Opinión
Morir como faraón
Para ciertos personajes relevantes «no basta con haber tenido una procesión triunfal, con laurel y ovaciones, con haber sido reyes. Quieren morir como faraones», escribe Jorge Dioni en esta meditación sobre el paso del tiempo.
Comida familiar. Hablamos sobre Shakira y Piqué. Expongo una idea. La carrera del futbolista estaba terminando. A la cantante, le quedan diez o veinte años. Quizá, el resto de su vida. Serrat se ha despedido con ochenta y los Rolling Stones siguen dando conciertos. En esos diez o veinte años, él será cada vez menos importante y eso es algo difícil de aceptar para ciertos egos: el miedo a ¿y usted quién es? Mis hijos adolescentes no están de acuerdo porque creen que él siempre será conocido. Para ellos, no existe ayer ni mañana. Él es famoso, luego siempre será famoso. Uno de los rasgos de esa etapa es no percibir el paso del tiempo. Este es el mundo y ha comenzado conmigo. Todo es así, luego todo ha sido siempre así y todo será así. Como decía Gil de Biedma, envejecer o morir son sólo las dimensiones del teatro.
La consecuencia más habitual de «el mundo ha comenzado conmigo» es que los padres y madres no tenemos ni idea de nada. Después de haber sido algo parecido a dios durante doce o trece años, pasamos a ser gente desagradable que recuerda que el tiempo y el espacio existen. No se puede estar en quince sitios un mismo fin de semana o los exámenes están más cerca de lo que parece. El Alvy Singer infantil de Annie Hall decía que estaba angustiado porque el universo se expandía. Nada tiene sentido, añadía. ¿Cómo que nada tiene sentido?, respondía su madre antes de añadir: «Tú vives en Brooklyn y Brooklyn no se expande». He ahí el espíritu de la crianza.
Trato de explicarles el paso del tiempo con ejemplos. ¿Os suena Stam? Sé que conocen a Puyol por el Mundial y a Hierro, Koeman o De Boer porque son entrenadores. No les suena. Jaap Stam fue el mejor central durante años. Tuvo traspasos millonarios y, en su primera temporada en el Manchester United, ganó Liga, Copa y Champions. Incluso tuvo una movida por dopaje. Entre la memoria y el móvil, elaboro una lista de centrales de hace veintitantos años: Terry, Ayala, Ferrara, Nesta, Bergomi, Costacurta, Lucio, Aldair, Kohler, Sammer, Paolo Montero, Blanc, Desailly o Campbell. Conocen a algunos nombres porque los videojuegos de fútbol ofrecen la posibilidad de elegir jugadores retirados en el apartado de leyendas. Por ejemplo, un streamer llamado Kolderiu escoge siempre a Sol Campbell para sus equipos. Hay gente más joven que yo en un apartado llamado «leyendas». Las hostias llegan cuando menos te lo esperas.
El deporte es uno de los espacios donde el tiempo es implacable. David Trueba decía en una novela que puedes tratar de esquivar el paso de los años, pero hay un momento en el que ya no quedan deportistas de tu edad. Los que viste jugar ahora son entrenadores e incluso los árbitros son más jóvenes. El campo de fútbol es un enorme reloj de arena que no depende de tu percepción personal. Gavi sólo le saca unos meses a mi hijo mayor, que no se creía que hubiese visto jugar a Ancelotti. El juego parece el mismo, pero hay un mundo que ya no es el tuyo.
Buscar un huerto
El paso del tiempo es una cosa complicadísima. El cuerpo ya no obedece y se queja. El mundo cambia y se pierden las referencias. Para un personaje que ha conocido unos años de gloria, como un deportista, un artista o un político, es muy duro descubrir que el mundo sigue funcionando sin él –suelen ser ellos– y que ya no es necesario. Los despachos no devuelven las llamadas, la gente no se pone al teléfono, los restaurantes no tienen mesa y el deseo cambia de cama. Hay personas que se adaptan. Logran no perder el contacto con el mundo y, con su estilo y su mirada, son capaces de crear cosas interesantes casi hasta el último día de su vida.
Otra opción, la más habitual y razonable, es retirarse. Mi abuelo siempre decía que, a cierta edad, hay que buscarse un huerto y un crucigrama. Si no estás entretenido con algo, añadía, la cabeza es muy cabrona y te busca entretenimientos. Probablemente desatender este sabio consejo es lo que lleva a cierta gente al lado oscuro: odiar a los jóvenes y montar el pollo periódicamente para demostrar a los demás la propia existencia. Estoy vivo, coño. Ese es el subtítulo que inconscientemente aparece en mi cabeza cada vez que leo u oigo a alguien de cierta edad decir cosas fuera de tono. A veces, es algo que él cree que es provocador, pero sólo revela esa falta de pudor e incontinencia verbal que dan los muchos años.
