Economía | Opinión
Inflación y robo a la clase obrera
"Desde hace ya casi un año, ir a hacer la compra de alimentos y productos básicos se ha convertido en un ejercicio cada vez más frustrante para millones de familias de clase trabajadora", escribe Arantxa Tirado
El presidente Pedro Sánchez celebraba hace unos días que España era el país con la inflación más baja de la Eurozona. Efectivamente, el 6,6% nos sitúa en la cola y a bastante distancia del promedio de 10% de la Zona Euro. Pero, a pesar del optimismo gubernamental, este dato macroeconómico sí supone un cambio significativo en el día a día de las personas que vienen experimentando una pérdida constante de poder adquisitivo.
Desde hace ya casi un año, ir a hacer la compra de alimentos y productos básicos se ha convertido en un ejercicio cada vez más frustrante para millones de familias de clase trabajadora. Se trata de personas que ven que, por la misma cantidad de dinero que gastaban hace unos meses, hoy pueden llenar su carro con muchos menos productos. Este artículo no pretende analizar pormenorizadamente datos ni debatir sobre las causas de la inflación sino destacar los abusos que se están cometiendo al amparo de una coyuntura determinada, que es aprovechada para la subida discrecional de precios que pulveriza, en poco tiempo, los aumentos salariales que se realizan conforme al Índice de Precios al Consumo (IPC).
Lo cierto es que a muchas personas no les importa cuáles son las causas del incremento exponencial del precio de la mayoría de los productos y servicios, ni si la inflación en España es más baja que en otros países. Lo único que les preocupa es tener que hacer malabares para poder llegar a fin de mes. Sin embargo, las causas deberían ser enumeradas por completo porque de la explicación que se dé a este robo reiterado a la clase trabajadora dependerá la respuesta que podamos plantear colectivamente, más allá de la queja en la tienda, en casa o en las redes sociales.
Todo el mundo ha experimentado ir al supermercado y ver cómo el producto que la semana pasada costaba tal cantidad, esta ha pasado a costar medio euro, treinta céntimos o un euro más. La cantidad varía, lo que no varía es un aumento que no siempre se explica por factores como el incremento de los costes de transporte o la energía, la sequía actual que, afirman, afectaría a productos envasados hace meses o el comodín de la “guerra de Putin”. Toda excusa es buena para seguir esquilmando a la clase trabajadora a la que, también, se trata de tomar el pelo vendiendo productos con el mismo precio, pero menor cantidad. Sin embargo, hay un elemento que no se está destacando suficiente: la codicia del capital, un factor que explica el funcionamiento del capitalismo pero que se olvida en muchos análisis.
El Banco de España publicaba en septiembre pasado que, en el primer semestre del año 2022, los beneficios empresariales habían aumentado un 84% en comparación con el año anterior. Las empresas habían logrado trasladar al precio de venta final, es decir, a los consumidores, el aumento de los costes que habían padecido. Así, las empresas españolas, en un contexto de inflación superior al 10% en aquel momento, solo habían visto reducido su margen de beneficio en un 0,2%. En paralelo, la clase trabajadora perdía poder adquisitivo pues sus salarios sólo habían subido un 2,6%, una cantidad insuficiente para asumir el aumento generalizado de precios.
La lógica del capitalismo implica asumir que las ganancias empresariales deben aumentar siempre. Ninguna empresa, menos todavía si cotiza en bolsa, puede permitirse no incrementar sus márgenes de ganancia anualmente. Sus accionistas necesitan multiplicar el valor de sus inversiones, nos dicen. Y eso, en el capitalismo, se convierte en un principio intocable que es más importante que construir una sociedad donde todo el mundo tenga garantizados derechos básicos. La especulación por encima de la justicia. La idea se ha normalizado hasta tal punto que en nuestro país se ha legislado para facilitar a las empresas realizar Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) y Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) a pesar de obtener beneficios. Y no ha hecho falta un contexto excepcional como la pandemia para permitirlo. Un momento, por cierto, en el que la clase trabajadora tuvo que apretarse el cinturón, a veces quedándose sin empleo y fundiendo los ahorros que pudiera tener, mientras el Estado asumía los costes de muchas grandes empresas que no estaban dispuestas a usar sus ganancias acumuladas para sobrellevar el mal bache.
Siguiendo esa lógica de socialización de pérdidas y privatización de ganancias, grandes superficies y distribuidoras de alimentación están haciendo su agosto en estos meses. Y no son los trabajadores de la cadena de suministros ni los productores en origen los que se están beneficiando. El contexto de inflación genera impunidad. Todos los consumidores, da igual su poder adquisitivo, se encuentran atrapados en una telaraña de la que es difícil escapar, pues no hay posibilidad real de vivir al margen de las relaciones que marca el mercado en el capitalismo, ni de consumir a unos precios distintos en mercados controlados por oligopolios, como son el energético o el alimentario.
