Sociedad
Isidoro Albarreal: “Me preocupa la brutal ocupación del territorio y la contaminación invisibilizada”
Miembro de Ecologistas en Acción, especialista en minas, es concejal en su pueblo, Morón de la Frontera, bajo las siglas Ama-Morón, un partido asambleario que se constituyó antes del 15-M.
Es difícil no ver a Isidoro Albarreal con un tocho de papeles en la mano. Le encantan los documentos, las leyes, la transparencia. Y por eso no es difícil verlo metido, un día sí y otro también, en algún litigio. Él es matemático y tituló su tesis doctoral Paralelización en tiempo y espacio de la resolución numérica de algunas ecuaciones en derivadas parciales, presentada en 2004 en la Universidad de Sevilla. Es posible que el título, sin saber mucho de números, nos deje igual que estábamos. Lo que todo el mundo entendería –esto ya si se quiere, claro– es la cláusula de buen uso que incluyó en el documento y que impide que nadie utilice esa investigación con fines militares.
Fue la primera vez que, según el registro de la Fundació per la Pau, se incorporó en un trabajo académico. Lo hizo alguien que se crió en Morón de la Frontera (Sevilla), un pueblo acostumbrado al ruido de los aviones que van y vienen a la base americana. Y lo hizo también quien, en su primer destino como profesor interino, allá por 1988, dio clases a los hijos de los altos cargos militares que entonces vivían en Sevilla y estudiaban en el instituto del hoy acuartelamiento aéreo de Tablada.
Él ahora quiere estudiar Derecho, para poder colegiarse y poder presentar los recursos, las instancias, las denuncias, que él mismo redacta desde hace años. “¿Podemos quedar por la zona del Defensor, como la última vez, ahí en Sevilla?”, pregunta para el día de la entrevista. También como en otras ocasiones, podría haber pedido quedar en los juzgados, donde ha librado una de las batallas medioambientales más importantes contra la mina Cobre Las Cruces, a diez kilómetros de Aznalcóllar. O en el Ayuntamiento de su pueblo, donde lleva once años exigiendo como concejal la plena rendición de cuentas. “Es que así aprovecho y hago unas gestiones que tengo allí pendientes”, avisa.
Hace un viento de mil demonios. En el bar que hay frente a la oficina del Defensor del Pueblo Andaluz se está calentito. Suelta su inseparable ordenador portátil, su chaquetón y retoma con la misma pasión los temas que, en ese mismo lugar, había tratado en el último encuentro con La Marea, antes de la pandemia. Pero hace antes un paréntesis, nada más sentarse en la silla: “Me preocupa mucho el tema de la reforma de la malversación, la urgencia con la que se está desarrollando. Me parecen exageradas las penas que se pusieron por el Procés, pero es que, por ejemplo, en el caso de Andalucía, se han malversado fondos bajo el amparo de la cobertura social”.
Pide una infusión. Son casi las dos de la tarde. Su propuesta, en línea con su afán jurídico, es que el Gobierno haga un informe, un estudio sobre todo el dinero perdido a cuenta de la malversación de caudales públicos en los últimos años, sin prisas. Porque tenemos que saber, insiste, cuánto dinero ha perdido la ciudadanía, por ejemplo en servicios públicos, a costa de este delito. “Y una vez analizada la cuestión, tomar decisiones”. Esa suele ser su metodología.
Lo suyo con las letras comenzó al mismo tiempo que lo suyo con el medio ambiente, a principios de 2000, con la defensa de la sierra de su pueblo, afectada por canteras. Ahí se hizo miembro de Ecologistas en Acción, donde participa activamente en el área de minas y desde donde hace años tiene el foco puesto en dos explotaciones de las que nadie puede decir ahora que no se avisó entonces. La Cruces y Aznalcóllar. Y se sigue avisando, bajo el runrún impertinente del qué pesaos son los ecologistas. ¿Una cosa que se sepa ahora y que pueda estallar dentro de tres, cinco, diez años, si no se pone remedio? “Me preocupa mucho la balsa de Riotinto, a la que pretenden autorizarle un recrecimiento de 42 metros. Eso es una locura”.
Da un sorbo a su manzanilla y vuelve a la conversación con películas como Blade Runner o Mad Max. “Es que no estamos tan lejos ya de eso, de verdad que no”. Se gira, saca de su mochila el último número de La Marea, dedicado a los zombis reales en los que nos hemos convertido, y asiente con su cabeza al ver pasar por encima de la mesa, en mitad de la charla, un tráiler imaginario de nuestras vidas: el tirar hacia adelante con una gríngola, como los caballos de carreras; el malvivir sin ser conscientes de la contaminación a la que nos enfrentamos; el no ser capaces de ver todos esos problemas que, dice él, invisibiliza el capitalismo.
