Sociedad
¿Por qué fascinan las monarquías?
Ahora es la muerte de Isabel II o los 50 años de la reina Letizia. Pero el bombardeo de noticias sobre las monarquías es una constante.
Horas y horas en la televisión. Páginas y páginas de periódicos. Radio. Redes sociales… La muerte de Isabel II ha inundando los canales de comunicación en la última semana. No todos los días se muere un rey, una reina. Eso es cierto. No hay muchos. Pero el bombardeo de noticias sobre las monarquías no dura una semana, ni dos, ni tres. Es una constante en los medios alimentada por el círculo de lo que se lee, avivado por la dictadura del click.
¿Quién no ha pinchado –o al menos ha pensado en hacerlo– en los artículos sobre reinas y príncipes que acompañan, al final, a las informaciones serias? ¿Quién no ha querido saber, por ejemplo, detalles de la vida del rey Felipe o de la reina Letizia? ¿Por qué fascinan las monarquías, las escasas monarquías que siguen existiendo, una institución hereditaria, arcaica y contraria a los valores democráticos en la sociedad actual?
Quizá en la definición que incluye la pregunta esté la explicación. Porque quienes pertenecen a ella suelen ser vistos desde el pueblo como algo exótico, distinto, como si no fueran humanos, como personajes de película que vienen a entretenernos. “El rey es humano”, dice el exministro de Defensa José Bono, como si fuera necesario recordarlo, en el documental que acaba de estrenar HBO: Salvar al rey. Quien no conozca la historia de España –y aun conociéndola– puede llegar a esta conclusión después de verlo: hizo lo que hizo no porque era igual que todos los españoles, como dice la Constitución. Hizo lo que hizo porque, como recoge también la Constitución, era inviolable. Sí, es humano. Pero no era uno más, era el rey.
“Las monarquías, las familias reales, y no solo ellas, sino las familias de la nobleza, que son estirpes o sagas, interesan crecientemente por el mayor peso de la publicidad y de la comunicación íntimamente asociada a la publicidad. Son focos de atracción, y los medios saben que las noticias relacionadas con estas sagas son muy leídas y eso da lectores y, por tanto, posibilidad de negociar al alza los contratos publicitarios”, sostiene el profesor de Antropología Social Félix Talego.
Según explica, hay una cultura de la emulación profundamente burguesa que entiende la distinción, antes reservada a los estamentos nobles, potencialmente accesible a todos (popularizada) pero que debe ser lograda (self made man) y, sobre todo, reflejarse en ostentación y pompa, según un modelo representado por las estirpes nobles que han sobrevivido del antiguo régimen: “Porque estas estirpes, hace tiempo, con la revolución francesa y el devenir del siglo XIX, perdieron la función que les fue característica en el antiguo régimen, donde los derechos de gobierno estaban apropiados determinados linajes. Eso desapareció y, de ello, en la mayor parte de los casos, lo que se conserva es el título nobiliario, e incluso en la práctica fue desapareciendo la institución”. Sin embargo, añade el profesor, cuando hubiera sido esperable su desaparición con esa pérdida de poder efectivo, a lo largo del siglo XX empieza a surgir otra dimensión: “La de familias como ejemplo de vida dispendiosa, de lujo, de ostentación, de prestigio…”.
Coincide en el análisis el profesor de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo, quien explica que su legitimidad de origen ya no es suficiente para justificar su existencia y, por ello, se ha convertido en una institución dependiente de la opinión pública. “Las monarquías que supieron adaptarse institucionalmente al Estado Constitucional a lo largo del siglo XIX y consiguieron de esta manera sobrevivir a la marea democrática posterior a la Primera Guerra Mundial, han experimentado un proceso de democratización sui generis que las hace depender para su supervivencia cada vez menos de su carácter hereditario y, por tanto, de su legitimidad histórica, y más de su aceptación por la opinión pública”, escribe en eldiario.es.