Los intentos mínimos de regulación por parte de los sectores socialdemócratas del Gobierno español se encuentran con la oposición de una patronal empresarial que se sabe impune. Plantear la regulación de precios es anatema, “una programación soviética” que lleva a la “falta de libertad” en palabras del líder de la CEOE. Por supuesto, limitar su libertad de abusar de los consumidores se interpreta como una “provocación” a las empresas, que al final responderán bien aumentando más los precios o llevándose la producción a otro lugar. Una coacción en toda regla que pone a los Estados a trabajar, de facto, para el capital.
El capitalismo en el siglo XXI, como en el siglo XIX y el XX, sigue siendo un modelo basado en la explotación de los trabajadores, a los que expropia el fruto de su trabajo y los vuelve cada vez más pobres con relación a la riqueza generada. Pero la sofisticación de su dominio es hoy más retorcida que antes. Frente al aumento de las brechas entre las clases sociales, el capitalismo presenta viejas soluciones a la desigualdad que produce, en la forma de la caridad, revestida hoy de solidaridad laica.
Estos días pre-navideños de solidaridad socialmente impostada, ir al súper no es solo un ejercicio de frustración sino de indignación cuando el personal de caja pregunta a los clientes si quieren donar para las distintas iniciativas de recogida de alimentos. Se trata de un chantaje emocional a unos trabajadores ya de por sí empobrecidos a quienes además se carga la responsabilidad social de mitigar los impactos del funcionamiento de un sistema económico injusto mientras quienes generan la pobreza siguen disfrutando de lo explotado. Ya saben, hay que respetar su libertad.
Quizás sea tiempo de plantear seriamente la necesidad de cambiar un sistema que presenta como loables las ayudas individuales a quienes menos tienen, pero demoniza las soluciones colectivas que pasan por construir sociedades justas e igualitarias, es decir, socialistas. Urge construir otro sistema donde sí exista libertad real para que los trabajadores no puedan ser robados impunemente, evitando la humillación añadida de tener que acudir a la caridad o solidaridad de otros incluso a pesar de tener trabajo.
PABLO HASÉL. (Prisión de Ponent – Lleida)
Que la inflación les arruine a ellos.
Inditex obtuvo un beneficio neto de 1794 millones de euros durante el primer semestre de su ejercicio fiscal 2022-2023. Supone un incremento del 41% respeto al mismo periodo del año anterior y un máximo histórico según reconoce la compañía. En 2021, en pleno auge de la pandemia, la fortuna de las 500 personas más ricas del mundo creció en más de un billón de dólares. Solo la de Elon Musk aumentó 114 mil millones. Según la revista Forbes, los 100 españoles más ricos añadieron 20.620 millones a su capital y en 2020 se batió el récord de millonarios. Estas cifras aberrantes, evidentemente acompañados de un gran aumento de la pobreza para la mayoría, resumen bien qué supone el capitalismo y porqué nos están recortando aún más derechos y libertades que se ganaron con árduas luchas. Unos datos habitualmente ocultados por los medios mercenarios de estas grandes fortunas, porque son una muestra explícita de la lucha de clases que como reconocía el magnate Warren Buffet: la están ganando los ricos capitalistas.
La Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales denuncia que el gasto de políticas sociales sobre el total de los presupuestos autonómicos marca una tendencia descendente. En 2010 representaban el 67,4% mientras que en 2022 este porcentaje ha caído 9 puntos. Sin embargo, desde que UP y PSOE formaron Gobierno han aumentado un 42,5% el gasto en Defensa, casi el doble que el Ejecutivo de Rajoy. Datos que chocan con el tan prometido y presumido Ingreso Mínimo Vital que no llega a una gran parte de las personas que cumplen los requisitos y que lo han solicitado, lo hace con mucho atraso o supone unos ingresos paupérrimos que no permiten disfrutar de una vida digna. Las limosnas con las que pretenden frenar revueltas, hacer campaña electoral y en definitiva, perpetuar el sistema de desigualdades abismales, no implica la gran mejora que venden porque lo que “dan” lo quitan con creces por otro lado. La escasa subida del sueldo mínimo acaba siendo una gran bajada ante la subida de los precios mucho mayor.
Ante tan insoportable panorama -y ya avisan incluso sus esbirros que lo peor está por venir – es lógico preguntarse dónde están las revueltas. Las que se han dado recientemente o están aconteciendo ahora en países de Latinoamérica o las protestas masivas contra la carestía de la vida en Italia, Francia o Inglaterra. Lugares donde no padecen gobiernos de la falsa izquierda que desmovilizan tanto. Precisamente allí la “izquierda” domesticada ha perdido muchísima influencia en esas marchas porque sus hechos y omisiones los han dejado muy desacreditados. En estas se pudieron ver y escuchar numerosas consignas contra el capitalismo.
