Internacional
Prashad: “El poder de Estados Unidos se ha vuelto frágil”
El historiador y periodista Vijay Prashad acaba de publicar con Noam Chomsky 'La Retirada. Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de Estados Unidos' (Capitán Swing). En una entrevista con 'La Marea' sostiene que "Estados Unidos no quiere que Rusia y Ucrania alcancen un acuerdo de paz, pero eso es un suicidio para Europa".
El politólogo, filósofo, lingüista y activista Noam Chomsky y el historiador y periodista Vijay Prashad son amigos desde hace 30 años. Y desde hace veinte, mientras el primero reflexionaba sobre las guerras iniciadas por Estados Unidos, el segundo las cubría sobre el terreno. Fruto de sus habituales conversaciones, publican ahora un libro en el que analizan las fatídicas consecuencias de las invasiones de Afganistán, Irak y la intervención de Libia.
Conversamos por videoconferencia con Vijay Prashad, director de Tricontinental: Institute for Social Research, y corresponsal jefe de Globetrotter, sobre el papel de Estados Unidos en el contexto actual.
Ha escrito La Retirada con Noam Chomsky, uno de los intelectuales estadounidenses vivos más reconocidos a nivel internacional. En su opinión, ¿qué representa Chomsky?
Chomsky es una referencia global por su discurso construido desde la claridad, la verdad y la razón. Desde la década de los 60 ha estudiado la maquinaria de guerra estadounidense. Y no utilizo ese concepto a la ligera. Vi cómo Estados Unidos demolió Irak en unos pocos días. Lo que costó siglos levantar fue arrasado en unos días.
Chomsky es un referente porque observa detenidamente lo que piensa, dice y hace el Gobierno de Estados Unidos. Queríamos juntarnos veinte años después de que comenzara la guerra en Afganistán porque yo la cubrí, como la de Libia e Irak, mientras él las ha estado pensando. Y él estuvo en Vietnam, no es como si hubiese estado sentado en un sillón toda su vida. Además, es la persona que conozco que más documentos gubernamentales ha leído.
Tras la presidencia de Donald Trump y el asalto al Capitolio, cuando la posibilidad de una guerra civil en Estados Unidos es barajada incluso por los analistas más escépticos, ¿qué representa el discurso de Chomsky en su propio país?
Mira, hasta el momento, hemos publicado este libro en Estados Unidos, en Bélgica y en España. En los dos últimos, nos estáis entrevistando los principales medios. En cambio, en Estados Unidos solo un medio generalista se ha hecho eco, Foreign Policy. Y para decir que estamos equivocados. No habrá reseña en The New York Times, ni mención en The Washington Post ni ninguna alusión en los grandes canales de televisión. Chomsky no ha salido en la televisión, prácticamente, en los últimos 35 años.
Estados Unidos y la actitud de ‘El Padrino’
En el libro abordan “la excepcionalidad norteamericana”, un aspecto clave para entender la cultura y la política de ese país. Esa asunción con la que buena parte de los estadounidenses crecen de que su país es la vara de medir el mundo, el pueblo elegido al que todos los demás desean parecerse. ¿En qué medida sigue vigente esa concepción, tan en crisis en buena parte del planeta?
Tomemos un par de ejemplos. Trump representa, aproximadamente, al tercio de los estadounidenses que votaron por él. Su ideología es la de “Estados Unidos, primero”, “Haremos que Estados Unidos vuelva a ser grande”, “Estados Unidos tiene un destino”. La mayoría de las poblaciones del mundo no cree que sus países tengan un destino. Sería extraño. Pero la Administración Biden no ha hecho nada que desmienta esa concepción. Por ejemplo, el actual secretario de Estado de Exteriores de los Estados Unidos, Anthony Blinken, ha viajado a África a decirle a sus gobernantes que su país ha de ser su socio prioritario. Antes lo hizo el secretario de Defensa, Lloyd Austin. Y el Congreso tiene un proyecto de ley para pedirle a los países africanos que dejen de comerciar con Rusia. ¿Por qué ha de hacer eso Estados Unidos?
