Cultura

Claudia Piñeiro: “En los últimos años, lo que transita en la literatura son las dificultades de ser madre”

Entrevista con la escritora argentina, coguionista de la serie 'El Reino' (Netflix).

Claudia Piñeiro. CEDIDA

Claudia Piñeiro no deja de tener éxito. En los últimos tres años, esta escritora (Burzaco, Argentina) ha sido la ganadora del Dashiell Hammett y del Premio Latino, y finalista del Booker International Prize 2022.  Ahora, con El tiempo de las moscas (Alfaguara, 2022), finalista del Premio Novela en la V Bienal Mario Vargas Llosa, se prepara para asistir a la próxima edición del Festival de Novela Negra de Gijón. Su guion luce en la segunda temporada de El Reino, serie que se está emitiendo en Netflix. Hemos conversado con ella sobre algunos de los temas que rodean esta “segunda vida” de Inés Experey, como la maternidad, la dificultad de comprar veneno para matar personas y el proceso narrativo para poder escribirla. 

¿Qué balance hace del éxito que han tenido sus trabajos en los últimos tres años? 

Por mi edad, estoy en una etapa de la vida en donde espero mi retroceso como algo natural, porque lo lógico es que en los lugares de éxito esté la gente más joven. Cada año pienso que es en el que me retiro, pero pasa algo y no lo puedo hacer porque, o bien por ser finalista en el Booker del año pasado o por la salida de El Reino, consigo que me conozca más gente. Así es difícil retirarse.

Pero no se quiere retirar del todo…
En los escritores existe la posibilidad, mientras te dé la cabeza y el cuerpo, de seguir escribiendo. La cuestión es saber cuándo sigue habiendo cosas interesantes para contar. Me gusta mucho un libro de Edward Said que se llama Sobre el estilo tardío, en donde analiza las últimas producciones de músicos y escritores. Y hay dos tipos. Los que cuando llegan a cierta edad trabajan para que sus grandes obras se queden para siempre en las bibliotecas y los que siguen buscando algo nuevo y, aunque tengan fracasos, siguen buscando cosas diferentes. Yo estoy en el segundo grupo.

Enlazando con lo de buscar situaciones diferentes, tal vez las haya encontrado en las nuevas lecturas que se han hecho con la reedición de Elena Sabe

Sí. Son trabajos que existen y que reviven. Como el año pasado fue uno de los finalistas del Booker, se ha reeditado en italiano, en holandés, y a mí me ha dado trabajo: artículos, ferias pero también nuevas lecturas. El otro día tuve un encuentro con un lector chileno y me sorprendieron las preguntas porque trataban sobre de los cuidados, una cuestión que, cuando salió la novela, no estaba en el debate público. Ahora, sí.

¿Y qué punto de vista suelen tener cuando aparece este tema?

Lo que me impresionaba es que las chicas jóvenes decían que sus madres cuidan a su abuela pero saqué la conclusión que no querían verse como cuidadoras. Y puede ser normal porque, y siempre uso este ejemplo, los hijos tienen que cuidar a los padres, pero hay hijos que han sido quemados por cigarrillos por los padres.

 El Tiempo de las moscas es la segunda parte de Tuya. Aunque es una pregunta muy típica, creo que es interesante que cuente el proceso para poder escribirla. Lo que sé es que se lo planteó después de que un amigo suyo, Guillermo Martínez, le comentara la posibilidad de volver a darle vida a Inés, la protagonista.

Durante algún tiempo no escribí porque no terminaba de resultarme atractiva ninguna ficción, entonces volvía a libros que ya había leído y que ya sabía cómo terminaban pero por esa necesidad de recordar cómo termina algo. En ese proceso sobre qué escribir recordé lo que me había comentado Guillermo Martínez, comencé a darle vueltas y encontré puntos atractivos. Eso fue en una primera etapa. En 2019 es cuando empecé a pensar mucho en esta novela: qué iba a pasar a grandes rasgos, cómo iba a ser la estructura, pensaba en la proposición que se le hace a Inés y si ella lo iba a aceptar. Lo que sabía era que su hija iba a estar en peligro pero aún no tenía claro ni en qué sentido ni cómo. Por ser finalista del Dashiell Hammett pude que viajar a Gijón y pasar por Madrid, entonces le pedí consejo a mi amiga Rosa Montero. Le contaba la historia para que me ayudara a desenredar la propuesta y ella también lo veía muy complicado. No lograba desenredar el ovillo que tenía en la cabeza.

Mientras tanto, ya había hecho el curso de entomolgía forense, había pensado en los personajes, pero no me podía sentar a escribir porque no tenía claro cuál era el conflicto y la “anécdota” entre Inés y La Manca. Otra de la dificultad que tenía en ese momento era quién iba a contar. En Tuya, la voz era el monólogo interior de Inés, pero en esta necesitaba más voces porque, después de quince años, la cabeza de Inés se había quedado más pequeña. De esta manera, aparece un “nosotras” reflejado en esa asamblea de mujeres. Lo que te puedo decir es que este proceso fue más largo que en ninguna otra novela. 

¿Y por qué omite la vida de Inés en prisión durante quince años?

Porque no sabía cómo hacerlo: no conozco la vida carcelaria y, anque en la ficción puedes inventar, debes conocer determinadas cuestiones. Además, no me gusta la romantización de lugares como una cárcel porque hay que ser muy precisa y respetuosa con las personas que están allí. Me gustaba más la idea de ella cuando sale de prisión y hacerme cargo de que cumplió con la pena que le impuso la sociedad y que quiere volver a entrar a jugar con su familia, su vecino, con un grupo de gente pero con una tremenda carga y sin que, probablemente, se satisfagan las promesas que se le hacen a una cuando entra en prisión y te dicen ‘pagas tu delito y serás rehabilitada en la sociedad’ porque, a lo mejor, no sucede. Y no sucede porque no consigues un trabajo adecuado, porque no te integras socialmente y, además, siempre imagino la cara de impresión de unos amigos si les digo ‘os presento a fulanita que acaba de salir de prisión’. Es un poco hipócrita, ¿no?

