Sociedad

Bucardos, desmanes y ballenas vascas o cómo ser un animal salvaje en España

"El 6 de enero del 2000 se descubrió el cadáver del último bucardo del planeta, una hembra llamada Laña, en Ordesa", explica Gabi Martínez

Bucardo (Capra pyrenaica hispanica). JOSÉ MIGUEL PINTOR / Licencia CC BY-SA 4.0

«Si el toro y el lobo han determinado buena parte del último imaginario animal español, los tiempos que corren invitan a prestar otra atención a la fauna», contesta Gabi Martínez (Barcelona, 1971) cuando se le pregunta por el subtítulo de su último libro, Lagarta. Cómo ser un animal salvaje en España (geoPlaneta, 2022).

«Parece que cada vez somos más conscientes de la importancia del margen y lo alternativo, de los mundos menos visibles compuestos igual de abejas, urogallos o desmanes que de resineros y biólogos. Thomas Berry propuso inaugurar la Gran Conversación entre los humanos y los seres que nos rodean para descubrirnos mutuamente, y de ese modo respetarnos. Una pregunta es quién está conversando hoy en España. Y, entre los que conversan, ¿qué ideas aparecen? Los espacios naturales de España y la Tierra están hoy profundamente intervenidos por una humanidad que, mientras no se extinga, tiene mucho que decir sobre los límites de lo salvaje. Por ejemplo, aquí tenemos una responsabilidad directa en la que significó la primera extinción mundial del tercer milenio, la del bucardo, pero también hay que apreciar la inmediata reacción para salvar al lince ibérico».

En este proceso, Martínez destaca una fecha clave en el primer capítulo de Lagarta: «El 6 de enero del 2000 se descubrió el cadáver del último bucardo del planeta, una hembra llamada Laña, en Ordesa. Por entonces, el lince ibérico también corría peligro de esfumarse de la Tierra, y eso implicaría perder al primer felino en siglos. Sumar la desaparición del lince a la del bucardo auguraba una publicidad mundial tan nefasta para España que algunas instituciones y políticos se apresuraron a intentar que el lince, el oso, el lobo o el urogallo no se inscribieran demasiado pronto en la lista del tiranosaurio y el mamut. El remedio fue inyectar dinero. Educar en valores naturales o en las posibilidades de la Gran Conversación se postergó».

Una estrategia errónea, según Martínez, para quien «podemos explicar nuestra obediencia o silvestrismo a partir de cómo nos relacionamos con los seres alrededor y por eso, hablando de ellos, hablamos de todos». A estas alturas, ya no hay un nosotros sin ellos.

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