Opinión

El poder económico celebra el fascismo

"El conchabeo entre la extrema derecha autoritaria y el gran capital es una realidad histórica bien documentada", escribe Dani Domínguez

Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni. REUTERS/Yara Nardi

El 12 de noviembre de 2019, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias comparecían ante los medios de comunicación para anunciar un pacto de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos tras la repetición electoral, apenas una semana antes. Ese día, la bolsa española cerraba la sesión con una caída del 0,87%, algo que determinados diarios ultraliberales atribuyeron a los programas electorales de ambos partidos, en los que se prometían subidas de impuestos a grandes empresas como la banca.

«12.200 millones perdidos en bolsa desde el pacto PSOE-Podemos«, se podía leer en La Razón al día siguiente. «La Bolsa amplía sus pérdidas un día después del acuerdo de PSOE y Podemos», publicaba 20Minutos. Titulares de este tenor se repetían en numerosos medios de comunicación ante el primer gobierno de coalición en España después de la dictadura.

En Italia, las elecciones celebradas el pasado domingo permitirán al neofascismo volver a hacerse con el control del país cien años después de la marcha sobre Roma tras la que Benito Mussolini instauró una dictadura fascista. Ante la victoria de Giorgia Meloni y el partido ultraderechista Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), la reacción del principal indicador de la Bolsa italiana, sin embargo, ha sido una subida del 0,7%.

El dato puede interpretarse de una manera clara: al poder económico no solo no le preocupa el ascenso de la extrema derecha, sino que lo recibe como una buena noticia. A pesar de que los partidos posfascistas o neofascistas se presentan como formaciones antiestablishment, la realidad demuestra todo lo contrario. Véase el caso estadounidense, con el multimillonario Donald Trump, o el italiano, en el que Meloni se ha presentado a estos comicios de la mano del magnate de los medios de comunicación, Silvio Berlusconi. En ambos casos, una apariencia outsider que es solo eso: un disfraz. 

El capital no le teme al neofascismo, más bien lo contrario, abraza sus victorias, consciente de que no solo no va a perder un ápice del poder que ostenta, sino que se va a ver beneficiado por sus políticas ultraliberales. Hace apenas dos semanas, Vox votó en contra de los nuevos impuestos para eléctricas y bancos. También lo hizo el Partido Popular. Ambas formaciones ya intentaron tumbar hace un año el recorte de beneficios a las energéticas a la vez que votaban en contra de la subida del salario mínimo interprofesional siguiendo la estela marcada por la patronal CEOE.

El guion se repite cien años después en Italia, aunque en contextos diferentes. En 1922, el filósofo y político marxista Antonio Gramsci avisó de que los fascistas italianos ya “habían tenido en sus manos todos los pilares del Estado” antes de instaurar la dictadura. En la actualidad, se podría decir que sucede algo similar, ya que no es la primera vez que la extrema derecha alcanza el poder en Italia, y tanto Meloni como Matteo Salvini, líder de la Lega, han sido ministros en gobiernos anteriores.

La teoría del agente ha sido uno de los primeros postulados marxistas sobre el fascismo, al que se le consideró “el instrumento de la gran burguesía para luchar contra el proletariado, cuando los medios legales de que dispone el Estado no son suficientes para someterlos”. Así lo estableció el quinto Congreso de la Internacional Comunista en julio de 1924. Agente del poder económico o no, el conchabeo entre la extrema derecha autoritaria y el gran capital es una realidad histórica documentada en trabajos como Franquismo S.A., de Antonio Maestre, o Los ricos de Franco, de Mariano Sánchez Soler, en el caso español , o en Dinero y poder en el Tercer Reich, de David de Jong, respecto al nazismo alemán.

En este último, editado hace apenas unas semanas en castellano por la editorial Principal Historia, el periodista de Bloomberg investiga el pasado más desconocido de “las dinastías más ricas de Alemania”. Su historia arranca el lunes 20 de febrero de 1933, sobre las seis de la tarde. Ese día, más de una veintena de grandes empresarios acudieron a la residencia oficial del presidente del Reichstag, Hermann Göring, después de que Adolf Hitler les citara en el lugar. De allí, el recién elegido canciller salió con tres millones de Reichsmark, unos 18 millones de euros al cambio actual, para las arcas del Partido Nazi.

Meloni y los empresarios

“Esta nación debe poner a la gente que quiere trabajar en condiciones de hacerlo. No debe poner trabas a las empresas, a los profesionales, a quien quiere contratar y producir riqueza. Este es el gran reto en Italia”, aseguró Giorgia Meloni en el inicio de su campaña electoral en Ancona, en el centro del país. Un guiño tranquilizador al poder económico que ha celebrado su victoria un mes después en la Bolsa de Milán. 

“En el proyecto fascista se combina la ansiedad que provoca la pérdida del estatus de los miembros de la verdadera “nación” con el miedo que despierta que se reconozca la igualdad de las minorías odiadas”, explica el filósofo y profesor de la Universidad de Yale Jason Stanley en su libro Facha. Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida. El enemigo del pueblo, según los populismos de extrema derecha, son “los lobbies LGTBI”, en palabras de la propia Meloni, el feminismo o los migrantes. Ellos y ellas son quienes padecen las políticas de estos partidos cuando alcanzan el poder. 

