Cultura | Entrevistas

Raquel Díaz Reguera: “’La ratita presumida’ es un buen punto de partida para abordar la violencia de género”

La autora de literatura infantil ha publicado algunos de los álbumes ilustrados más vendidos en la última década en España.

Raquel Díaz Reguera.

Raquel Díaz Reguera (Sevilla, 1974) es una de las autoras de literatura infantil más exitosas. Con más de 50 títulos publicados, muchos de ellos traducidos a más de una decena de idiomas, algunos de sus volúmenes se encuentran entre los más vendidos desde que publicase en 2010 el primero, ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?: más de 30.000 ejemplares solo en España.

Acaba de publicar Familias de la A a la Z (Lumen Ilustrado) y Soy solo mía (Nube ocho), un libro que explica, con metáforas nítidas y universales, los mecanismos iniciales de la violencia de género. Una ratona presumida a la que su pareja va, poco a poco, aislando y mermando su autoestima. Hasta el momento en el que ella misma no se reconoce y descubre que él nunca fue un ratón. A través de unas exquisitas y delicadas ilustraciones y de un texto destilado y punzante, Díaz Reguera nos mete en la ratonera con la víctima y el maltratador y nos va envolviendo en esa telaraña que es la violencia de género y en el terror psicológico que provoca, primero el desconcierto, después la angustia y, finalmente, el miedo al agresor. Un libro redondo que consigue la magia de la literatura ilustrada: crear tantas capas de lectura como lectores se acercan a ella para ser capaz de explicar un mismo fenómeno a niños y niñas de ocho años hasta a ancianos de ochenta. 

La Marea conversa con la autora en un nuevo día primaveral en el otoño sevillano. Llega a la cita en bici, con la misma vitalidad que derrochará a lo largo de la hora y pico de entrevista. 

Además de autora de medio centenar de álbumes ilustrados -una media de cinco publicados al año- ha sido cantante, tuvo el grupo Maldeamores con su hermana Nuria Díaz Reguera, también con ella ha sido letrista de artistas como Víctor Manuel, Miguel Ríos o Pastora Vega, ha montado obras de teatro, ha escrito un guión de cine, está escribiendo una novela juvenil… ¿Cómo fue su educación para que ser tan libre a la hora de crear? 

Todo tiene que ver con la curiosidad, con el entusiasmo y con el creerse capaz de hacer las cosas cueste lo que cueste. Soy resultado del Colegio Aljarafe,que tenía un plan de estudios muy de izquierdas y del que han salido grandes creadores de esta ciudad. Teníamos más horas de plástica que ningún otro centro, arte dramático desde muy pequeños. Venían a vernos muchos poetas que habían estado presos durante la dictadura. No sabíamos tanto como en otros coles de matemáticas pero conocíamos perfectamente los cuadros de Picasso, nos llevaban al campo a pintar… 

Su primer álbum, ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?, lo creó en 2010 cuando su hija le dijo que quería ser exactamente eso, una princesa rosa, y usted se espanta pregúntandose cómo era posible si la estaba educando exactamente igual que a su hijo mayor. Desde entonces, ha abordado temáticas como el acoso escolar, la identidad e igualdad de género… ¿Cómo se ha formado en cuestiones que afectan tanto a la infancia y de las que la literatura infantil raramente habla?

No puedo separar ser escritora de álbum ilustrado infantil con ser madre. Soy una especie de científica que miro con lupa los asuntos que quiero tratar con mis hijos. A los niños no les puedes preguntar de frente un asunto –a los adultos creo que tampoco– porque lo evitarán. Pero el cuento es una herramienta muy útil porque si el niño o la niña se siente identificado con los personajesy las historias se abrirá a abordar situaciones de maltrato, de acoso, de discriminación. 

¿Cómo se le ocurrió que iba a dedicar un álbum, Soy solo mía,  a un tema tan complejo como la violencia de género? 

Un día leyendo una adaptación de La ratita presumida pensé que es un buen punto de partida para abordar la violencia de género. Me impresionó que cuando la ratita consiguió dinero lo destinase a comprarse un lazo para estar más mona y conseguir así un buen novio. Y que siendo una rata eligiese un gato. Imaginé antes la parte gráfica del cuento, cómo la mujer veía un ratón donde todos ven claramente un gato, cómo iba a ser esa transformación…

Ilustración del cuento ‘Soy solo mía’ de Raquel Díaz Reguera.

¿Cómo se documentó para entender esas violencias sutiles que emplean los maltratadores, como castigar con el silencio, censurar y cambiar la forma de vestir de la mujer…?

Escuché en la SER unas conversaciones con famosas que habían visitado centros de acogida de víctimas de violencia machista y lo que más me impresionó fue cómo se daba en todos los estratos sociales, en mujeres con más y menos recursos económicos, con más y menos cultura…  

Es una cuestión educacional y de falta de respeto hacia la persona con la que convives. De hecho, cuando vi lo del Colegio Mayor Ahúja pensé en qué van a hacer los que gritaban cuando tengan una pareja estable, si las van a considerar también unas zorras, unas putas, unas conejas, o si entonces primarán la concepción de posesión, de que las suyas son puras y pulcras. Porque, entonces, cuando no estén juntos volverán a ser las putas y las conejas. 

