Internacional

Trieste, la ciudad libre que sigue acogiendo a personas refugiadas

La población se autoorganiza para ayudar a personas solicitantes de asilo y migrantes que siguen la ruta de los Balcanes forzadas a vivir en la calle ante la llegada del invierno y pese a la hostilidad de las autoridades italianas.

Anees y Naqeeb, en la estación de tren de Trieste. F. G.

Tres jóvenes se suben a un tren en Ljubljana. Visten de forma elegante. Algunos llevan chaleco, todos zapatos de piel. O, al menos, lo parecen. En la capital de Eslovenia acceden a un compartimento donde aprovechan para cargar las baterías de sus móviles. Saludan y hablan con otros pasajeros que ocupan el pasillo. El convoy, originario de Viena, se ha llenado. Cuando llegan a su destino, se baja todo el mundo. Están en Trieste, ciudad costera y fronteriza italiana. Las personas originarias de Burundi se agolpan en una ordenada cola para comprar un billete para Milán, siguiendo su ruta habitual. No llegan a abandonar el edificio.

Si hubiesen salido de la estación, se hubiesen encontrado en Piazza della Libertà a decenas de personas asiáticas, la mayoría hombres jóvenes de Afganistán, Pakistán e Irán, en tránsito o en busca de una nueva vida en la ciudad. Su aspecto es muy distinto al de los burundeses. Ropas raídas, zapatos rotos sin calcetines, heridas y ampollas en piernas y pies. Anees, Naqeeb y Saif dicen haber llegado a pie desde el Punyab pakistaní. Los tres, de entre 22 y 26 años, son de Sialkot, una ciudad cercana a Lahore afectada por las inundaciones de agosto exacerbadas por la crisis climática.

Las lluvias han destrozado sus casas. Tras cruzar Pakistán, Afganistán, Irán y Turquía, han tomado la ruta de los Balcanes: Grecia, Macedonia, Serbia, Bosnia, Croacia y Eslovenia hasta que han llegado a Trieste, donde han pedido protección internacional. Son solicitantes de asilo. Se trata de la capital de ninguna parte, según la historiadora galesa Jan Morris.

Refugio de exiliados

Ciudad libre en el siglo XII, 536 años dominada por Austria, la italianidad de Trieste ha sido efectiva por menos de cien años. Parte de Italia de facto a partir de 1919 al acabar la Primera Guerra Mundial y formalmente dos años después, la ocupó la Alemania nazi en 1943. En ese periodo tuvo el único campo de concentración y exterminio nazi en Italia: Risiera di San Sabba. Su situación fronteriza, comienzo y final de los Balcanes, anhelada tanto por la Yugoslavia de Tito como por las potencias aliadas, llevó a que fuese un territorio libre bajo administración militar aliada desde 1947 a 1954, cuando pasó al control civil italiano.

La Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias convierton ya a la ciudad en lugar de acogida para la población italiana y también la eslava anticomunista huida de Fiume, la actual ciudad croata de Rijeka, y del resto de la península de Istria. La anexión a Italia de este territorio tras la Primera Guerra Mundial acabó en 1947 con el Tratado de París. La gran oleada del éxodo istriano-dálmata ocurre al acordarse que el territorio se integrará en la Yugoslavia socialista. La familia de Marisa Madieri es una de tantas refugiadas en la vecina Trieste. Su experiencia la narra en el libro Verde agua, donde cuenta tanto la eslavofobia de los emigrados forzados como el rechazo de parte de la población local a los nuevos vecinos.

El final de estos siete años de intermezzo convirtió a Trieste en la puerta a Occidente y bazar de los yugoslavos que revitalizó una ciudad en decadencia por el fin del Imperio austrohúngaro. Convertida en puerto franco por los Habsburgo en 1719, fue la quinta ciudad más poblada del imperio gracias a ser su único puerto comercial. Su importancia estratégica como el ‘puerto de Viena’ se desvaneció junto con la monarquía dual. El asesinato del archiduque Francisco Fernando fue el principio del fin de su esplendor austríaco. El muelle de Trieste recibió su cadáver y el de su esposa, Sofía, provenientes de Sarajevo antes de ser conducidos en tren a Viena. Cuatro años después, anclaría ahí el primer barco militar italiano, el Audace, nombre que recibe ahora el embarcadero. Tres días antes, el 1 de noviembre de 1918, el Viribus Unitis que llevó el féretro del archiduque austrohúngaro hasta la ciudad fue hundido con una bomba lapa italiana en la cercana Pula, hoy Croacia. El Viribus Unitis fue construido en un astillero triestino.

Cobijo de múltiples nacionalidades, idiomas y culturas, Trieste es reflejo de su pasado como parte de un imperio multiétnico y cosmopolita como el austrohúngaro. También fue hogar de exiliados políticos como el pretendiente carlista al trono de España Carlos María Isidro de Borbón y de su hijo Carlos Luis. Su lápida en la catedral de San Giusto lo considera Carlos V Rey de España. No eran los primeros nobles europeos derrotados. Dos tías del derrocado y decapitado Luis XVI de Francia pasaron sus últimos días de vida en Trieste huyendo de la Revolución francesa.

