Opinión

¿Qué significa ser de izquierdas? Decálogo del perfecto izquierdista

Para resolver su propia pregunta, José Ovejero ha confeccionado una lista de convicciones que marcarían el mínimo de lo que define a la izquierda

Una mujer durante una protesta contra la privatización de la sanidad en Madrid. REUTERS / JUAN MEDINA

No sé si os habrá pasado que, cada vez que adscribís una acción, una política, una idea a la izquierda, alguien dice: bueno, que eso de ser de izquierdas hoy no quiere decir mucho. Hace pocos días, intentando explicar en qué revista trabajaba a alguien que no la conocía, le dije que era «una revista de izquierdas». La respuesta con cierto retintín, fue: «Bah, eso hoy no significa nada». Como si el tránsito del socialismo a la socialdemocracia y, después, que esta asumiese buena parte de los postulados liberales, hubiera convertido ser de izquierdas en una declaración obsoleta, un residuo de aquella Atlántida ideológica cuyo hundimiento empezó con las dictaduras totalitarias que grababan la hoz y el martillo en sus blasones. Así que entre el comunismo imaginario y diabólico, coco que agitan los sectores más reaccionarios, y el liberalismo con tintes sociales, se habría extendido una neblina que difumina cualquier contorno ideológico.

¿Qué significa ser de izquierdas a quienes creemos que significa algo? Para resolver mi propia pregunta he confeccionado una lista de convicciones que marcarían el mínimo (lo subrayo para que no haya malentendidos), de lo que define a la izquierda –aunque no todas sean exclusivas suyas– y en la que podrían reconocerse desde acérrimos anticapitalistas hasta socialdemócratas no abducidos por el neoliberalismo. A ver qué os parece.

–Los beneficios privados están subordinados al interés público. Por ejemplo:

• La protección del medio ambiente, la salud y el bienestar de las personas son mucho más importantes que los beneficios empresariales.
• La política de vivienda favorecerá a los ciudadanos, no a las inmobiliarias ni a las tiendas ni a la hostelería y mucho menos a las multinacionales.
• El Estado defenderá con uñas y dientes la sanidad pública.

–La igualdad de oportunidades es un pilar básico de una sociedad civilizada. Por ejemplo:

• Uno de los objetivos primordiales de la política fiscal será la redistribución de la riqueza. Los impuestos a las herencias y al patrimonio son algunas de las herramientas para dicha redistribución.
• La educación pública recibirá fondos públicos, la privada, privados –salvo cuando, de forma transitoria, la pública no consiga cubrir las necesidades–.
• Una política de becas y ayudas contribuirá a dicha igualdad si no se consigue plenamente por los otros medios.

–Las instituciones públicas están al servicio de los ciudadanos, no del Estado y mucho menos de los partidos. Esto tiene consecuencias obvias sobre la actividad policial, de los servicios de información y de la judicatura.

Nadie será discriminado por cuestiones de raza, género, sexo, creencias, etc. Para conseguirlo no basta enunciar la no discriminación, son necesarias políticas y leyes que lo garanticen. Esto solo se puede logra en el marco de un Estado laico.

–Los principios democráticos que se aplican en el propio país son igualmente válidos para las relaciones políticas y económicas con los demás países.

–Una persona de izquierdas desconfía de las misiones bélicas en el extranjero por mucho que se vistan de intervenciones humanitarias. Al final, siempre sirven a intereses económicos y geopolíticos y las poblaciones locales rara vez están en mejores condiciones que antes de la intervención.

–El Estado castigará a toda empresa que desvíe dinero a paraísos fiscales o realice prácticas depredadoras con las personas o con el medio ambiente nacional y de otros países.

–Otro rasgo, que olvidan a veces muchos y muchas izquierdistas, es que la promesa de un futuro más justo nunca disculpa un presente opresivo. Incluso admitiendo la necesidad de la coerción -por ejemplo, frente al delito-, hay que estar muy atentos a esa línea que la separa de la represión (también de quien piensa de manera diferente a ellos).

