Opinión
‘Medfeminiswiya’, la respuesta feminista del Mediterráneo
"Las feministas no nos cansamos de repetir que todas las personas tenemos derecho al pan, pero también a las rosas. Y quienes gozamos del privilegio de disfrutar de ambos tenemos, además, el deber de compartirlos", escribe Patricia Simón sobre este proyecto periodístico.
“La solidaridad entre las mujeres puede ser una poderosa fuerza de cambio, y puede influir en el desarrollo de caminos favorables no solo para las mujeres sino también para los hombres”.
Nawal El Saadawi, escritora, médica y feminista egipcia
La ofensiva reaccionaria avanza en buena parte del mundo a lomos de los involucionistas y de las agendas de los partidos otrora progresistas, cada vez más conservadores y timoratos. Sin embargo, los jinetes del Apocalipsis cada vez se encuentran en frente una resistencia más potente y organizada: son los movimientos de mujeres y feministas los que están plantando cara y frenando los planes de los fundamentalistas del neoliberalismo y de las religiones católica, evangelista e islamista. Son el gran obstáculo para la alianza ultraderechista que en los últimos años han liderado Erdogan, Le Pen, Meloni, El Sisi, Bolsonaro, Netanyahu, Trump o Abascal, entre muchos otros, en buena parte del planeta.
Todos los proyectos involucionistas que representan, da igual la religión con la que se identifiquen, comparten una misoginia profunda y una agenda internacional contra los derechos de las mujeres, de las personas del colectivo LGTBIQ+ y de las personas racializadas. Para cumplir con sus planes, como han demostrado diversos informes, como algunos de la Fundación Rosa Luxemburgo, mantienen una agenda internacional, cooperan de manera regular y se reúnen periódicamente para compartir estrategias y fuentes de financiación.
Por eso, como sostiene la periodista turca Ecce Temelkuran en su libro Cómo perder un país, es urgente que los demócratas nos organicemos también de manera internacional para frenar su aspiración de secuestrar nuestros regímenes democráticos a través de las urnas. Y para esa alianza internacional también es fundamental la unión y colaboración de los periodistas que tenemos claro que no es posible una democracia sin la implantación de una cultura de derechos humanos. Al que hoy día no puede entenderse sin que el ecofeminismo y el pacifismo sean enfoques transversales.
Y eso es en lo que llevamos trabajando desde 2018 un grupo de periodistas feministas de cada uno de los países del Mediterráneo. Aquel año fuimos convocadas a un encuentro de cuatro días en Italia por el Fondo de Mujeres del Mediterráneo sin saber muy bien qué nos íbamos a encontrar. Yo llegué gracias a las compañeras de Píkara Magazine, cuya invitación me hicieron llegar. Las coordinadoras del Fondo nos invitaron a identificar conjuntamente qué encontrábamos más necesario en un contexto de regresión de derechos de las mujeres en una región con fuertes lazos históricos, sociales, económicos y culturales que habíamos olvidado en las últimas décadas. Por el contrario, si algo sentíamos que nos unía era ese mar Mediterráneo convertido en una fosa común por las políticas de cierre de fronteras de la Unión Europea y por la crueldad de la guerra que libran sus gobiernos contra las personas migrantes.
Reflexionamos, debatimos y concluimos que necesitamos conocernos, tender puentes, ser aliadas. Para ello, decidimos que debíamos crear una red de mujeres periodistas feministas y un medio de comunicación en el que publicar historias con enfoque de género en tres idiomas: árabe, francés e inglés; desarrollar investigaciones conjuntas para tener una visión panorámica de lo que nos está pasando; dar a conocer iniciativas, creaciones, ideas que puedan resultar inspiradoras en otros territorios; visibilizar nuestras victorias, buscar salidas conjuntas a nuestras problemáticas, celebrar que, pese a todo, en buena parte de nuestros países, los movimientos de mujeres y feministas viven su mejor momento.
Desde entonces han pasado cuatro años, un encuentro en Rabat, una pandemia que ralentizó el proyecto que, pese a todo, lleva publicadas más de 500 historias periodísticas gracias, especialmente, al apoyo incondicional del Fondo de Mujeres del Mediterráneo y al trabajo monumental de su equipo editor. Como miembro del Consejo de dirección desde su fundación, no puedo sentirme más agradecida y orgullosa de mis compañeras.
Este año, nos hemos vuelto a reunir durante cinco días en Túnez. Durante las decenas de horas que hemos pasado trabajando juntas, miraba alrededor y observaba a una treintena de mujeres cultas, inteligentes, alegres, modernas, abiertas, diversas, veteranas y jóvenes, cuidadosas las unas con las otras, conscientes del privilegio de poder pararnos a pensar hacia dónde queremos dirigirnos en los próximos tiempos. Algunas de ellas no pudieron venir porque no les concedieron el visado. Otras tienen que ocultar su identidad cuando publican o tomar precauciones para no sufrir represalias estatales o de los grupos reaccionarios. Al verlas trabajar incansablemente por el bien común, proponiendo enfoques e historias novedosas e importantes, aprendiendo las unas de las otras, era imposible no darme cuenta de que lo que estábamos haciendo era revolucionario: cooperar para frenar a los reaccionarios, organizarnos para contribuir a la conquista de nuevos derechos y libertades de las mujeres y de todas las personas, como defiende precisamente el feminismo.
Lo ultraderechistas, los populistas nacionalistas y los fundamentalistas religiosos invierten recursos multimillonarios y grandes campañas mediáticas para convencernos de que vivimos en el peor de los tiempos posibles, de que nada podemos hacer frente a su poderío con el fin de que nos ahoguemos en la impotencia y abracemos el derrotismo. Sin embargo, el derrotismo es un privilegio que no nos podemos permitir quienes no tenemos que jugarnos la vida a diario para sobrevivir.
Por el contrario, sabemos bien que no hay democracia posible sin esperanza, sin creer que el futuro puede ser mejor y que nosotras podemos contribuir a construir sociedades más justas. Por eso, Medfeminiswiya es un proyecto profundamente revolucionario: porque trabaja desde el convencimiento de que podemos y debemos contribuir con nuestro periodismo a un presente y un futuro de igualdad, oportunidades, disfrute y alegría. No es el único, hay cada vez más en diferentes ámbitos, lo que resulta tranquilizador.
Los desafíos son muchos, complejos, muy diversos entre sí y operan y se retroalimentan simultáneamente. La desigualdad, la crisis climática, la polarización y crispación son procesos que ahondan los unos en los otros y favorecen a los ultra. La complejidad requiere respuestas que reconozcan y respeten la diversidad, y para ello es imprescindible ejercitar el músculo de la cooperación, el que requiere de más generosidad y ética cívica. Por ello, debemos crear alianzas entre los medios de comunicación, los departamentos universitarios de investigación, las ONG, los thinks tanks y las asociaciones de derechos humanos para hacer pedagogía y evidenciar que las mayorías sociales defienden la decencia por encima de cualquier diferencia.
Así que les invito a leer Medfeminiswiya porque les conectará con una de las sensaciones más fecundas para la creatividad, la solidaridad y la acción: la ilusión. Las feministas no nos cansamos de repetir que todas las personas tenemos derecho al pan, pero también a las rosas. Y yo añadiría que, quienes gozamos del privilegio de disfrutar de ambos tenemos, además, el deber de compartirlos. Así que pasen y lean Medfeminiswiya.net. Encontrarán conocimiento y belleza, la mejor promesa de un futuro mejor.