Cultura | Sociedad

Estampas futbolísticas de un pueblo (que no se llama Qatar)

Ignacio Pato recorre en 'Grada popular' ocho ciudades para conocer ocho clubes y ocho sentimientos: el fútbol es el juego de la gente.

¿De quién es el fútbol? A juzgar por la dirección que está tomando, hombres con traje y perfumes caros están a punto de expropiar un deporte que era del pueblo. Ahora que la pelota se aleja de la grada, este libro titulado Grada Popular (Panenka, 2022) redirige el foco y apunta al aficionado.

En él, Ignacio Pato recorre ocho ciudades para conocer ocho clubes y ocho sentimientos: los de los seguidores de Liverpool, AEK, Nápoles, Velez Mostar, Olympique de Marsella, Rapid Viena, Besiktas y Rayo Vallecano. Comunidades que, no exentas de grises, son un faro de resistencia y romanticismo. Con un estilo entusiasta, el autor huye de la nostalgia para fortalecer una relación que nunca se romperá. El fútbol es el juego de la gente. Cuenta historias sobre una tierra y una gente a las que el balón se lo debe todo. Aquí, un extracto a partir de diversas estampas:

Liverpool

A las 15.06 de cada 15 de abril, un escalofrío recorre Liverpool. Aquel día, a unos kilómetros, en el estadio de Hillsborough en Sheffield, una serie de negligencias policiales llevaron a la muerte a 96 aficionados del equipo, más otra víctima que falleció en 2021. Nadie los olvida, y no solo cuando suena You’ll never walk alone. Pocos pasan por alto que la versión oficial del gobierno thatcherista culpó a los seguidores del equipo red de manera injusta. Hillsborough es la cicatriz de Liverpool.

Atenas

Las calles y muros del barrio de Exarchia hablan. Y lo hacen de Alexis Grigoropoulos, muerto por un disparo policial en diciembre de 2008, de la gente “sin hogar de aquí y de todo el mundo” o le recuerda a la empresa Airbnb que no es especialmente bienvenida en la zona. Sus paredes también homenajean a Zackie Oh, artista y activista por los derechos LGTBIQ y de las personas con VIH que murió a golpes en plena vía pública.

Nápoles

El artista callejero Jorit ha inmortalizado a Ernesto Che Guevara en la fachada de uno de los bloques de viviendas de San Giovanni a Teduccio. En esa periferia napolitana hay también un gran mural de Maradona. Y de Angela Davis y Pasolini en el barrio de Scampia. Pasajes que escapan de las tradicionales rutas por una ciudad que enamora con su mezcla de mística, caos y energía.

Mostar

Marc Casals, escritor y buen conocedor del país, define a Bosnia y Herzegovina como “una celebración de la vida y de su peso”. Sin quizá proponérselo, como a veces se gestan las cosas más importantes, sus habitantes crean un nuevo derecho que no tiene que ver con un pasado fabulado y tormentoso ni con un futuro aplazado: el derecho a tener presente. Es seguramente irresistible fotografiar la huella de impactos de bala que conserva Mostar. Pero entre ellos también está el mensaje “vivimos todos bajo el mismo cielo”.

Marsella

La céntrica Plaine de Marsella está en disputa desde hace años. El exacerbado turismo crucerista y la especulación inmobiliaria ponen a la ciudad provenzal al borde del colapso por éxito. Mestiza y abierta, su carácter desafía a la tendencia del mundo capitalista a una homogeneidad mal disfrazada de “diferencia” calculada. La Marsella indómita, la del espíritu boulegar, la de la sabiduría callada de los chibanis, la de la grinta, sigue de pie y haciéndonos buscar palabras en el diccionario popular.

Viena

En el norte de la capital austriaca se levanta imponente el Karl Marx-Hof. Más que un bloque de pisos sociales, una supermanzana obrera. Concebida como vivienda de unos 5.000 trabajadores, es uno de los símbolos de Viena la roja, el periodo de los años 20 del pasado siglo en el que fue avanzadilla de un ambicioso socialismo democrático que recibió el nombre de “austromarxismo”. Hoy la ciudad destaca por tener un urbanismo, influido por la perspectiva de género, pensado para las personas.

Estambul

Tabaco, té, buena conversación y paciencia. Los pescadores del Bósforo esperan a los boquerones que bajan del Mar Negro. Nadie pilla a Estambul adormilada. Como mucho, a sus perros y gatos, de los que Mark Twain dijo que no se moverían ni aunque pasase a su lado el sultán. Es esta una ciudad que sabe guardar el equilibrio, siempre en puntillas sobre un agua que separa tanto como une.

Vallecas

Vallecas no fue Madrid hasta 1950. Por las venas de esta tierra de acogida corre sangre de la migración interior y la de latitudes más lejanas. Vallecas tiene manos e ilusiones manchegas, colombianas, andaluzas, rumanas. Humilde y brava, pagó durante la posguerra su fama de “pequeña Rusia”. Su último alcalde democrático, el maestro Amós Acero, fue fusilado por el franquismo. Donde estuvo el Ayuntamiento sigue su escudo con el rastrillo para minerales y la horca para el cereal.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.