Opinión

Lo rojo, lo pardo y lo barroco

"El rojipardismo, sensibilidad en auge, barroca donde las haya, se presenta como un fascismo tintado con anilinas rojas"

Asistentes a una manifestación del Partido Nacional Bolchevique. PSALTI MICHEL / Licencia CC BY-SA 3.0

Hay épocas clásicas y épocas barrocas; las unas y las otras se turnan en una danza histórica que se remonta a los albores de la civilización. Tal era la tesis de Eugenio d’Ors, desgranada en 1936 en un opúsculo titulado Lo barroco que lo presentaba como un estado del alma atemporal, ahistórico y guadianesco, que hace aparición de tanto en tanto como la hegemonía cultural de una imitación de los procedimientos de la naturaleza, opuesta a la imitación —que sería característica de lo clásico— de los mecanismos del espíritu. De lo clásico serían características las formas equilibradas, racionales; de lo barroco —y toda esta reflexión recuerda mucho a la que Nietzsche formulaba en torno a la oposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco—, la exuberancia, la espontaneidad, la paradoja.

«Siempre que encontramos reunidas en un solo gesto varias intenciones contradictorias», escribía D’Ors, «el resultado estilístico pertenece a la categoría del Barroco. El espíritu barroco, para decirlo vulgarmente y de una vez, no sabe lo que quiere. Quiere, a un mismo tiempo, el pro y el contra. Quiere […] gravitar y volar. Quiere —me acuerdo de cierto angelote, en cierta reja de cierta capilla de cierta iglesia de Salamanca— levantar el brazo y bajar la mano. Se aleja y se acerca en la espiral […] Se ríe de las exigencias del principio de contradicción».

De asumir la validez de la teoría dorsiana, no cuesta trabajo dictaminar cuál es el carácter de nuestra propia época, en la que, de hecho, hablar de neobarroco se ha vuelto un cierto lugar común a partir del cual analizar las manifestaciones culturales y artísticas de nuestro tiempo. De La era neobarroca hablaba Omar Calabrese, que tituló así un libro de 1999; otros existen con títulos como El cine de Hollywood y el neobarroco digital, de Federico López Silvestre, quien escribe allá esta definición:

«El régimen barroco está fascinado por la ilegibilidad de la realidad que representa. Imágenes deslumbrantes y desorientadoras —extasiantes— […] múltiples puntos de vista, asimetría, el trampantojo, las sombras… […] El Barroco desprecia los intentos de reducir la multiplicidad de los espacios visuales a una única esencia coherente, y, frente al espejo plano y reflectante usado por la perspectiva analítica, se decanta por el espejo anamorfo, cóncavo o convexo, que distorsiona la imagen visual».

Nosotros habitamos, ciertamente, una era del trampantojo, que lo es en dominios que van mucho más allá del artístico y abarcan la leche sin lactosa, el café sin cafeína o la cerveza sin alcohol señalados por el filósofo esloveno Slavoj Žižek. Todo adquiere hoy —señalaba Jesús Ibáñez— una «estructura de señuelo» y comemos filetes de aparente carne rozagante hinchados con agua o fécula de patata o vivimos en casas «que solo tienen de piedra o de ladrillo finas capas superficiales: el parqué de nuestros suelos o la madera de nuestros muebles son delgadas capas que recubren un fondo amorfo». 

La política no queda fuera de este birlibirloque de ilusionistas: la «estructura de señuelo» es también la nota en el contemporáneo bazar de las ideologías, donde se nos las vende que perpetran la trampa de un imaginario vigoroso que no es más que una película fina, camuflaje de una verdad escamoteada; el naranja intenso, conseguido con colorantes, de esa Fanta cuya lista de ingredientes consigna en letra pequeña que contiene nada más que un 7% de jugo de naranjas contantes y sonantes. Pero no es exactamente una estafa, como no lo es la Fanta naranja, sino un juego aceptado por todos en una sociedad enferma de teatrería, mercadotecnia e iconomaquia, mucho menos preocupada del ser que del parecer. 

Al viento de ese Zeitgeist, hay productos que se adaptan con la pericia de un maestro del parapente. Uno de ellos es el rojipardismo, sensibilidad en auge, barroca donde las haya, que se presenta como un fascismo tintado con anilinas rojas, adhesión reaccionaria camuflada con un imaginario y una retórica socialistas. Sus adeptos —pocos aún, pero como lo es la cosecha de un árbol frutal joven, sin que ello quiera decir que no vayan a ser copiosas las futuras, alimentadas por un sustrato propicio— se carcajean del principio de contradicción, dispuestos a abrazar al mismo tiempo el pro y el contra, a gravitar y volar, a alzar el brazo y el puño alejándose y acercándose en la espiral del devenir histórico. Pero la mezcla de lo rojo y lo pardo que abrazan no es, ni mucho menos, un fifty-fifty, sino ese 7-93 de los refrescos-señuelo, o aun el puro y duro 0-100 de las texturas imitativas. No hay una sola brizna de césped real en un rollo de césped sintético: solo el color; un verde uniforme, intenso y falaz. La hierba de mentira no hace la fotosíntesis.