El capital, por el contrario, respira aliviado.

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Comentarios
  1. Apoyos sociales e institucionales del franquismo, Eduardo Montagut.
    Ninguna dictadura pervive solamente con el recurso permanente de la represión y el temor. Las dictaduras siempre tienen apoyos sociales, de instituciones y organizaciones. En este brevísimo trabajo desbrozamos esta cuestión para el caso del franquismo. El estudio de los sectores sociales nos puede ayudar a entender, además, las pervivencias franquistas tantos años después de desaparecido el dictador.
    El franquismo gozó desde sus inicios del apoyo de determinados sectores sociales, ya fuera por su identificación con la defensa de los valores tradicionales de la sociedad, ya por la autoridad desplegada ya por su obsesión por el orden público. Entre ellos, destacarían los pequeños y medianos propietarios rurales, las clases medias urbanas, la oligarquía capitalista y empresarial, el Ejército y la Iglesia.
    La mentalidad tradicional, defensora de la familia según lo establecido por la Iglesia, la propiedad privada y la religión, se concentraba en el medio rural, y más propiamente en la España rural situada al norte del Tajo donde predominaba el pequeño y medio propietario, y donde triunfó con facilidad la sublevación. Las clases medias de las pequeñas y medianas ciudades españolas participaban, en gran medida, de esta mentalidad, además de incidir más en las cuestiones de orden público.
    La oligarquía económica tuvo siempre muy claro dónde estaban sus simpatías ideológicas. Sus miembros necesitaban un poder fuerte con sus mecanismos de control social para eliminar cualquier tipo de conflictividad laboral, y que no emprendiera reformas económicas y sociales que tocasen beneficios y privilegios seculares.
    El Ejército y la Iglesia constituyeron dos instituciones básicas del nuevo régimen. Su poder e influencia impregnaron todos los aspectos de la vida política, social y cultural de España. Los militares, además, ocuparon siempre cargos importantes, incluidos ministerios en los gobiernos. El clero vio en el franquismo la protección frente al anticlericalismo. La Iglesia recibió todo tipo de apoyos, ayudas, prebendas y el control de la enseñanza. El Estado fue declarado oficialmente católico. El régimen asumió la defensa de la religión en su faceta integrista y el mantenimiento de la Iglesia como asunto prioritario.
    El clero agradeció estos privilegios con una permanente propaganda a favor del régimen, que puede ser definido como nacionalcatólico. En todo caso, la evolución de la Iglesia desde el Vaticano resquebrajaría (no demasiado) un “matrimonio” que había funcionado desde el inicio de la Guerra Civil, considerada como Cruzada.

  2. En 2021, en pleno auge de la pandemia, la fortuna de las 500 personas más ricas del mundo creció en más de un billón de dólares.
    De los 500, diez son casi 4,520,145 millones de dólares más ricos.
    La mayoría de los supermillonarios controla los medios de comunicación, en especial los electrónicos. O sea, fabrican las ideas que pueblan las mentes de mucha gente. Esos diez hombres tienen también poder para detectar cada uno de nuestros pasos y registrar nuestras preferencias. Poseen más poder que casi todos los jefes de Estado.
    Nuestra era puede definirse como el capitaloceno. Hoy día, el poder del capital habla más alto que el derecho a la vida de los seres humanos y la naturaleza. La apropiación privada de la riqueza se considera un mérito y un derecho, protegidos por las leyes y la policía.
    Los más ricos son envidiados, cortejados, adulados y admirados, mientras que los más pobres son menospreciados, rechazados y excluidos.
    Vivimos en el sistema capitalista, que instauró la naturalización de la desigualdad social, la convicción de que la naturaleza existe para ser explotada, la creencia en que todos son libres para ascender de la pobreza a la riqueza (la meritocracia), el poder de dictar leyes y monitorear gobernantes y, como explica Max Weber, el precepto de que poseer una fortuna es señal de la bendición de Dios…
    De los 7,9 mil millones de personas que habitan este planeta devastado por el capital, 857 millones padecen hambre (de la cual 24,000 mueren cada día); 780 millones sobreviven en la miseria; 785 millones no tienen acceso a agua potable; y más de 3,000 millones viven en la pobreza…
    https://insurgente.org/frei-betto-salvara-el-capitalismo-a-la-humanidad/

  3. Le iría bien leer los escritos de Trotsky sobre el fascismo. Aunque no sigan la corriente principal del marxismo (más bien estalinismo) son más clarificadores que el manido «último recurso de la burguesía». En cuanto a gramsci, su idea del fascismo como resultado de un empate entre la fuerza del proletariado y de la burguesía no va a ninguna parte.

  4. #Durruti:
    «Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para defender sus privilegios.»

  5. El autor identifica fascismo con neoliberalismo.
    La experiencia nos muestra sin embargo que el fascismo es furiosamente antiliberal, tanto en lo social como en lo económico.
    Algo no funciona en este artículo…

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