que obedecen a la publicidad.

Dices que «las redes sociales han reducido todas nuestras prácticas comunicativas a expresarnos mediante el retuit o el me gusta». Me parece una expresión reduccionista que obvia las cuentas candado en Instagram o Twitter y otras lógicas, quizás minoritarias, que existen en esas redes.

Mis disculpas por sonar reduccionista. Relacionarnos con otras personas, aunque sea en redes privadas, enriquece nuestras personalidades e identidades y llegar a conclusiones que de otro modo no alcanzaríamos. Pero en las redes sociales nuestro repertorio de botones para comunicarnos es ínfimo y están diseñados para coartar nuestra imaginación haciendo clic. ¿Por qué una de las pocas funcionalidades de las plataformas es darle al corazón de ‘me gusta’? Porque es la manera más eficiente que tienen las empresas para recopilar datos que puedan procesar y vender. Me imagino un barrio donde una multinacional quiera poner una franquicia. ¿Por qué no existe una herramienta tecnológica que permita a los ciudadanos votar si prefieren un comercio local o espacios autogestionados tras mostrarles datos relevantes para tomar la decisión? ¿Por qué no hay mecanismos de democracia directa y radical más allá del botón de ‘me gusta’?

¿Mastodon forma parte de esa construcción de un Internet socialista?

Mastodon, junto con otras plataformas de código libre, es un ejemplo de que es posible imaginar alternativas y hablar de utopías. Mi preocupación es cómo institucionalizamos estas alternativas, las introducimos en la vida cotidiana y desarrollamos estrategias políticas para expulsar a las plataformas comerciales.

Las bibliotecas son una utopía diaria.

Las bibliotecas son instituciones diseñadas para que la propiedad privada y el mercado no sean los patrones que rigen el acceso a la cultura. No hay nada más anticapitalista que una biblioteca. Nada ilustra mejor una práctica sostenible con el ecosistema vivo que archivar conocimiento. La historia siempre la escriben los vencedores, pero tratar de preservar un patrimonio cultural de una época a otra es mucho más productivo que cualquier lógica actual que impere en Internet. Una biblioteca no está diseñada para multiplicar y viralizar la producción de basura, sino para reducir la contaminación cognitiva, aunque es trágico que muchas de estas instituciones hayan quedado reducidas a recoger las absurdas novedades de los grandes grupos editoriales.

¿Por qué Wikipedia, Internet Archive o Sci-Hub y otras iniciativas colectivas cumplirían con esa función social de ‘bibliotecas digitales’ y no Google Scholar? ¿Qué las diferencia?

Al igual que las bibliotecas, esos proyectos digitales no tienen como vocación ponerle barreras al conocimiento para ganar dinero, sino todo lo contrario, tratan de romper las barreras materiales que nos separan del conocimiento. También politizan un sistema de publicación académica predatorio que encierra a las mejores cabezas pensantes de la humanidad en un muro de pago. Ningún individuo que quiera aprender se puede permitir esos costes. Nunca hubiera podido entender la tecnología como lo hago en el libro sin Sci-Hub. ¿Por qué no podemos institucionalizar experimentos como Sci-Hub y democratizar el acceso a los bienes de conocimientos? Una empresa como Google puede decidir cerrar Google Scholar en cualquier momento y hacernos perder la única forma de acceso a la investigación científica. ¿Por qué las bibliotecas de las universidades no han tratado de crear plataformas alternativas en que reluzca todo el conocimiento que crean? Nos permitiría politizar el sistema de producción académica que tenemos y poner en el debate público si queremos que los académicos produzcan más o produzcan mejor.

Es decir, Google comercializa la producción académica.

No solo. Google también comercializa la palabra y el lenguaje. Hay estudios que muestran que el modelo de negocio de Google ha reducido la riqueza lingüística digital. Y si lo aplicas a Google Scholar, ¿por qué no tiene mecanismos algorítmicos que usan otras herramientas de Google para mostrar resultados de búsqueda más acordes a nuestros intereses? Porque Google Scholar no genera beneficios económicos, pero sí legitima la posición de Google en la esfera pública porque se presenta como un bien público, le legitima ante la comunidad académica, le permite extraer cantidades ingentes de datos y evita que salga alguien que haga lo mismo cobrando. Pero Google Scholar no tiene una vocación de biblioteca digital universal.

Ocurre igual con Google Books.

¿Por qué no existe un equivalente más sofisticado de Google Books, pero impulsado por el Estado? Tú cuando quieres un libro, lo puedes pedir a una biblioteca y te llega, pero ¿por qué si quieres que un libro sea traducido no puedes hacerlo cuando hay muchas personas que se dedican a ello y hay tecnologías que reducen la parte más ardua y alienante del trabajo de los traductores? Hablo de crear una economía digital basada en el lenguaje, aunque socializada, donde buena parte de los profesionales que trabajan en el sector editorial se dedicaran a organizar el conocimiento, colaborar entre sí y pensar en formas de crear valor distintas al de cambio.

