Internacional
“No hay rencor contra el pueblo español, del que nos sentimos hermanos, pero lo de Sánchez es imperdonable”
Los refugiados de los campamentos de Tinduf reprueban el cambio de postura de España respecto al Sáhara Occidental: «Ya se nos vendió una vez, luego otra, y otra...».
–Estoy esperando a que me llamen para volver al frente.
–¿No te asusta ir a la guerra?
–No, ¿qué quieres que haga? Prefiero morir intentando liberar mi tierra que seguir viendo pasar el tiempo en esta tierra prestada y sin futuro. Hemos sido abandonados por la comunidad internacional, y especialmente por España, Miguel. No queda otra.
Mohammed escancia el té y sus palabras, acompañadas del perezoso discurrir de las horas, están exentas de épica guerrera. A cambio, transmiten el fatalismo ante una situación estancada desde los acuerdos de paz de 1991 y un profundo escepticismo frente a los actores internacionales que deberían haber trabajado por el cumplimiento de lo prometido.
Ausencias
Quince años sin pisar los campamentos de Tinduf suponen un buen termómetro para constatar cómo han cambiado las cosas entre los refugiados en este inhóspito entorno al que fueron arrojados en 1975, el de la hamada argelina, un desierto árido y pedregoso, distante de las dunas y los oasis que nos regala el exótico relato hollywoodiense.
Los esqueletos de vehículos que dejaron de funcionar después de varias vidas y múltiples parches mecánicos, acompañados de los omnipresentes plásticos y residuos, son elementos novedosos que saltan a primera vista y ayudan a conformar un entorno deprimente que contrasta con el interior de las viviendas en las que nos alojamos. Ya no son aquellas jaimas y tiendas de campaña provisionales que alimentaban el sueño de un pronto retorno a la tierra arrebatada; tampoco las casitas de adobe, muchas de las cuales desaparecieron con las fuertes lluvias de 2015 –un hecho paradójico en un lugar donde las precipitaciones suelen ser de menos de 100 milímetros por año–. Las actuales empiezan a estar construidas de ladrillos de cemento y gozan de ciertas comodidades impensables pocos años atrás. De hecho, no es extraño ver unos asequibles aparatos de aire acondicionado que, gracias a la extensión de la red eléctrica por parte del Gobierno argelino, ayudan a sobrellevar temperaturas que pueden llegar a alcanzar los 50 ºC en los largos meses estivales. El horizonte de una vuelta al Sáhara Occidental parece vislumbrarse más lejano.
Sobrevolándolo todo, el peso de las ausencias, las de aquellos jóvenes que conocimos y que han acabado sumándose a la diáspora saharaui en la búsqueda de un futuro que no dependa de la ayuda internacional. También otras más dramáticas, las de quienes están en el frente, luchando en una guerra silenciada que se desarrolla a pocos kilómetros de donde nos encontramos.
La guerra invisible del Sáhara
El 14 de noviembre de 2020, el Frente Polisario consideró roto el alto el fuego alcanzado en 1991 y decretó el estado de guerra en todo el territorio como respuesta al ataque marroquí en el paso fronterizo de Guerguerat; una operación militar que desmanteló la pacífica acampada de civiles que bloqueaba la carretera con Mauritania y con la que los saharauis intentaban llamar la atención sobre un referéndum de autodeterminación prometido y nunca llevado a cabo.
Desde entonces, esta guerra, ausente de la actualidad informativa –tampoco reconocida por Marruecos–, sigue cobrándose de manera impenitente un reguero de vidas a ambos lados del muro que divide la antigua provincia española. Vidas como la del pequeño Alí, a quien conocimos siendo casi un bebé y cuya muerte se produjo ahora hace un año, tal y como nos cuenta con estoicismo su madre, Mariam. Esta pequeña pero curtida enfermera de la wilaya de Smara fue nuestra primera anfitriona en los campamentos y reencontrarse con ella es ponerse al día por la vía rápida.
