Sociedad

La interminable cuenta atrás de María Salmerón

Así ha vivido María Salmerón, víctima de violencia machista, la última semana, los últimos días dados por la justicia para ingresar voluntariamente en prisión, un reflejo de los 20 años que dura su calvario.

María Salmerón, con la caja de firmas que piden su indulto, a falta de un día de que termine el plazo voluntario para ingresar en prisión. O. C.

MIÉRCOLES, 25 DE MAYO

María se está comiendo una naranja. Son las cuatro y media de la tarde. Falta una semana para que se cumpla el plazo establecido por la justicia para su ingreso voluntario en prisión. “Hemos recurrido la comparecencia, pero no sé yo. Tengo un presentimiento… Pero yo no soy abogada ni jurista. En fin… Tengo sentimientos encontrados. Lo que se dice en el recurso es que se han vulnerado todos los derechos fundamentales”, cuenta por teléfono.

Al fondo, se escucha el canto de un pajarillo. “Es un agapornis. Se lo regalé a Miriam. Me acompaña desde la fecha más o menos en que le dieron la custodia al padre. Sí, estos pájaros duran muchos años”, dice, tal vez, sin darse cuenta de que el pequeño ave, también conocido como inseparable, representa el amor hacia su hija, pero también ese calvario que ha venido siendo su vida desde que decidió divorciarse de su exmarido: 20 años pendiente de juzgados, de puntos de encuentro, de recursos, de abogados, de angustias, años y años con la amenaza de ir a la cárcel, como una espada de Damocles sobre su cabeza, por cumplir la voluntad de su hija.

Eso, en términos judiciales, fue incumplir el régimen de visitas que el padre, condenado por maltrato a 21 meses de prisión, tenía hacia la pequeña, hoy ya una joven de 21 años que sigue diciendo lo mismo que entonces: “No quiero saber nada de ese hombre”.   

Salmerón atiende a los medios a las puertas del juzgado el día que le notificaron el plazo voluntario para entrar en prisión. O. C.

Este mismo día, este miércoles, cuando María Salmerón lleva un mes digiriendo el rechazo de su indulto por parte del Gobierno, el BOE recoge la medida de gracia para otra mujer. “El indulto a María Sevilla es patrimonio del movimiento feminista de nuestro país. Gracias a todas”, escribe la ministra de Igualdad, Irene Montero, en un mensaje en Twitter acompañado de un vídeo, en el que la ausencia de una mínima referencia sobre el caso de María Salmerón, al menos, se hace raro. “Cuando en este país ninguna institución, ninguna política pública respaldaba a las madres protectoras, sí que había mujeres, pocas, cada vez más, defendiendo con pancartas, con su mano tendida, con su apoyo, con sus asociaciones feministas, poniendo dinero de su bolsillo, poniendo el cuerpo, exponiéndose a la criminalización para decir no estás sola, yo te creo y vamos a caminar juntas hasta que las instituciones protejan de forma efectiva a todas las madres que se están defendiendo a sí mismas y también a sus hijos e hijas frente a la violencia machista”, dice la ministra. Ni un “no hemos podido, María Salmerón”, ni un “lo seguiremos intentando, María Salmerón”, ni un algo.

“La gente no tiene ni idea de lo que es el maltrato institucional”, dice María, a quien el gobierno del PP le ha concedido ya tres indultos, a quien el gobierno del PP premió en 2015 como víctima de violencia de género, y a quien, según ella, el PSOE la ha traicionado. A ella y a su hija. No tiene reparos en expresarlo. Se muestra muy dolida con este gobierno de coalición, cuyo Ministerio de Justicia ha tardado un año en resolver la solicitud de indulto que la hubiera librado ya de la cárcel. Esta última condena son nueve meses de prisión y el pago de 3.000 euros a su expareja, que ya abonó hace unos días gracias a un crowdfunding.

María no quiere saber nada de política. Huye de grupos, de etiquetas. Se define como María Salmerón, a secas: “Yo no soy ninguna madre protectora. He hecho lo que he hecho porque era lo que tenía que hacer”. Y lo hizo cuando las leyes aún no estaban de su parte, ni la justicia –ni tampoco la sociedad– entendía aquello de que un maltratador no puede ser un buen padre. 