En Salvar al rey lo dice literalmente Manuel Soriano, el biógrafo del que fuera jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernandez Campo: “Tenía el convencimiento de que el poder de la monarquía descansaba fundamentalmente en tener buena opinión pública”.
Según Talego, ha habido como una especie de transacción entre esas familias y la prensa amarilla o rosa: “Ellos han consentido hacer de figurantes para ese tipo de vida de lujo, de ostentación, de elegancia y, como contrapartida, las nuevas oligarquías del poder, entre las que están los grupos mediáticos, les han dado su sitio”. En resumen, sostiene el profesor: la nobleza se ha reconvertido en una oligarquía financiera y clientelar –véase el ejemplo de Juan Carlos I–. “Ello también le reporta unos ingresos. Y hay un pacto con ese tipo de prensa: ellos posan a condición de que esté convenido”, prosigue Talego.
Los gestos virales del nuevo rey de Inglaterra con las plumas estilográficas o el día de descanso que ha decidido tomarse logran, sin embargo, el efecto contrario de lo que, como considera la investigadora y vicepresidenta del Ateneo Republicano de Andalucía, Pura Sánchez, la monarquía sigue como estrategia para seguir sintiéndose como institución legítima: pasar desapercibidos, no generar escándalos, comenzar a adoptar medidas que afectan al resto de los mortales, como la tan valorada transparencia, empatizar de alguna manera con el pueblo. “Se han mimetizado en un estilo que es no molestar, ser discretos, que no se note que están ahí, hacer olvidar a la ciudadanía que tienen privilegios y que los van a seguir utilizando”, argumenta Sánchez.
“El rey no es divino, es humano”, insiste Bono para intentar hacer entender que también comete errores. Pero es que los “errores” que comete proceden a su vez de esa idea de divinidad. En una entrevista recogida en la cinta, cuando era joven, él mismo dice: “Nací príncipe”.
¿Cómo, si no, hubiera podido hacer lo que hizo? El juez que instruyó la causa Noos, José Castro, es rotundo cuando habla del caso que llevó a la cárcel al entonces yerno del rey, Iñaki Urdangarín, pero no a su hija, la infanta Cristina: “Se hacen cosas que yo en 46 años de carrera no había visto antes». El documental pone de manifiesto, por ejemplo, cómo se usaron los recursos del Estado para sus asuntos privados. “Un fiscal no puede convertirse en abogado defensor, porque el daño a la institución podría ser irreversible”, dice Castro en la cinta sobre las supuestas presiones para que la infanta quedara libre de toda sospecha.
“Se reunieron en la Zarzuela el rey Juan Carlos y el entonces ministro de Justicia para abordar qué podían hacer con el caso Noos y cómo podían minimizar los daños a la institución. Se acuerda hacer todo lo posible para dejar a la infanta fuera del escándalo. Y, oh, casualidad, a raíz de aquella cita, la agencia tributaria varía su interpretación hasta el punto que planteó considerar deducibles facturas falsas”, explica el periodista Esteban Urreiztieta en la serie.
El documental, que picotea en muchos asuntos sin profundizar en ellos, incide en cómo el Estado, los servicios secretos, han trabajado para el rey, no para el Estado; en cómo se gastaba dinero público para tapar las vergüenzas del monarca, los supuestos chantajes: pagos millonarios a Bárbara Rey, los programas que supuestamente se le daban en la televisión para callarla… O el detalle histriónico de que, como cuenta la periodista Ana Pardo de Vera, el rey tuviera una máquina de contar dinero.
De las “estrecheces” que vivió cuando era niño –explica el periodista José García Abad– viene probablemente ese afán de Juan Carlos I por la acumulación: “Nunca más voy a ser pobre”. Que es algo parecido a decir: nunca más voy a ser pueblo. Nunca más voy a ser “humano”. Aunque lo es, como recuerda Corinna Larsen cuando lo operaron de un nódulo en el pulmón: tenía miedo porque pensaba que era un cáncer.
