Análisis | Internacional
Una victoria en la derrota: Biden sale reforzado de las elecciones de medio mandato
Aún a la espera de resultados finales, los demócratas podrían conservar su mayoría en el Senado y perder la cámara de representantes por un pequeño margen. Los republicanos no obtienen el triunfo masivo que se pronosticaba.
“La verdad, y los hechos, y la lógica, y la razón, y la democracia misma están en juego en las urnas”, gritó Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, en el último mitin que dio antes de las elecciones de medio mandato, celebradas el pasado 8 de noviembre, junto al expresidente Barack Obama. Fue un evento donde ambos mostraron un optimismo inusitado teniendo en cuenta que las encuestas vaticinaban una “oleada roja”, es decir, una victoria aplastante republicana. Sin embargo, no ha sido así y, aunque todavía faltan votos por contar y no sabremos el resultado completo de estos comicios hasta dentro de varias semanas, ya se pueden sacar varias conclusiones, muchas de ellas favorables a Biden y a su partido.
En primer lugar, todo indica que pueden mantener el dominio del Senado, donde hasta ahora han contado con 50 representantes, la mitad, más el voto de la vicepresidenta Kamala Harris, válido en caso de empate. A primera hora del 10 de noviembre, los republicanos tenían en su haber 49 senadores y los demócratas 48, con estos últimos liderando el conteo de Arizona, y unas cifras aún muy reñidas en Nevada. En Georgia, la distancia entre los dos candidatos ha sido tan exigua que se ha convocado una segunda vuelta para el 6 de diciembre. En la cámara de representantes, los demócratas han sido castigados, como suele ocurrir en estos casos, pero, a diferencia de otros presidentes –Trump perdió 40 escaños; Obama, 63 en 2010–, las estimaciones apuntan a una derrota muy marginal, que seguiría teniendo consecuencias importantes, pues la mayoría republicana bloquearía las iniciativas legislativas de sus oponentes o, al menos, las más progresistas –recordemos que, por ejemplo, el millonario paquete de infraestructuras se aprobó con el consenso de ambos grupos–.
Al bloqueo legal podría sumársele la anulación de la comisión que investiga actualmente el asalto al Capitolio, considerado un intento de golpe de Estado, y la implementación de otras investigaciones –sobre los negocios de Hunter Biden, el hijo del presidente, en Ucrania; o el papel del FBI en el registro de la mansión Mar-a-Lago de Trump– utilizadas como mecanismo de desgaste de cara a las presidenciales de 2024. El escenario más optimista para los demócratas parece así concentrarse en el control del Senado, que les permitiría nombrar jueces federales, fiscales e incluso candidatos al Supremo, si se diera el caso.
Un dominio de las dos cámaras por parte de los republicanos –aún posible– obligaría a Biden a gobernar a base de órdenes ejecutivas (decretos), a lo cual es poco propenso, y a ejercer su poder de veto sobre las leyes propuestas por sus contrincantes, hecho que ha recordado varias veces durante los actos de campaña. En asuntos donde los republicanos coinciden con las preferencias de varios diputados progresistas, como la crítica al envío de paquetes millonarios de ayuda a Ucrania, sí que podría haber acuerdos contra los que el ejecutivo no tendría más remedio que ceder.
A pesar de la incertidumbre en cuanto a los números finales, el partido demócrata está de enhorabuena. Además de los resultados prometedores en ambas cámaras del Congreso, han obtenido victorias cruciales en la elección de gobernadores y otros funcionarios que se encargan de supervisar distintos procedimientos electorales, con algunas excepciones: Georgia, uno de los Estados más disputados en 2020, donde la demócrata activista por el derecho al voto Stacey Abrams ha sufrido una derrota calamitosa, o Florida, que ha otorgado un holgado triunfo a Ron DeSantis, al que algunos medios de derechas ya ven como el sucesor de Trump.
Por su parte, Trump –quien tiene previsto anunciar su candidatura a las presidenciales en unos días– no ha logrado que sus candidatos favoritos, los que azuzaron el relato falso de las elecciones robadas o incluso estuvieron presentes en la insurrección del 6 de enero de 2021, llegaran a buen puerto. Una mayoría de estos adalides de la conspiración ha mordido el polvo, lo que podría ser un síntoma del hartazgo general del ataque a las instituciones o, al menos, de la erosión política del exmandatario en un país donde, no obstante, dos tercios del electorado republicano sigue creyendo que Trump ganó en 2020, y la mitad de la población veía factible hace poco que ocurriera una guerra civil.
Lo que está claro es que ni la elevada inflación, ni el precio de la gasolina –combustible del que dependen millones de personas a falta de transporte público–, ni el incumplimiento de buena parte de su programa electoral, ni la baja popularidad han podido tumbar a un Biden que sale reforzado de estos comicios y ha afirmado ya –extraoficialmente– que se postulará como candidato a la Casa Blanca en 2024, a punto de cumplir entonces 82 años. Su agresiva campaña contra el golpismo, su constante insistencia en que la democracia peligra, sumado a una defensa acérrima del aborto, que el Tribunal Supremo derogó a nivel federal, le han valido un apoyo social que casi nadie había pronosticado.
Eso sí, pocas garantías hay sólidas como para poder aventurar una nueva victoria demócrata en los próximos comicios: los gobernadores y otros funcionarios elegidos ahora podrían perder su capacidad de asegurar el conteo justo de papeletas si el Supremo falla en su contra en el juicio Moore v Harper, que está previsto para diciembre; hay varios litigios en marcha para impugnar los resultados actuales; DeSantis pisa con fuerza en las filas contrarias; y el deterioro político de Biden podría continuar, dependiendo de cómo actúe la oposición, cómo gestione el conflicto en Ucrania y la crisis energética, entre otros factores. Por ahora, prosigue la espera en las urnas y una tímida alegría azul cuya duración es incierta.
¿La democracia?, ¿y para más tomadura de pelo la gringa?.
Y lo peor es que lo pueden decir sin que nadie se escandalice pues saben que el rebaño lo traga todo y llevan tantas decenas de años repitiendo las mismas mentiras que han conseguido taladrar y alienar los cerebros, tal cual la gota que horada la roca.
El propio Biden confirma que los misiles que estallaron en Polonia son ucranianos.
Zelenski vuelve a mentir y hacer el ridículo a cuenta de la explosión en Polonia
Acusó a Rusia de los misiles en Polonia a los pocos minutos del suceso. Horas después se descubrió que mentía (vídeo)
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