“¿Tú te acuerdas de cuando viniste a mi casa, cuando saltó mi caso?”, pregunta con su inseparable pajarillo al fondo.

María hoy no trabaja, está de descanso. Aquel día de 2009, María tenía 13 años menos. Tenía una melena rizada rubia, flequillo alisado. Y por la casa andaban los juguetes de una niña de 8 o 9 años. Ana, su madre, la abuela de la niña, también vivía hace 13 años, y hablaba de las cosas bonitas que hacía su nieta, que era, en definitiva, de lo que querían seguir hablando, de que Miriam fuera feliz. Pero Miriam, aquel día, ya no vivía en aquella casa. Y la ley tampoco decía que los hijos de las víctimas de violencia de género eran también víctimas directas. 

JUEVES, 26 DE MAYO

“Cabrona, hija de puta”, le gritó el padre de su hija el 11 de noviembre de 2001 en una de las visitas. Meses antes, cuando aún convivían juntos, el hombre menospreciaba continuamente, en privado y en público, las habilidades de María para llevar la casa o su capacidad para obtener el título de auxiliar de clínica. En la discoteca, una noche, la insultó diciéndole que iba provocando y preguntándole que si también había mantenido relaciones con los porteros. Son, según la sentencia dictada en marzo de 2008, algunos de los hechos que “constatan la situación de sometimiento y temor que sufría María ante una actitud despótica y humillante que ejercía el acusado de forma habitual y constante”. El juez lo condenó a 21 meses de prisión y el Tribunal Supremo lo confirmó un año después. Pero el caso de María Salmerón no salió a la luz por esta condena. 

El caso de María, que es también el caso de su hija, salió a la luz porque la justicia le otorgó al padre la custodia de la niña por incumplir el régimen de visitas, el mismo delito por el que ahora esta mujer está condenada a la cárcel, el mismo delito por el que la consideran reincidente, el mismo delito que hoy ya no sería delito, con el cambio de la ley. La decisión, sin embargo, fue posteriormente revocada tras una larga batalla judicial que terminó después de que la menor fuera escuchada, por una vez, en los tribunales. Miriam regresó con su madre. En las últimas semanas, aquella niña que hoy estudia en Irlanda ha narrado en diversos medios de comunicación el calvario que sufrió durante aquel tiempo, el aislamiento al que fue sometida.  

El problema es que la parte civil (la separación) y la penal (el maltrato) fueron por separado. “Un juzgado de violencia habría dado una solución más armoniosa”, aseguró la entonces presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, Inmaculada Montalbán, en un artículo en Público. El procedimiento fue anterior a la entrada en funcionamiento de estos juzgados y a todas las demás leyes y reformas que indican que, efectivamente, un maltratador nunca puede ser un buen padre. Todavía hoy María acude a los juzgados de lo penal, nunca pisa el juzgado de violencia hacia la mujer, que queda ubicado enfrente, como otra metáfora más de su vida. 

“¿Has visto cómo habla de bien el idioma?”, dice orgullosa María cuando ve a su hija en un vídeo en YouTube hacer una entrevista en inglés. Ayer habló con ella por videoconferencia, como casi todos los días. Pronto volverá de Irlanda. “Usaba el régimen de visitas para hacerme daño”, continúa recordando María. “Eso hoy tiene nombre. Pero cuando empecé a sufrirla nadie hablaba de eso, de la violencia vicaria. Me estaba maltratando a mí a través de la niña. Y mira qué mierda de vida tengo. Que me ha merecido la pena, eh, por mi hija. Por tener a mi hija como está. Pero me ha costado la salud”, añade. 

María ahora tiene el pelo corto, oscuro, 21 años más desde que nació su hija. No está ya Ana, su madre. Su psiquiatra la llama de vez en cuando para saber cómo va. “Estoy regular”. Hoy, y hasta el domingo, tiene turno de tarde en la residencia de personas mayores donde trabaja, de titularidad pública.

