Opinión
La justicia cautiva y María Salmerón
"Si las víctimas lloran entre rejas y los verdugos miran desde fuera, el sistema falla. Al menos, por dignidad, dejemos de llamarlo 'justicia' ", escribe la autora.
Rabia. Es lo primero que he sentido y supongo os habrá pasado lo mismo a muchas y muchos de los que habéis leído la noticia. María Salmerón entra en la cárcel y parece que un poco de la justicia de este mundo entra con ella.
María va a la cárcel por cuidar de su hija, por tratar de protegerla ante una Justicia que no es tal y una ley que la abandonó cuando, de menor, más la necesitaban. Escucho discusiones sobre lo pertinente o no de su entrada en prisión, sobre que será lo justo porque el proceso judicial así lo determina, sobre que será que no se ha podido demostrar que Salmerón tenía razón para no llevar a su hija junto a su padre cuando la justicia así lo determinaba. Y me llevan los demonios.
Si la justicia no puede proteger a una menor, no es justa, ni digna, ni –lo siento– respetable. Porque yo podría haber sido esa niña y me puedo imaginar siendo esa madre.
Entiendo que, quien no ha vivido algo similar, pueda tratar de imponer la ley pensando en la rectitud que debe conllevar; que exija guías para un orden necesario; que vea en las normas pautas que organicen el caos en que, de natural, terminaría la sociedad si no hubiera legislación. Entiendo, también, que estamos todas con nuestras cosas, que tenemos mucha prisa, que después tenemos una reunión, una llamada, una cita… que no lo hemos vivido o que, si ha pasado, queremos olvidarlo. Que nos da vértigo pensar que lo que rige la sociedad no es una certeza.
Pero creo que se nos olvida que la ley no está escrita en piedra. Que fue escrita por mano humana con el objetivo de regular y proteger. Y que, si la justicia no protege al más vulnerable, si no hace honor a su nombre, entonces deberíamos analizarla, deconstruirla y replantearla, como estamos haciendo –por suerte– con tantas otras cuestiones, desde cómo consumimos hasta cómo nos expresamos.
No es justicia si lleva a una madre, víctima de violencia machista, a prisión por incumplir la ley con el objetivo de proteger a su hija. No es justicia si, en cambio, aquel exmarido, condenado por maltrato a 21 meses de prisión, nunca ha estado entre rejas. Si las víctimas lloran entre rejas y los verdugos miran desde fuera, el sistema falla. Al menos, por dignidad, dejemos de llamarlo justicia.
Los jueces han cometido muchos errores en materia de protección de menores y de madres.
Se ha visto cómo acaban mal casos que después de pasar por sus manos deberían haber acabado bien.
Quizá mejorar la condición humana no esté a nuestro alcance, pero sí lo está mejorar la ley. Y ya va siendo hora.