La idea del dinero, añade Corinna Larsen, se ve reflejada claramente en Urdangarín, que venía de abajo: “Tenía muchísima presión para mantener a su mujer en las mismas condiciones de confort y comodidades en las que vivían sus padres”. Una infanta debe vivir en un palacio. “Había que tener dinero para comprarse una casa como la que se compraron en Pedralbes”, afirma la periodista Rosa Villacastín. Había que ser “divino”. De la reina Letizia, que también venía del pueblo y que ocupa portadas y portadas por su 50 cumpleaños, no se habla en la serie.
En esa función camaleónica de la monarquía, dice Pura Sánchez, se juega con las mujeres: “La monarquía se está reformando porque las mujeres también pueden heredar, se puede pensar. Se usa la figura de las mujeres para elaborar un mensaje que insiste en esa idea de cambio de imagen y Letizia se ha asimilado camaleónicamente a esa situación. Ya no puede hablar libremente, pero es que, oye, ahora es reina, qué más quiere”,.
Esa fascinación por todo lo que rodea a estas familias, indica el profesor Talego –amplificada por el pacto de silencio que hubo en la prensa durante años–, revela también los niveles bajísimos de la ciudadanía, por no decir nulos, en el conocimiento de los valores democráticos, cívicos: “No republicanos, sino republicanistas. Hay un desconocimiento del valor de la libertad y de la autonomía. Porque en esos valores está el no ser seducido, sino en mirar con distancia esa opulencia”, destaca el profesor.
En su análisis parafrasea una idea de Hannah Arendt: “La abundancia es el ideal de los pobres”. “No hay que depender de otros, no hay que ser siervo, sino apreciar una libertad interdependiente con los otros, que es la que defiende el republicanismo. Si busco la interdependencia con otros no puedo elogiar ni sentirme atraído por una señora que ha muerto ahora y que vivía en un castillo, pero las mayorías están educadas en otros valores: a cualquiera que pueda ostentar materialmente se le da prestigio, se le intenta emular e incluso se le envidia. O, peor, llega el resentimiento”.
El legado de Isabel II: un Imperio que nunca existió
¿Por qué este alarde informativo en el que apenas se nos ha transmitido información crítica?.
Un perfecto lavado de imagen de Isabel II, de Carlos III y, por qué no, ya de paso, de ocultación de la realidad social del Reino Unido y de legitimación de las decadentes monarquías europeas. Y es que, el gobierno británico tiene una gran experiencia en ocultar sus vergüenzas reales e imperiales.
Su política económica no fué neutral, pues la política económica nunca lo es, y más en este caso, que estuvo dirigida a enriquecer a magnates británicos y a garantizar la riqueza de la metrópoli a costa del expolio de las colonias, y de la tortura y el asesinato de población nativa cuando fue menester para garantizar la integridad del Imperio.
Si hoy el imaginario popular acepta que la descolonización británica fue un proceso legal, limpio y siguiendo los cánones de la caballerosidad británica, es entre otras cosas, debido al proceso de limpieza documental que el Imperio Británico llevó a cabo mediante la Operación Legado. El volumen total de documentos destruidos, conocidos como migrated files se calcula en unos ocho mil ochocientos. Tras ese proceso de eliminación documental se ocultaron las pruebas de la represión, las torturas y los asesinatos de miles de nativos durante los siglos de dominación británica.
Su proceso de descolonización no fue ni voluntario ni altruista, sino fruto de las dinámicas geopolíticas de posguerra. Su retirada precipitada, perennizó conflictos generados por el propio Imperio, llegando muchos de ellos hasta la actualidad. Quizás el más dramático a día de hoy sea el conflicto entre Israel y Palestina, que sigue enquistado después de muchos años de haberse creado el estado de Israel (1948) en los territorios palestinos, administrados por el Reino Unido hasta ese año.