Y dice también, señalando a la revista posada en la mesa: “Aquí viene un reportaje muy bueno sobre el suelo. Me preocupa la brutal ocupación del territorio”. Se refiere con ello no solo a los grandes terrenos urbanizados, sin control, fruto de aquellos PGOU desordenados en la época donde la malversación y la prevaricación campaban a sus anchas, y donde quedaron pruebas imborrables como El Algarrobico. “En Teruel se están llevando la arcilla de pueblos enteros hacia Castellón, para la industria cerámica. Y tenemos que pensar qué hacemos con esos espacios llenos de placas solares, si puede haber cultivos debajo”, reflexiona Albarreal. “La contaminación cada vez es más difusa. Es más difícil saber de dónde viene y a dónde va”. Le preocupa el agua. “La minería está envenenando el Guadalquivir”.
Calcula y denuncia que, durante los próximos 20 años, entre Cobre las Cruces y la reapertura de la mina de los Frailes de Aznalcóllar se verterán más de seis millones de metros cúbicos al año de aguas contaminadas con metales pesados. Confía, no obstante, en la labor del Observatorio Ibérico de la Minería (MINOB), una iniciativa de ciudadanía ambiental puesta en marcha con el apoyo del Ministerio de Derechos Sociales y la Agenda 2030 por el Centro de Saberes para a Sustentabilidade, un Centro Regional de Especialización en Educación para el Desarrollo Sostenible reconocido oficialmente por la Universidad de las Naciones Unidas. Está actualmente en construcción y servirá de herramienta futura de denuncia.
No cree, de todas formas, que se produzca un colapso en los próximos años. Se imagina el mundo, nos imagina, metidos en una olla gigante sobre un fuego inextinguible. “Y los países más ricos se van adaptando y los más pobres van sobreviviendo”. Es vivir, de alguna manera, en la ciénaga que su amigo Antonio Miguel Morales, profesor de Lengua Castellana y Literatura, también moronense, describió en una obra de teatro del mismo nombre sobre el drama de las migraciones y la hipocresía con que la sociedad –y sobre todos los gobernantes– se enfrenta a los derechos humanos. “Homero y Kavafis no escribirían hoy de un lugar donde regresar, sino de un lugar donde no volver nunca. La única Ítaca que nos espera es la que debemos construir”, dijo Morales en 2016 en una entrevista con La Marea. Y en esas sigue su amigo Isidoro, en 2022:
“El capitalismo tiene una capacidad brutal de fagocitarlo todo… Que no se puede consumir fósiles por el cambio climático, pues da igual, las mismas empresas dejan de enriquecerse con el petróleo y ahora se enriquecen con las energías renovables. Y para ellas hacen falta muchos minerales, con lo cual, se está sustituyendo una contaminación atmosférica por una contaminación del suelo y de las aguas”. Por imaginar, se imagina también a los magnates del Club Bilderberg. “No creo que estén ahí decidiendo qué se va a hacer y qué no. Todo es más relativo. Pero si me los imagino ahí sentados, con sus chascarrillos, hasta que sale uno un día y dice: ‘oye, pues a ver qué hacemos, que parece que esto del cambio climático va en serio’. Y entonces dan las vueltas para seguir igual pero de otra manera”, ejemplifica, ya sin manzanilla en la taza de cristal. Posiblemente, dice, la única opción realmente sostenible sea el decrecimiento del consumo, como practica el expresidente Pepe Mujica.
Los problemas de su pueblo
Él, como concejal, cobra menos que como profesor en el instituto de su pueblo, donde obtuvo finalmente su plaza. Pero dice que si no es así, no se enteraría de verdad de lo que se cuece en la administración local. Así que este 2023 volverá a formar parte de la candidatura por Ama-Morón, un partido asambleario que se constituyó antes de que el 15-M asomara por las plazas, y que, con los cinco concejales de las últimas municipales, ha logrado ser la segunda fuerza política de Morón, por detrás del PSOE. En su grupo, dice, lo tienen muy claro: el objetivo es trabajar por el pueblo, y por eso nunca han querido aliarse con otras fuerzas de la izquierda, como IU o Podemos. “Nosotros vemos lo que está pasando, claro, y podemos hacer comentarios. Hoy se habla de Yolanda Díaz, mañana de Pablo Iglesias… Pero luego volvemos a lo nuestro, al pueblo”. Y del pueblo le preocupa mucho la vivienda, la cantidad de casas vacías que hay y la necesidad de un plan habitacional para las personas más jóvenes: “Se han construido diez VPO en diez años y aún no se han terminado”.
Y lo mismo que quiere saber el dinero que ha dejado de invertirse en servicios públicos a costa de la malversación, propone condonar la deuda financiera de los ayuntamientos, con la que están dejando de invertir igualmente en servicios claves como la educación o la sanidad. O la ciencia. Qué pena, concluye, que la principal fuente de avances tecnológicos venga siempre desde el ejército. “La cultura militar está muy metida en nuestra sociedad. Y la militarización cada vez es más invisible. Mira, ya nos hemos olvidado de la guerra de Ucrania”. Intenta buscar en su móvil un podcast que sigue desde que comenzó el conflicto, pero no lo encuentra. Se le acaba la batería.
