Cultura

El Joan Manuel que se va, el Serrat que se queda

El artista Joan Manuel Serrat puso fin a su carrera el 23 de diciembre en un concierto multitudinario en el Palau Sant Jordi reinvidicando su defensa de la naturaleza, su conexión con la realidad y dejando un reguero de himnos que emocionaron a un público que ovacionó repetidamente al cantautor catalán.

Serrat, en su concierto de despedida. ALBERT GEA / REUTERS

BARCELONA // La primera vez que Joan Manuel Serrat salió el viernes al escenario sabía que era la última. Lo hizo en un Palau Sant Jordi que lo recibió como al amigo que se va para siempre. Entre aplausos, con una chaqueta floreada y camisa oscura, Joan Manuel encaró la despedida entre reverencias al público, mirada al horizonte y un “Ja soc aquí” para declarar, como hizo, en octubre de 1977, Josep Tarradellas. La sucesión de momentos que se vivieron en la cálida noche barcelonesa del 23 de diciembre de 2022 no corresponden a un concierto, sino a una declaración. A la rúbrica de un legado que deja el del Poble Sec sobre su visión del mundo. Una herencia hecha primero poema, luego canción y, finalmente, himno.

“Esto es una fiesta”, afirmó Serrat, que no se guardó nada, ni tampoco lo ocultó. El Nano, como le apodaban familiarmente en su barrio, reconoció la contradicción de los días en los que uno se va, pero lo hace por “voluntad propia”, como aseveró. La mirada de un tipo que parecía merodear el escenario como si no fuese su despedida, con sonrisas y sin estridencia. El hombre que completó con palabras y acordes lo que su público, en algún momento de su vida, vivió, pensó o sintió.

Serrat cierra los ojos, se marca la chaqueta y cierra los puños. Sus letras suenan, más que nunca, a utopía. Quimeras formuladas para ser cumplidas y que ahora pesan como losas y ejemplifican el sufrimiento y el dolor de tanta gente. El cantautor dibuja esos escenarios ideales al son de Seria fantàstic: “Seria tot un detall / tot un símptoma d’urbanitat, / que no perdessin sempre els mateixos / i que heretessin els deheretats”. (“Sería todo un detalle, / todo un síntoma de urbanidad, / que no perdiesen siempre los mismos / y que heredasen los desheredados”).

Banda sonora de adolescencia y juventud

Sergio Mariani y Mari Carmen Murciano vienen de Alicante a presenciar la despedida. Como afirman emocionados, “no estaba previsto que viniésemos, pero un amigo no pudo venir”. El amigo que no pudo venir es Tomás Lloret, quien, desde A Coruña, observa con detalle y expectación el concierto desde el móvil de Mariani. “Son recuerdos de infancia, cuando mis padres escuchaban sus canciones en el coche”, rememora Lloret, que asocia Serrat a la juventud y a la adolescencia. Un vínculo tan íntimo y secreto como “el de mi primer amor”, y hereditario, ya que “es parte de mis hijos, es el que siempre está y por mucho que se despida, nunca olvidas”, zanja.

Su amigo Mariani, al que conoce desde los tres años, no olvida por qué está ahí y, de la única manera que se le ocurre, hace partícipe en la distancia a su amigo. Abre Whatsapp, selecciona la conversación con Lloret y conecta la videollamada. Hasta el final del concierto, los dos frente al escenario, viendo a su tercer amigo, Serrat, marchar para siempre.

El cantautor que volvió del exilio prosigue su declaración tras alzar el vaso del agua. La misma que falta por la sequía permanente. La que se deshace en los glaciares de los polos. “Hemos hecho mal muchas cosas”, reconocía Serrat. Entre ellas, “la excesiva dependencia de los combustibles fósiles, la deforestación, la destrucción de los ecosistemas marinos, el uso abusivo de los recursos de la Madre Tierra”. Silencio. Ovación de un público que, minutos antes, inundaba de coches los accesos al Palau Sant Jordi. El artista apuntando a la hipocresía que sigue patrocinando el inmovilismo social que impera y a la falta de prisa de la clase política para mudar la realidad. El viejo mundo de siempre que sobresale en muchas de las letras del hijo de Josep y Ángeles.

