Cultura
‘My sunny Maad’, dibujos de carne y hueso
La cinta de Michaela Pavlátová, ganadora del César a la mejor película de animación, retrata la insostenible situación que viven las mujeres de Afganistán.
Hay películas, y son la mayoría, que muestran personajes arquetípicos y unidimensionales. El que es bueno es bueno y el que es malo es malo. Por eso encontrarse con un poco de complicación siempre es estimulante y, además, expresa mejor lo que es la vida. My sunny Maad pertenece a esta última categoría.
El filme de Michaela Pavlátová ganó hace pocos días el César a la mejor película de animación y se nota que está basada en experiencias reales sobre el terreno, que en este caso es el Afganistán posterior a la invasión estadounidense de 2001. Se trata de la adaptación de la novela Frista, de Petra Procházková, una corresponsal de guerra checa que ha cubierto durante décadas los conflictos armados que, tras la caída del Muro, estallaron en territorios exsoviéticos como Chechenia, Georgia, Nagorno Karabaj o Tayikistán. Narra la historia de Herra, una mujer checa que se traslada a Kabul para casarse con Nazir y unirse a su familia. Con esa premisa existe la eurocéntrica tentación de anticipar el infierno por el que va a pasar esta mujer en su nueva vida. Y es así, pero lo bueno de la película es que lo hace mostrando personalidades complejas, no planas.
En el seno de su nueva familia hay progresistas y ultraconservadores, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, cada uno de ellos con su historia y sus claroscuros. Nazir, por ejemplo, el hombre del que Herra se enamora, no responde al patrón maniqueo del musulmán machista, lo que no quiere decir que sea un perfecto representante de los usos y costumbres occidentales (dicho esto para entendernos; el machismo, como sabemos, no entiende de latitudes geográficas ni de hábitos culturales). Al contrario, ese hombre dulce y atento tiene también comportamientos repulsivos hacia su esposa. Esto complica el relato pero también lo baja a la tierra, lejos de las abstracciones políticas y de las simplificaciones. Y es, quizás, su gran acierto.
El oportuno filtro de la animación
La película, según contaba su directora en una entrevista, estaba inicialmente escrita y concebida para ser rodada con personajes reales, pero no consiguió la financiación necesaria. “A veces es más fácil hablar de algo serio o violento mediante la animación”, reflexionaba Pavlátová. “Al tratarse de temas tan crudos, tan directos, puede que la audiencia los rechace si se le presentan como acción real”. Es posible que ésta sea una de las razones por las que últimamente se han hecho tantas películas animadas con Afganistán de fondo: El pan de la guerra (2017), Las golondrinas de Kabul (2019), Flee (2021)… Los dibujos animados permiten el distanciamiento adecuado para tratar un tema serio sin necesidad de restarle gravedad.
El tema central de My sunny Maad es la difícil situación que viven las mujeres en Afganistán, situación que se ha visto agravada desde que el ejército estadounidense abandonó el país en 2021. Procházková lo conocía bien ya que ella, como el personaje de su novela, se casó y fue madre allí. Eso le permitió entrar en la intimidad de los hogares afganos, cerrados al exterior, y conocer sus costumbres. Herra, su alter ego en el papel y en la pantalla, vive por supuesto (no podía ser de otra forma) el choque cultural, pero no inicia una guerra frontal por la liberación de la mujer afgana. Lo hace por otros medios. Ese es otro de los enfoques interesantes (y realistas) del filme. ¿Cómo va a alzar la voz precisamente allí por unas mujeres que viven sojuzgadas de la forma más violenta imaginable? Eso equivaldría a ponerlas y ponerse en peligro. Desde Occidente es fácil decirlo. Otra cosa es estar allí y poner el cuerpo.
Herra se esforzará por integrarse, sin dejarse llevar por un sentimiento de superioridad europea. Y al mismo tiempo tratará de cambiar pequeñas parcelas de realidad: trabajará fuera de casa, alentará a las mujeres a ser examinadas en los servicios de salud, animará a su sobrina a acudir a la escuela, se opondrá a su casamiento forzoso… Hará todas estas cosas de forma subrepticia, como una especie de rebelión silenciosa. Y en el plano personal, resolverá su condición de mujer estéril, que toda la sociedad le echa en cara, adoptando a un niño de la calle, el Maad del título. Volcará su amor en ese ser humano contrahecho, feúcho y enclenque, al que todo el mundo desprecia.
Pavlátová, maestra de la animación que estuvo nominada al Oscar ya en 1993 por su cortometraje Palabras, palabras, palabras, ha encontrado aquí un balance correcto entre lo sentimental y lo político sin regodearse en la crudeza ni caer por ello en una ingenua dulcificación. Bravo por ella.
‘My sunny Maad’ se estrena en cines el 17 de marzo.