Sociedad

Del regadío a los regadíos

Los regadíos no dejan de crecer en España a pesar de que la crisis climática reducirá la disponibilidad de agua pronto y de forma dramática

Cultivos de regadío. ÁLVARO MINGUITO

España se queda sin agua y cada vez gasta más agua. Estas dos tendencias contradictorias son una bomba de relojería que va a explotar, aunque todavía no se sepa exactamente cuándo ni el alcance concreto de las consecuencias: “Con el agua vamos al día. Basta con mirar los registros de los embalses. El problema es que en cualquier momento vendrá una sequía, que suceden cada cierto tiempo, y entonces caeremos en un auténtico colapso hídrico. La duda no es si va a producirse, la duda es cuándo”, alerta, desde Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas. “El primer informe anual del estado del clima muestra una España más cálida y con menor disponibilidad de agua que hace 50 años”, titulaba una nota de prensa del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco).

A pie de campo, en plena campaña del tomate, en medio de extensas jornadas y sin apenas tiempo libre, Pedro Tena, agricultor extremeño, lo confirma: “Ha habido una disminución de agua para el riego. En los últimos cuatro o cinco años hemos tenido períodos de poca lluvia”. El pantano de Orellana, sobre el río Guadiana, es el que nutre las plantaciones de Tena “y está en una situación crítica”. El embalse fue construido a mediados del siglo pasado dentro del Plan Badajoz, una estrategia de colonización de tierras a través, principalmente, de la extensión del regadío. 

“El primer impacto del cambio climático recae sobre el ciclo hidrológico y los agricultores ya están viendo cómo estos veranos calurosos están aumentando las demandas de agua en un porcentaje enorme. Los cultivos se asfixian, aunque se rieguen”, subraya Ricardo Aliod, profesor de la Universidad de Zaragoza y un estudioso de los vínculos entre el agua y la agricultura.

Se estima que, en el último cuarto de siglo, el agua que va a parar a los cauces se ha reducido cerca de un 20%. Y a la menor disponibilidad de líquido azul hay que añadir una evaporación cada vez mayor por el aumento de temperaturas: 2019 fue el año natural más cálido en Europa desde 1979, el primero con registros, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial. “Los datos ya consensuados para simular las precipitaciones en la península ibérica señalan que van a disminuir, aproximadamente, entre el 2 y el 3% de aquí a 2035-2040. Puede parecer muy poco, pero es engañoso, porque va a haber mucha mayor irregularidad: años muy secos, sin prácticamente precipitaciones, y años muy lluviosos. Además, disminuir el 2 o 3% la precipitación provoca que circulen menos recursos por los ríos, lo que multiplica por cuatro los impactos”, aclara Joan Corominas, exdirector de la Agencia Andaluza del Agua y uno de los mayores expertos en regadío del Estado.

Los mayores consumidores de agua

¿Quién consume el agua? El sector agrícola es el que abrumadoramente se lleva la mayor parte, en torno al 75-85%; la industria, entre el 3 y el 5%; mientras que el abastecimiento a las poblaciones supone entre el 12 y el 15%. Los porcentajes son extrapolables a escala mundial.

El peso del campo ha dibujado una curva ascendente con el paso de los años en España. El agua de riego camina hacia arriba. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el volumen de líquido destinado a este uso aumentó un 3,7% en 2018 respecto a la registrada en la anterior encuesta, realizada con referencia a 2016. Dicho de otra forma, los regadíos no dejan de aumentar, a pesar del panorama de disminución en la disponibilidad de agua. Por ejemplo, en la anterior legislatura, la Junta de Extremadura invirtió más de 26 millones de euros en nuevas plantaciones. Mientras aumentan las hectáreas, los regantes del Canal de Orellana propusieron en marzo la implantación de cultivos alternativos que permitan el ahorro de agua; entre otras acciones, apostar más por el girasol que por el arroz, recogen los medios regionales. “Algunos hemos propuesto haber dejado una superficie de un 20% sin regar, pero el organismo de cuenta y las comunidades de regantes decidieron que se regaba todo, pero con un uso más sensato del recurso”, cuenta Tena, agricultor de la zona de las Vegas Altas del Guadiana.

Lo que tradicionalmente era una agricultura de secano, la de la cuenca mediterránea, ha cambiado paulatinamente desde que España entró en la comunidad europea, en 1986. Desde entonces, la superficie de secano ha descendido un 23%. Se han abandonado cuatro millones de hectáreas, mientras los regadíos han aumentado en 700.000 nuevas hectáreas. Más las que están por venir.