Esto ya no es lo que era, no se puede decir nada, la ciudad ya no es divertida, esto ya no se podría hacer. Se puede escoger el epitafio de la propia juventud. El momento el que envejecer o morir pasan a ser el único argumento de la obra. ¿Qué queda? Lo que hizo Piqué: reaccionar. Ella crea, él recrea. El tiempo pasa de forma diferente por ambos. Cuando alguien dice que ya no se podría hacer algo que hizo cuando era joven, no está hablando de los cambios sociales, sino de sí mismo. Puede ser que no se atreva o que no conozca a la gente que lo hace. No hay ningún problema porque es lo normal. El problema es cuando hay una segunda adolescencia que impide ver el paso del tiempo. Lo que conozco es lo correcto. Este es el mundo y morirá conmigo.
El mundo te debe una ronda
Una cosa terrible de la muerte de alguien querido es descubrir que el mundo sigue funcionando sin esa persona. Todo está igual. Nadie se da cuenta de que esa persona no está. Tienes ganas de gritar que todo está incompleto. ¿Qué pasa cuando el muerto es uno mismo? Es decir, ese que fuiste. Cuando no eres nadie, es algo que se resuelve con las crisis vinculadas a la edad. Si has sido alguien relevante, como deportista, artista o político, el vacío es más grande, enorme, porque está en la mirada de los demás. Ya no te reflejas en los espejos. De ahí, esa angustia, ese cabreo, ese odio a todo, pero especialmente a lo que ha ocupado lo que era tu espacio y que crees que te ha sustituido. Todo está mal. La sensación de tener al mundo en deuda. El rencor. No me merezco este olvido.
No basta con haber tenido una procesión triunfal, con laurel y ovaciones, con haber sido reyes. Quieren morir como faraones. Es decir, que construyamos su tumba mientras están vivos para poder comprobar que el reconocimiento y la devoción están garantizadas. Ocupar espacio, la socialización que recibimos los varones desde el patio de la escuela. Su voz tiene que ser escuchada. Tienen que estar ahí, aunque ya no tengan nada que decir porque han renunciado a entender el mundo y prefieren que regrese ese mundo que sí entendían. Y, en ese proceso de construcción de la pirámide, absorben energía y ralentizan los cambios. No sólo renuncian a su contemporaneidad, sino que esperan que lo hagamos todos. Como los faraones, quieren enterrarnos con ellos.
ETERNOS FARAONES, IGLESIAS Y CAPITAL, nunca se les ha visto morir,
2 MARZO: Nueva Jornada Estatal de denuncia de las inmatriculaciones de la Iglesia
24/02/2023 ESPAÑA
La Coordinadora RECUPERANDO convoca una nueva jornada estatal de denuncia que tendrá lugar el próximo 2 de marzo en distintas ciudades.
No solo no se ha avanzado un ápice en la recuperación de los más de 100.000 bienes inmatriculados, sino que ni siquiera se conoce cuáles son estos bienes.
Por otra parte, los escándalos de abusos no hacen mella en la Iglesia, que bate un récord histórico en la Renta: 25 millones de euros más.
Los escándalos que azotan a la Iglesia española (abusos, inmatriculaciones…) siguen sin hacer mella en el ‘cepillo’ de la Declaración de la Renta. Más bien al contrario: según los últimos datos, presentados esta mañana, la ‘X’ de la Conferencia Episcopal en el IRPF refleja un récord absoluto, con 320,7 millones, la recaudación más importante de su historia. 25 más que el año pasado y 19 más que el anterior registro más alto de la Renta de la CEE, de hace dos años.
Antonio Manuel Rodriguez Ramos (Coordinadora Recuperando): “Resulta paradójico que en pleno siglo XXI se estén vaciando los templos y nunca como ahora la Iglesia haya sido tan poderosa” “Deberíamos reflexionar sobre por qué en España el peso de la Iglesia Católica es tan descomunal”
Que razón tenía tu abuelo.
«Mi abuelo siempre decía que, a cierta edad, hay que buscarse un huerto y un crucigrama. Si no estás entretenido con algo, añadía, la cabeza es muy cabrona y te busca entretenimientos».