Cultura
Nicaragua: ya no tan dulce pero sí violenta
En este libro, editado por Madita cultura, María Pachón cuenta los testimonios de siete mujeres nicaragüenses que viven y trabajan en Badajoz. Con ilustraciones de Elena Cayeiro.
En esta reseña no voy a hablar de literatura. Voy a hablar de realidad. Y no es que se puedan ni se deban separar las dos cosas, que a menudo son inseparables, pero en este caso la ambición del libro, claramente, no es literaria. Y que no se entienda esto como una crítica o un menosprecio.
No conocía la editorial Maldita cultura, ni la revista que edita; tampoco conocía hasta hace pocas semanas La Industrial, una librería de Zafra. Hay tantas iniciativas interesantes que nos pasan desapercibidas a la mayoría si ocurren fuera de las capitales de provincia o lejos de los centros mediáticos. Pero fui a La industrial gracias al empeño de Inmaculada Rodríguez en invitarme a un club de lectura, y allí los libreros Sergio y Beatriz me regalaron un par de ejemplares y un número de la revista editados por Maldita cultura.
De uno de esos libros hablo aquí. Se trata de Tan piadosamente violenta, que recoge los testimonios de siete mujeres nicaragüenses que viven y trabajan en Badajoz. Extremadura es la región con el mayor número de mujeres nicaragüenses censadas en España, la inmensa mayoría en Badajoz, y, de estas, también la inmensa mayoría empleadas en el cuidado de personas dependientes. Por supuesto, las cifras no reflejan a las que carecen de papeles y viven con el miedo continuo a la deportación.
Como explica María Pachón en la introducción, la situación de estas mujeres es, por lo general, precaria. Bajos salarios, aún más de lo habitual porque, al trabajar de internas, el hecho de alojarlas parece justificar pagarles por debajo de lo esperable. Pero si las condiciones en las que viven estas mujeres aquí son duras –a los bajos salarios y la inseguridad laboral se suman el desarraigo, la separación de los hijos, la discriminación, los abusos, también sexuales–, más lo es allí, en el país del que proceden, donde se acumulan las violencias contra la población en general, pero agravada en el caso de las mujeres, sobre todo si son pobres.
Y eso es lo que cuentan las siete entrevistadas: historias de abusos sexuales, de malos tratos, de amenazas, de violencia psicológica. Si varias sufrían por la pobreza estructural, otras empobrecieron por culpa de la guerra o por maridos que se gastaban el dinero que ellas ganaban, maridos por lo general enfermos de celos, lo que no impedía que ellos tuviesen amantes. Aunque también se refieren al machismo en España, el que vivieron en su país es de una ferocidad que deja sin aliento.
La editora ha tenido el acierto de respetar el lenguaje oral de estas siete mujeres, alguna con formación, otras prácticamente sin escolarizar. Sus voces, a veces para maravilla de quien las escucha –las lee–, resuenan agradecidas por haber podido salir de su país y ganar lo suficiente para dar formación a sus hijas e hijos. Ese sería el resumen muy sumario de sus declaraciones: la vida aquí es dura, duele, desgarra, pero más dura es allí. Y si alguna sueña con regresar, otras se han resignado a no hacerlo. También porque en España se sienten más libres. Aquí no hay un gobierno dictatorial como el del matrimonio Ortega ni es tan frecuente que los hombres les peguen, les quiten el dinero, les prohíban comportarse como desean.
¿Deberíamos disfrutar entonces de una buena conciencia frente a estas mujeres que viven una vida más llevadera en España? No seamos demasiado generosos con nosotros mismos. Primero, porque hay muchas inmigrantes en situación ilegal que sin duda darían una imagen más sombría de su estancia en nuestro país. Y segundo, porque también las que tienen permiso de residencia hablan de abusos sexuales, engaños, malos tratos, racismo en nuestro suelo.
Tan piadosamente violenta no es un libro fácil de leer; narradas con sencillez, sin dramatismo, sin efectismo, sus historias repiten una y otra vez el mismo tipo de violencias, de injusticias y abusos. Narran también un país, Nicaragua, destrozado moralmente por la tiranía política y por la tiranía de las estructuras sociales y económicas. La lectura de estas experiencias que en un libro de ayuda se convertirían en historias de éxito no produce ningún alivio: el final feliz de estas mujeres, que tanto han luchado por lograr una vida digna y por dársela a sus hijos, solo es feliz si lo comparamos con el infierno que muchas han atravesado en Nicaragua. Pero el dolor, el miedo, la sensación de pérdida y la inseguridad económica siguen ahí. Intentar contar otra cosa sería literatura. En el peor sentido de la palabra.
Tan piadosamente violenta
Encuentros con mujeres migrantes nicaragüenses
María Pachón; ilustraciones de Elena Cayeiro
Maldita cultura / Fundación Maimona 2020