Internacional

Sloviansk y Lyman: donde el separatismo estuvo ya

“Aquí muchos nos sentimos simplemente de Sloviansk. Tenemos la nacionalidad ucraniana, podemos ser rusos, pero, por encima de todo, somos de esta ciudad", dice Valeria.

Un busto de Lenin al que le han puesto bigote de Hitler bloquea la avenida principal de Lyman. UNAI ARANZADI

El letrero que reza “Ucrania” cuando se entra a la ciudad de Sloviansk está agujereado por decenas de impactos de bala, presagio de los sentimientos encontrados que alberga la ciudad más deseada por el Kremlin en el Donetsk (región que ya considera parte de la Federación Rusa pero aún le falta por conquistar).

Aquí, las casitas unifamiliares de los suburbios que rodean el centro urbano están vacías, y tienen sus ventanas y puertas protegidas con tablones de contrachapado. Nada apunta a que sus propietarios vean cercana la posibilidad de regresar, pues el frente de guerra se va acercando peligrosamente desde el Este, quedando a menos de 30 kilómetros de la ciudad. 

Sloviansk es valiosa. Tiene algo de industria y estratégicamente es muy importante, dado que es un cruce de autovías y vías férreas. Pero, por encima de todo, es el lugar donde la insurrección de los ciudadanos ucranianos que se sentían sobre todo rusos, tuvo lugar. Fue en estas calles y plazas en las que los milicianos de la autoproclamada República Popular del Donetsk se tomaron por las armas el poder local. La plaza del Ayuntamiento, hoy coronada por el Trýzub azul y oro, es el kilómetro cero de la polémica sobre lo que sucedió aquí entre abril y junio de 2014 a la postre del giro nacionalista llegado con el Maidan.

Sin embargo, en esta helada mañana de febrero no hay rastro del conflicto pasado y presente. Los escasos habitantes que permanecen en la ciudad andan volcados en sacar adelante sus vidas, y lo sucedido en el 2014 se ve como algo lejano. Valeria, que fuma en la entrada de una peluquería, asegura que “pase lo que pase, este negocio no va a cerrar, la vida sigue con rusos o ucranianos”, y se esmera en explicar las singularidades de la sociedad local.

“Aquí muchos nos sentimos simplemente de Sloviansk. Tenemos la nacionalidad ucraniana, podemos ser rusos, pero, por encima de todo, somos de esta ciudad. Esto ha sido un conflicto de los políticos en Kiev. Yo no necesito que venga Rusia a salvarme a pesar de que es mi idioma, pero tampoco que desde Kiev me hayan llevado a tantos cambios sin preguntarnos nada o si estábamos de acuerdo con lo que hicieron en el Maidan. Sloviansk era y es una ciudad multicultural, con uzbecos, polacos, checos o rusos. No solo ucranianos”, cuenta.

A pocos metros de donde habla Valeria se encuentra el hospital civil de la ciudad. Allí, Julia, enfermera jefa, cuida de los desplazados por la invasión. Dice notar el comienzo de la ofensiva rusa pues se ha producido un claro  incremento de pacientes en las dos últimas semanas. “Se nota que la guerra aquí va a peor”, advierte.

Los pacientes mayoritarios, que son los de la tercera edad, llegan con muchos problemas de piel por la falta de higiene, producto de pasar mucho tiempo encerrados protegiéndose de los bombardeos en bajos y sótanos. Acerca de cómo vivió ella la toma de Sloviansk a manos de los milicianos prorrusos en 2014, señala que fue difícil para la ciudad: «Yo soy ucraniana y me siento ucraniana, no quiero nada con Rusia”. Y preguntada sobre qué posibilidades de expresarse tienen aquellos que sienten algún tipo de lazo con Rusia o lo ruso, responde: “Francamente no creo que se puedan expresar, pero yo soy ucraniana y me siento ucraniana, no es una preocupación mía”.

Otra de las ciudades que han tenido en sus manos los enemigos de Kiev, ha sido Lyman. Situada 28 kilómetros al norte de Sloviansk, se trata de un lugar ligeramente elevado, rodeado de algunos bosques y conocido por su bajas temperaturas. El camino hasta allí supone asomarse a unos de los escenarios más devastadores de esta guerra, con árboles desgarrados por la metralla, puentes derruidos o trincheras y tanques camuflados en la orilla de una carretera que aún no ha cicatrizado las heridas producidas por los últimos combates.

Según se va llegando al centro, el nivel de destrucción es enorme, con todo el sistema ferroviario devastado, y cientos de casas o negocios calcinados. De fondo, la sinfonía de explosiones que se producen, tanto al interior como fuera de su perímetro, es incesante, lo cual no es obstáculo para distinguir la distante silueta de algunas personas que salen a por agua, patatas o una medicina importante.

Entre mayo y octubre del pasado año, Lyman fue ocupada por Rusia y las milicias prorrusas de Donetsk. Durante todo ese tiempo, el párroco de San Nicolás permaneció en los bajos del templo junto a un sacristán. Hoy, pasados cinco meses desde que las fuerzas ucranianas consiguieran reconquistar Lyman, el padre Yevhen vuelve al sótano de la iglesia, donde celebra misa en una capilla, muy parecida a lo que sería un búnker militar.