Bajo la dictadura de los monopolios no hay solución alguna. Que no queda otra que la organización independiente – es decir, al margen de los vendidos – para lograr mejoras mientras avanzamos hacia la conquista de la República Popular…
https://insurgente.org/pablo-hasel-que-la-inflacion-les-arruine-a-ellos/
Hay un libro buenísimo, aunque creo que ya está descatalogado, del gran profesor JoseLuis Sampedro, nada menos, que se titula La infación, prótesis del sistema, que tuvimos que leer cuando hice la carrera de RR. Laborales
P.D. Un placer leer tus más que acertados artículos, Arantxa.
Personas como tú me devolvéis la esperanza perdida.
Las cuentas no salen; la subida del salario mínimo no compensa en absoluto la de los precios de productos básicos. (Insurgente.org)
El salario mínimo (SMI) en 2020 era de 950 euros mensuales en 14 pagas.
En 2022 es de 1.000 euros en 14 pagas.
Así pues, y aparentemente, el SMI se ha incrementado un 5,2%.
Y ahora la inflación
La inflación acumulada para 2021/2022 rondará el 12%.
Con estos datos podemos afirmar que el Gobierno y el ministerio de Yolanda Díaz en particular ha reducido desde el punto de vista del poder adquisitivo (perfectamente demostrable en los productos básicos; alimentos, luz, gas, etc de 950 a 885 euros.
CC.OO y UGT no han caído aún en este detalle inflacionario y siguen negociando convenios sin atender a los precios reales de las cosas necesarias). ¿Tendrán algo que ver las «ayudas» del PGE a ambos?
En Francia se manifiestan cantando la Internacional, en España, si se concentran, es para ver los partidos de fútbol.
Si han decidido entrar en esta noticia, no les vamos a “robar” mucho tiempo con ella. Tan sólo les vamos a dejar un vídeo de una marcha, de las muchas que se han llevado a cabo estos días en el estado francés contras las políticas que inciden muy negativamente en la vida de los y las trabajadoras. Los y las manifestantes cantan la Internacional, en medio de sus justas reivindicaciones.
Mientras eso sucede en el país vecino del norte, en el estado español, eso que llaman izquierda, o está coaligada con el gobierno de derechas malamente disfrazado progre o, simplemente, desaparecida. Y el grueso de la población obrera, lejos de plantar cara a sus verdugos, se dedica a ver partidos de fútbol. Ahí sí que se congrega mucha gente.
https://insurgente.org/en-francia-se-manifiestan-cantando-la-internacional-en-espana-si-se-concentran-es-para-ver-los-partidos-de-futbol/
Un margen de beneficios empresariales, como dice el BE, sobre el que pesa el principal desencadenante de la inflación que aprieta lleva al agobio de muchas familias trabajadoras para llegar a final de mes, a pesar de lo que ayer un economista, en la Sexta, legitimaba, mediante la ironía de la empresa perversa, las condiciones que permiten que una ideología dominante, como la neoliberal, imponga reglas en la que estas condiciones no solo son posibles sino que son el caldo de cultivo de la diferencia y la desigualdad social. No, claro que las empresas no son responsables de nada, sino los sujetos que intentan hacer de ellas un coto de ventaja para sus intereses que, antagónico con los de la mayoría social, intenta imponer sus reglas como infraestructura de poder sobre el sistema estableciendo las condiciones de un reparto, que por esencia de la división del trabajo, tiene que buscar el equilibrio y la igualdad. Un conjunto de sujetos que intencionadamente imponen desde la sombra y el privilegio de poder que les facilita el dinero, las reglas legales y sociales que les convienen a sus intereses: aquellas desde las que es fácil conducir el flujo de riqueza creado hasta sus bolsillos, permitiendo orientar los resultados del trabajo de todos: antagónico el hecho de que la limitación salarial sea la manera principal en la que el capitalismo intentan incrementar los dividendos; antagónico es, recordemos, que los intereses 0 de los créditos del BCE para los préstamos a los bancos privados, llegaran a los Estados que ponían el dinero a un 6%; antagónico es que las condiciones del mercado de la energía transfiera la elevación escandalosa del precio de productos que no cuesta más obtenerlo se pueda transferir a beneficios contra los intereses de la ciudadanía que es el objeto de dichos estados.
En fin, que no solo saquean a la mayoría sino que además nos convencen de que tenemos que estar agradecidos y les debemos nuestro bienestar.
Totalmente de acuerdo. Y a los políticos les pagamos nosotros el sueldo, pero trabajan para las multinacionales, grandes empresas o capital. Komo se quiera llamar. Por lógica deberían ser estas las que les pagaran su sueldo.
Pagamos más de IRPF en proporción que estas. Hoy en día el trabajador no tiene ni tiempo libre, ni puede pagarse un capricho. Todo se convierte en trabajar y pagar . Y sin derecho a pensión de jubilación decente. Sistema totalmente piramidal, osea otra estafa. Y todos tan contentos viendo el mundial de fútbol. Ke pena.