Cultura

Deja tus prejuicios en la entrada

‘Joyland’ es tan buena que parece capaz de lo imposible: reconciliar a los dos bandos enfrentados del feminismo.

Alina Khan y Ali Junejo en una escena de ‘Joyland’. SURTSEY FILMS

Es difícil sostener un discurso complejo cuando debe uno exponer sus razones en 280 caracteres o en alegatos de 15 segundos como máximo. A la simplificación y la premura hay que añadir que las opiniones de cada uno, hoy, deben ser graníticas, inamovibles, ya que cualquier atisbo de duda las invalida. El debate digital, que es, reconozcámoslo, el único que existe, ha asesinado los matices y puesto en fuga a los espíritus abiertos.

Todo esto viene a cuento de Joyland y a los prejuicios que, por desgracia, podría activar una de sus líneas argumentales: en Lahore (Pakistán), un hombre casado abandona a su esposa para vivir el amor en libertad con una mujer trans. Es muy probable (casi seguro) que muchas personas que lean esta sinopsis tengan suficiente con ella y cierren este artículo. Se equivocarían. Se habrían dejado llevar por la simplificación y la premura. Y si, por sus recelos en torno al tema, decidieran no ver Joyland se estarían perdiendo una de las mejores películas del año.

Su director, Saim Sadiq, ha fabricado una obra de arte que supera con creces el terreno de juego delimitado por las opciones trans sí o trans no. Joyland es una película de una riqueza inusitada. No es lo que parece ser a simple vista. O no sólo. Es un cuestionamiento del patriarcado dominante (lo que, en diferentes grados, afecta tanto a Oriente como a Occidente). Es un delicadísimo estudio sobre el deseo. Es lo opuesto a un relato maniqueo, donde víctimas buenas y agresores malos estarían dibujados con ridícula precisión. Y es, asimismo, un drama profundamente feminista que tiene a la legítima esposa como depositaria principal del dolor.

Resulta admirable ver cómo un director tan joven (31 años) ha logrado armar un artefacto emocionalmente tan complejo y tan bello. Hoy en día, seguramente sólo Todd Haynes sería capaz de hacer algo así. Aunque Ang Lee y Almodóvar también hayan tenido éxitos puntuales en ese terreno. Pero la influencia que resuena con más fuerza en Joyland quizás sea la de Fassbinder. Todos, de alguna manera, son hijos de Douglas Sirk.

Las influencias de ‘Joyland’

Lo que le ocurría a Fassbinder es que su afán por suicidarse trabajando le llevó a producir en un cortísimo espacio de tiempo una pila de joyas imperfectas. No importa; sus herederos han sabido extraer lo mejor de su legado. Así, en el protagonista de Joyland (interpretado de forma soberbia por Ali Junejo) podemos adivinar los rasgos del hombre subestimado por su familia de El mercader de las cuatro estaciones y los del marinero voluptuoso de Querelle, ávido de experiencias, digamos, no normativas. El romance tabú, un tema característico del melodrama, estaba en Todos nos llamamos Alí. La temática transexual y el amor no correspondido era el tema central de Un año con trece lunas. Puede que sean sólo coincidencias o que, sencillamente, todo lo que había que decir sobre los desgarros del amor ya lo había dicho Fassbinder antes.

La historia de Haider, el protagonista, comienza cuando las necesidades económicas lo obligan a aceptar un trabajo como bailarín en la compañía de Biba (Alina Khan), una vedette transexual. Trata de ocultar la naturaleza de su trabajo a su familia, especialmente a su padre, un anciano autoritario con fuertes convicciones religiosas. Su esposa (Rasti Farooq) acaba por enterarse y, aparentemente, no le importa. Aquí es cuando Sadiq firma una secuencia magistral: Haider le enseña alguno de los pasos de baile que está aprendiendo y en los ojos de ella, sin palabras, se puede ver la verdadera dimensión del abismo que se ha abierto en su vida: lo estoy perdiendo, dicen.

Hay que ser un director excepcional para llegar a ese grado de penetración psicológica. También para que toda esta historia, que podría muy bien caer en un patetismo arrebatado o en un abuso esteticista de gritos y colorines, discurra con la sobriedad y la delicadeza con la que lo hace.

Igualmente, hay que ser muy valiente, sobre todo en Pakistán, para contar no sólo una historia de amor no convencional sino para mostrar el deseo sexual de la esposa olvidada, que acaba erigiéndose en verdadera protagonista de la película. Porque, ya lo hemos dicho, Joyland no es lo que parece a simple vista.

La película ganó el premio del jurado de la sección Un Certain Regard del festival de Cannes, además de la Queer Palm. En su país de origen, como era de esperar, su estreno ha estado envuelto en una gran polémica. Las autoridades intentaron prohibirla, pero los tribunales acabaron rechazando este intento de censura. El auto de los jueces es sorprendente por lo modélico: «Las personas transgénero en Pakistán son ciudadanos iguales en todos los aspectos y la historia de sus vidas, sus luchas y sus relaciones humanas merece igual espacio y reconocimiento». La película, en realidad, va más allá aún: no se olvida de nadie, no juzga a nadie, y pone a las mujeres en el centro.

‘Joyland’ se estrena en cines el viernes 10 de febrero.

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