El padre Yevhen, párroco de la Iglesia ucraniana de San Nicolás en la disputada Lyman. U. A.

Afuera retumban las detonaciones, pero dentro, un puñado de feligreses canta en la oscuridad sosteniendo unas pequeñas velas que dejan caer su cera ardiente sobre los sabañones que el frío ha producido en sus manos. “En los meses de ocupación del año pasado los rusos me dejaron en paz. Solo me pidieron que fuera a firmar a una comisaría una vez a la semana para que supieran dónde estaba –recuerda el sacerdote una vez finalizada la ceremonia–. Sin embargo, esta vez no me quedaré”. Señala convencido. “Sé que cuando vengan, me matarán. La Iglesia rusa y ortodoxa ya no se llevan bien”

Fuera de la iglesia, ocupando la avenida principal, hay un gran busto de Lenin al que le han pintado un bigotito como el de Hitler. De color blanco, y peligrosamente mimetizada con la nieve, “sobre su cabeza los proyectiles de rusos y ucranianos llevan volando meses”, asegura Luba, una de las poquísimas jóvenes que aún permanecen en Lyman.

“Los rusos están cerca e incluso dentro de la ciudad. Hay muchos que los esperan con ganas. Gente que los ayudó cuando estuvieron aquí el año pasado buscarán su oportunidad. Rusia viene a terminar lo que no pudo acabar”. Y según lo dice se va, pidiendo no ser fotografiada por lo que pueda pasar si es que las fuerzas rusas entran en la ciudad.

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Comentarios
  1. Los Van der Meyen, los Borrell, los Albares, los Stontelberg y compañía, lo que deberían estar haciendo es poner todos sus esfuerzos en obligar a Biden, a Putin, a sentarse para una paz necesaria y obligada. En vez de ser los cabos furrieles bomberos que alimentan la guerra con Leopard o con lo que les pida un Zelensky más cercano a los nazis que a cualquier otra ideología.
    Dentro de poco, a los desastres de la guerra les pondrán una cifra. Más o menos, ya va por el billón de dólares la cantidad necesaria para reconstruir Ucrania. Cuando esta cifra les parezca atractiva a los mismos que están alimentando la guerra ?porque los imperios financieros que la reconstruirán serán semejantes a los que la están ayudando a destruir? pondrán esfuerzos para, entonces, avanzar en una mesa de paz y concluir en armisticio. Esto es una infame canallada y el exponente de la mayor hipocresía en tantos hombres y mujeres “de bien” que, de momento, están recogiendo beneficios con la mayor satisfacción y no lo dicen.
    Alimentar la guerra sin más, imbuyendo la idea de que Ucrania ha de ser la victoriosa es, o estúpido o pueril. Y, en todos los casos, propio de mentes criminales. Tanto como la mente de Putin. ¿Alguien puede afirmar que los muertos yemeníes, los palestinos, los saharauis, los de más de una veintena de conflictos con muertos que, aunque no son rubios ni europeos, mueren día a día, no existen? ¿Y que esas guerras tienen un origen que, en casi todas, la mano que mece la cuna tiene como bandera las barras y estrellas, la estrella de David o alguna de las potencias europeas? ¿Por qué de esas guerras, de esos muertos, no se habla o se habla muy poco? (Carlos Tundidor)
    https://arainfo.org/365-dias-dolor-muchos-365-dias-beneficios/

  2. Yo lo que pienso por evidencias ; es que ese proyecto fallido llamado UE está tan muerto y fallido como la propia sórdida y tenebrosa » democracia española .
    Salud.

  3. La dictadura polaca prolonga el secuestro del periodista Pablo González otros tres meses.
    La «Justicia» polaca ha prolongado otros tres meses la detención del periodista vasco Pablo González, según una información publicada por el diario Público. Así, el reportero cumplirá más de un año en prisión preventiva. Los abogados de González ya han anunciado que recurrirán esta decisión.
    Su caso ha sido revisado esta semana y, de lo poco que ha transcendido, destaca que a partir de ahora será un nuevo tribunal, el de Apelación de Lublin, el que decidirá sobre su situación.
    El periodista fue arrestado el 28 de febrero de 2022 en Przemysl, donde cubría informativamente la crisis de refugiados causada por la invasión rusa de Ucrania. La Agencia Polaca de Seguridad Interior (ABW por sus siglas en polaco) acusó a González de usar su profesión para encubrir actividades de espionaje para la inteligencia militar rusa (GRU), por lo que podría recibir una pena de hasta diez años de prisión.
    Sus abogados han recurrido la decisión. A partir de ahora, será un nuevo tribunal, el de Apelación de Lublin, el que decidirá sobre su situación. El reportero lleva casi un año en prisión preventiva. Fue detenido, acusado de espionaje, mientras cubría la guerra en Ucrania.
    eitb.

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