Creo que todo se aprende antes de los diez. A nivel emocional, afectivo, intelectual, el respeto hacia el resto de personas. Así que este cuento puede servir para que los niños y niñas empaticen con esa ratona que está muerta de miedo, que tiene que ser muy valiente para salir de ahí y para recurrir al entorno. 

Cuando sufres violencia de género tienes que reconocer ante los demás lo que ni siquiera quieres reconocer ante ti misma. Como que no es un ratón, sino un gato. 

Es una gran conocedora de las aulas porque va a menudo a presentar sus cuentos. En su experiencia, ¿qué son y que deberían ser?

Desde que los dejamos a las 9 de la mañana hasta que los recogemos a las 3 de la tarde, los niños y niñas están en un lugar en el que no tienen familiares que los defiendan. Son ellos quienes tienen que buscar el sitio que ocupar. Y se reproduce una jerarquía muy parecida a la aprendida en las redes sociales, en las series de televisión, en las que hay un líder y una lideresa. 

Hasta los tres años, los dejas en la guardería, y se relacionan entre sí sin distinción por género. Pero cuando llegan al cole, la mayoría de las niñas llevan camisetas con gatitos, unicornios, princesas. Todos símbolos de fragilidad, delicadeza, belleza. Ellos visten con superhéroes, coches, motos, todos elementos relacionados con la fuerza y la competitividad. Hay que educar en la diversidad y en que los gatitos y los unicornios son también cosa de niños, como los dragones y los lobos de niñas. Y se nota muchísimo cuando un grupo tiene un profesor o profesora motivado y formado en estos asuntos. 

Para mí tienen la misma importancia las matemáticas o la lengua que los contenidos dirigidos a formar en la capacidad para relacionarse y respetar al otro. Para que uno practique el bullying tiene que haber una masa que mira hacia otro lado. Hay que educar en que hay que posicionarse. Y los padres y las madres tenemos que aprender a que nuestros niños no son los nuestros, pero no únicos ni superiores.

En la versión teatral de ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? (adaptada y dirigida por Paco Mir), los niños y niñas del público son los consejeros reales que van respondiendo a las preguntas de las actrices. Y son ellos con sus decisiones quienes terminan revolucionándolo todo, defendiendo que la protagonista quiera ser una niña y no una princesa.

Otro de sus libros más vendidos es Yo voy conmigo (Thule Ediciones), que ya va por la duodécima edición. Un éxito en las aulas de primaria, pero también entre mujeres adultas. Con el conocimiento que da llevar más de medio centenar de títulos publicados, ¿qué hace que un cuento conecte con grandes audiencias?

La empatía, que sus personajes generen curiosidad… Yo voy conmigo es una niña que según va cambiando para parecer más guapa y gustar así a los demás, va perdiendo su personalidad. Como es algo por lo que hemos pasado casi todas, tiene un público amplísimo. En las aulas siempre les digo a los niños y niñas que con quien vamos a estar desde que nacemos hasta que muramos es con nosotros mismos. Qué menos que conocerte, quererte, mirarte al espejo y no avergonzarte de ser alguien que no quieres ser. 

En el hecho de que sus libros resulten interesantes y atractivos para adultos y menores creo que radica una de las claves de su éxito: se dirige con un profundo respeto e inteligencia a los niños y niñas en una sociedad que los reduce a proyectos de adultos, en la que los medios no se dirigen a ellos y donde la literatura infantil sigue siendo tratada como un género de segundo nivel. Sin embargo, el álbum ilustrado infantil no para de aumentar en ventas. 

El álbum ilustrado está en una época buenísima porque los niños distinguen perfectamente un libro de una tablet. Siguen queriendo ponérselo sobre las rodillas y leerlo mientras se comen el bocata de nocilla. Además, el álbum ilustrado tiene casi la categoría de obra de arte: hay editoriales que los cuidan muchísimo y las bibliotecarias, porque en su mayoría son mujeres, están haciendo la labor que no hacen los medios de comunicación, que nos ignoran de manera absoluta.

Es interesante ver la evolución de sus ilustraciones, cómo se han ido estilizando a la vez que mantiene cierto aire surrealista de los personajes, una huida de la belleza prototípica… ¿Cómo ha sido ese recorrido artístico?

Soy ilustradora accidental. Ha sido la escritura la que me ha llevado a todas las facetas de mi vida. Empecé Bellas Artes y lo dejé para escribir canciones porque quería ser cantante. Después quise escribir cuentos y me puse a ilustrarlos. Soy muy ecléctica en mis gustos, admiro a muchísima gente y me gustaría pintar mejor, así que siempre hay una parte de reto a la hora de plasmar lo que hay en mi cabeza. 

Pero ahora quiere ilustrar menos. ¿Por qué?

Puedo dibujar en cualquier sitio y hacer otras cosas a la vez. Pero cuando escribo no soy madre ni hija, soy solo lo que fluye y ese es el mundo mágico en el que me apetece estar ahora. 

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