Especial Entrevistas Antifascistas | Sociedad

Rafal Pankowski: “El ministro de Educación es el más problemático en cuanto a la influencia de la extrema derecha en Polonia”

‘La Marea’ continúa su ciclo de entrevistas antisfascistas con el portavoz de Never Again, una organización que monitorea y denuncia a los grupos de odio polacos desde 1996.

Rafal Pankowski, miembro de la asociación Never Again. Foto: NIDGY WIECEJ

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Gobernada por el partido ultraconservador Ley y Justicia, Polonia es hoy uno de los bastiones y uno de los ejemplos a seguir de la extrema derecha en Europa. Hace años que en el país se vive una ofensiva política contra los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI, así como una cada vez más restrictiva legislación en materia de migración y refugio. Los grupos y los discursos ultranacionalistas han cobrado todavía más visibilidad, pero también resisten quienes llevan años combatiéndolos desde distintos frentes.

Never Again nació en 1996 para monitorear y denunciar a los grupos de odio y la violencia de la extrema derecha. Es una de las organizaciones referentes en Europa que mantiene viva la memoria de la lucha contra el nazismo y el fascismo, y hoy tratan de mantener su activismo a pesar de las múltiples trabas institucionales y de la coyuntura interna y externa.

En la segunda entrega de nuestro especial Entrevistas Antifascistas, conversamos con Rafal Pankowski, portavoz de esta entidad.

«Lo que queríamos era romper el silencio», explica Pankowski sobre los orígenes de su organización. «Estábamos preocupados por el problema de la violencia de la extrema derecha, de los afiliados nazis, que estaba creciendo en Polonia en los años noventa. Entonces vimos lo que se podría llamar una cierta indiferencia por parte de la opinión pública, los medios y los políticos».

El auge del fascismo y el nazismo, por aquel entonces, se producía a nivel callejero. El problema es que hoy, según Pankowski, tiene influencia en el parlamento y en el mismo gobierno polaco. Y se extiende en otros ámbitos sociales. Never Again está incluida en una especie de lista negra, junto a otras organizaciones que promueven el feminismo, el antirracismo y la tolerancia hacia el colectivo LGTBI, para que no puedan trabajar con alumnos y alumnas de la provincia de Malopolska. Y el dato geográfico tiene su importancia: «Es una de las principales regiones de Polonia, que simbólicamente incluye Oswiecim. Es decir, el lugar internacionalmente conocido como Auschwitz».

Como ejemplo de este resurgimiento fascista, Pankowski señala al grupo Campo Nacional Radical. Sus orígenes coinciden con el de otros movimientos similares europeos, ya fueran camisas negras, pardas o azules. La ideología de base era compartida: «Fue un grupo popular entre una parte de la juventud polaca en los años treinta, especialmente entre estudiantes universitarios. Fue prohibido por promover el odio racial y por usar la violencia. Hoy en día, un grupo con el mismo nombre existe de nuevo en Polonia, y ha sido uno de los principales organizadores de las marchas del Día de la Independencia, el 11 de noviembre. Así que vemos una cierta continuidad en los grupos fascistas en Polonia».

Una controvertida memoria histórica

El tema del colaboracionismo sigue siendo muy controvertido en Polonia. Por supuesto, el país «tiene una gran tradición de resistencia frente a los nazis en la Segunda Guerra Mundial», puntualiza Pankowski. «Y más generalmente una historia de lucha contra el fascismo. Podemos retrotraernos a la participación polaca en las Brigadas Internacionales, durante la Guerra Civil Española. Creo que, de alguna manera, nos podemos sentir orgullosos de eso. Y Never Again se ve a sí misma como parte de esa tradición antifascista». Pero algo está cambiando respecto a la memoria histórica polaca.

En los primeros años de la década del 2000, el país afrontó cara a cara su pasado relacionado con los pogromos y la violencia antisemita. Ocurrió durante la administración del socialdemócrata Aleksander Kwasniewski. Sin embargo, tras esa petición oficial de perdón y ese compromiso con la verdad, el ambiente político fue mutando poco a poco con el concurso de diferentes gobiernos conservadores.

«Lo que hemos presenciado en los últimos años es una inversión del progreso realizado en ese aspecto, en la tarea de lidiar con el pasado. La línea que domina la narrativa oficial en las principales instituciones es la negación de todas las responsabilidades polacas. El ejemplo más espectacular de esa negación fue la legislación promulgada en 2018, que prohibía específicamente cualquier discurso público que mencionara la participación polaca en el Holocausto», explica Pankowski. Esa ley fue reformada pocos meses después, pero aun hoy puede castigarse con multas económicas el hablar en público sobre ese espinoso episodio de la historia.

El objetivo no era, según el portavoz de Never Again, perseguir una a una a las personas que hablaran en público de este tema sino crear un ambiente que desanimara a quien pretendiera hacerlo. «Especialmente en el sistema educativo», subraya Pankowski, que señala al ministro de Educación, Przemyslaw Czarnek, como el político «más problemático cuando hablamos de la influencia de la extrema derecha».

Junto con diferentes formas de negacionismo, el ministerio de Czarnek está cambiando el temario oficial en los colegios e incluyendo, por ejemplo, prevenciones contra la música rock. «Esa música, según la ley, es peligrosa. Se hizo incluso una pequeña lista de bandas consideradas ‘peligrosas’. Empezando por los Beatles. Pueden imaginarse cómo de reaccionaria es la agenda de la extrema derecha», ilustra Pankowski.

En cuanto a la masa de personas desplazadas por la invasión de Ucrania, el portavoz de Never Again se muestra orgulloso del apoyo demostrado por el pueblo polaco. Pero introduce un matiz sensible: el trato recibido por otros refugiados, en su mayoría estudiantes de intercambio, que no respondían étnicamente al perfil ucraniano. Provenían «de India o de Nigeria» y no tuvieron tantas facilidades para obtener permisos de estancia o para abandonar el país con rapidez. Eso hizo que se rememoraran los peores momentos de la crisis de 2015, cuando las autoridades polacas rechazaron de plano la acogida de los refugiados de la guerra de Siria. «El derecho a la salud o a la educación se otorga de forma automática a los ucranianos. Eso es algo bueno y deberíamos esforzarnos por obtener lo mismo, el mismo nivel de protección y apoyo, para todos los demás refugiados», afirma Pankowski.

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