Cultura

‘Maternar’: pariendo el arte y la protesta

Una exposición y una publicación en el MUAC de Ciudad de México exploran el potencial político de la maternidad y sus denuncias en las nuevas formas de representación artística.

‘Jus Sanguinis’ (2016). Dibujo de Daniela Ortiz presente en la exposición del MUAC.

Un niño y una mujer juegan en una piscina hinchable bajo unas letras que preguntan: «¿Qué cuidan los cuidados? ¿Dónde empiezan y dónde acaban? ¿Quién cuida a quién?». En 2020 la artista Núria Güell participó en un festival convirtiendo en producción, en obra-de-arte, el tiempo compartido con su hijo. La pieza se tituló Anexo para Afrodita y forma parte de Maternar. Entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción. Se trata de una exposición (se puede ver hasta primeros de julio en el MUAC, Museo Universitario de Arte Contemporáneo de Ciudad de México) y un catálogo descargable que evidencian la precarización y vulnerabilidad de los trabajos del cuidado, que inventan formas de protesta e intentan darle un giro al círculo de producción y reproducción.

¿Cuál fue el giro propuesto por Güell? Así lo explica en su web: «No se trata de una gran suma de dinero, pero por poco que sea me viene muy bien para paliar la escasez de tiempo productivo –y por tanto de ingresos monetarios– que comporta la crianza de una criatura en pleno confinamiento. Después de pasar muchos días pensando en ‘los cuidados’ decido, a través de una metodología a la que nombro ‘réplica analítica’, convertir en mercancía o capital el tiempo que paso con mi hijo, siguiendo un ejercicio análogo al realizado en Afrodita». Un ejercicio y un camino de la reproducción a la producción que había transitado –y casi inventado– cuando pidió en 2017 al museo que le reclamaba una obra «que destinase el dinero de producción al pago de las cuotas de mi seguridad social durante siete meses, los mínimos requeridos para poder cobrar las prestaciones de baja por maternidad». Lo consiguió. El museo pagó y la obra se hizo carne en el sentido más literal y bíblico; allí estaba León, su hijo, para corroborarlo.

‘Maternar’: pariendo el arte y la protesta
Afrodita (2017), una pieza de videoarte de Núria Güell. MUAC

Las comisarias de Maternar son Helena Chávez Mac Gregor y Alejandra Labastida, quien en el prólogo del catálogo escribe una carta a Núria Güell, recordando la potencia de aquella acción cuyos ecos no se han extinguido, sino lo contrario. Escribe Labastida:

Esto no es un derecho, esto es una obra”, dejó claro la institución.
“Aun así, insistiremos hasta que lo sea”, dejaste claro tú.

Maternar es fruto de esa insistencia. Es también el resultado de una investigación de largo aliento, conformada por una selección de obras de artistas de diversas generaciones y un amplio abanico de latitudes durante los últimos 20 años. Los trabajos de Helen Benigson, Claire Fontaine, Lenka Clayton, Colectivo NoSinMiPermiso, Moyra Davey, Flinn Works, Regina José Galindo, Ana Gallardo, Cristina Llanos, María Llopis, Irene Lusztig, Mónica Mayer, Daniela Ortiz, Frida Orupabo, Irma Poma Canchumani, María Ruido o Carmen Winant, entre otras, ilustran la maternidad como un concepto complejo, poliédrico y en disputa desde muchos frentes.

Una de las primeras luchas, una de las más dramáticas y salvajes, de las más silenciadas también, la personal, la personalísima, la de las madres que, con la criatura en brazos, sienten su peso, pero también el de todas las renuncias y oportunidades que caen con el balanceo. Porque, oh, oh, eso no estaba previsto. Eso no lo ponía en el libro random sobre maternidad: «Recuerdo un pensamiento muy claro de mis primeras semanas como madre: este bebé me ha secuestrado, ya no soy dueña de mi vida, ni de mi cuerpo y aun así lo amo al infinito… ¡La maternidad es un síndrome de Estocolmo!». Así lo explica Labastida en el catálogo, quién enseguida se muestra sorprendida de lo que tardó en comprender, gracias al apoyo de la literatura feminista, «que el secuestrador no era el bebé, sino el sistema patriarcal y capitalista que se nutre de ese trabajo no remunerado/esclavo disfrazado de amor».

La maternidad no es un paréntesis

Hay una idea muy perniciosa en la maternidad y es la del paréntesis. Está calcada y reforzada por el sistema productivo de bajas y reincorporaciones que hace que se tome este periodo como transitorio, como algo que sucede, se gestiona y de lo que se vuelve como si nada hubiera pasado. O casi nada. Porque algo cambia, sí, pero cambia para que todo siga igual, concede el sistema. Y no, la maternidad no es un paréntesis, pero sí algo que permite poner todo lo demás entre paréntesis.