Los planes hidrológicos vigentes prevén un incremento similar. En la demarcación hidrográfica del Ebro, donde el regadío supone un 90% de la demanda de agua, según la propia Confederación, se estima la creación de 445.000 nuevas hectáreas, alrededor de un 50% más de las actuales. Para el nuevo ciclo de planificación hidrológica que, según el marco europeo, deberá estar vigente entre 2021 y 2027, la confederación apuesta por “revisar las propuestas de nuevos regadíos en función de la disponibilidad del recurso en los escenarios del cambio climático”. Los planes actuales también prevén crecer en 93.000 nuevas hectáreas en la del Duero y 70.000 en la del Guadiana.

Campo de trigo. Álvaro Minguito

Actualmente, en el país hay dedicadas al riego 3,8 millones de hectáreas, según el informe Análisis de los regadíos españoles 2019, publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Esta misma investigación recuerda que en 2009 las hectáreas eran 3,4 millones; es decir, en diez años hay 400.000 nuevos ‘campos de fútbol’, siguiendo el tradicional símil. Un 7% más de regadíos. Y a esas cifras habría que sumar las hectáreas ilegales, entre el 5 y el 10%, calcula Santiago Martín Barajas. En dos años, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha cerrado más de 300 pozos ilegales que afectan principalmente a Doñana.

Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Aragón son las comunidades que lideran el listado de cultivos de regadíos en extensión. En porcentaje de crecimiento, el ministerio indica que en una década aumentaron casi un 12% en Castilla-La Mancha, un 10,3 en Extremadura, un 9 en Castilla y León y casi un 7 en Aragón.

“El cambio climático, en el fondo, es una oportunidad para cambiar los malos hábitos que hemos ejecutado sobre el territorio en las últimas décadas, tanto en urbanismo, como en construcción, como en cultivos agrarios. Allá donde no hay agua no se pueden seguir plantando regadíos. Tendrás que hacer un buen plan para ver hasta dónde puedes llegar, reutilizar las aguas residuales…”, incidió Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante y presidente de la Asociación de Geógrafos Españoles, en una entrevista publicada en Climática.

Diga regadíos, no regadío

Los matices los pone Julia Martínez. La directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) alerta de la importancia de diferenciar entre tipos de regadíos y, por tanto, de las diferencias dentro del propio sector agrario. Los regadíos históricos representan el 25% del total; ubicados alrededor de los ríos y los manantiales, algunos son milenarios. Pero están en claro declive: representan un enorme patrimonio ambiental y social que o bien está siendo transformado por actividades urbanas e infraestructuras o bien sufre la apropiación de tierras y de agua. Surgidos al calor del desarrollismo y las grandes infraestructuras hidráulicas, los regadíos extensivos de interior suponen el 55%. Consumen mucha agua y su rentabilidad es por lo general escasa, aunque se mantienen (y crecen) al calor de subvenciones, como las europeas de la PAC (Política Agraria Común). No generan muchos puestos de trabajo, pero sí tienen relevancia socioeconómica en varias regiones del interior.

Finalmente está la agricultura industrial y sus regadíos intensivos, aproximadamente, el 20% de la superficie regada. Su crecimiento es exponencial, incluida la conversión de cultivos que hasta ahora eran de secano, como el olivo, el almendro y la vid. “El olivar ya es el segundo cultivo con más hectáreas en regadío”, titulaba en 2018 un diario regional de Extremadura, tierra donde hasta ahora el agua iba principalmente destinada al arroz, el tomate y el trigo.

Tena no duda cuando explica por teléfono por qué hay menos disponibilidad de agua: “Por la escasez de lluvia y porque desde hace 15 o 20 años se está llevando a cabo una ampliación de regadíos por la margen derecha del canal. Hace unos años era sobre todo para el cultivo de maíz, pero últimamente casi todas las ampliaciones que se están dando están destinadas al almendro y al olivar intensivo. La obra hidráulica estaba concebida para un número de hectáreas, cuando se hizo en las décadas de los 50 y 60, y ahora con lo mismo estamos regando un 20 o 25% más”. Entre 2009 y 2019, en toda España, el olivo de regadío creció un 12,25%, según los datos gubernamentales.

La huella ambiental de la agricultura industrial es elevada tanto en el paisaje como en los ríos y en los acuíferos. Sucede, por ejemplo, a través de la llamada contaminación difusa, que provoca que decenas de pueblos de Castilla y León no puedan beber agua de los acuíferos por la alta concentración de nitratos que presenta. Estos regadíos generan cuantiosos beneficios, a costa de un fuerte impacto ambiental y social, pues fomentan el empleo precario y en condiciones lamentables, como sucede con el sector de los frutos rojos, que esclaviza a millares de migrantes temporeros cada año. La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) habla, por otro lado, de la uberización del campo español por el aumento de los oligopolios. Pero eso da para otro reportaje.