En junio, Biden acogió en Los Ángeles una cumbre de las democracias de las Américas a la que no invitó a Cuba, Nicaragua ni a Venezuela. Así es como Estados Unidos define qué es una democracia y qué no. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el de Honduras, Zamora Castro, dijeron que no acudirían por estas exclusiones. Y fue una sorpresa para el Gobierno de Estados Unidos porque tiene asumido que todo el mundo sigue sus órdenes. Usted habla de excepcionalismo estadounidense. Noam y yo hablamos de “actitud de El Padrino”. No solo por esta creencia en un destino nacional, sino porque considera que todo lo que dice ha de hacerse. El Padrino dice: “No negociéis con Rusia” y nadie debería hacerlo. El Padrino dice a Europa “no compres Huawei”, ya sabes, tecnología 5G, y da por sentado que los europeos deberían decir “Está bien, lo que El Padrino diga”.
Y déjame decirte que Europa no es un conjunto de países independientes porque, en muchos temas, sencillamente hace lo que le dice Estados Unidos. Europa debería estar luchando por alcanzar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania. De lo contrario, no tendrá energía este invierno y se enfrentará a una inflación catastrófica por el combustible. En abril hubo un principio de acuerdo entre Rusia y Ucrania. Lo sabemos porque Foreign Policy publicó en julio un artículo en el que Fiona Hill, una alta funcionaria que ha trabajado en las Administraciones de Bush, Obama y Trump, sostenía que en abril se gestó un acuerdo de paz. Pero Boris Johnson fue a Kiev y le dijo al presidente Zelensky que no llegara a ningún trato con los rusos. Estados Unidos no quiere que Rusia y Ucrania alcancen un acuerdo de paz, pero eso es un suicidio para Europa. Eso es lo que llamamos actitud de El Padrino.
«Mucha gente en el Tercer Mundo no empatiza con la situación en Ucrania porque sienten que a los europeos no les importó la destrucción de Irak, de Yemen, de Libia…»
En el libro, Chomsky y usted sostienen que parte de esa obediencia europea tiene que ver, entre otras razones, con el miedo de sus gobernantes a la expulsión de los organismos financieros internacionales. En el caso de las invasiones de Irak, de Afganistán o de la intervención en Libia, ¿interpretan que era solo eso o los países europeos seguían intereses propios?
El mejor caso para ver esta relación es Libia, que proveía energía a Europa. ¿Para qué querrías participar en la destrucción del Estado libio? Cualquier persona racional podía prever que ese nivel de bombardeos iba a dejar el país en el caos. Lo vi y lo conté durante la guerra. Ya antes de la guerra participé en un debate televisivo en Estados Unidos en el que advertí de que esa intervención dejaría un país destruido durante dos décadas. Quien me rebatía decía: “Estás loco, no entiendes las vulneraciones de derechos humanos que están teniendo lugar allí”.
Hoy, no solo sigue habiendo violaciones de derechos humanos sino que hay muchas más. Pero, ¿por qué entró Europa en esa guerra? No lo sé, pero sí sé la razón por la que entró Francia. Nicolas Sarkozy, su primer ministro entonces, tenía dos problemas en ese momento. Gadafi estaba impulsando una agenda en África para sustituir el uso de las cefas, la moneda de cambio francés, e implantar una que libia estaba desarrollando con su superávit procedente del petróleo. Muchos en Europa no saben que Francia usa el euro, pero que en muchos países francófonos de África siguen usando el franco francés, que está controlado por el Banco Central de Francia. Si el proyecto de Gadafi hubiera tenido éxito, habría perjudicado mucho al Tesoro francés.
En segundo lugar, Gadafi financió personalmente la campaña electoral de Sarkozy, como ha quedado demostrado. Y en 2011 Gadafi comenzó a decir que iba a revelar algo sobre las elecciones francesas. Francia ya estaba avergonzada por respaldar al gobierno de Ben Ali en Túnez. De hecho, tuvo que dar marcha atrás y reinventarse como la gran libertadora del norte de África.