Su nómina sigue embargada por las deudas que acumula de las distintas sentencias y costas. “La única misión de mi padre es destruir a mi madre y con ella me lleva a mí por delante”, dijo Miriam días atrás en una entrevista en El País.

Hoy el Congreso ha aprobado la ley del solo sí es sí

VIERNES, 27 DE MAYO

[Conversación por WhatsApp]

-Te puedo llamar por la tarde o estás trabajando, María?

-Estoy trabajando.

-Y cómo estás de ánimo hoy?

-Igual. Nada cambia.

SÁBADO, 28 DE MAYO

Una taza de café sonriente dice ¡buenos días! Es el sticker que María acaba de mandar al grupo de WhatsApp en el que informa a diversos medios de comunicación y periodistas de los avances o retrocesos de su caso. Ha compartido un artículo escrito por Fernando Rovetta, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Castilla-La Mancha, publicado en La Voz de Talavera. El autor se remonta a Sófocles, a la tragedia en que Antígona se atrevió a desobedecer una ley que consideraba injusta. Y por ello fue ejecutada. Y luego reproduce las razones que la ministra de Justicia, Pilar Llop, esgrimió en una entrevista en La Sexta sobre el rechazo al indulto: “María Salmerón es una mujer que tiene antecedentes penales. Que tiene reincidencia y además había un informe del tribunal sentenciador negativo a la concesión del indulto”. 

El profesor desmonta cada punto desde el punto de vista jurídico y ético. Y del sentido común. “Una lectura garantista de la conducta de María Salmerón debiera anular sus antecedentes penales y, lejos de castigar, premiar a una madre que defiende a su hija”. Y, como si la justicia necesitara de milagros para ser justa, cita también a Jesús de Nazaret: “La ley se hizo para el hombre y no el hombre para la ley”. Es el Estado, concluye, el que debe pedir perdón a esta mujer, “a la que está sometiendo a una condena absolutamente aberrante, desde el momento en que le otorga 15 días para ingresar ‘voluntariamente’ en prisión”. 

María, bastante descreída a ratos de la justicia terrenal, suele apelar en sus conversaciones a la justicia divina. Se define como creyente, pero no prácticamente. Cree en Dios, pero no en la Iglesia. “A mí se me ha hecho un caso sin causa”, zanja en este sábado que parece lunes o martes o cualquier día más en el que nadie le dice que se acabó, que no tiene que ir a la cárcel. A veces, María también reza. “Sí, estoy rezando estos días”. Es algo que mantiene de su madre, que siempre lo hacía: “Se me fue demasiado pronto”, lamenta. Durante mucho tiempo, María tuvo a su madre en una foto de perfil de WhatsApp, un buen medidor de emociones en muchos casos.

Estos días recuerda especialmente a quienes han estado ayudándola desde el principio, de forma desinteresada, sin réditos políticos, como dice ella. Y también a quien le ha puesto zancadillas. “Mira, aquella jueza hizo bien su trabajo”, cuenta sobre la denuncia que su exmarido le puso por una supuesta denuncia falsa. La justicia absolvió a María y fue contundente: “Difícilmente lo descrito por la acusada en la denuncia de 1 de junio de 2012 puede calificarse de mendaz. Se limita a exponer unos hechos objetivos”. 

Era la enésima vez que se sentaba en el banquillo, la enésima vez que se declaraba inocente, la enésima vez que repetía a la prensa que lo que pretende su exmarido es asfixiarla económicamente a base de denuncias. La enésima vez que manifestaba sentir angustia ante otro “visto para sentencia”. Sin embargo aquella vez, aunque igual, era distinto. Aquella vez no estaba acusada de incumplir el régimen de visitas. Aquella vez, para María, peor que ir a prisión habría sido que la hubieran condenado por mentir. Porque no solo la habrían condenado a ella –reflexionaba– sino a todas las mujeres con las que los detractores de la ley de violencia de género alimentan el mito de las denuncias falsas. “Jamás. Yo nunca he mentido ni he tenido por qué mentir. He contado todo lo que me ha pasado. Punto”.

María Salmerón, con su absolución por denuncia falsa. O. C.