Me parece que ha escondido emocionalmente a Inés después de su paso por la cárcel.

¿Crees que está escondida? Quizá haya algo de su interior que no muestre. Ella sabe que tiene que cambiar, que no puede seguir siendo la Inés machista y conservadora de Tuya. En eso le ayuda La Manca aunque no puede del todo porque creo que es algo que le pasa a muchas mujeres: se dan cuenta de que están educadas de una determinada manera antigua e incluso intentan, con voluntad, ponerse al día con todos estos cambios. Pero hay cosas que no les terminan de cuadrar. Inés es muy pragmática y trata de aprender lo que le conviene. Tal vez, en los monólogos, que coloco entre paréntesis, aparecen sus sentimientos más íntimos, pero las partes que están ocultas de Inés también lo están para ella. 

Me llama mucho la atención lo de ese apellido: Experey.

Hay países en donde pierdes el apellido de soltera cuando te casas, entonces, cuando dejas de ser la esposa de alguien, ¿qué apellido tienes? ¿Cómo te llamas? El problema de Inés es que no se reconoce con su apellido porque tenía un mal vínculo con su padre y con su madre y, además, así le llamaban en la cárcel y no quiere rememorar los gritos de las carceleras. Entonces, busca una fórmula de rebautizarse y ella tiene que nacer sin ese hombre. De ahí esa mezcla. El otro día me hizo gracia cuando en un reportaje que me estaba haciendo un periodista me preguntó qué había sido de la vida de Ernesto Pereyra, y yo pensaba que La Manca le diría: ”¿Qué importa la vida de Ernesto? ¡Lo importante en esta novela es lo que ella haga con su vida!”.

Aparte de los temas que ya han ido apareciendo por sus novelas, como los cuidados, el aborto… no sé si en algunos de los encuentros con los lectores ha aparecido la maternidad a colación de la relación de Inés con su hija.

Hay muchas escritoras que llevamos tiempo escribiendo sobre este tema y, en concreto, con la posibilidad de no ser madre partiendo de la base y asumiendo que toda mujer querría tener hijos. Uno de los trabajos más espléndidos es Contra los hijos, de la chilena Lina Meruoane. En los últimos años, lo que me parece que está transitando en la literatura son las dificultades de ser madre. Y es que hay veces que no sale bien porque, por ejemplo, no se establece el vínculo que se esperaba, como cuestiona Mariana Dimópulos en Pendiente, con lo de vas a tener a tu hijo en los brazos y vas a saber ser madre y va haber un amor incondicional. Hay una periodista que me comentó que con esta novela se dio un un paso más porque se habla de de si es posible haber querido a un hijo, que también es un tema dificílisimo pero que le pasará a muchas mujeres 

O le vas dejando de querer.

Sí y eso te convierte en una monstrua aunque creo que nadie sea un monstruo: hacemos lo que podemos con la vida. Pero igual que te casas con un señor y te pega y te separas, también hay hijos que han tratado mal a sus madres y esa relación comienza a carecer de afecto. Esta cuestión está comenzando a discutirse en la sociedad. Lo que permite la literatura es que al que le pasa algo parecido no se sienta como un monstruo. La literatura sirve para eso, para ver que no solo te pasa a ti, como escribió Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas.

Nos muestra que en las relaciones familiares también hay rupturas porque algunas personas puedan sentirse decepcionadas con su madre, con su padre, etc… 

Pero las que somos madres, ¿qué derecho tenemos a decepcionarnos con nuestros hijos si no son a tu imagen y semejanza? Es lo que le pasa a la señora Gonard. Ella imaginó que su hija iba a ser de determinada manera y, como no es así, le produce una desilusión tan grande que no lo puede aceptar. Esto, en medidas más pequeñas, nos ha pasado a todos cuando escogió una carrera que no te gusta o si tiene una novia que no te cae bien o si políticamente piensa diferente a como piensas mientras te preguntas: si es mi hijo y está cerca, ¿cómo no piensa parecido? Ocurre porque aunque seamos madres, padres o hijos, somos personas diferentes, por eso hay que tener cuidado con la palabra decepción.  

Volviendo a la trama de El tiempo de las moscas. Me interesa la relación que tuvo con el mundo de la fumigación para escribir la novela. 

En realidad, para tener otra visión de la profesión de Inés, hablé con dos especialistas, uno de ellos, el señor que viene a fumigarme la casa una vez al año, pero me faltaba encontrar el veneno adecuado. Siempre paso por la Casa del insecticida y me decidí a entrar y preguntarle: ¿tiene algún veneno para matar a una persona? Obviamente, le tuve que decir que estaba escribiendo una novela y el jefe de la tienda me explicó las trabas que existen para comprar esos venenos. Días después pasé a dejarle un libro para que supieran que realmente soy escritora. 

En la actualidad, millones de espectadores tienen la posibilidad de ver la segunda parte de El Reino, guionizada por usted y Marcelo Piñeyro. ¿Cómo resume el trabajo que han hecho en esta temporada?

Desarrollamos personajes secundarios que en el primera parte no les dimos mucho más papel. Es mucho más política que religiosa y, como nos pasó con la primera temporada, mientras escribíamos el guion, en el mundo iban ocurriendo hechos parecidos. 

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