La política auténticamente revolucionaria pasa hoy, en primer lugar, por leerse la lista de ingredientes de las viandas servidas en los saraos de la izquierda; por lijar barnices y arrancar papeles pintados; la piel bovina del lobo. Frente a la trampa del parecer, desnudar la verdad implacable del ser. Y nunca más cursar invitaciones ni dar palmazos en la espalda a los mentirosos.

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Comentarios
  1. “Ni ser antifascista ni ser comunista es un delito”,
    Alberto Cubero: «Apólogo del comunismo».
    Concejal de Zaragoza en Común y secretario político del Partido Comunista de España en Aragón será juzgado el próximo 15 de septiembre por una denuncia del partido político Vox.
    La formación ultraderechista presentó una querella contra el concejal por un supuesto delito de odio debido a unas declaraciones en las que Cubero deseaba a Vox ser recibido en todo el Estado español como en Vallecas: “Con una manifestación pacífica organizada por los vecinos del barrio”, señalan las personas encargadas de la campaña #YoConCubero
    Esta campaña ha surgido para dar a conocer el caso porque, además, la querella incluye la consideración de Cubero como un apólogo del comunismo.
    El objetivo de Vox es inhabilitar políticamente al concejal y para ello solicitan una pena de prisión de 4 años y 9 meses además de 10.000 euros. La Fiscalía solicita dos años y medio de prisión y de inhabilitación para el sufragio pasivo además de 5.400 euros.
    “Ni ser antifascista ni ser comunista es un delito”, quieren dejar claro en la campaña, que cuenta con el apoyo de Koiné TV. (vídeo).
    https://arainfo.org/yoconcubero-arranca-la-campana-apoyo-al-concejal-alberto-cubero/

    La responsabilidad de como se ha llegado hasta aquí yo se la imputo a la Unión Europea, lacaya del capital, que equipara, supongo que interesadamente, al comunismo con el fascismo.
    Y yo que viví los años de la (falsa) Transición en los que ser comunista era el mejor de los «piropos» que le podían decir a una persona.

  2. Muy bueno, ¡acertadísimo!:
    » Frente a la trampa del parecer, desnudar la verdad implacable del ser. Y nunca más cursar invitaciones ni dar palmazos en la espalda a los mentirosos».

  3. Te digo que son galgos, no, te digo que son podencos.
    Y en esta disputa llegan los dos perros y cogen descuidados a los dos conejos los que por cuestiones de pocmomento dejan lo que importa…
    ¿Sabes qué tienen en común Bono, la mafia y Pfizer? Los tres esconden su dinero de la UE para evitar pagar los impuestos que de verdad les corresponden.
    En un contexto en el que la gente de a pie se las ve y se las desea para hacer frente a la subida del coste de la vida, desde la alimentación hasta el gasto energético, nuestros gobiernos se limitan a repetir que no hay dinero para resolver el problema.
    Sin embargo, al mismo tiempo perdemos miles de millones de euros al año porque las grandes fortunas y las multinacionales no pagan la parte que les corresponde.
    En definitiva: las cuentas no cuadran.
    Pide a quienes nos gobiernan en Europa que equilibren la balanza y se aseguren de que todo el mundo pague lo que es justo.
    https://act.wemove.eu/campaigns/basta-de-evasion-fiscal?utm_campaign=20220824_ES&utm_medium=email&utm_source=civimail-47643

  4. Ejemplos indudables de rojipartismo son ERC, CUP y EH Bildu, partidos que se disfrazan de izquierdas pero que, en la práctica, básicamente solo se dedican a imponer políticas identitarias ultranacionalistas, como prohibir el derecho a estudiar y a recibir comunicación en ciertas lenguas oficiales y socialmente mayoritarias porque no corresponden a las esencias de sus identidades artificiales, o dedicar ingentes cantidades de dinero a subvencionar entidades de fachas con estelada (o bandera inglesa con muchos colorines) que nadie sabe a que se dedican, pero que, cuando conviene, hacen mucho el unga-unga, y todo el resto de mierdecitas que tenemos que aguantar de esa gentuza que no para de ensuciar el nombre de la izquierda.

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