Más allá de las colonias, a escasos kilómetros de Londres, el caso del norte de Irlanda es único, pues fue uno de los conflictos armados de más larga duración en territorio europeo. En 1998 se firmaron los acuerdos de Viernes Santo, sin embargo, a día de hoy su capital, Belfast, sigue dividida por un muro que separa a la comunidad unionista de la republicana.
A su muerte Isabel II ha acumulado una fortuna de 427 millones de euros según una estimación del Sunday Times en 2022. Según Naiz: los gastos oficiales durante el año financiero ascendieron a 86 millones de libras. La Sovereing Grant, es la dotación anual que el gobierno destina a la casa real, la cual equivale a un 15% de las ganancias del Crown Estate, una cartera financiera con propiedades y otros activos. Además de la destinación estatal, la Reina contaba con la Privy Purse, o sus ingresos privados, que provienen sobre de la finca del ducado de Lancaster, pero también de 315 residencias, locales comerciales en el centro de Londres o miles de hectáreas agrícolas. En el ejercicio 2020-21 el ingreso fue de más de 20 millones de libras. Además de estos ingresos, hay que tener también en cuenta los premios en apuestas deportivas y las joyas de la Corona, valoradas en 3000 millones de libras. Por supuesto, todo este patrimonio es acompañado de la evasión fiscal, y es que el Consorcio Internacional de periodistas de investigación (ICIJ) radicado en EEUU reveló que la Reina depositó 10 millones de libras en los paraísos fiscales de Islas Caimán y Bermudas, ambos territorios británicos de ultramar.
(Arainfo.org)
La tal Letizia, reina de las operaciones de estética y esclava de su cuerpo, lleva muchos meses acaparando todas las portadas de las revistas del cotilleo con el título de la reina más admirada de Europa, ejemplo de la realeza europea, y mentiras por el estilo.
Se ve claramente que la consigna recibida es promocionar a la corona.
Creo que son millones de amas de casa las que compran el Pronto y similares, que les encanta el tema y tragan con él y luego votan a los partidos monárquicos.
Es decir a las derechas, incluído el PSOE, que además de no ser de izquierdas dice para seguir engañando que «república, sí, pero que aún no toca»
¿ Podría ser por la sencilla » manipulación del personal » ? , ¿por la falta de capacidad de raciocinio de la «tropa» ? , ¿ por la estupidez y la estulticia humanas…….? , ahí os lo dejo .
No hay más que ver el caso que nos atañe a l@s españoles/as con la penosa e impostora P$(—)€ ; pero esta cuadrilla de traidores/as y vendid@s no cayeron «rendid@s y cautivad@s por las más que posibles causas mencionadas anteriormente .
Salud.
EL VIRUS MAS LETAL: MONARQUIA Y CAPITAL.
Es curioso que se hable de la fascinación por las monarquías y no se mencione a Blancanieves o la Cenicienta, que empiezan a fascinar desde la cuna. Toda la literatura infantil se ha seleccionado durante siglos para dejar una impronta cultural que marcará nuestras vidas. Sabemos lo que es un rey mucho antes de conocer la palabra ‘presidente’. La primera noción de derecho que tenemos es el derecho de sangre. Aprendemos a legitimar la desigualdad antes que a leer. Se nos inculcan conceptos mucho antes de que sepamos lo que significan.
Y así nos va, claro.
La fascinación por las monarquías del pobrerio se debe a varias causas, la principal el Sindrome de Estocolmo. O sea, simpatia por el torturador. Pero, hay más, cómo la falacia, vendida por la prensa alcahueta, de qué la realeza, a diferencia de los politicos, es incorruptible y laboriosa; lo cuál, claro, es mas falso qué un perro verde. Éste tipo, por ejemplo, nunca en su vida, 75 años, ha trabajado y su madre, lejos de tener el control, estaba al servicio de la más abjecta oligarquía britanica y su unico trabajo era firmar lo qué ésta le presentaba. En el caso de Juan Carlos, tal vez los médicos qué le hagan una autopsia le encontraran alguna cualidad.