Cultura
Las mujeres de Elena Ferrante y aquel barrio de Nápoles
Este es un viaje a la realidad de la ficción de Elena Ferrante, nacida en la zona periférica napolitana de Rione Luzzatti
NÁPOLES (ITALIA) | Entrar en la zona periférica napolitana de Rione Luzzatti, bajando de la estación del tren de Gianturco, es una especie de regresión al pasado. El barrio en el que se dice que nació la escritora anónima más importante de las últimas décadas, Elena Ferrante, está exactamente igual que lo describen sus libros, ambientados entre las décadas de los 60 y los 90. La ciudad de Nápoles ha avanzado, queda atrás mucha de la brutalidad de aquella época, de las contradicciones de una città eléctrica y bella, pero voraz para las mujeres que la vivían. Pero este rione (barrio) parece un pequeño retículo de un mundo que no es el nuestro. Una cierta calma y un sol primaveral ayudan a que varios vecinos cuenten su historia. Su relato y el libro se entrelazan. Este es un viaje a la realidad de la ficción de Elena Ferrante.
Todo el mundo conoció a Ferrante con la saga Dos amigas, una tetralogía sobre el vínculo de dos mujeres a lo largo de más de 60 años. Pero es importante buscar en sus otras obras, en los libros que había escrito anteriormente, para encontrar el germen de una feminista adelantada a su tiempo, una mujer con una capacidad visionaria para distinguir las luces y las sombras de sí misma y de las mujeres que habían inspirado su vida y que, de alguna forma, la habían conformado. El tormento de vivir en un lugar ideado por los hombres, dominado por ellos mismos, hostil y brutal para las mujeres que empezaban aquellos años a entender su independencia y el significado de su lucha. También el enfrentamiento generacional de unas madres “devoradas por sus maridos”, como las describe E.F. en una ocasión, enfadadas con el mundo y con el conato de libertad de sus primogénitas. Este es el arrebato sugerente de su obra, el cuadro lo pone esta ciudad, que nunca es solo un cuadro.
Antes de subir al tren que me trae a esta parte de Nápoles, una señora confiesa qué ha sido Elena Ferrante para Italia, para una mujer napolitana como ella, para varias generaciones, también para su hija. Los ojos sin prejuicios con los que examinó Ferrante su entorno se convirtieron en un discurso universal sobre la mujer, poderoso. El éxito de ser una best seller puso en riesgo su mensaje. En el fondo, Ferrante es una visionaria. En el horror encontró una escalera hacia la literatura, o la propia escalera la ayudó a salir del horror, lo mismo para quien la lee.
“Cuenta perfectamente el Nápoles más humilde y, lo más importante, cuenta mejor que nadie la historia de la época, cómo era difícil la evolución y la identidad de las mujeres. Ella es una feminista, es su historia, cuenta el rescate vital que parte de nosotras mismas, son las mujeres que han evolucionado este país”, explica Luana, de unos 40 años. Añade, además, que no entiende las teorías que apuntan a que E.F. puede ser un hombre: “Si fuese un hombre estaría enamorada locamente de él por esta introspección tan acertada de la mujer”. “La cosa más maravillosa de Ferrante es que saca a las mujeres de los estereotipos que las definen”, finaliza.
Mujeres que, como Olga de Los días del abandono, tienen las herramientas para hacer frente al desamparo que sienten cuando las dejan sus maridos, pero hacen igualmente un descenso a los infiernos. O la protagonista de La hija oscura, que confiesa en un momento del libro que abandonó a sus hijas por un tiempo de su vida. O Delia, de El amor molesto, que lucha con la presencia de su madre tras su muerte. Todas mujeres contradictorias, difíciles, que tienen que enfrentarse a veces a la crueldad de ser ellas mismas. Todas ellas, además, contenidas de una forma u otra en escenas o momentos vitales de la saga de Dos amigas, que recoge el imaginario disperso en otras novelas y se convierte en el verdadero “universo ferrantiano”.