Hoy tampoco tiene ganas de ver a nadie. Manda unos mensajes antes de irse a trabajar: “La cruz la llevo por dentro. Los problemas los dejo en la puerta. Ellos [las personas mayores a las que cuida] no tienen la culpa de lo que nos pase”. En su perfil de WhatsApp ha puesto una foto reciente en la que las periodistas Cristina Fallarás y Ana Pardo de Vera, entre otras mujeres, le dan su apoyo tras una pancarta. Están delante del Congreso de los Diputados. Entonces, aún no se había pronunciado el Gobierno. Hoy le restan cinco días para ingresar voluntariamente en prisión.

DOMINGO, 29 DE MAYO

“En el expediente se han vulnerado todas las exigencias y garantías que deben regir en los mismos, y que establecidas en la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas, estarían referidas a los trámites de alegaciones, art. 76; a las pruebas, art. 77 y 78 y el de audiencia, art. 82. Y que de haberse llevado a cabo, hubiese producido, sin lugar a dudas, que se hubiera dictado, si se actuase conforme a derecho, una resolución diametralmente opuesta a las que se recurre. Y, no, como ha ocurrido, que se me dejado en la más absoluta indefensión al habérseme privado de alegar, y probar, todo lo que a mi derecho interesare, entre otras cuestiones, la que será más abajo desarrolladas, cancelación de los antecedentes penales, y aplicación retroactiva de la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, que modificó los artículos 94 y 158 del Código Civil”, dice, a modo de resumen, el recurso que este mismo domingo acaba de enviar al Ministerio de Justicia para que cancelen sus antecedentes penales, que, según explica, ya debería haber ocurrido de oficio. Tiene diez páginas. 

“Estoy agotada”, es lo único que llega a decir ella tras salir del trabajo. 

LUNES, 30 DE MAYO

Hoy y mañana, María está de descanso. Sus planes más próximos son dar de comer a sus animales, hacerse la comida para ella y tirarse en el sofá toda la tarde. Quiere desconectar un poco. Pero antes, manda al grupo de prensa un nuevo artículo que ha salido publicado en los medios sobre su caso. “María Salmerón ha tenido dos contratiempos: un Gobierno cruzado de brazos, que no ha querido explorar y aplicar algunas vías, antes señaladas, para conceder el indulto, y una ley de indulto de 1870, tan longeva como refractaria a los valores, los derechos y las libertades propios de una democracia parlamentaria y un Estado de Derecho, una ley  sencillamente vomitiva, que ni los sucesivos Gobiernos ni la legión de nuestros políticos desde 1978 han querido actualizar. Gobiernos y parlamentarios serán cómplices vergonzantes de cada día que María Salmerón pase en la cárcel”, escribe en Público Ramón Soriano, catedrático emérito de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Y finaliza: “El resultado final es que la madre víctima de maltrato de su exmarido y protectora de su hija a lo largo de muchos años va a entrar en la cárcel y el maltratador condenado a año y medio por maltrato, que no cumplió la condena, sigue libre y además disfrutando de los tres mil euros que ha tenido que pagarle la víctima en concepto de indemnización. Suyas son las conclusiones”.

“Es que mi historia se está escribiendo sola. No lo digo yo, lo están diciendo los mismos juristas. Y cuando llegue momento menearé el árbol y que se caigan todas las peras que se tengan que caer”, añade María, que ha aprendido en todos estos años lo que no está en los escritos. Sigue sin respuesta del juzgado. Cero noticias del Ministerio de Justicia. Solo quedan tres días para su ingreso voluntario en prisión. 

Por la noche verá una película. “Mañana no sé qué haré”. 

Cuatro mujeres han sido asesinadas en España en la última semana.

MARTES, 31 DE MAYO

Hasta hoy, el número de mujeres asesinadas por violencia de género en España asciende a 18 en 2022 y a 1.148 desde 2003, cuando se empezaron a recopilar datos. El número de menores huérfanos por violencia de género en España asciende a 17 en 2022 y a 354 desde 2013, según las cifras oficiales del Ministerio de Igualdad. María aún cree que algo, una llamada, un milagro, –¿la justicia?–, la salvará de la cárcel, como las veces anteriores. 