¿Agregadores de noticias en los que mandan y votan noticias la comunidad como Menéame entrarían en este ecosistema alternativo?

Como sistema de crédito social alternativo más basado en la comunidad me parece bien. ¿Cuál es el problema? Interviene en un ecosistema periodístico dado, pero no lo transforma con alguna intervención tecnopolítica. Hay problemas previos que solucionar en la esfera mediática antes de plantear un agregador de noticias. Además, buena parte de las cosas que funcionan en Menéame son mercancías rápidas y poco reflexivas que también lo petan en Google. Está bien, es un buen parche, pero hasta que no atajes que los medios de comunicación tengan que hiperproducir y publicar tanta cantidad ingente de basura para que les indexe mejor Google…

¿De qué manera la inteligencia artificial puede ayudarnos a generar cultura y ampliar esa imaginación que reclamas?

Andrew Schepsm, el ingeniero de sonido que mezcla a Adele y a los Red Hot Chili Peppers, decía en una entrevista reciente que las tecnologías son claves para no ralentizar el proceso creativo pero que la IA no puede crear nada nuevo. Y es cierto. ¿Cómo conseguimos que las tecnologías sean una extensión de nuestra inteligencia? Evgeny Morozov decía en una conferencia que la inteligencia humana es artificial por sí misma porque se sirve de instituciones culturales para funcionar. La cuestión es conseguir que tecnologías como la IA sigan ese camino. Los primeros cibernéticos soviéticos sabían perfectamente que las máquinas de computación electrónica que estaban creando no iban a poder sustituir las tareas del cerebro humano porque tienen estructuras cualitativamente diferentes. Una IA no tiene la capacidad de espontaneidad que tienen las personas y mucho menos esa creatividad. ¿Acaso los aviones o los coches han sustituido las piernas humanas?

¿Cómo construimos mejores futuros?

Mediante la alianza entre distintas disciplinas y perfiles: ingenieros, científicos, activistas, filósofos o personas de las humanidades en general… Es un acto colectivo. Mismamente, la portada de este libro es un ejemplo de ello porque nace de un trabajo de creación colectiva entre un diseñador, una ingeniera y un científico social, si es que yo me puedo definir así. La imaginación tiene que ser colectiva porque la creatividad es social. Para construir el futuro hemos de desbloquear el concepto creativo en el proletariado, lo que le permite salir del fetichismo de la mercancía, y crear plataformas que favorezcan la acción conjunta.

Se habla, como hace Layla Martínez, del exceso de distopías y la falta de utopías en la producción cultural actual. ¿Cómo lo interpretas?

Tenemos miles de ejemplos de utopías que han funcionado, pero nos faltan ficciones que las representen. Hace poco leí el genial libro Imaginación material de Andrea Soto Calderón, donde hablaba muy bien de una crisis en las imágenes que somos capaces de crear sobre el mundo. Tanto con la crisis climática como con la guerra de Ucrania y la pandemia hemos creado imágenes que muestran constantemente desolación y nos priva de herramientas para cambiar las cosas. Esto tiene que ver con el estado del capitalismo contemporáneo y con que la imaginación se ha sometido de algún modo al medio de producción.

El sistema capitalista ha perdido la capacidad de imaginar: es incapaz de reproducir algo similar a lo que se produjo durante la fase industrial, y ello es así, en buena medida, debido a los límites orgánicos de este metabolismo, como la destrucción ecológica, que diría Kohei Saito. El sistema ya no crea per se ni destruye creativamente, si es que alguna vez lo hizo, sino que se arregla a sí mismo constantemente, en muchos casos generando más problemas.

El neoliberalismo es una forma de subdesarrollar los arreglos que no son los del mercado, de canalizar la creatividad mediante mecanismos comerciales que bloquean cualquier acto colectivo, como dice Morozov. La crisis de la imaginación está determinada por la propia crisis del capital y de los problemas de la clase dominante para encontrar salidas. Hemos de entender el cambio epistémico que traen las tecnologías para mejorar nuestra posición en la lucha de clases. Un ejemplo burdo en este sentido es la serie Severance, que termina la primera temporada con un proceso autoconsciente, de pensar en un afuera y de llevar a cabo la práctica de echar el freno de emergencia. No hay tantos ejemplos de esa «negación» emancipatoria en el mundo del arte.

Una serie que algunos consideran utópica y otros distópica.

