Sociedad
Vivian Ntih, monólogos contra la trata
El reportaje es un fragmento del texto incluido en el libro “Identidad migrante”, publicado por los dos autores en Reclam Editorial en junio de 2022
“Soy una bolsa de basura. Una simple bolsa de basura. Solo una bolsa de basura. Una bolsa de basura porque alguien tiene que serlo. Si hay basura, tiene que haber bolsas de basura. Unos fabrican la mierda y otros nos la comemos”. Vivian Ntih nació el 27 de noviembre de 1975 en Agbor, en el Estado de Edo, Nigeria. El segundo país más importante por lo que hace a la exportación de personas prostituidas a España. Uno de los principales destinos turísticos sexuales del mundo. Lanzar dichas afirmaciones supone empezar por la mitad. No por el final, afortunadamente. Pero sí por la mitad. Por esa esclavitud sexual con la que la recibió España, el país anhelado que la traicionó, el mundo imaginado que la envileció.
Un paso atrás, una mirada a los orígenes. Cuenta en primera persona: “Mi vida cambió en 1991. Estaba en el instituto y al volver a casa escuché gritar a mi madre. Nunca lo olvidaré. Llevaba un periódico en la mano y nos enseñó una noticia en la que ponía que mi casa estaba en subasta. Fue un shock para la familia porque nosotros no teníamos deudas con nadie (…) Decidió que abandonásemos la ciudad, Agbor, y volviésemos al pueblo. No llegaron a un consenso y la familia se separó. Mi madre y yo nos quedamos en la ciudad. Mi padre y mis dos hermanos pequeños volvieron al pueblo y mi hermano mayor ya estaba en la universidad”. No cabía la posibilidad de que ella estudiase. Vivian debía, según los parámetros establecidos en su sociedad, cuidar de la familia. De la propia y de la de extraños. Más siendo la única hija entre cuatro hermanos.
Nigeria es una país monstruoso, con sus más de doscientos millones de habitantes. Por superficie, es aproximadamente el doble de España. Por número de habitantes, cuatro veces más. Sin embargo, su potencial cuantitativo no se transforma en avances sociales. Los problemas, las carencias y los vicios son estructurales, inyectados como están en el tuétano mental. Según un estudio de 2018 realizado por African Statistical Yearbook la tasa de analfabetismo era del 48,9%. Prácticamente la mitad de la población. Por su parte, el Producto Interior Bruto per cápita era en 2019 de 1.992 euros, por lo que el país se situaba en la parte final de la tabla, exactamente en el puesto 144 y sus habitantes cuentan con un bajísimo nivel de vida. En cuanto al Índice de Desarrollo Humano que elaboran las Naciones Unidas para medir el progreso de un país y muestra el nivel de vida de sus habitantes, indica que los nigerianos están entre los que peor calidad de vida tienen del mundo.
Todo ello contrasta con el potencial de un país con una enorme riqueza natural. Nigeria es, junto con Angola, el primer productor petrolífero de África y el octavo de la OPEP, con aproximadamente el 3,1% de la producción total de la organización y el décimo del mundo. La pobreza en expansión es la constatación de la escasa redistribución de los recursos. Nigeria es destino turístico de turistas que buscan sexo barato y exótico. En ocasiones ilegal en sus países de origen. Índices económicos al alza en paralelo al aumento de la indignación ciudadana, que ve transcurrir la vida sin posibilidades vitales más allá del padecimiento silente. Los y las mejores, a menudo, optan por la migración.
En el caso de Ntih, el viaje la trajo a hoy. Lejos de casa. Sin retorno. Tras pagar un peaje salvaje. Quizá el más criminal de los abusos. Seguramente la más degradante de las exigencias a la que somete el capitalismo feroz, el sistema en el que todo se puede comprar. O eso creen aquellos dementes que se interpretan ricos y atractivos con cincuenta euros en el bolsillo y el cerebro entre las piernas. Vivian y sus compañeras de odisea cruzaron la frontera. Benin, Togo, Ghana. Demasiada incertidumbre. La esperanza como alimento. Esconde dólares que le abrirán puertas. Son una llave para comprar voluntades de aquellos que se aprovechan de la necesidad. La inmundicia humana.