En filosofía existe un concepto denominado epoché o epojé y que consistiría, según el desarrollo de la fenomenología de Husserl, en una suspensión del juicio sobre la realidad, un poner entre paréntesis y en cuestión todo para que todo se modifique, empezando por uno mismo. La maternidad es ese mecanismo revelador y transformador del que no se vuelve porque no se sale indemne. El mundo es otro y una es otra también.

En los textos del catálogo, Helena Chávez Mac Gregor explica así su particular epifanía: «De alguna manera, la maternidad ha sido para mí una forma de poner el trabajo en crisis no solamente de manera teórica, sino como experiencia vivida. Cuando me di cuenta de que la maternidad me generaba mucha frustración y rabia porque no podía trabajar como antes, comprendí que la productividad se basa en la exclusión del cuidado. Esa estructura no solo es injusta, sino que hace la vida imposible para millones de mujeres. En cierta forma, no es solo que el cuidado de Rita [su hija] es una forma de trabajo –no remunerado–, sino también, y mucho más importante, que este sea una relación que produce significado lejos de las demandas de producción. Quizás lo que esté en juego, más allá de mi propia experiencia, es la posibilidad de hacer de la maternidad, si no una forma de emancipación, al menos un espacio de crítica y resistencia».

Alumbrar a un delfín

Una residencia artística en la casa de una madre con dos niños pequeños. La idea se le ocurrió a Lenka Clayton, la materializó en 2012 y forma parte de esta iniciativa porque va a degüello contra la romántica idea de este tipo de estadías al enmarcar la maternidad como un sitio valioso, generador de ideas y proyectos en vez de un lugar de trabajo invisible e inhóspito para la exploración y la producción artística.

‘Maternar’: pariendo el arte y la protesta
Quiero dar a luz un delfín (2013), un vídeo de Ai Hasegawa. MUAC

El recuerdo del Colectivo NoSinMiPermiso a las mujeres que fueron esterilizadas contra su voluntad bajo la política fujimorista en Perú. La performance que encerró a la artista Regina José Galindo y a su familia en una celda durante 36 horas para protestar contra el auge de las prisiones privadas en Estados Unidos. La exploración de la posibilidad, viabilidad y dilemas que entrañaría la maternidad interespecie que aborda Ai Hasegawa en su vídeo Quiero alumbrar un delfín y que plantea en estos términos: «Este proyecto aborda el problema de la reproducción humana en una era de hacinamiento, sobredesarrollo y crisis ambiental. Con una posible escasez de alimentos y una población de casi siete mil millones de personas, ¿consideraría una mujer incubar y dar a luz a una especie en peligro de extinción como un tiburón, un atún o un delfín?». La representación desidealizada de la maternidad y la atención a la fragilidad emocional y a la depresión posparto del mural de Cristina Llanos. Los inquietantes retratos de Natalia Iguiñiz titulados La otra, en los que aparecen empleadoras y trabajadoras del hogar ilustrando la externalización y mercantilización o subrogación de los cuidados. Estas son algunas de las obras que recoge Maternar. Entre el Síndrome de Estocolmo y los actos de producción.

‘Maternar’: pariendo el arte y la protesta
Instalación en el MUAC de la serie fotográfica La otra (2001), de Natalia Iguiñiz.

Recorrer la exposición, leer el catálogo y desgranar sus obras es desgranar también las contradicciones, imposibilidades e insostenibilidad, en definitiva, de muchos de los actuales modos de vida. Explorados, en los últimos tiempos, desde el ensayo con obras como Maternidades precarias (Arpa) de Diana Oliver, La revolución de los cuidados (Txalaparta) de María Llopis o Las abandonadoras (Destino) de Begoña Gómez Urzaiz, el reto en esta ocasión era plasmar esa inquietud en imágenes, vídeos, murales. «Abrimos la conversación –señalan las comisarias– porque no sólo se trata de afirmar que la maternidad es compatible con la práctica artística, sino entender cómo, en los últimos veinte años, esta experiencia se ha adentrado en la obra de artistas para cambiar paradigmas y generar una producción vasta, crítica y potente que se coloca en el centro de las grandes crisis de la actualidad: el reparto desigual del trabajo y del cuidado. La maternidad se vuelve, más que un tema, un punto neurálgico para la exploración de una serie de tramas no sólo sensibles y artísticas, sino también políticas, sociales, económicas y culturales».

La exposición ‘Maternar: entre el síndrome de Estocolmo y los actos de producción’ se puede ver hasta el 3 de julio en el MUAC. Catálogo descargable desde la web del museo.

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