Opinión
#UnAñoFeliz (8) | Y, sin embargo, algunos lo hacen
"Agradezco ya su trabajo a los científicos y científicas que resistieron al desaliento y han hecho el descubrimiento que, un día, me salvará la vida", escribe Ovejero.
Este artículo pertenece a la serie de José Ovejero #UnAñoFeliz, cada dos semanas en La Marea.
La verdad es que podría empezar este artículo con una tanda de lamentos. De hecho, se me ocurre ahora, si lo hago así, destacarán más las buenas noticias que también habrá en el artículo, de acuerdo con el objetivo de esta serie de columnas.
Empiezo entonces por los lamentos, como contraste: acabo de leer en elDiario.es un artículo en el que se conversa con una filósofa investigadora que ha decidido arrojar la toalla, harta de una competitividad feroz cuyo resultado suele ser unas migajas que no te bastan para sostenerte. Ya no solicitará más becas, ya no escribirá su tesis, ya abandonará su objetivo de dedicarse a la investigación. Ha perdido la fe y el entusiasmo, no quiere esa vida de ratoncito corriendo en la rueda, que no le lleva a ningún sitio. A pesar de dos másteres, de varias becas, de publicaciones, de impartir cursos y conferencias, no ve el día en el que pueda vivir de su trabajo.
Mi mente asociativa inmediatamente recuerda otros artículos en los que se refiere el penoso estado de la investigación en España, también de la científica, tanto en el sector público como en el privado. El abandono de los científicos de la carrera investigadora es elevadísimo y la inversión en i+D en el sector privado está muy por debajo de la media europea.
Y, sin embargo, hay quien lo hace, quien sigue investigando. No digo esto para criticar a quienes abandonan. La suerte, la competitividad y también el respaldo de los recursos económicos familiares pueden tener más peso que el talento a la hora de desarrollar cualquier carrera, como vemos también en el mundo artístico: hay artistas que pueden crear de espaldas al mercado, no tanto por su valentía y honradez, sino porque cuentan con el apoyo de su familia. Otros no pueden permitírselo.
Pero vamos a las buenas noticias, en plural. Que, solo en España, son tres en el campo médico con unos pocos días de diferencia: se ha logrado una mejora considerable en la detección del virus de la Hepatitis C, causante de la mayor parte de los casos de cáncer de hígado, gracias a un biosensor de grafeno (ahí está el grafeno, ceporros, no en las vacunas contra la COVID). También se ha identificado una de las causas de la agresividad del cáncer de hígado, es decir, de la habilidad de esas células tumorales para escapar a la quimioterapia. Por último, un grupo de investigadoras españolas está probando una terapia ultrasónica contra el cáncer de páncreas, que, de demostrarse su idoneidad, permitiría destruir las células cancerígenas sin hacer lo mismo con las sanas, como sucede ahora con la radiación ionizante.
Es el tipo de noticias que suelen pasar desapercibidas. Primero, por la lamentable incultura científica de la mayor parte de la población -en la que, por desgracia, me inscribo-; segundo porque son etapas de un largo proceso, pasos que pueden parecer demasiado pequeños como para concederles una primera plana o abrir el telediario con ellos. Sin embargo, noticias como esas, en un momento dado, podrían tener mucha más incidencia en nuestras vidas que las delirantes declaraciones de Feijóo sobre el carácter pacífico del cristianismo o el último chanchullo de un primo, o hermano o sobrino de algún cargo electo.
Qué injusto, ¿no? Dentro de unos cuantos años nos acordaremos de personas que no dejaron en la sociedad más que una rebaba desagradable y no aportaron nada a mejorar nuestra existencia. Pero habremos olvidado, si es que los supimos alguna vez, los nombres de quienes, a menudo en condiciones precarias, estuvieron peleando para conseguir financiación para sus proyectos, lograron descubrir justo ese avance científico que impide que nos muramos en ese quirófano o en aquel hospital o en aquella cama. Quienes no damos las gracias a Dios no sabremos a quién dárselas. Así que, poniéndome en lo peor, agradezco ya su trabajo a los científicos y científicas que resistieron al desaliento y han hecho el descubrimiento que, un día, me salvará la vida. A mí, o a alguien cercano, o a cualquier otra persona.
“Hay hombres que luchan un dia y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht.
SI TODOS LOS CURAS FUERAN COMO ENRIQUE, MUCHOS SENTIRIAMOS RESPETO HACIA ESTA IGLESIA.
GRACIAS ENRIQUE POR TU EJEMPLO, SE QUE DESDE TU NUEVO DESTINO SEGUIRAS LUCHANDO POR UN MUNDO MEJOR.
Muere Enrique de Castro, cura de Vallecas
Fue uno de los “curas obreros” que transformaron la cara de la Iglesia en los años 70 y 80. En los 2000, la Conferencia Episcopal le quiso arrinconar.
Enrique de Castro (Madrid 1943) ha fallecido tras una larga enfermedad. Así lo han anunciado las redes sociales de la parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías (Madrid), que inmediatamente se han llenado de mensajes de cariño y reconocimiento a una figura clave para entender la acción de los llamados “curas obreros” en el Madrid a partir de los años 70, 80 y 90.
Licenciado en Teología y Filosofía en la Universidad de Comillas, hijo del oficial de aviación del ejército franquista, es decir, de una familia bien situada, de Castro conoció el marxismo en sus años de estudiante e hizo de la lucha contra las injusticias el leit motiv de su vida.
Fue a partir de 1972 cuando llegó a Palomeras, en Vallecas, hasta 1950 un municipio independiente que había sido la estación de llegada del aluvión de migrantes de otras provincias, represaliados por la guerra civil o migrantes económicos, tanto monta monta tanto. “La mayoría eran inmigrantes españoles, de Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha, que habían venido a trabajar a Madrid, porque se planeaba convertir esto en un gran cinturón industrial para competir con Barcelona. La gente venía a cambio de nada. No les daban ni casas, ni servicios, ni nada”, le explicaba en 2013 a La Marea.