A su vez, Estados Unidos quería deshacerse de Gadafi porque le estaban presionando los saudíes y los qataríes. Ahora, ¿por qué el resto de Europa estuvo de acuerdo? ¿Por qué la OTAN estuvo de acuerdo? Son preguntas por responder. Fue una operación fuera de su área. Libia no es parte de Europa ni había amenazado a un solo país europeo. La Unión Africana estaba preparada para mediar a través de Jacob Zuma, político de Sudáfrica. Italia dependía del petróleo libio. Alemania se beneficiaba del petróleo libio. ¿Por qué se implicaron? ¿No sabían que la destrucción de Libia les iba a perjudicar económicamente?
Tras el fracaso de la guerra de Estados Unidos en Irak con el supuesto objetivo de estabilizarlo, ¿de verdad fantaseaban con que Estados Unidos acabase con Gadafi y llevase al poder a Mohammed Mahmoud Jibril? Tendrían que estar locos para creer que Estados Unidos iba a tener éxito en esa ocasión.
No tengo una respuesta, pero me gustaría plantear esta pregunta a la gente de Europa: ¿Por qué España, Italia o Alemania estuvieron de acuerdo con la destrucción de Libia? Mucha gente en el Tercer Mundo no empatiza con la situación en Ucrania porque sienten que a los europeos no les importó la destrucción de Irak, de Yemen, de Libia, etcétera. Lo han dicho tal cual el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, o el primer ministro indio, Narendra Modi.
En Mali está creciendo mucho el apoyo a una intervención rusa con la esperanza de que sus tropas consigan acabar con su guerra. Un conflicto cuyo origen está en la guerra de Libia y son muchos los malienses los que recuerdan con nostalgia el proyecto de Unión Africana que lideró Gadafi. En los últimos meses, están conociéndose nuevas informaciones que apuntan a que parte del interés estadounidense por una intervención internacional en Libia era frenar la consolidación de la Unión Africana.
La Unión Africana es un proyecto interesante porque solo el 40% de los países de ese continente pagan sus cuotas. Así que depende de la financiación externa, lo que es bastante triste. En 2016, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana aprobó una resolución contra las bases militares extranjeras en su continente. Hay 30 bases militares estadounidenses en África. También hay francesas, aunque en menor medida. La Unión Africana ha intentado defender la soberanía de sus países porque ¿qué derecho tienen Estados Unidos o Francia a tener bases en su territorio? China tiene una en Yibuti dedicada a ayudar a la misión de la ONU contra la piratería. Estoy en contra de todas, así que incluso esa debería desaparecer. Esa misión de la ONU no aborda las raíces de la crisis en Somalia, que es la sobrepesca internacional. Ya sabes, los pescadores locales se vuelven piratas porque no pueden pescar.
Como cuando Francia intervino en Mali en 2013. La versión oficial fue que su objetivo era deshacerse de los yihadistas. Pero en estos años ha quedado claro que Francia ha jugado y hecho tratos con los grupos tuaregs y con los yihadistas del norte del país. Incluso hay grupos de contrabandistas que utilizan la marca de Al Qaeda como forma de intimidación. Se dedican al contrabando de cocaína, de armas, de personas…
Francia ha utilizado su intervención y la alianza del G5 Sahel para mover la frontera del mar Mediterráneo al sur del Sáhara. Ha creado una nueva frontera para frenar la inmigración que trataba de llegar por Agadez a Libia para cruzar a Europa. Los militares franceses, en colaboración con otros de los países de la región, están bloqueando a los inmigrantes en la frontera de Níger. Mali ha colaborado todo este tiempo. Pero ha habido dos golpes de Estado, y el segundo gobierno militar maliense ha echado a Francia porque estaba bajo muya presión pública. Macron ha visitado Argelia y le han abucheado gritando “Francia, fuera”. Esta es la reacción que está creciendo en el continente africano. En Burkina Faso está el movimiento juvenil Sankara, que está muy en contra de la intervención militar extranjera, del FMI…
Independientemente de lo que piense cada uno sobre Gadafi, estaba proporcionando una agenda para muchos gobiernos, también con dinero, para que desarrollaran su soberanía. Y eso no se podía permitir. África es el segundo continente más grande del planeta y no puede ser soberano en pleno 2022.
