Opinión
El mercado de nuestros datos: más allá del Clínic
"Ahora que el ciberataque al hospital de Barcelona ha hecho sonar las alarmas, vale la pena reflexionar sobre los peligros que entrañan la recolección y comercialización de datos no sólo a manos de la piratería informática, sino también de quienes efectúan estas operaciones de forma legal", reflexiona Palomeque.
Cuenta Shoshana Zuboff, profesora emérita de Harvard, cómo el capitalismo de la vigilancia nació en torno a 2002 en el seno de Google. La empresa llegó a la conclusión de que los datos producidos por las búsquedas podían ser vendidos a anunciantes para que éstos, a su vez, elaborasen un contenido adaptado a cada usuario. Si bien hasta entonces esta información se había considerado residual, y sólo se utilizaba internamente para mejorar los resultados de dichas búsquedas, a partir de ese gran descubrimiento lucrativo, cada palabra, cada error tipográfico, la velocidad de la escritura, etc. serían puestos al servicio de la venta de productos personalizados.
El fenómeno fue adquiriendo popularidad conforme su rentabilidad aumentaba, otras multinacionales emularon el modelo de Google y, poco a poco, estos detalles sobre nuestras vidas se transformaron en un negocio sin precedentes, porque los datos también acarreaban un potencial predictivo jugosísimo con el que hacer caja.
En esta entrevista, la exinvestigadora de Harvard narra un caso terrorífico: Facebook, poseedor de los perfiles psicológicos de millones de adolescentes, era capaz de identificar los momentos de mayor vulnerabilidad –estrés, ansiedad, dudas– para mostrarles el anuncio de algún objeto deseable, generando un alto grado de clics (y, por ende, de compra). El proceso ocurría de manera inconsciente, pero los beneficios económicos estaban garantizados.
Ahora que el ciberataque al hospital Clínic de Barcelona ha hecho sonar las alarmas sobre la facilidad con que un grupo de hackers puede apropiarse de nuestro historial médico, vale la pena reflexionar de manera más amplia sobre los peligros sistémicos que entrañan la recolección y comercialización de datos cada vez más íntimos no sólo a manos de la piratería informática, sino también de quienes efectúan estas operaciones de forma completamente legal.
Los autores del robo de información confidencial de los pacientes del Clínic pidieron 4,5 millones de dólares para desbloquear el ataque y devolver al centro sanitario a la normalidad, después de que se suspendieran un gran número de pruebas, cirugías y tratamientos, lo cual ponía en riesgo la salud de los pacientes. Al negarse la Generalitat a acceder al chantaje, es bastante probable que esos datos acaben filtrándose a la web o sean vendidos a terceros.
Según varias fuentes consultadas, por cada expediente médico se paga en torno a 800€ en un mercado negro que podría utilizarlos para suplantar la identidad de las personas. Pero no nos engañemos: ese tipo de ”robos” tiene lugar a diario, y a unos niveles emocionales, psíquicos y corporales casi imperceptibles, con consecuencias políticas importantes. Hace poco, una investigación demostró que Google mostraba a las mujeres de clase baja que buscaban interrumpir el embarazo publicidad sobre clínicas antiabortivas; y éste es sólo un ejemplo de muchos.
Si el capitalismo del siglo XX aprendió a colonizar el deseo a partir del consumismo masivo, a reorientar los impulsos libidinales hacia la mercancía, ahora demanda y gestiona rincones más profundos de nuestro ser, que pasan por las pulsaciones, los pormenores del ciclo menstrual, las características del sueño o los rasgos del rostro usados para el reconocimiento facial.
Los datos médicos, específicamente, pueden llegar a manos de seguros y farmacéuticas, y mutar en arma arrojadiza conforme la sanidad se va privatizando y deja de ser un derecho, pero no son los únicos que están en juego. Alerta Zuboff en su monumental libro Surveillance Capitalism sobre los efectos de los juguetes conectados que interactúan con los más pequeños a través de la voz: “La intimidad tal y como la hemos conocido está comprometida, si no ha sido eliminada […] Los niños aprenden primero que no hay fronteras entre el yo y el mercado”. Eso es precisamente lo que revela el ciberataque al Clínic, la carencia de barreras, de obstáculos, de protección entre el yo y el mercado.
La actividad de los hackers es delictiva; sin embargo, habría que preguntar por qué el resto de acumulación y venta de datos a través de apps, webs, cámaras de seguridad y demás Internet de las cosas, junto a la manipulación que se deriva de estos procesos, no sólo no es ilegal sino que, a veces, incluso se celebra. La Generalitat no cedió al chantaje, pero los gobiernos del mundo –con la connivencia de buena parte de la ciudadanía– han tenido a bien permitir un saqueo constante de la privacidad que nos deshumaniza, debilita los cimientos mismos de la democracia, e influencia nuestros comportamientos hasta el punto de que se convierten en profecía bajo el control de un puñado de empresas.
Asegurar el bienestar de la población implica tanto implementar mecanismos de seguridad cibernética que impidan la piratería, como actuar desde el origen del problema, que no es otro que la generación excesiva de datos puestos a disposición de la vigilancia y el lucro.
¿La actividad de los hackers es delictiva?
¿Hacker = delincuente?
Aquí como en todos los medios de información.