Cambio de modelo

A lo largo del siglo XX, el tránsito de una agricultura tradicional a otra de tipo industrial e intensiva estuvo basado en el uso de productos tóxicos, lo que llevó aparejado, junto a otras razones como el no tratamiento de los desechos domésticos e industriales, la contaminación de la mayor parte de los ríos, lagos y capas freáticas. Las toneladas de peces muertos que aparecieron hace unos meses en el Mar Menor son un buen ejemplo. El colapso de este ecosistema, según las personas expertas consultadas, tiene su origen en el regadío intensivo y la cantidad de fertilizantes que lleva aparejados.

Otro caso es el glifosato, un herbicida muy usado y sobre el que hay una gran controversia. Está presente en diez de las 17 demarcaciones hidrográficas, según las cuentas del Miteco ofrecidas a Ecologistas en Acción. La Unión Europea lo ha calificado como sustancia tóxica para los organismos acuáticos y Greenpeace recuerda que la Organización Mundial de la Salud lo define como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”.

“La agricultura industrial ha promovido unos métodos de producción de alimentos que reducen la capacidad de retención de agua del suelo y aumentan la demanda hídrica. Al no reconocer que el agua es un factor limitante en la producción de alimentos, la agricultura industrial ha potenciado el derroche. La escasez extrema de agua, la desertización, el encharcamiento y la salinización de los campos son consecuencia lógica del cambio de los abonos orgánicos a los químicos, y de la sustitución de cultivos poco exigentes por otros voraces en agua”, escribe la activista Vandana Shiva en el libro Las guerras del agua. Contaminación, privatización y negocio.

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Comentarios
  1. Trabajo periodístico, bajo mi punto de vista, muy acertado q sin embargo olvida un frente d importancia determinante: la agricultura ecológica, biodinámica, regenerativa. Y no solo por el más eficiente uso del agua, sino porque evita el despilfarro de tan preciado bien. A mayores, protege los ecosistemas, favorece la biodiversidad y nos provee d alimentos mucho más ricos en nutrientes y libres d pesticidas y agrotóxicos. En la provincia d Segovia (doy por hecho q no solo aquí) podéis ver regadíos con los aspersores soltando agua a la abrasadora hora del mediodía (os hablo del verano pasado, cuyas temperaturas todas recordaréis). Hay mucho por hacer y mucho q se puede hacer.
    LA ALTERNATIVA AL NEOLIBERALISMO SE LLAMA CONCIENCIA. SARAMAGO.

  2. ¿Aguacates? , ¿ mangos? , ¿ frutas rojas del bosque ? , ¿ fresas ? , ¿ naranjales y maizales inundados para su riego…? .
    PD :
    ¿ Quienes son los/as que autorizan y bendicen todo este tipo de destrozos insostenibles que ahondan aún más la propia tumba y vertedero que es Españistan? .
    Salud.

  3. Nací en una aldea del medio rural. Mis padres eran agricultores de subsistencia en terreno de secano.
    Había un barranco que ningún verano se secó con el que se regaban las huertas, es decir los productos hortícolas que forzosamente necesitan de agua para que se críen.
    Había olivos, almendros, vides/viñas y cereales que nunca se regaron ni se secaron porque son cultivos que no precisan necesariamente de agua.
    En estos últimos 10 años han comprado tierras ávidos especuladores, todos ellos gente de buen nivel económico y que ya estaba acostumbrada a especular en la ciudad.
    Se embalsaron el barranco para regar las viñas, los almendros, ect.
    El barranco este verano estaba seco, ni caudal ecológico ni nada y la balsa de los regantes llena. Como ya nadie tiene huerta/huerto nadie les reclama nada.
    Hay métodos menos agresivos para la fauna que el glifosato, pero como a estos agricultores especuladores sólo les interesa el dinero, les importa un rábano el medioambiente, van a lo rápido y a lo que les sale más barato, al glifosato, para matar las hierbas en lugar de sacarlas con herramientas ideadas para ello y que las arrastran los tractores. Entre el glifosato y el barranco que han secado han terminado, sin exagerar, con la abundante fauna y flora de aquella redolada.
    Se empezó a ver pájaros muertos entre las vides, ahora ya ni muertos ni vivos.
    Con la actual «fiebre» de las viñas, y las subvenciones de la PAC, han talado hectáreas y hectáreas de bosque autóctono, encinas, robles, almeces, enebros…
    con la «mirada hacia otro lado» de las autoridades competentes.
    Han puesto placas solares pegadas al pueblo y así todo.
    A la España vaciada la están ocupando especuladores.
    Mejor que se hubiera seguido quedando vaciada porque dónde el «rey de la creación» pone la pezuña todo es exterminio.

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