Sociedad
Tetrit Taglit, cuando quedarse no es una opción
El reportaje es un fragmento del texto incluido en el libro 'Identidad migrante', publicado por los dos autores en Reclam Editorial en junio de 2022
“Nadie lo sabe, incluso a día de hoy”. Pocos conocen la razón por la que Tetrit Taglit salió apresuradamente de su Ouarzazate natal cuando apenas contaba con veinte años. Pocos los saben y por ello pocos lo entendieron. Qué le hizo dejarlo todo atrás, prácticamente sin decir adiós, desapareciendo durante décadas, huyendo de lo desconocido. Pocos lo saben pero la razón fue aplastante. Pocos lo saben. “No me motivó a abandonar mi casa el sueño europeo vinculado al trabajo sino la búsqueda de la libertad, la dignidad que me arrebataron en mi tierra madre. Me vendieron que en Occidente existía un futuro mejor, vinculado a la dignidad como persona y por ello quise conquistarlo. Ir allí donde se me respetase. Viví muchas etapas dentro de dicha migración. Salí de mi casa cuando tenía veintidós años. Era la primera vez que dejaba a los míos y lo hice para escapar de mi violador y de la sociedad que lo amparaba”.
Tetrit calla. Pasan los segundos. Es una eternidad. Muerde la saliva, que por el momento se vuelve densa. Traga el dolor, una vez más, traga todo ese dolor. Es valiente como pocas pero aún recibe una punzada en el corazón cuando lo recuerda. “Por desgracia, en ese momento, cuando yo era joven, la ley obligaba a la chica a casarse con su violador. La mayoría lo asumen. Yo no, tenía claro que mi pareja en la vida, si llegaba, sería alguien con dignidad. No podía cambiar las leyes pero podía transformar mi vida. Y escapé. Escapé de mi violador, de mi prisión, de mi sociedad, de la ley. Ahí empezó mi migración y mi calvario. Antes podía estar arropada por una familia pero pasé a estar sola, sin un techo, sin protección alguna. Sola. Sola en el mundo. Hay una diferencia abismal entre tener un techo y no tenerlo y si eres mujer, peor. A mí me salvó que una familia francesa me ofreció trabajar en una casa. Evidentemente, una vida así no estaba en mis planes. Yo soñaba a lo grande, como cualquier persona joven que imagina una vida mejor. Quería estudiar. Nunca pensé que acabaría cuidando a personas. Pero no tenía opción. Sólo había una cara en la moneda. Fueron ellos los que me trajeron a Europa en sus vacaciones. Se portaron bien conmigo y me dejaron continuar con los estudios siempre que pudiese compatibilizarlo con el trabajo. Fui dos años a la universidad y estudié secretaría de Dirección y trabajé cuatro años en gabinetes de abogados. Fue en el cuarto cuando coincidí con un becario que me conocía y me informó que mi familia me buscaba, dado que no sabían dónde estaba. Nadie supo mis razones ni mi destino. Nadie lo sabe, incluso a día de hoy”.
Han pasado muchas décadas desde aquel desastre que marcó la vida de Tetrit y ella ha tenido que sobreponerse a cada recuerdo que la ha esclavizado. Sin mayores herramientas psicológicas que las inconscientes, miró al futuro para enterrar el pasado. “Pasaron veinticuatro años hasta que volví a mi casa. Yo me negaba a mi mismo. Enterré esa fase de mi vida en lo más profundo de mi ser. De lo contrario era imposible seguir adelante. Yo no conocía otra manera de mitigar mi dolor ni combatir mi rabia. No había salida judicial. O acallaba ese momento en vida o acababa como lo hacen muchas, que se suicidan o caen en el mundo de las drogas o en la trata de blancas. Quizá suerte. He caído mil veces y me he levando mil veces más. Y siempre lo he hecho porque no he perdido la ilusión en un mañana mejor ” .
“Me escapé de mi familia porque no quería ser obligada a casarme con mi violador pero, desafortunadamente, cuando llegué a Europa, ya en la primera semana, sin hablar el idioma, vi una violación en la televisión. Vi que éramos dos civilizaciones diferentes, dos culturas diferentes, dos modelos de mujer diferentes pero hacemos las mismas barbaridades. Eso me duele. Cada vez vivía mi situación de nuevo y volvía a perder la fe en el ser humano. Una vez escuché que se puede confiar en el ser humano pero hay que desconfiar del diablo que lleva dentro. Tenemos una doble personalidad, muy diferente. Podemos ser amables, serviciales o educados pero también diabólicos. Mi padre decía que todos tenemos un santo y un diablo dentro y bebe y crece el que nosotros alimentamos. Cuando vine aquí, a Valencia, en 2007, me enteré de los servicios de Valencia Acoge y me permitieron entender que no estaba sola. Todos tenemos muchas cosas en común, como dejar a los seres queridos en nuestro país de origen, con unos sueños que a menudo no se van a cumplir. Desde que llegué aquí empecé a trabajar en las labores del hogar y ahí sigo, atascada. Porque no puedo convalidar mis estudios en Marruecos”.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) reproducidos por la agencia Europa Press en mayo de 2021, los ciudadanos marroquíes empadronados en España sumaban por entonces 869.661 personas y eran la primera nacionalidad extranjera, representando un 16,1 por ciento del total de extranjeros en España. Un mal endémico entre las personas que han acometido una migración. En el país de “acogida” no son reconocidas sus facultades, obligándolas a ocupar un puesto de trabajo que las explota. El sistema las esclaviza con la complicidad de una legislación burocratizada en la discriminación.
Obstáculos inacabables, exigencias infinitas. Unido a las necesidades económicas de quien cuenta cada décimo de euro, el sometimiento es absoluto. Amplificado, además, por unos mensajes de odio que se han expandido por el crecimiento de las formaciones de extrema derecha como Vox y que han empoderado a aquellos que se ven legitimados para insultar, ningunear o denigrar a las personas diferentes por el mero hecho de serlas. Con todo, racismo estructural que se prolonga en la sociedad española sin que existan políticas valientes para combatirlo. “No me permiten desarrollarme como persona y el embalaje lingüístico que he adquirido lo he hecho por motivación e iniciativa propia. Formándome, escuchando la radio, viendo programas. Pero no me da para más que para seguir como trabajadora del hogar. O eso me dicen”, arguye.
Tetrit ve ligado su futuro a tres M que no le permiten, dada la estructuración heteropatriarcal y racista de Europa, desarrollarse plenamente como persona en España. Es mujer, es musulmana y es migrante.
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El reportaje es un fragmento del texto incluido en el libro ‘Identidad migrante’, publicado por los dos autores en Reclam Editorial en junio de 2022
Me solidarizo con Tetrit; pero también con muchos españoles que veo pidiendo en la calle y que para ellos no hay ayudas como para los inmigrantes.
Me solidarizo con Tetrit pero tambien tengo que decir que yo aún no he visto a nadie que insulte a los inmigrantes, lo que piensen de ellos ya es otra cosa, no lo sé,
y también tengo que añadir que yo he tenido que mudarme de piso dos veces por el incivismo y malas prácticas de un determinado colectivo de inmigrantes que tengo que aclarar que ni viene en pateras, ni son «moros» esos vienen en vuelos trasatlánticos…y lo que menos han traído son valores.
No suena políticamente correcto; pero es la realidad.