-¿Y qué va a pasar con tu trabajo, María? 

María calla. 

-¿Qué va a pasar con tu trabajo si entras en prisión? 

María calla. 

-Que ojalá que no pase. 

Coge aire y dice, como si este asunto no terminara de ir con ella: “Es que yo no he pensado en eso. No. No”. 

Ya lo dijo una semana antes, cuando fue a recoger la notificación del ingreso voluntario, para el que solo le restan dos días. “Yo no estoy preparada mentalmente para ello”. Lo lleva diciendo durante años: “¿Pero qué reinserción necesito yo?”. 

Según el Estatuto de los Trabajadores, el ingreso en prisión puede ser causa de la extinción de la relación laboral. Aunque puede variar según la empresa y el caso concreto.

María no quiere hablar de ello, no se lo imagina, no sabe quién cuidará a su agapornis, ni a sus perros, ni quién ayudará, sobre todo, a su hija. Hoy está pensando en las más de 100.000 firmas reunidas, las más de 100.000 personas que piden su indulto. Ha mandado ya la nota de prensa, en la que anuncia que mañana las entregará en la Delegación del Gobierno, en la Plaza de España, en Sevilla. 

Por la noche, a modo de balance, cuenta que ha pasado el día como si nada, como otro más en la historia sin final de esta mujer que vive en Dos Hermanas. Ha hablado con su familia, ha estado en casa y ha hecho una entrevista con El Español.

Pero también ha pasado algo que no cuenta, como si no quisiera que afectara a ese rayo de esperanza que María siempre guarda en sus labios pintados de color malva: la jueza del penal número 6 de Sevilla ha inadmitido el recurso de reforma contra su ingreso en prisión.  

MIÉRCOLES, 1 DE JUNIO

“Ay, ay, las vueltas que el mundo da / válgame tío Rufino / las vueltas que el mundo da / siendo un minero tan fino / a donde ha venío usted a parar / a darle vueltas al molino”, canta un hombre en la Plaza de España de Sevilla. Es el conocido Taranto del Tío Rufino. Al baile, una mujer vestida de negro. Otra, del mismo color, a las palmas. A la guitarra, otro hombre, también de negro. Los turistas hacen vídeos y fotos. Abajo, unas monedas. Detrás, el majestuoso monumento donde se aloja la Delegación del Gobierno. Una limpiadora frota con afán las bellas barandillas y azulejos. Las cámaras de televisión comienzan a llegar. Plantan sus trípodes. Charlan, esperan. Las banderas de España, Europa y y Andalucía ondean al compás de la suave brisa. Son las 11.30 de la mañana. Un cartero deja algunos sobres en las dependencias oficiales. 

Y María llega, por fin, con las más de 100.000 firmas en una caja de cartón, agarrada a ella como a un clavo ardiendo, acunada sobre sus brazos. La acompañan siete amigas, con una pancarta morada, lisa, con letras blancas y un mensaje rotundo y claro, sin florituras: “Indulto para María Salmerón ya”. 

La prensa le pregunta cómo está, cuál es el siguiente paso. Qué es lo decisivo en este momento, en un proceso en el que todos, menos María, ha llegado a perderse alguna vez entre recursos, condenas y demás terminología judicial. “No, ese no”, “No, esa condena no”, “No, ese indulto no”, “No, no lo han rechazado, lo han inadmitido”, “No es custodia compartida, es incumplimiento de régimen de visitas”, “No, eso no es del juzgado, eso es del Ministerio de Justicia”… Es habitual escuchar estas frases en boca de María cuando la prensa le pregunta por los detalles. Hoy también.

Hoy, tras anunciar que la jueza había inadmitido el recurso de reforma a su ingreso en prisión y que había presentado otro ante la Audiencia de Sevilla, los medios de comunicación allí presentes se afanaban en saber si eso es lo último que la puede salvar de la cárcel. “Pero no queda tiempo”, dijo una periodista. Falta un día. “Pues tendrán que suspender el ingreso en la cárcel de manera cautelar”, dijo María, defensora de ella misma en la más absoluta indefensión. “La jueza está a punto de prevaricar”, prosiguió. Y también dejó el mensaje a la ministra de Justicia, a quien llamó por su nombre y apellido: Pilar Llop. 