¿Qué piensan los vecinos que están interpelados inevitablemente por ese relato? Eran sus familias las que vivían en aquel Nápoles efervescente de finales de los 60, 70, 80… Un hombre nacido aquí de unos 70 años dice: “No me siento reflejado, la violencia que se cuenta no la he vivido. Pero es verdad que hay una parte que se ajusta perfectamente a este lugar… ¿Recuerdas la familia de Lila en la saga Dos amigas, que el padre era zapatero? Esa familia era real, recuerdo perfectamente que el esquema de la madre, del padre, la hija y el hermano son tal cual como se relata en la ficción”. Un trozo de historia rescatado en unos pocos minutos.
La Lila de la que habla es el otro personaje de las dos amigas, el contrapeso de la narradora, de quien se habla durante cientos de páginas. Una mujer con una personalidad arrolladora, una inteligencia adelantada y la imposibilidad, aun así, de no ser arrastrada por un mundo corrompido y machista. De ser prisionera de su inteligencia y su belleza. Los testimonios de este lugar, la primera periferia de Nápoles, son el hilo conductor de esta visita a las entrañas de la escritora, que nunca quiso revelar su identidad porque creía que su literatura hablaba ya suficiente de ella.
Vestida de azul eléctrico, de 65 años, otra vecina, Tina Notaro, camina pausada. Lleva los ojos pintados de un fuerte negro, y en cuanto escucha el nombre de Elena Ferrante se para en seco en la calle. “Yo adoro este barrio, no puedo no hacerlo, aquí nacieron los primeros movimientos feministas y obreros. Yo viví esas luchas de aprovechamiento sobre nosotros de esta ciudad. Yo me peleé por esa dignidad que tuvimos que ganarnos, fuera de la explotación laboral, para conseguir el aborto, para el divorcio…”, explica. Lo que Tina cuenta evoca la escena de la serie en la que Lila, ahogada por el sistema laboral, trabaja en jornadas de 14 horas al día en una fábrica de embutidos. Sufría la explotación de un jefe corrompido por la camorra (la mafia napolitana), el acoso machista de sus compañeros, y la imposibilidad de poder luchar por sus derechos de obrera porque no tenía tiempo. En casa la esperaba su hijo.
El contexto
Ese es otro punto fundamental en el relato de Ferrante, la capacidad de dotar al relato amoroso, sentimental, humano, del contexto de una Italia que en aquel devenir marcaba sin duda la vida de estas mujeres. En La amiga estupenda, la primera parte de la saga, Lila es la que se queda atrapada en el barrio y Elena la que consigue saltar un escalón social y terminar siendo escritora.
La adaptación audiovisual de la tetralogía ya va por la tercera temporada y ha tenido una gran acogida en Italia y también una gran relevancia internacional, porque retrata fielmente algunos de los recovecos que ahora paseo y la vida de los que vivían dentro de estos edificios de los que cuelga la colada tendida de los vecinos. Está protagonizada por varios actores jóvenes italianos: Margherita Mazzuco, Gaia Girace, Francesco Serpico o Eduardo Scarpetta.
Ellos mismos han analizado con perspectiva sus propios personajes, cuánto ha cambiado una generación que ahora mira el mundo con ojos igualitarios. Son la certeza de que las cosas han cambiado.
En el ensayo La frantumaglia, una compilación de cartas inéditas y entrevistas de la autora que permiten acercarse a ella como nunca, explica qué es ese término que titula el libro y que, de alguna forma, vertebra su mundo. Dice: “Mi madre me ha dejado un término en dialecto que usaba para decir cómo se sentía cuando era arrastrada en direcciones contrapuestas por impresiones contradictorias que la herían. Decía que tenía dentro la frantumaglia”. La frantumaglia era misteriosa, causaba actos misteriosos, era el origen de todos los sufrimientos no atribuibles a una única razón evidente.
Quien escribe busca una forma para su mundo. Elena Ferrante lo moldea en una Nápoles que quiere rechazar, pero que le resulta ineludible. En el mismo ensayo la define con certeza: “Los que podríamos ser en este planeta, y lo que, por desgracia, somos se ve en Nápoles mejor que en cualquier otra parte”. Su literatura es una ventana abierta a una ciudad y a la fortaleza de una generación de mujeres que hizo frente a una cultura machista y que, aun así, se reivindicaron diferentes, contradictorias y soñadoras. El gran anhelo de las dos amigas era cruzar el túnel del barrio y llegar a Nápoles. Lo consiguieron, y fueron mucho más lejos, llegaron al mundo.