Apuntes de clase | Cultura
‘Matria’ y las dinámicas de la precariedad
Álvaro Gago, en su debut, firma una de las mejores películas españolas del año. Cine social con una interpretación portentosa de María Vázquez.
A lo mejor la patria es efectivamente lo que defienden los neofascistas, esa abstracción materializada en un trozo de tela que les hace hervir la sangre, esa pasión textil, violenta y conminatoria, y ya. Y quizás lo que entendemos otros sea algo más real, más carnal, y tengamos que llamarla matria en lugar de patria. Quizás eso de matria, por oposición, sea el cariño a los seres de nuestro entorno, la preocupación por su bienestar, la empatía hacia sus problemas. O quizás sean recuerdos de infancia, una música, el olor del puerto y del campo, el acento del pueblo de nuestra madre, su trabajo, sus dolores, sus cuidados.
Álvaro Gago titula así, Matria, su debut en el largometraje, basado en un corto anterior premiado en Sundance y nominado al Goya. Cuenta la historia de Ramona, una mujer temperamental que se multiplica en varios trabajos para sobrevivir y para ahorrar un poco con lo que contribuir a que el futuro de su hija no sea como su vida presente. A través de ella, Gago rinde homenaje a esas mujeres que trabajan de marisqueiras, de limpiadoras, de cuidadoras, de operarias en las fábricas de conservas o, con un despliegue de fuerzas realmente heroico, en todo eso a la vez. El suyo es un heroísmo sin fanfarrias ni medallas ni desfiles. Es otra cosa. Es la matria.
Una actuación sobresaliente
En el cine ocurre a veces que un elemento de la narración se impone sobre todos los demás produciendo una especie de desequilibrio. Hay músicas que se comen una película. O diseños de producción tan fastuosos que empequeñecen al reparto. Pero esto no siempre es malo. También hay excesos virtuosos. Normalmente tienen que ver con una interpretación que se sale de la norma, no por histriónica sino por auténtica. Ese elemento cabalmente desproporcionado, en este caso, es el trabajo arrebatador de María Vázquez, premiado con justicia en el Festival de Málaga. Su actuación la coloca, desde ya, en la lista de favoritas al Goya.
Vázquez proporciona voz y carne a un ser humano zarandeado por las dinámicas de la precariedad. Y tiene la suerte de poner su inmenso talento al servicio de un personaje excepcionalmente escrito. Porque ese es otro acierto de Gago, el haber creado un personaje que está lejos de ser perfecto. No hace una glorificación acrítica de la clase obrera sino que presenta a una mujer fuerte, sí, pero con sus debilidades y sus miedos. Y sus calamitosos errores. Podría decirse que Matria aúna el perfil humano que Ken Loach procura para sus personajes, siempre complejos y multidimensionales, con la óptica realista que utilizan los hermanos Dardenne para capturarlos. Y para hacer eso hay que conocer a las gentes y sus ambientes, empaparse de ellos. No se puede escribir ni rodar así de oídas.
Este ancla con la realidad es Francisca Iglesias Bouzón, la Ramona del corto original, de la que Gago confiesa que ha sacado el remango y el sentido del humor, tan retranqueiro, tan gallego, con el que ha adornado al personaje. A partir de su humanidad articula no sólo un drama conmovedor, sino un discurso político que habla de una redoblada marginación, la que se produce cuando se cruzan sexo (femenino, obviamente) y clase trabajadora. Todo eso está en Matria y está en Ramona, una mujer que, por mucho que trabaje hasta desfallecer, no puede alcanzar una mínima estabilidad material, un bienestar elemental, un cierto equilibrio sentimental y familiar. Porque todo (trabajo, clase, género, familia, pareja, salud) está conectado. Y eso es lo que Gago cuenta tan bien y lo que María Vázquez ha encarnado de forma portentosa.
‘Matria’ se estrenó en cines el 24 de marzo.
Caridad pública y privada contra la solidaridad social, por Antonio Gómez Movellán.
La protección social a los más pobres es cuasi una caridad publica, los fondos públicos de todas las administraciones se dirigen hacia las iglesias, las fundaciones y las organizaciones no gubernamentales ávidas de fondos para apuntalar el negocio de la caridad.
Los últimos informes de la OCDE y de la Unión europea sobre la situación económica y social en España muestran un panorama de incertidumbre de la situación socioeconómica para millones de personas. Los datos son muy conocidos: desempleo del 13% y desempleo juvenil del 30%. En la Unión Europea, España es uno de los países de la OCDE donde más ha aumentado la desigualdad social y el INE lo certifica. El porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social es del 21, 7%, solo por detrás de Bulgaria, Rumania y Grecia. Es decir, unos 13 millones de personas están en riego de pobreza y aproximadamente 5 millones tienen una situación de vulnerabilidad extrema con dificultades de pobreza severa.
En nuestro país entre cinco y siete millones de personas deberían estar protegidos socialmente de otra manera a como están. Pongamos el caso de la renta mínima garantizada, aparte de que no están garantizadas, estas rentas mínimas de inserción cubren a muy pocas personas. En el año 2022 las personas beneficiadas no alcanzaron las 350.000 y la cuantía media fue de 418 euros. Pero lo más curioso es que el programa, entre todas la CCAA, no alcanza los 1.500 millones de euros. Además de esta cantidad la mitad lo gasta el País vasco, la nación con menos desempleo de España…
https://nuevarevolucion.es/caridad-publica-y-privada-contra-la-solidaridad-social/
Y en medio de este turbulento presente donde la protección social a los más pobres es cuasi una caridad publica, los fondos públicos de todas las administraciones se dirigen hacia las iglesias, las fundaciones y las organizaciones no gubernamentales ávidas de fondos para apuntalar el negocio de la caridad. El tener una iglesia católica muy activa en la asistencia social, -generalmente utilizando fondos públicos – empobrece el sistema público de protección social. Cuanta más caridad hay, menos protección social existe. En los intersticios confusos de la asistencia social no reglada es donde se introduce la iglesia y ahora también el denominado tercer sector.