Opinión

Un año feliz (7) | Un brindis medioambiental (falta nos hacía)

"El agujero en la capa de ozono se está cerrando [...]. No permitamos que los capitanes de industria y sus cómplices nos irriten de nuevo con su ceguera interesada y brutal".

Científicos de la NOAA en el Polo Sur usando una ozonosonda, instrumento que ayuda a vigilar el agujero de ozono antártico. YUYA MAKINO / ICECUBE

Este artículo pertenece a la serie de José Ovejero #UnAñoFeliz, cada dos semanas en La Marea.

Cuando empecé a escribir esta columna no esperaba yo que se me acumulasen las buenas noticias, más bien suponía que debería devanarme los sesos para encontrar alguna. Sin embargo, desde la última entrega de Un año feliz, he leído dos informaciones que me han alegrado mucho. ¿De cuál de ellas escribo yo ahora? En alemán hay una expresión para la dificultad que se produce cuando tienes varias posibilidades buenas y debes elegir una: die Qual der Wahl, el tormento de escoger. He resuelto el dilema teniendo en cuenta la importancia de cada una. 

Dejo de lado entonces la que se refiere a la aprobación de un decreto que concede prestaciones especiales a los artistas para tener en cuenta las condiciones de trabajo específicas del sector. Es sin duda importante, pero afecta a un grupo limitado de personas… aunque esto no es del todo cierto: la buena salud de las actividades culturales redundan en beneficio de toda la sociedad. Pero la segunda noticia nos afecta a todos, literalmente, desde el Ártico a la Antártida.

Muchas y muchos no recordarían, o ni siquiera conocerían, las siglas CFC y HCFC antes de haber leído recientemente la noticia de que, según la Organización Meteorológica Mundial, el agujero en la capa de ozono se está cerrando. Sin embargo, cuando me ganaba la vida como intérprete de conferencias, tuve que aprender a usar expresiones en la cabina de interpretación como «compuestos halogenados», «clorofluorocarbono» o, aún más trabalenguas, «hidroclorofluorocarbono».

Antes de que el calentamiento de la atmósfera acaparase la atención mediática, hubo, en los años ochenta y noventa, un escenario apocalíptico mucho más preocupante: la reducción de la capa de ozono, incluso su desaparición en las zonas más frías del planeta, estaba permitiendo la llegada a la superficie terrestre de más radiación ultravioleta, lo que producía un incremento del cáncer de piel, afectaba a numerosas especies –estaba, por ejemplo, dejando ciegos a los conejos en Chile y Australia– y podía destruir numerosos cultivos.

¡No, nooo!, gritaban los industriales. Eso es catastrofismo. Y en sus discursos en defensa de la producción de CFCs, usados sobre todo en refrigerantes y aerosoles, salían siempre palabras como crecimiento, progreso, riqueza, puestos de trabajo. La multinacional DuPont puso en duda las pruebas de que los CFCs fuesen los causantes del daño a la capa de ozono –negacionistas ha habido siempre–.

En las reuniones a las que asistí como intérprete, los delegados de la industria se retorcían en sus asientos cuando la Comisión de la Comunidad Europea les anunciaba leyes para acabar con la producción de CFCs, y proponían, en lugar de recurrir a legislación, compromisos voluntarios, o, como lo llamaban sin ninguna conciencia de machismo, un gentlemen’s agreement (acuerdo entre caballeros), como si fuese posible un acuerdo entre caballeros en un barco pirata.

Si se consiguió frenar la amenaza es porque después de la entrada en vigor del Protocolo de Montreal en 1989 y de una serie de acuerdos para completarlo, los gobiernos prohibieron la producción de CFCs, que fueron sustituidos por otros productos, si no del todo inofensivos, sí mucho menos dañinos para la capa de ozono.

Si esto fue posible no se debe solo a la voluntad de hierro de los gobiernos; algún papel debió de desempeñar que las grandes multinacionales que producían CFCs fueran capaces de patentar los sustitutos, como los HCFCs. DuPont, por ejemplo, recibió la Medalla Nacional de Tecnología de Estados Unidos por su trabajo en el desarrollo de nuevos refrigerantes. Contengamos la risa al recordar acontecimiento tan solemne.