El tema surge durante el obligatorio ritual del té que acompaña cualquier conversación reposada entre saharauis: “¿Por qué ese giro político en el Gobierno de Sánchez, Miguel?”. Uno se ve tentado de hablar de Realpolitik, de inmigración, de cálculo político… pero lo cierto es que no hay respuesta satisfactoria –al menos yo no la tengo–, máxime cuando el sorpresivo volantazo no ha sido nunca explicado de manera coherente por el Gobierno español.
Precisamente estos días se cumple un año del giro imprevisto con el que Sánchez trasladaba a Mohamed VI el respaldo a la propuesta de autonomía presentada por Marruecos en 2007, como “la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa”, un cambio de postura respecto a la posición mantenida desde 1975, con la que se defendían los acuerdos de la ONU referidos a la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara. Con este giro, se oficializaba el alineamiento de España con las tesis de Rabat y el abandono, no solo de la neutralidad previa, sino de la responsabilidad para con un territorio y a un pueblo del que España sigue siendo “potencia administradora” según las mismas resoluciones de la ONU.
–Yo creo que todo se debe a la corrupción de los socialistas, que se han dejado sobornar, una vez más, por el dinero marroquí. El primero fue Felipe González, que traicionó la palabra dada a los saharauis; los gobiernos posteriores han seguido el mismo camino.
El argumento de Mariam se repite allá por donde pasamos. Lo comprobamos en nuestra visita al Centro de Discapacitados Físicos y Psíquicos de Castro, la primera iniciativa de este tipo en un campamento de refugiados a nivel internacional. Buyema Fateh –lo de Castro le viene del parecido en sus tiempos mozos con el líder cubano– es directo: “Ya se nos vendió una vez, luego otra, y otra… Ésta es la enésima, y supone el abandono total de la responsabilidad de España como potencia administradora y de la búsqueda de la solución justa a un proceso descolonizador inconcluso. Sólo se puede explicar desde la corrupción con la que Marruecos ha tentado tradicionalmente al PSOE. Ahí está el MoroccoGate, descubierto ahora, pero que nosotros venimos denunciando desde hace años… Bueno, eso o que, con el Pegasus, el Majzén tiene agarrado al PSOE en algo que no se puede hacer público”.
Sin duda la demoledora imagen del pasado enero, con la Eurocámara aprobando una resolución de denuncia a Marruecos por el pago de sobornos y el espionaje a políticos europeos, a la que solo se opusieron los socialistas españoles y un puñado de eurodiputados de la extrema derecha, ayuda a cargar de buenas razones un argumentario extendido en los campamentos.
En todo caso, Castro quiere dejar claro que “no hay rencor contra el pueblo español, del que nos sentimos hermanos, y al que seguimos agradeciendo sus múltiples muestras de ayuda, pero lo del Gobierno de Sánchez es imperdonable”.
Seguramente, si hay un aspecto en el que la disociación entre Gobierno y sociedad a la que dice representar es más que evidente, es el de la cuestión del Sáhara Occidental. Independientemente de su escenificación parlamentaria –en abril del pasado año, todos los partidos menos el PSOE, con la abstención de Vox y Ciudadanos, ratificaron la apuesta por una salida negociada en el marco de la ONU y denunciaron la decisión tomada “a espaldas del Parlamento” por “una parte del Gobierno”–, la sociedad civil española sigue volcada en cientos de proyectos solidarios con el pueblo saharaui. El más notable es el programa de Vacaciones en Paz, que desde 1979 acoge a niños y niñas de los campamentos durante los meses de verano y ha logrado establecer vínculos que van más allá de lo afectivo entre la infancia saharaui y las familias de acogida, pero no es el único evento que consigue hacer de caja de resonancia de los refugiados, ahí está el Fisahara, Festival Internacional de cine del Sáhara, por el que ha pasado la primera fila cinematográfica española, incluidos los oscarizados Javier Bardem y Penélope Cruz, o el Sahara Marathon, que este año ha recibido a 300 deportistas de 23 países y a lo largo de sus 23 ediciones ha contado con la presencia de atletas de talla internacional como Martín Fiz o Fermín y Carmen Cacho.