Eurasia y la guerra de Ucrania
En el libro, Chomsky y usted hablan de cómo tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos diseñó cómo iba a controlar las distintas regiones del mundo y, especialmente, el petróleo de Oriente Medio. La premisa era que si lo controlaban dominarían el mundo. ¿Sigue siendo hoy tan importante el petróleo de Oriente Próximo para Estados Unidos?
La tecnología ha cambiado muchas cosas. Ya no necesitas enviar ejércitos para conquistar territorios y controlarlos. Es lo que Kwame Nkruma llamó neocolonialismo. Controla la economía mediante el dólar, incluido los fondos para el desarrollo del FMI. Y si un gobierno se porta mal lo puedes bombardear desde el aire, derrocarlo mediante un golpe de Estado o sancionarlo. Hay 35 países que sufren sanciones unilaterales de Estados Unidos. Así le haces tan difícil la vida a sus habitantes que capitulan. Por cierto, la mayoría de las sanciones violan la Convención de Ginebra, que prohíbe específicamente que el castigo sea colectivo.
Y ahora escuchamos voces europeas que piden que se endurezcan las sanciones contra el pueblo ruso para que sufra más. De hecho, se puede argumentar que el corte de suministro de gas por parte de Rusia es un castigo colectivo a Europa y también es una violación de los Convenios de Ginebra. Así que creo que estos países deben llegar a un acuerdo de paz y que estas sanciones no creen un nuevo telón de acero entre Europa y Rusia.
Es decir, Estados Unidos ya puede determinar los precios de la energía controlando dos o tres de los países productores de petróleo más grandes del mundo. De hecho, ya domina de alguna manera Arabia Saudi al definir la cantidad de petróleo que debe extraer y no hay que olvidar que el propio Estados Unidos es uno de los grandes productores.
Pero también hemos visto la fragilidad de Estados Unidos una vez que Rusia e Irán han desviado sus recursos energéticos hacia China, hacia India y podrían llegar a Indonesia… Se está creando un bloque euroasiático. Hay que recordar que existe un importante bloque comercial llamado RCEP, el más grande del mundo. India es ahora la presidenta de la Organización de Cooperación de Shanghai, que incluye a Irán, Rusia, China, India, Pakistán… Todo esto demuestra que Estados Unidos no tiene ya el control total del suministro de energía y es por lo que en el libro Chomsky y yo hablamos de que el poder estadounidense se ha vuelto frágil.
En ese sentido hablan de ese discurso que ha creado Estados Unidos en torno a “la amenaza china”, que en la última cumbre de la OTAN celebrada en Madrid fue incorporado a su programa y, por tanto, legitimada por todos sus miembros. En su opinión, no existe tal amenaza sino que China es un país que ya no puede ser controlado por Estados Unidos. ¿Cómo valora las declaraciones de Joe Biden de que si China ocupa Taiwán no dudaría en ordenar la intervención del Ejército estadounidense?
Es interesante. En 1978, la mayoría de los países del mundo decidieron reconocer a la República Popular de China y concederle un sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos también reconoció que Beijing y Taiwán eran parte de China. Pero en 1979 aprobó una ley para seguir negociando con el gobierno de Taiwán. Estados Unidos juega con esta ambigüedad de manera deliberada. Desde entonces, los funcionarios estadounidenses han tratado a Taiwán como si fuera un país independiente y le vende armas.
En los últimos 15 años, a medida que la economía china crecía, Taiwán se volvía completamente dependiente del resto de China continental porque es uno de los mayores fabricantes de productos electrónicos. Foxconn es una empresa taiwanesa, pero tiene su sede en Shenzhen, en China. Así que gran parte de la producción de semiconductores en Taiwán es básicamente para el mercado chino. Solo que mantienen una disputa política. Pero el Gobierno chino de Pekín ha dejado muy claro que no va a enviar buques de guerra ni aviones para apoderarse de Taiwán.
