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Chus Pato y Pol Guasch: salvar la palabra
A la poeta gallega y al poeta catalán los une un mismo catálogo: Ultramarinos. Pero no solo eso. Los une la radicalidad de sus propuestas.
No comparten la misma lengua, tampoco pertenecen a la misma generación y, sin embargo, aquí están Chus Pato y Pol Guasch reunidos en estas pocas líneas. Quizás haya quien se interrogue sobre qué tienen en común la poeta gallega nacida en 1955 y el poeta y narrador catalán de 1997, pero todo tiene su razón de ser.
Ante todo, a los dos poetas los une un mismo catálogo, el de Ultramarinos, la editorial dirigida por el también poeta Unai Velasco que no solo ha decidido apostar por ellos, sino que con su apuesta reafirma su voluntad de dar a conocer en castellano la poesía escrita en otras las lenguas peninsulares. En su catálogo, de hecho, encontramos, además de Pato y Guasch, a la catalana Maria-Mercè Marçal, a la asturiana Maria García Díaz o el gallego Francisco Cortegoso.
Pero no es el catálogo lo que únicamente une a Pato, de quien Ultramarinos publica el tercer volumen de su poesía reunida, y a Guasch, de quien se ofrece, de mano de Max Hidalgo Nácher, la traducción de su segundo poemario, La parte del fuego.
Más bien, aquello que une a los dos poetas es la radicalidad de su propuesta, basada –y en esto ambos dialogan con David Leo García, a quien, en efecto, cita Guasch– en restituir a la palabra su significado, abrirla a los sentidos que se le han negado vaciándolas de su potencia a la hora de nombrar: “Donde las palabras se abren como heridas/tenemos sólo el fuego si queremos decir”, escribe Guasch.
La poesía surge precisamente ahí, en las palabras abiertas como heridas; surge cuando la palabra se vuelve acontecimiento –“Y así rompo el discurso para que todo fluya sobre mí, entre mis palabras, más allá: para que no deje de escribirse”–. Desde esa misma herida escribe Pato: sus palabras se vuelven contestatarias, transgresoras: “La metáfora son los campos de cereal/el rapto de Perséfone/el descenso a los ínferos/la violación/el matricidio. Metáfora: monarquía”.
Pato no se acomoda en las asumidas metáforas que nos devuelven la imagen de un mundo para el cual no hay alternativa. M-Talà, el poema en prosa que se incluye en este tercer volumen de sus poesías reunidas, es una enmienda a la totalidad a través de la desarticulación de los discursos impuestos y las palabras heredadas: “Este modo de producción ASIÁTICO-FEUDAL-SEÑORIAL-BANCARIO es utilizado, en su/descomposición, como recordatorio de los avances de las nuevas fuerzas productivas/ En la LENGUA –como retardatario– de su centralidad /de su potencia emancipadora”.
Es en el lenguaje donde se juega todo, porque es ahí donde se reiteran los conceptos de siempre y, al mismo tiempo, donde se subvierten. Y esto es lo que hace también Guasch, cuando decide poner al amor en el centro. No hay nada más radical que decir “amor”, palabra que se ha descompuesto dentro de esa trituradora de todo que es la lógica de producción. Porque, como el propio lenguaje, las relaciones también se han vuelto mercancía, si es que alguna vez no lo fueron.
“¡Jaulas!, eso era lo que mi padre armaba: tumbas pequeñas”, escribe Pato y jaulas son lo que construye este amor que, sin embargo, como diría Blanca Llum Vidal, no es uno, y que Guasch vuelve a renombrar. Volverlo a decir es repensar, desde el dolor y el desgarro, desde el deseo y la amistad, las formas de interrelación con el otro, una interrelación siempre imperfecta, donde el fracaso está ahí como un riesgo del que es imposible escapar, donde la pérdida es casi inevitable. Porque el amor es lenguaje y al decir siempre hay algo que se pierde, pero es en esa pérdida que se salva lo insalvable. De ahí que Pato se enfrente en su poema largo al duelo, experiencia íntima y reflejo precisamente de esa ausencia que se vuelve presencia en el poema que “subsume dentro de sí al mundo”.
“La derrota/una embestida, recordad: ¿no habrá, más allá de la mirada, alguna claridad/a que aferrarse?”, se pregunta Guasch. La palabra es lo único a lo que aferrarse, palabra que, al decirse, desvanece, pero que, al mismo tiempo, al decirse restituye lo que se perdió. Radical, contestataria, transgresora, esta es la palabra de Pato y de Guasch que trata de escapar “de los intentos del CAPITAL por privatizar la lengua, por dejarnos sin palabras”. Sus poemarios nos restituyen las palabras.