Escritores como el irlandés James Joyce y el poeta Rainer Maria Rilke escribieron parte de su obra en la ciudad. Stendhal fue nombrado cónsul francés tras escribir Rojo y negro, aunque acabó odiando la ciudad en su corta estancia. Precisamente en la ciudad alemana de Stendal, sin hache, nació el arqueólogo Johann Joachim Winckelmann, asesinado en Trieste cuando se encontraba de paso. No es casual que Joyce redactase su obra de teatro Exiliados en Trieste. 

Ciudad de paso y acogida

Exiliados climáticos como Anees, Naqeeb y Saif, llegados en un octubre más cálido de lo habitual, necesitan ropa de abrigo antes del invierno. Con esta estación llega lo que el pintor triestino Carlo Wostry llamó “lo único original que tenemos”: la bora. Este viento frío y seco procedente del norte es conocido por sus rachas superiores a los 100 kilómetros por horas. Anees ha logrado suficiente dinero para comprar un billete de tren para ir hasta Pordedone, entre Trieste y Venecia. Antes de marchar, comparte cigarrillos con Naqeeb y Saif. Los tres aspiran a llegar a Barcelona, ciudad en la que tienen contactos en la diáspora pakistaní.

Los dos amigos pakistaníes se quedan en Piazza della Libertà tras despedirse en el andén. A las 5 de la tarde, tres mujeres mayores comienzan a hacer curas a los pies heridos de los refugiados. Son parte de la organización de voluntarios Linea d’Ombra, nacida en 2019 para ayudar a los migrantes que hacen la ruta balcánica. La crearon el matrimonio formado por Lorena Fornasir y Gian Andrea Franchi. “Solo recibimos ayuda y dinero de particulares”, explica Elisabetta, quien reparte comida a las personas que llegaron ese mismo día. “No podemos darle de comer a todos”, aclara. Con un sistema de tickets y la ayuda de Ismail, un pakistaní residente en Trieste que habla pastún y urdu, logran priorizar los recursos limitados. Los voluntarios también aportan ropa.

Hasta mayo, cuando Croacia golpeaba a los solicitantes de asilo y los deportaba a Bosnia, llegaban unas 15 personas al día, explica Ismail. Una sentencia consideró ilegal estas acciones y ahora les dan siete días para cruzar la antigua república yugoslava. “Este cambio de política en Croacia ha facilitado que lleguen unas 50 personas diarias, el 80% afganos. Casi todos de tránsito. La mayoría de los pakistaníes se quedan en Italia”, añade. Las personas de Burundi tienen suficiente dinero para volar directamente a Serbia, su puerta de entrada a Europa, y moverse en tren, a diferencia de los asiáticos, que se mueven mayoritariamente a pie, aclara el voluntario.

El Consorzio Italiano di Solidarietà (ICS) es otra organización civil que ayuda a los refugiados creada para acoger a quienes huían de las guerras yugoslavas en los 90. Gianfranco Schiavone es su presidente: “Este año tuvimos más solicitantes de asilo que el resto. Un 50% más. Una cuarta parte son menores no acompañados”. Los voluntarios ayudan pese a las trabas de las administraciones. Elisabetta de Linea d’Ombra se queja de que el Ayuntamiento de Trieste, controlado por la derecha populista de Forza Italia y la extrema derecha de Lega y Fratelli d’Italia, “no ayuda mientras se quejan de que los refugiados ensucian la ciudad”. El consistorio incluso ha llegado a multar a las personas sin hogar. 

Desde ICS destacan que el problema de la falta de acogida en Trieste se ha complicado por la combinación del aumento de llegadas y una disminución en la cuota de transferencia de migrantes a otras provincias italianas. Eslovenia, junto con Croacia, ha rebajado su política de mano dura contra la inmigración y ha optado por dejar pasar por sus países a los migrantes. “Ahora llegan en mejores condiciones físicas, lo que significa que las condiciones del viaje son menos duras y el viaje es más rápido”, indica Schiavone.

Las instituciones observan con “absoluta indiferencia” a las personas que sobreviven al raso junto a la estación de tren, según los 613 firmantes de una carta abierta publicada en un periódico local dirigida al alcalde, que reclama su reubicación en instalaciones de primera acogida. “Intentamos crear una movilización social en la ciudad para resolver esta situación pero hasta ahora no ha pasado nada”, destaca el presidente de ICS. “El sistema de acogida ha colapsado aunque el 90% de las personas están de paso. Esta situación obliga a dormir en la calle”, añade Ismail.

“Trieste tiene un buen sistema de acogida pero es imposible encontrar alojamiento para tantas personas. Se ha creado una situación muy mala que no se ha visto antes de hasta 400 personas que no tienen alojamiento y están obligadas a estar en las calles durante semanas”, denuncia Gianfranco Schiavone. En opinión del presidente del ICS, se trata de una “emergencia artificial” creada por la mayoría de los partidos políticos italianos para instrumentalizar a los migrantes y hacer pensar a la sociedad italiana de que son demasiadas personas y promover que se queden en Eslovenia. El nuevo gobierno italiano “busca convencer a la población de que los migrantes son el problema de Italia. El único argumento político es estar contra el migrante”.

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Comentarios
  1. Como podríamos organizar acogidas temporales a nivel privado evitando burocracias interminables? Por qué la prensa no trata el tema de manera realista y práctica? Las ONG y asociaciones de refugiados en España parece que solo difunden noticias en lugar de establecer un puente entre demandantes de asilo y voluntarias para acoger temporalmente. Solo se facilitan donaciones económicas, no se aprovecha el potencial humano dispuesto a ayudar, o estoy desinformada?

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