En cambio, Estados Unidos ha hecho dos cosas extraordinariamente peligrosas. Primero, no había ninguna razón para que dos grupos de congresistas estadounidenses fueran a Taipei e hicieran declaraciones innecesariamente provocativas. Y ahora, el presidente Biden diciendo esto cuando los chinos no planean ir a Taiwán.
Por cierto, una de las razones por las que Taiwán y Ucrania se convirtieron en puntos de interés es porque en 2019 Estados Unidos se retiró unilateralmente del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio. Lo dejó diciendo que Rusia no lo estaba cumpliendo y que China no lo ha firmado. Lo que Putin dejó muy claro en 2019 no es que temiese que Ucrania se uniera a la OTAN, sino que Estados Unidos colocara misiles nucleares intermedios en Ucrania. Los chinos están preocupados por si EEUU hiciera lo mismo en Taiwán.
Ya tuvimos esa experiencia en 1961. Los soviéticos estaban llevando misiles a Cuba y Estados Unidos casi tuvo un enfrentamiento militar con la URSS. Cuba les había dado la bienvenida porque los veía como una forma de protegerse de una posible invasión después del intento que había sufrido un año atrás en Bahía de Cochinos. Así que ya hemos tenido un ejemplo de una potencia ordenando que no se instalen misiles cerca de ella. Lo mismo que pedían los rusos y que piden los chinos que no se haga y que Estados Unidos quiere hacer. Sería bueno que Biden leyera un libro sobre la crisis de los misiles en Cuba. Quizás lo haya olvidado, aunque ya vivía entonces.
En el libro aborda el papel de los medios de comunicación a través de un ejemplo que pone Chomsky. Se trata de un artículo publicado en 2019 en The New York Times en el que dos analistas sostenían que Estados Unidos no practica sanciones contra Cuba y que, de hecho, lo que hace es enviar ayuda humanitaria. Chomsky explica que había un enlace en el que pinchó y que dirigía a un documento del Gobierno de los Estados Unidos en el que se decía exactamente lo contrario: que está totalmente prohibido enviar cualquier tipo de ayuda.
Siguiendo con el tema de los medios, ¿cree que hoy podría repetirse una complicidad de los grandes medios con una invasión ilegal como la de 2003 en la que no se cuestionó la coartada de la supuesta existencia de armas de destrucción masiva para lanzar una guerra?
Ni The New York Times ni The Washington Post se disculparon nunca por su papel en la guerra de Irak. El Times despidió a una de sus reporteras, Judy Miller, y no es justo porque la acompañó todo el aparato. Aparentemente tienen un gran departamento de verificación de datos pero acabas de mencionar un artículo de 2019 totalmente falso.
En los últimos años, The New York Times y los principales medios de comunicación de EEUU han publicado historias sobre personas que, según dicen, están pagados por China. En una me mencionaron y sacaron mi fotografía. ¿Por qué? Porque había estado en un programa de televisión hablando sobre la Guerra Fría con Jingjing Li, una de los presentadoras más populares de la televisión china. Su hipótesis es que todos los jóvenes youtubers, algunos de ellos estadounidenses, que viven en China y que hablan positivamente de este país son agentes del Gobierno chino.
Si yo digo, por ejemplo, que me tomo tan en serio las declaraciones de los altos funcionarios chinos como de los estadounidenses, entonces es que China debe pagarme. Se entiende que si se disiente de las opiniones de los Estados Unidos se está produciendo desinformación. Esta es una forma muy inteligente de imposibilitar la disidencia. Putin no me paga. Xi Jinping no me paga.
Resulta que soy un periodista pagado por un medio de comunicación sindical llamado Globetrotter. Me envían por todo el mundo a reportear historias. Hago todo lo posible para ser lo más honesto posible. Obviamente, ninguno de nosotros es perfectamente honesto. Entrevistamos a unas personas, tenemos nuestras propias creencias. Pero hacemos todo lo posible por contar lo mejor posible una historia. Pero ellos dicen que no. Que si usted dice, por ejemplo, que China tiene intenciones respetables en África, entonces los chinos deben pagarle para que diga eso. Me parece muy perturbador. Es una forma nueva y muy inquietante de impedir que podamos tener conversaciones civilizadas sobre cuestiones muy importantes y significativas que suceden en el mundo de hoy.
