Sociedad
Tanana Traoré, un grito contra la ablación femenina
El reportaje es un fragmento del texto incluido en el libro “Identidad migrante”, publicado por Carles Senso y Vicente Tafaner en Reclam Editorial en junio de 2022
MGF. Tres letras que son, unidas, una ignominia. Que pueden no significar nada para millones de personas, inmiscuidas en una ignorancia en ocasiones egoístamente voluntaria, en otras inocentemente involuntaria. Que significan, sin embargo, el infierno para otras miles. Mujeres. MGF. Mutilación Genital Femenina. Una herramienta más de la dictadura agresiva del patriarcado. Un sistema de control.
Tanana Traoré nació en Mopti (Mali) en 1992. Mala zona para una mujer. O mejor dicho para una futura mujer. Su vida cambia para siempre demasiado pronto. La pobreza reporta eso, cambios para siempre. Días en los que la huella es imborrable. Momentos que no se olvidan. Frases que repiquetean dictatorialmente en adelante. Sin cesar, sin permitir que uno o una sea plenamente feliz. En el caso de Tanana, la tradición se impone. Y la tradición toma forma de ablación.
La mutilación genital se refiere a todos los procedimientos que entrañan la amputación parcial o total de los genitales externos femeninos u otras lesiones de los órganos genitales femeninos por razones no médicas. “Me veo en la obligación de hablar sobre la mutilación para intentar sensibilizar a las personas de mi país y de otros en los que también se practica pero sé que al hacerlo muchos y muchas me odian. Las que participan en la mutilación son mujeres pero la presión la ejercen los hombres. La lucha hay que hacerla donde se practica. Va a ser muy difícil acabar con una práctica así. A mí me la practicaron con cuatro años. Los imanes tienen una voz tan potente como la del presidente del gobierno. Está totalmente normalizado”, arguye Traoré, que ahora vive en València. Con voz alta, con el mentón crecido. Son muchos años de formación, de corrección, de redención. Son muchos años de feminismo y de empoderamiento. De entender que no fue culpa suya, que los designios de la sociedad no son siempre acertados. Por eso habla. Para formar parte del cambio. Para ser cambio.
Según constata la Organización Mundial de la Salud, la MGF es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas, refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer. Identifica cuatro tipos de ablación en función de la mayor o menor amplitud. Pero todo eso no se dice. Se sufre en silencio. Ellos mandan. Ellas actúan. Son las mujeres las que participan en el acto. Y todo se rompe, por ejemplo con sus hijas. La relación nunca volverá a reconstruirse completamente.
Las mutilaciones tipo I y II son las más comunes y suelen constituir entre el 80% y el 85% de los casos, mientras la tipo III constituyen el resto. Se lleva a cabo en distintas edades, que oscilan entre el nacimiento y el primer embarazo, aunque predomina la práctica entre los cinco y los quince años. Las complicaciones pueden ser inmediatas y tomar forma de hemorragia, inflamación, febrícula, infecciones como el tétanos hasta desembocar en la muerte o complicaciones de larga presencia como los problemas menstruales o sexuales, dificultades en el parto, estrechamiento vaginal o trastornos psicológicos.
La autoestima no se recupera con facilidad. La sociedad culpa. El machismo actúa. La mujer padece. Se somete. Calla. Ni de lejos grita. Raramente se rebela. Es necesario un cambio cultural, una maduración personal, una influencia social. Se necesita politizar el dolor. También el deseo. Y no el deseo sexual. El deseo de libertad, de superación. Politizar el anhelo de una vida. Mejor. Politizar la esperanza.
La ablación es rápida. Superarla cuesta vidas. En ocasiones, generaciones. Hoy hay en el mundo 200 millones de mujeres y niñas sometidas a la mutilación genital. Estas prácticas son más frecuentes en las regiones occidental, oriental y nororiental de África, en algunos países de Oriente Medio y Asia y entre migrantes de esas áreas. La razón es la tradición basada en la comunidad. En el pavor a la exclusión, el temor al rechazo. Mezcolanza de desconocimiento científico, machismo estructural y sometimiento social. Se justifica, ignominiosamente, como la garantía de virginidad antes del embarazo y la fidelidad tras él. Incluso como herramienta para calmar la presunta tentación femenina a las relaciones extramatrimoniales. La ablación es una norma con un alcance social tan fuerte que las familias someten a sus hijas incluso cuando son conscientes del daño que puede causarles, ya que consideran que corren el riesgo de reducir las perspectivas de matrimonio de su hija y perjudicar la situación social de la familia. Una religión social. Una sociedad religiosa. Sermones sin textos. Lecciones sin ciencia.
Según el informe La Mutilación Genital Femenina en España, publicado en el 2020, más de 3.600 niñas que residen en dicho país de acogida se encuentran en riesgo de sufrir la mutilación genital, una amenaza que afecta fundamentalmente a niñas procedentes de países como Nigeria, Senegal, Gambia, Guinea o Ghana. Dice Traoré: “He hablado con mis hermanas para que no lo hagan con sus hijas. Cuando me piden dinero, no les doy si lo han hecho o piensan hacerlo. Y así he conseguido convencer a dos pero esas niñas serán discriminadas en el colegio y entre sus amigas porque dicen que el clítoris, si no se lo cortan, convierte a las niñas en niños. Eso hace que algunas niñas lo hagan por su propia cuenta. Con todo el peligro que supone. Utilizan cuchillos o tijeras. Unas mismas para muchas niñas. Todavía no ha llegado el momento para el cambio definitivo pero trabajamos para conseguirlo. Llegará. En mi lugar de origen sigue siendo una fiesta. Es como la comunión, incluso con el vestido blanco que te compran y con el que te visten”.
La tipificación del delito de MGF en España se caracteriza porque es perseguible de oficio sin necesidad de denuncia previa. Es un delito público, por lo que quien tenga conocimiento del mismo tiene la obligación de denunciarlo. Se juzga tanto la consumación como el intento; también a quienes hayan intervenido, inducido y consentido, sin que sea un atenuante el consentimiento de la víctima. La cultura, religión o tradición no son causas de justificación. Las penas que se imponen son de 6 a 12 años de privación de libertad y la suspensión de todas las medidas inherentes a la patria potestad o tutela, o de 4 a 10 años si el juez lo considera necesario por el bien de la menor.
Demasiados datos, excesiva ambigüedad. La ablación tiene nombre de mujer. Tanana Traoré en este caso.
Gobiernos del planeta Tierra: cesen de inmediato sus relaciones diplomáticas, con todos los países que realizan la mutilación genital a más de la mitad de su población!!!