–La política de inmigración debe respetar siempre la dignidad de las personas y  sus derechos. Si hay una utopía que debe regir la acción de un gobierno de izquierdas es la de satisfacer las necesidades de todas las personas que se acerquen a sus fronteras y de ayudar a satisfacerlas lejos de ellas. Sí, es una utopía; alguna tiene que quedarnos.

–La cultura no es importante por su valor económico, aunque lo tenga. Su valor auténtico se debe a lo que aporta a la vida de cada individuo: la enriquece, genera placer, nos comunica con los demás, crea vínculos. Toda la sociedad se beneficia de ella. Imprescindible apreciar e impulsar la cultura que se crea en los márgenes del consenso social (por ejemplo en los Centros Sociales Okupados).

Pero este decálogo no tiene sentido sin recordar que la izquierda existe porque hubo un movimiento obrero y que es imposible concebir una ideología de izquierdas que no parta de la exigencia de que todo el mundo, independientemente de su actividad o inactividad, tenga ingresos dignos, condiciones laborales dignas y, una vida personal y familiar dignas.

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Comentarios
  1. Entonces Irene que se compro un chalet con la herencia de su padre sin pagar apenas impuestos es de izquierdas o de derechas?

  2. ¿Ser de izquierdas? ¿Ser de derechas? ¿Ser conservador o progresista?. Todos estos términos son falacias, palabras vacias, con las que solo se busca utilizar las diferentes sensibilidades de los ciudadanos para confundirles, primero, y manipularles, después. En el mundo real del ciudadano corriente, sin vinculaciones clientelares, solo existen personas competentes y personas incompetentes, personas honradas y delincuentes, personas que cumplen lo que prometen y personas que no lo hacen y solo saben mentir, personas que saben administrar los recursos publicos y personas despilfarradoras, personas responsables y personas irresponsables, personas que buscan crear paz, justicia y bienestar para toda la sociedad y personas que solo crean ruina y dolor, personas con ideas de progreso para toda la sociedad y personas mafiosas que solo buscan beneficiar a los que son como ellos, personas defensoras de la democracia y que respetan las leyes del Estado y las que no respetan nada y solo buscan crear el caos en su propio provecho, personas que resuelven problemas a los ciudadanos y las que no resuelven nada y solo crean más problemas, personas con ideas de servicio publico y personas cuyas unicas ideas son el beneficio personal y de sus amiguetes, ….., y así un largo etcetera. Ninguno de estos perfiles es exclusivo de una organización o ideologia determinada y todos ellos los podemos encontrar tanto en la erróneamente llamada izquierda como en el erróneamente llamada derecha. Otra cosa es la farsa que se quiera montar para confundir y engañar al ciudadano.

  3. CORREN MALOS TIEMPOS PARA LA IZQUIERDA, NADIE QUIERE RECORDAR NI SABER QUE A LO LARGO DE LA HISTORIA HA RESCATADO A LOS PUEBLOS DEL HAMBRE DEL ANALFABETISMO DE LA INJUSTICIA DOMINANTE.