Ser la última vez de algo que llevas haciendo muchas veces hace inevitable que aflore el nerviosismo. Hay notas a las que Serrat no llegó o no dijo. No hizo falta. Completó las letras con su ejemplo. A la espalda, una trayectoria que se eleva como una proyección del artista, con lo que eso significa en tiempos de plástico, apariencias y vanidades.

Machado, Hernández y la memoria

La palabra al servicio de la causa. Contra el olvido, citó a Antonio Machado y a Miguel Hernández para recordar quiénes fueron y la mala memoria que en España guardamos a quienes solo con la palabra mostraron que la vida era un ejercicio de coraje, libertad y convicción.

“Recuerdo perfectamente entrar en la casa de mi amiga, con 15 años y estar sonando Cantares, de Machado”. Reme Román ha venido con su marido Santiago desde Málaga. Es otra de esas historias anudadas a la banda sonora del catalán. Hasta tal punto se cierra el vínculo con Serrat que Román llevó las letras del cantautor a su boda: ”En vez de poner número a las mesas de los invitados, pusimos el título de las canciones de Serrat a cada una”, detalla. Imaginen a cuñado y a suegra, en la boda, compartiendo la mesa Paraules d’amor (Palabras de amor).

La declaración de Serrat se pone intensa cuando el Mediterráneo inunda Sant Jordi. El cantautor, fiel a su mirada cosida a la realidad, apunta con su voz a los que no las tienen, a los que murieron en ese “mar que es un sarcófago”. Un punto más de su declaración, que quedará guardada para cuando la historia venga a visitarle: la música entretiene en su capa más superficial, pero está premeditada para emocionar, para señalar a aquellos lugares que huelen, rasgan y muerden la vida hasta solo dejar muerte.

“Serrat se ha ido ligero de equipaje”, comenta por teléfono Tomás Lloret. Una marcha solitaria que solo rompe una guitarra aterida que no da la nota que Serrat busca. Parece que, como el resto del público, se resiste a decirle adiós. El barcelonés pide otra guitarra y reinicia el último rito frente a la tribu. Un público entregado que también se resiste a verlo marchar. Corean su nombre, le dan las gracias “por ser especial” y empuñan la voz con él hasta el último compás.

Sus dedos acometen el último avance entre las cuerdas de una guitarra que, esta vez, obedece marcial al último servicio.

Serrat cierra los ojos. El camino se angosta. Recoge el taburete que salvó de la mítica sala Bocaccio, lo guarda junto a la guitarra y sale por última vez.

Hasta aquí, Joan Manuel. Queda, para siempre, Serrat.

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Comentarios
  1. Los de la ceja…
    Eran de izquierdas, luego se pasaron a Zapatero, algunos, como Sabina, de Zapatero pasaron a la derecha.
    Serrat se aflojó pero aún así sigue siendo excepcional.
    Sus canciones y sus letras seguramente seguirán sonando en las próximas generaciones.
    Más combativo y comprometido con las injusticias políticas y por ello más silenciado ha pasado Lluís Llach.
    Campanades a morts, compuesta tras la masacre de Gasteiz.
    https://www.youtube.com/watch?v=yPJgBrei_eg

  2. Si. Lo has descrito perfectamente. Hay una parte de nosotros que lo lleva siempre dentro.
    Cuando paseas por la costa brava es ?mediterráneo, cuando bate la Barcelona más profunda, las calles más oscuras, más granas ? es Machado con La saeta y en primavera ? somos esas pequeñas cosas, vagando por Ramblas para llegar cerca de nuestro puerto que parece que nos deja otra vez en esta bahía
    ?

  3. Interesante. Centrarse en detalles importantes del concierto que refleja la actitud ante la vida de Serrat que no he visto recogidos en otros medios

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