En el libro explican cómo en las tres guerras que abordan, las de Afganistán, Irak y Libia, sus gobernantes estuvieron dispuestos a negociar para evitar las invasiones o para frenarlas. Y que en ninguno de los casos, Estados Unidos estuvo interesado en ello. El caso más llamativo es el de Afganistán, puesto que se lanzó la ofensiva antes de confirmar si había sido Al Qaeda la responsable de los atentados del 11-S. Chomsky sostiene que prevaleció la actitud del cowboy, mostrar al mundo de lo que es capaz un Estados Unidos furioso. ¿Cuál es su análisis?
La Administración Bush no quería atacar Afganistán, quería ir directamente a Irak. Pero Bush se sintió obligado a mostrar esa actitud de El Padrino vaquero, del estás con nosotros o contra mí. Pero no creo que fuese una ocupación sin ningún objetivo, en eso difiero de Chomsky. El Imperio zarista y el británico intentaron tomar Afganistán, un lugar clave para la comunicación de Eurasia. Además, está lleno de metales y minerales preciosos.
¿Qué papel cree que ha jugado la Unión Europea a la hora de intentar evitar la guerra de Rusia contra Ucrania?
La crisis financiera de 2007 dañó mucho la economía y el lugar en el mundo de la Unión Europea. Desde entonces, depende mucho de la Reserva Federal de Estados Unidos. En segundo lugar, casi al mismo tiempo que comenzó la crisis financiera, Estados Unidos inició las sanciones contra Irán. Entre 2006 y 2011, las principales fuentes de energía de Europa fueron destruidas: Irán, Irak, Libia. Fue entonces cuando Europa comenzó a depender más de Rusia por la capitulación europea ante los mercados de capitales estadounidenses.
Y, de repente, aparecen los chinos con la iniciativa de La Franja y la Ruta y muchos países europeos se unen. Es así como se fortalece Eurasia. Y entonces va Putin a la Conferencia de Seguridad de Múnich y dice que el mundo ya no puede tener un solo amo. Por cierto, es la primera vez que Putin critica a Estados Unidos. Putin, que había sido un instrumento de los Estados Unidos, que llegó como el heredero de Yeltsin…
Este cambio de escenario y de discurso es una gran amenaza para los Estados Unidos porque aleja Europa de la Alianza Atlántica para acercarla a este nuevo desarrollo euroasiático. Y EEUU tiene claro que tiene que ralentizar esta integración. Es cuando Barack Obama dice que hay que girar hacia Asia, cuando Hillary Clinton habla sobre la creación de una nueva Ruta de la Seda, que iría desde el norte de la India hasta Rusia para tratar de evitar la entrada de China en Europa, y así sucesivamente.
Después fue Trump a Alemania y le dijo a Jens Stoltenberg que por qué Estados Unidos debía gastar tanto dinero en la OTAN para proteger a Europa si esta pagaba miles de millones de dólares a Rusia por su energía. Incluso Trump, el llamado títere de Putin, estaba ansioso por romper los lazos de Europa con la energía rusa para que Estados Unidos pudiera comenzar a suministrar energía a Europa, exactamente lo que prometió Biden durante la guerra.
Esta guerra ha de acabar y acabará. Pero, ¿qué va a hacer entonces Europa? ¿Se va a integrar con Eurasia, que es el proceso histórico y más lógico? Las Américas deberían integrarse de una manera equitativa. Eurasia necesita integrarse. África necesita más integración. Hay que reducir la huella de carbono. Y para eso, el uso de gasoductos es mucho más eficiente para el planeta que andar licuando y exportando gas a través del Atlántico. En el contexto de crisis climática, necesitamos desarrollar economías regionales en lugar de estas dinámicas globales en las que gastamos una enorme cantidad de dinero y energía moviendo bienes aquí y allá.