A mí últimamente sólo se me ocurren utopías. No creo que sea tan real esa crisis de la imaginación. El primer Marx estaba más cerca a cualquier artista como Rosalía que a Stalin, ese Marx que entendía que la fuente del sujeto proletario era la creatividad. Creemos que la manera en que la gente se politiza o se revuelve contra el sistema es cuando está explotada material y económicamente. Si la gente no está quemando las calles en este momento es porque hay algo más. El sistema capitalista tiene otros mecanismos de legitimación y ahí es donde creo que entra la falla a la hora de destrozarlos. Hay otro mecanismo de legitimación del neoliberalismo: la manera en que la gente va descubriendo cosas nuevas, aunque sea una falsa imagen, como hacen las redes sociales y el capitalismo neoliberal, que nos permite seguir teniendo una vida dentro de ese sistema.

Si en el anterior libro pecabas de pesimista, en este a veces creo que magnificas las capacidades de una tecnología liberada del yugo del capital.

Entiendo las tecnologías como la herramienta que permite al capitalismo seguir operando, pero no trato de argumentar que muchos de nuestros grandes problemas se puedan solucionar con tecnología, como por ejemplo el calentamiento global. De hecho, uno de los grandes experimentos neoliberales tiene que ver con la geoingeniería, la cual considero tecnosolucionista. Sí creo que la tecnología nos puede ayudar a mapear los problemas, visualizarlos y a organizarnos democráticamente para afrontarlos, pero la tecnología no puede descubrir soluciones al cambio climático por sí misma. La crisis climática es evidentemente un problema capitalista y solo se soluciona mediante una vía socialista de algún tipo. Creo en desautomatizar y desprogramar las tecnologías y a la par en resignificar lo que es automatizar. En el libro yo no hablo de una utopía de lujo completamente automatizada, sino de una alternativa modelada.

¿Por qué propones modelizar en vez de automatizar?

La automatización es el paradigma que emplea el capitalista: trata de sustituir tareas diarias y corrientes para aumentar la productividad, pero en buena medida son procesos y trabajos estúpidos e irracionales que no tendrían que existir en ningún mundo alternativo. Cuando hablo de modelar me refiero a visualizar diferentes escenarios y rutas de acción, especialmente en lo que se refiere al desarrollo y la sostenibilidad. Si no podemos crear modelos que partan de un escenario futuro donde no existe el crecimiento económico, seremos incapaces de encontrar un afuera al capitalismo.

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Comentarios
  1. CUANDO LA UNIÓN SOVIÉTICA VENCIÓ AL NAZISMO.
    La Coordinación Estatal Contra la OTAN y las Bases con motivo del 9 de mayo
    COORDINACIÓN ESTATAL CONTRA LA OTAN Y LAS BASES (CECOB).
    Cada día hay más motivos para celebrar esta victoria; sin el esfuerzo, la entrega y el heroísmo de la URSS, los aliados occidentales hubieran sido arrasados por los nazis.
    Los soviéticos fueron los primeros en derrotar a la Alemania nazi en Stalingrado, fueron los que tomaron Berlín y sentaron las bases para ser reconocidos universalmente como una gran potencia que había alcanzado altísimas cotas en todos los órdenes de la vida, constituyendo un referente para todos los trabajadores del mundo. Ello supuso el sacrificio de cerca de 27 millones de víctimas soviéticas a manos de los nazis.
    El triunfo de la URSS fue la cara amarga de la victoria para Occidente. Para los Estados Unidos, porque impedía su dominio total sobre todo el planeta; para Europa, porque impedía apoderarse de sus inmensos recursos. De ahí la guerra fría desde 1947 hasta el fin de la Unión Soviética y su criminalización como enemigo universal.
    A pesar de todo, la URSS alcanzó un gran prestigio entre los trabajadores de todos los pueblos del mundo, algo que el Occidente global no podía permitir. La URSS desapareció y la Federación Rusa, pasó a ocupar parcialmente el papel de contrapoder del bloque occidental dominante. Hoy, Occidente de nuevo busca su desaparición.
    La actual rusofobia promovida por el occidente global es una estrategia de guerra que criminaliza a este pueblo y a sus dirigentes para aislarlos y destruirlos, apoderarse de sus riquezas y aislar a China, objetivo final de la coalición occidental.
    La historia parece repetirse, nazismo y fascismo emergen de nuevo con fuerza impulsados por las élites occidentales; son necesarios para someter a sus propios ciudadanos y para reanudar la guerra del nazismo contra Rusia. Hoy los nazis son las fuerzas de choque de Occidente; muestra de ello es lo ocurrido en Ucrania estos últimos años, y no hay país donde no estén presentes y cada día adquieran más fuerza e influencia.
    El nazismo no es un problema del pasado, es hoy el mayor peligro para la gente común y corriente de Europa. Por eso, desde la Coordinación Estatal Contra la OTAN y las Bases expresamos nuestro decidido apoyo a la Marcha del Regimiento Inmortal que se celebra en Madrid el domingo 7 de mayo y nos manifestamos contra la rusofobia, contra el nazismo, contra la guerra de la OTAN contra Rusia, por la paz y la dignidad de los seres humanos.
    7 de mayo de 2023

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