La joven avisó a su tía, que la esperaría en Madrid. A la mañana siguiente, pequeño desplazamiento en barco hasta Algeciras y autobús al centro. Era de noche cuando llegó. Primera mirada. Demasiada gente. Confusión. Su tía la observa. La ve desorientada. La llama. Alegría. Solo momentánea pero ella no lo sabe todavía. Se desplazan a la calle Ciudad de los Ángeles. Allí cuenta su tía con un pequeño piso que será una cárcel. Pero ella tampoco lo sabe. Esa misma noche le preguntó por su documentación. Se la entregó. Tardó años en recuperarla. Solo unos días de descanso. Al segundo es acechada. “Vamos a hablar de tu futuro”, le dijo.
La acosan sobre el futuro de su familia. La obligan. Le exigen compromiso para salvarlos. “Devuélveme lo que me debes”, le espeta. Vivian cree que deberá pagar el billete del autobús. Lo desconoce todo. La chantajea emocionalmente. Y la engaña. Le dice que los intentos de Vivian por llegar a España le han costado miles de euros y que la solución sólo pasa por la prostitución. Cuenta con poco más de veinte años. Un shock. Un golpetazo que la aturde. “¿Cómo? ¿Por qué?”. Vivian no quiere aceptarlo pero su tía ya es su madame. Ya ha comprado su peluca y su ropa sexy. Ya la observa como una mercancía y no la va a dejar escapar. “Nunca mi familia lo hubiese permitido. Nunca hubiese dejado que viniese a España para ejercer la prostitución. Nunca hubiesen podido pensar que mi tía era una traficante de humanos. ¿En que mundo estamos?”, solloza Ntih.
Hay un antes y un después de aquella noche. El trato cambia. Vivian ya es una desconocida. No sale a la calle por el día. La obligan a salir por la noche, a las siete. Autobús y Metro. Parque del Oeste. Demasiadas chicas jóvenes. “¿Qué es esto?”, pregunta Vivian a sus compañeras. “Esto es Europa”, le contestan. Vivian se sienta. Esa noche no realiza ningún servicio. No es explotada. Nadie la viola. La recuerda como la peor noche de su vida. Al volver a casa, la amenazaron. O dinero o calle. “Mi vida cambió drásticamente. Por dinero. Éramos sangre pero pasé a ser su chica. Empiezó el infierno. A partir de ahí cuando hablaba con mis padres ella me vigilaba”.
Era sólo el principio. No quería hacerlo. Se lo transmite a su tía pero su tía no es ya su tía. Las chicas con las que comparte piso acarrean una deuda de 40.000 dólares con su madame. Ella, por ser ella, la tiene de 20.000. Es el único rastro del vínculo familiar. Vomitivo. La situación se alarga desde finales de 1999 hasta marzo del 2000. La insultaban, la amenazaban, la discriminaban, la controlaban, la minusvaloran. Meses, muchos meses. Vivian no puede ejercer. Propone trabajar en cualquier otra cosa. No se niega a pagar la supuesta deuda. La estafa. Pero no la dejan. Se ponen bravos. Al final no hay opción. Acaba pagando 21.000 euros durante tres años. Sometida a un infierno.
Ntih brama en su monólogo contra la explotación sexual: “Mi sexo me convirtió en una mercancía. Mi raza era una marca de servidumbre. La libertad es un lujo de unos pocos”. El 92% de las mujeres que ejercen la prostitución en España son extranjeras y la mayoría está en manos de redes de tratas de blancas, por lo que sufren unas secuelas físicas y psicológicas similares a las de las personas sometidas a torturas, según estudios realizados por Médicos del Mundo y otras ONG.
Ella pudo salir. Y sus tíos acabaron en prisión. Ninguna de las dos cosas eran nada fáciles. En la actualidad de esta escritura, Vivian Ntih trabaja en un mercado de Xàtiva, en el interior del territorio valenciano. Ha recuperado su documentación y llega a final de mes. Estudia. Se forma en asistencia a domicilio, con el objetivo de ayudar en el futuro a mujeres que hayan sufrido trata y explotación sexual. El mundo es un gran burdel. Sin más.
El reportaje es un fragmento del texto incluido en el libro ‘Identidad migrante‘, publicado por los dos autores en Reclam Editorial en junio de 2022