¿Dónde podemos hacer las fotos? “¿Te parece que las hagamos en Casa Paca, allí en Morón? Allí está siempre La Marea”. Juan Ulecia, al frente de la barra y camarero, no se pierde ni un número. Se sabe la revista de memoria.
Pero como tú sabes Isidoro a base de persisitir en las luchas y no tirar jamás la toalla, alguna victoria se consigue.
Por ejemplo la macrogranja que ya no se construirá en Noviercas (Soria) que hubiera sido la quinta más grande de Europa y la primera más grande de España.
Hace exactamente un año el problema de la ganadería industrial y sus macrogranjas llegó a los oídos de toda la gente. El año 2022 empezó con una polémica generada por la industria a raíz de unas declaraciones del Ministro Garzón en el periódico The Guardian. La industria cárnica, a pesar de su enorme poder, jugó mal y nos hizo un gran favor a aquellos que llevamos años trabajando para frenar este destructivo modelo de ganadería. Nunca antes se había hablado tanto de las macrogranjas y los problemas que generan, para el medio ambiente, para las personas y para los propios animales.
Es sorprendente el conjunto de balsas de purines que tiene. Una clara muestra de la cantidad ingente de excrementos que ahí se generan y que terminan ahogando los suelos agrícolas, convertidos en vertederos de esta potente industria. Contaminan los acuíferos, nuestras reservas de agua del futuro.
Nota de agradecimiento de la Asociación Hacendera
El fin de la macrovaquería de Noviercas es, por supuesto, una excelente noticia para los miembros de la asociación Hacendera, pero también para Soria y sus pueblos, porque supone acabar con la gravísima amenaza que se cernía sobre los bienes naturales y sobre la salud de la población. Nos unimos de todo corazón a los agradecimientos, a la propia organización de Greenpeace que nos ha apoyado siempre en nuestra reivindicación y en nuestra lucha y fue de extraordinaria ayuda en la organización de la movilización que tuvo lugar en Noviercas el pasado junio. También agradecemos la entrega, el talento y el apoyo de personas individuales, asociaciones, colectivos y medios de comunicación que, en este tiempo de investigación, información y denuncia, han colaborado con nuestra asociación en un desigual encuentro entre el poder económico extractivo y el coraje en la defensa y el cuidado de nuestra provincia. Y, sobre todo,a la ciudadanía soriana por defender lo que es de todos, nuestro patrimonio natural y cultural, haciendo honor al nombre de nuestra asociación: Hacendera. ¡Muchas gracias!
Hay un error de transcripción: en lugar de mangantes del Club Bilderberg habéis puesto magnates.
Nos preocupa la brutal ocupación del territorio así como la desocupación policial ordenada por PP/Cs/VOX del Centro Social Comunitario LUIS BUÑUEL de Zaragoza.
La amenaza del Gobierno de las tres derechas (PP-Cs y Vox) al mando de Jorge Azcón se ha cumplido.
A las 4 30 de la mañana rompiendo puerta y ventanas del edificio, alrededor de 30 policías nacionales han irrumpido en el edificio Luis Buñuel. Al mismo tiempo más de 10 furgones policiales acordonaban desde el centro hasta plaza Europa.
La policía ha retenido durante un tiempo a las personas que se encontraban durmiendo en el interior. Se les ha prohibido hablar entre ellas. «De boca de los policías han salido frases de desprecio, como ‘ya tendréis mucho tiempo para hablar por la mañana o por la tarde detenidos’, o ‘recoger vuestros enseres’, puesto que todo lo iban a destruir. Y así ha sido, mientras estaban nuestras compañeras sentadas, la policía ha destruido con mazos muros y puertas.
Las personas que se encontraban en el interior han tenido, en todo momento, un comportamiento pacífico y ejemplar. «Ellos han sido nuestros representantes y defensores de un bien que pertenece a toda la ciudadanía», explican desde el Buñuel. Y añaden, «hoy la ciudad es mucho más triste, menos plural y menos social. Este Gobierno de Zaragoza pasará a la historia como un Gobierno déspota y sin capacidad de diálogo ni empatía».
«Azcón será recordado como el alcalde que destruyó los valores ciudadanos más queridos, la solidaridad, la ilusión y la participación democrática de decenas de colectivos y asociaciones».
«Estos gobernantes no se dan cuenta de que no nos podrán acallar, de que esta llama seguirá viva y se extenderá para iluminar esta ciudad que ellos quieren oscurecer. La democracia, justicia y pluralidad que hay en este centro nunca llegarán a entenderla porque en su ADN no existen fragmentos de estos valores».
Elena Tomás, (ZeC):
Quieren quitarnos el Buñuel porque no conciben una red de apoyo vecinal y colectivo de este calibre en una ciudad que quieren manejar a sus anchas. No alcanzan a comprender los beneficios de esta amplia red tejida por personas diversas que creen en la organización comunitaria, que huyen del sistema capitalista y que demuestran que otra realidad es posible. Y es justo esa realidad, la de cuidarnos entre todas y practicar el apoyo mutuo, la que quieren negarnos.
(Arainfo)