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‘En los márgenes’: la periferia es tu vecina
La película, dirigida por Juan Diego Botto, se estrena este viernes en los cines: "Gira alrededor de los desahucios abordados desde la delicadeza, sin morbo alguno, pero también habla sobre el conflicto de equilibrio entre compromiso social y cuidados y el peligro de 'no estar' para nadie".
La teóloga feminista y activista Pepa Torres escribe en una de sus últimas obras que “necesitamos convertir e invertir la mirada desde las periferias” y preguntarnos “en qué papelera se han quedado los cortes de la película de otras escenas cotidianas de la supervivencia y lucha por la vida que son amenazantes o vergonzantes para el sistema”. Leo esta frase a los pocos días de ver En los márgenes, el debut como director de Juan Diego Botto, y Pepa me reposiciona una vez más en mis reflexiones sobre el potencial performativo de la ficción y de nuevo a nadar contracorriente en este mundillo de la crítica cinematográfica…
Lo que no se ve se ignora
Hace unos días, el periodista cultural de El País Tommaso Koch sostenía en un artículo sobre la película que “los aplausos [en la Mostra] se centraron más en la causa, el espíritu del filme, que en su realización”. Y, aunque considero que eso es una apreciación personal sobre la percepción de los espectadores y espectadoras que resulta cuanto menos cuestionable, yo me pregunto: ¿y qué? ¿Acaso es más importante la “buena factura” de un film que el hecho de narrar realidades que sistemáticamente son arrinconadas en nuestras pantallas? Pareciera que cuando el arte se pone al servicio de la transformación social y se compromete políticamente es menos arte, que cuando el espejo muestra posibilidades que subvierten el miedo y el conformismo y organizaciones que alientan la resistencia, el relato se vuelve inverosímil.
Sin embargo, tal como dice el personaje de Rafa (Luis Tosar) en un momento del film, “el problema es cuando te haces el loco para no mirar, que es lo que hace la mayoría de la gente” y, a mi parecer, ahí radica el plus de la película de Botto, que no solo mira, sino que lo hace con esa brizna de esperanza que flota en el aire durante todo el metraje a pesar de los muchos pesares que narra. Porque frente a las quitas de custodia y el racismo institucional o el retrato de un sistema de servicios sociales sobrecargado y falto de recursos que se vuelve negligente ante las personas más vulnerables, la historia que nos cuentan Juan Diego Botto y Olga Rodríguez se convierte en una oda al precariado sublevado y un homenaje a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), probablemente uno de los movimientos sociales y vecinales más significativos y potentes de la última década.
La vulnerabilidad en primer plano
En el cine social hay una larga tradición de historias que han puesto el foco en las condiciones de vida del proletariado, la clase trabajadora o la clase media (El acorazado Potemkin, Tiempos modernos, Germinal, un buen número de pelis de Ken Loach, Los lunes al sol, Dos días, una noche, Pride, Los miserables…), en el impacto de la pobreza en la infancia y en las maternidades –con el fantasma omnipresente de “la mala madre” o de “la madre ausente”– (La vendedora de rosas, Las tortugas también vuelan, Techo y comida, La hija del ladrón, Cafarnaúm…), y en la burocracia, la frialdad y la rigidez del Estado ante dicha realidad (uno de los más claros exponentes de esto quizás sea Yo, Daniel Blake, de Loach). En los márgenes podría incluirse en esa lista, porque retrata a la perfección ese lugar difuso entre el precariado y los trabajadores y trabajadoras pobres cuyas lacras compartidas ya señaló hace años el propio Guy Standing: la vivienda, el empleo y la protección social. Hacer fila, esperar, rogar, desesperar, mucha humillación… y esa sublime Penélope Cruz –para mí en su mejor papel desde Volver– que encarna en su cuerpo toda esa violencia institucional que sigue disfrazando los derechos de limosna.
Luz de invierno, un barrio que puede ser tantos barrios, vecinas que son las nuestras, un balcón, un café en la barra de un bar, maletas a cuestas, la sensación de que no hay salida ni amparo y un cruce de múltiples historias –las de Azucena, Teodora, Selma, Badía, Rafa, Manuel, Germán, Raúl y Helena– que nos hacen recordar a las triadas de Iñárritu, pero sobre todo a aquel Amores perros donde lo local se convertía en un relato universal de lo invisibilizado. Ese es el marco de esta película, que como han dicho otras compañeras, está llena de verdad. Pero esa crítica al sistema económico depredador y a la falta de garantías de una vida vivible, bajo la mirada de Olga Rodríguez y Juan Diego Botto añade otros elementos para la reflexión y la acción política, también desde los feminismos.
Porque sí, el filme gira alrededor de los desahucios abordados desde la delicadeza, sin morbo alguno y sin hacer un aprovechamiento estético del dolor, pero también habla sobre el conflicto de equilibrio entre compromiso social y cuidados y el peligro de “no estar” para nadie; sobre la necesidad –y el privilegio– de unas condiciones materiales básicas para una crianza en positivo; sobre el quiebre del rol del varón proveedor y del héroe salvador dejando espacio a la fragilidad, la inseguridad, la incapacidad…; sobre la feminización de la pobreza, pero también de las luchas; sobre soledad, abandono, salud mental y malestares colectivos –como los denominan Javier Padilla y Marta Cardona en su último libro–, pero también sobre acuerpamiento y la recuperación de lo comunitario…
Son muchos los temas urgentes que En los márgenes pone sobre la mesa y es honesta a la hora de plantearlos y encararlos. No diré que echo en falta un happy end –aunque buena falta nos haga–, porque ya lo canta Rozalén en el tema central de la peli: “¿Quién nos dará las fuerzas? ¿Quién nos dará esperanza? ¿Quién todos los motivos para apretar los puños y deshacer la piedra de este muro?”. Quizás ese paso más allá sea el leitmotiv de la próxima peli de Juan Diego Botto. La espero con ansias.
Gracias por recordarme esos títulos de películas, la mayoría las ví y para mí fueron auténticas vitaminas para seguir manteniendo la esperanza. Y éso que eran tiempos mejores; pero es que desde la era de los grandes lacayos del capital Tahtcher/Reagan no hacemos más que ir para atrás.(«There is not alternative». No hay alternativa al capitalismo, al mercado, a la globalización, a la desregulación financiera, a los salarios en niveles controlados, a la deslocalización industrial, a la disminución de las protecciones sociales, etc. Esta ideología va infestar a las sociedades occidentales, provocando perjuicios a muchos así como ingresos gigantescos a unos pocos).
“¿Quién nos dará las fuerzas? ¿Quién nos dará esperanza?
Las más seguras, las que nunca te fallan son las que encuentras en tí misma.
Por el camino siempre encuentras personas auténticas que luchan, allá dónde la vida las ha colocado, y que te renuevan el ánimo y la esperanza.
Somos muchos más de los que creemos poniendo nuestro granito de arena por un mundo más justo.
AYUSO, lacaya del neoliberalismo.
Al menos 7.291 mayores perecieron en las primeras semanas de la pandemia en la residencias de la Comunidad de Madrid después de que se les negara el traslado a hospitales ni se utilizaran para impedirlo los recursos de la sanidad privada. El 2 de octubre de 2020, Alberto Reyero Zubiri (Madrid, 1962) presentaba su dimisión como consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid como protesta por la nefasta gestión de Isabel Díaz Ayuso.
Alberto Reyero: “Culpar a Pablo Iglesias de la tragedia de las residencias es una gran mentira” (El Salto)