Proyectos solidarios con el Sáhara
Pero al margen de los eventos que de manera temporal consiguen abrirse hueco en la esquiva atención mediática, existe toda una constelación de proyectos solidarios llevados adelante por asociaciones de amistad con el pueblo saharaui, iniciativas institucionales de ayuntamientos, de comunidades autónomas… que, de manera transversal, trabajan prácticamente todos los meses del año en los campamentos y sin publicidad. Precisamente estos días, coincidiendo con el 47 aniversario de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática, reconocida por 84 Estados y miembro de la Unión Africana desde 2002) y la celebración del maratón que la suele acompañar, llega a los campamentos una expedición de 30 voluntarios con el proyecto Caravana 4×4 de Rivas-Sahel, que carga a sus espaldas 3.000 kilómetros con 18 vehículos llenos de ayuda humanitaria –entre ellos, cuatro ambulancias, un camión cisterna y varias furgonetas y turismos que se quedarán al servicio de los refugiados–.
Las iniciativas son diversas: Bubisher, la red de bibliotecas y bibliobuses que nació en 2008 con el objetivo de reforzar y recuperar la enseñanza del español –segunda lengua entre los saharauis, aunque el Instituto Cervantes parezca no haber reparado en ello– llevando libros, creando clubes de lectura, colaborando con los maestros y formando monitores; el proyecto Madrasa, destinado a facilitar estudios reglados en la Comunidad de Madrid a jóvenes procedentes de los campamentos; el encuentro de universidades en apoyo a la Universidad de Tifariti, los huertos familiares basados en la agricultura hidropónica, la iniciativa de Juristas por el Sáhara con la que se busca defender los Derechos Humanos en los territorios ocupados y denunciar el saqueo de sus recursos naturales… Pese a los ejercicios de funambulismo dialéctico a que nos tienen acostumbrados Pedro Sánchez o su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, la brega por su futuro como pueblo continúa acompañando a estas gentes acostumbradas a soportar todas las adversidades, incluida la desidia de los sucesivos gobiernos democráticos españoles desde que en 1975 un acelerado y caótico proceso de descolonización dejara la puerta abierta a la invasión marroquí y al destierro en la hamada argelina.
Frente Polisario: “Sánchez no explica las verdaderas causas del cambio de postura sobre el Sáhara Occidental”
Según el representante del Frente Polisario en el Estado español, Abdulah Arabi, Sánchez ha decidido mantener al Gobierno (y a su partido) “en una posición contraria al Derecho Internacional, contraviniendo así el legítimo derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación e independencia”.
Arabi afirma que el presidente, que iba a hablar de las relaciones bilaterales con Marruecos y, teóricamente, dar respuestas sobre el radical cambio de posicionamiento del Gobierno español respecto al Sáhara Occidental, “se ha limitado a resaltar las supuestas buenas relaciones con Marruecos e insistir en el buen momento por el que éstas atraviesan”.
“No ha sido capaz de reconocer ante el hemiciclo que el viraje no ha conllevado ningún resultado positivo para los intereses estratégicos de España».
El Frente Polisario, que reconoce y agradece la unanimidad de las distintas fuerzas políticas en su apoyo al legítimo derecho a la autodeterminación e independencia del pueblo saharaui, indica que la comparecencia debía servir para conocer “los motivos de una decisión personal que privó al Estado español de toda posibilidad de asunción de un rol prominente en la conclusión del proceso de descolonización del Sáhara Occidental”.
Ha sido, según el representante saharaui, “el enésimo intento del presidente por obtener el reconocimiento de Marruecos y, supuestamente, salvaguardar las excelentes relaciones bilaterales”.
El Frente Polisario recuerda que nunca se ha opuesto ni se opondrá a estas relaciones, pero que “la política exterior española no puede sustentarse en la vulneración de los derechos del pueblo saharaui”.
Finaliza señalando que “cualquier momento es bueno para volver a la senda de la legalidad internacional, tal y como corresponde a la potencia administradora de un Territorio No Autónomo, como es el Estado español respecto del Sáhara Occidental”.
(Contramutis)