    JUZGADO POR APOLOGIA DEL COMUNISMO.
    Alberto Cubero, concejal de Zaragoza en Común y secretario político del Partido Comunista de España en Aragón será juzgado el próximo 15 de septiembre por una denuncia del partido político Vox.
    La formación ultraderechista presentó una querella contra el concejal por un supuesto delito de odio debido a unas declaraciones en las que Cubero deseaba a Vox ser recibido en todo el Estado español como en Vallecas: “Con una manifestación pacífica organizada por los vecinos del barrio”, señalan las personas encargadas de la campaña #YoConCubero
    La querella incluye la consideración de Cubero como un apólogo del comunismo.
    Este rocambolesco proceso, que debería haber quedado archivado hace mucho tiempo, creció como una bola de nieve cuando el juez que instruía el caso, el magistrado Carlos Lasala Albasini, dio crédito a la acusación de Vox al considerar que había «indicios suficientes» para continuar con la querella, e impuso una fianza de 6.000 euros. El magistrado, el mismo que condenó a los seis de Zaragoza a elevadas penas de prisión con las declaraciones policiales como única prueba de cargo y miembro de una familia vinculada desde hace décadas con un sistema judicial que persigue la movilización social, llegó a afirmar que Cubero podría haber «sobrepasado los límites de la libertad de expresión».
    Así las cosas, veremos que pasa en el juicio de este jueves. Una sentencia de culpabilidad crearía un precedente muy peligroso. Porque aquí se juzga una opinión. Si de verdad estuviéramos en la Ciudad de la Justicia, Cubero debería de quedar absuelto, libre y sin ningún cargo.
    Desde la campaña #YoConCubero vienen alertando del «enorme riesgo que supone para los derechos democráticos y sociales que la Fiscalía considere un delito de odio unas declaraciones que no hacen más que alentar el combate a la extrema derecha». Un hecho que «no debería ser sino un ejemplo de defensa de los valores democráticos y los derechos humanos». Según Alba Giner, portavoz de la campaña, «el antifascismo debería ser una señal de identidad de toda democracia que se precie de tal nombre y que la Fiscalía del Estado decida perseguirlo demuestra la penetración de la extrema derecha en el estamento judicial del estado español».
    https://www.peticiones.net/el_antifascismo_no_es_delito_de_odio
    https://arainfo.org/juicio-politico-de-la-ultraderecha-contra-alberto-cubero/

  4. Lo de «perfecto» izquierdista me rechina un tanto, aunque reconozco que es una constante lo de plantear la perfección dentro de un determinado campo político, especialmente en el mundo de los nacionalismo (el buen español; el auténtico vasco; el honorable catalán que no tiene nada de botifler…); aunque es transversal a otros muchos campos: la auténtica feminista, que recuerda aquello de la «perfecta casada» de antaño; el buen homosexual, que abjura de la promiscuidad, por ejemplo. Y por supuesto, lo de la «perfección» es una constante en todos los credos religiosos, que buscan como objetivo agradar, cuando no fundirse, con la propia divinidad o con alguno de sus emisarios (Cristo o Mahoma por ejemplo).
    Así que el artículo nos plantea cómo ser buenos o «perfectos» izquierdistas (la derecha más ultra diría «progres»). Y en fin, solo faltaría, ante este decálogo, un opúsculo con preguntas para poder hacer el repaso de los «fallos» a la perfección izquierdista, para que quienes nos creamos tales, podamos enmendarnos.
    Cuando uno mira hacia atrás (sin ira), comprende las barbaridades que en nombre de la izquierda se han cometido (como las que se cometen cada día en nombre de la libertad). Lejos están los años en que un buen izquierdista había de ser estalinista, o anarquista, o trotsquista. Y por no ser buenos izquierdistas procedía «eliminar» al otro (por cierto, no sabemos donde yace Lorca, pero tampoco dónde lo hace Nin). En fin, para mí ser de izquierdas (en plural) es mantener un espíritu crítico siempre frente a los poderosos, aunque estos digan actuar en nombre de la izquierda. En segundo lugar, es actuar. La izquierda «caviar» o «divina», que mira el mundo pero no se implica para cambiarlo, no es más que diletantismo vacuo. Así pues, como en los mandamientos, este decálogo de buen izquierdista se resumen, a mi modo de ver, en dos premisas: pensar con libertad y actuar con responsabilidad. Me temo que en muchos lugares en los que hay o ha habido una izquierda en el poder, no ha sido posible desarrollar tales postulados.
    Y por cierto, la propiedad privada de los medios de producción (no de aquellos que son imprescindibles para cada individuo, como la vivienda) debe ser abolida.
    Con todo, es de suponer que la mayor parte de quienes nos sentimos de izquierdas tengamos nuestras contradicciones. Además, hay mucho lobo con piel de cordero y demasiados corderos que dicen sentirse muy a gusto entre los lobos.

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