Entretanto también se ha acordado la prohibición gradual de los HCFCs porque, aunque en mucho menor medida, siguen destruyendo la capa de ozono. Y también, con un plazo más amplio, los HFCs –que no contienen cloro–, los cuales no dañan el ozono de la estratosfera, pero contribuyen de manera sustancial al calentamiento global. 

Si se consigue cerrar el agujero de ozono y recuperar el grosor natural de esta capa de gas, además de volver a niveles no peligrosos de radiación ultravioleta, se ayudaría a reducir el calentamiento global, más aún con la eliminación de los HFCs. Pero ya sabéis que la felicidad nunca es perfecta. Precisamente el calentamiento global es una nueva amenaza para la capa de ozono, por ejemplo, mediante el aumento del número y la intensidad de los incendios que van de su mano: las partículas en suspensión producidas destruyen la capa de ozono. 

¡Nooo, catastrofistas, no está demostrado que…!, gritarán de nuevo nuestros capitanes de industria y sus cómplices. Pero no permitamos ahora que nos irriten con su ceguera interesada y brutal. Celebremos un triunfo en un sector, el medioambiental, en el que no es nada frecuente tener motivos para brindar. 

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Comentarios
  1. El autor se muestra sorprendido por el hecho de que las cosas positivas (o en positivo progreso) son mas numerosas de lo que imaginaba.
    Sin quererlo ha puesto de manifiesto los resultados del proceso mediante el cual nos han inoculado el pesimismo. La izquierda tiene aquí muchas disculpas que pedir: al hacer creer que todo está peor que nunca, le resulta mas fácil ofrecerse como salvadora de una humanidad a la deriva.

  2. EL REAL MADRIZ SIEMPRE DANDO BUEN EJEMPLO.
    El absurdo y obsceno vuelo de Madrid a Valladolid.
    El Real Madrid utilizó 4 aviones para viajar a Valladolid, ciudad a menos de una hora en tren desde la estación de ferrocarril de Chamartín-Clara Campoamor (Madrid).
    La Asamblea Ciudadana Valladolid por el Clima, plataforma que agrupa a diversas organizaciones sociales, sindicales, vecinales y ecologistas, considera que el uso de un avión por parte del Real Madrid CF para jugar el partido de Liga que le enfrentaba al Real Valladolid el pasado 30 de diciembre, es una obscenidad, en un momento de indiscutible emergencia climática y crisis energética.
    Utilizar no uno, sino cuatro aviones para trasladar al equipo una distancia tan corta, supone una huella de carbono más de 26 veces superior que hacerlo en tren. Y tampoco lo justifica el tiempo, ya que el viaje en tren de Madrid a Valladolid no dura ni una hora.
    En todo caso, y si la cuestión fueran los horarios, o el desplazamiento en transporte privado, lo pueden realizar en el autobús del equipo como han hecho históricamente, Madrid-Valladolid son poco más de dos horas.
    Hay que recordar que el Real Madrid prestó su nombre durante la celebración de la cumbre del Clima COP25 que tuvo lugar en Madrid en 2019, cumbre en la que se acordaron compromisos para reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Lamentablemente, solo un mes después de dicha cumbre, en enero de 2020, ya hubo que denunciar el absurdo modelo del Real Madrid, al viajar en avión tanto a Valladolid como a Salamanca. Tres años después, en plena crisis energética, y tras un verano en el que se han sufrido siete olas de calor extremo indiscutiblemente relacionadas con el cambio climático, nos vemos en la necesidad de volver a denunciar estas malas prácticas.
    Su presidente ha sido de hecho denunciado en varias ocasiones por su contribución al cambio climático a través de sus empresas y sus acciones, en contra del medioambiente y los derechos humanos, como queda recogido en este informe de Greenpeace.
    Así mismo, demandamos la eliminación de vuelos cortos con alternativa ferroviaria adecuada existente, como ha hecho Francia, y la puesta en marcha de un gravamen significativo a los vuelos privados, que desincentive su utilización. En estos momentos en que la Ley de Movilidad Sostenible se encuentra a debate en el parlamento, es una oportunidad que como sociedad no debemos desaprovechar.

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