Las cámaras la grabaron ante el rótulo del Gobierno de España, para que quedara constancia de lo que allí estaba sucediendo. Luego las cámaras la siguieron hasta la puerta del registro. “¿Son ya las doce?”, pregunta María a sus amigas. Las doce menos cinco, le responde una. «Vamos bien, vamos bien». Cinco minutos son suficientes para hacer de la cuenta atrás un continuo ir hacia adelante. Dentro, la atienden con alfombra roja. Todo el maltrato institucional se vuelve amabilidad y escucha. “A ver en qué se traduce luego”, cuenta más tarde María.

Fuera, entre el murmullo, en la espera, una mujer pasa haciendo footing y otra habla por teléfono: “Es que eso no se ve ni en un señor machista de 80 años”. Siempre ha sido frecuente, cada vez que María tenía alguna cita con la justicia, que llegaran mujeres con problemas, similares, en busca de ayuda. Como Marisa –nombre ficticio–, una de tantas víctimas de violencia machista que, a pesar de las campañas, las denuncias y el avance de las leyes, no sabía a quién acudir para proteger a su hija del padre, también condenado por maltrato.

Acudió a María, que siempre las ha escuchado, con todo lo que tenía encima. El caso de Marisa, hoy, ya está resuelto. 

María se va pitando para comer e ir a trabajar. Otra vez tiene turno de tarde.

JUEVES, 2 DE JUNIO 

María tiene cientos de llamadas perdidas. Solo ha mirado el móvil de reojo. Son las 11 de la mañana. Hoy se acaba el plazo. Hoy es el último día. Hoy, de no ocurrir nada, de no obtener respuesta del juzgado ni del ministerio, pasaría lo que una sociedad democrática y comprometida con la igualdad no dejaría que sucediera: que esta víctima de violencia de género vaya a la cárcel.

María está desayunando mientras recuerda algunos puntos de la historia, como aquellos comentarios lejanos en los que su exmarido le decía que no conseguiría sacarse el título de auxiliar de clínica, según recogió la sentencia que lo condenó. Él no fue a la cárcel. María está a un paso de pisarla. Pero lleva años y años haciendo lo que le gusta, trabajando como auxiliar de enfermería. “Menos mal que tengo mi trabajo. Otras no tienen cómo mantenerse”, dice mientras termina su tostada. 

Después, cuando decide abrirse al mundo, vuelve a mandar el sticker de la taza sonriente al grupo de periodistas: “Se ha filtrado que es el día 8 mi ingreso en prisión, para tod@s os diré que no será ese día, y que no lo va a saber ni mis abogados. Espero que se resuelva antes el recurso de queja presentado ayer, paciencia, hay que esperar, sé que estáis nervios@s, pero yo lo estoy más. Gracias por vuestro apoyo”.

Antes de irse a trabajar, coge el metro y luego un autobús. Ha quedado en la sede de Radio Sevilla, en el centro, para grabar la entrevista que esta noche emitirá la SER en Hora 25. A las diez de la noche saldrá de trabajar. Irá a su casa a intentar dormir. Mañana será otro día. 

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Comentarios
  1. De aquellos barros estos lodos…
    LA INSÓLITA «GUÍA DE LA BUENA ESPOSA»: UN EVOCADOR DOCUMENTO SOBRE LA DOCTRINA NACIONAL-CATÓLICA IMPUESTA A LAS MUJERES EN ESPAÑA
    Un excepcional documento gráfico que pone de manifiesto hasta qué límites llegó la educación machista durante el Régimen de Franco.
    En el año 1953, fecha en la que se editó el inmundo folleto, en Londres las mujeres británicas conducían autobuses, trabajaban de albañiles y tenían plenamente reconocidos sus derechos por unas leyes que nada tenían que ver con la misoginia de los códigos legales españoles, que estimaban que la mujer era una suerte de extraño ser «disminuído», incapacitada para disponer de una comprensión omnisciente del mundo que la rodeaba. Por ello, de acuerdo con los preceptos de la Iglesia católica española y del Régimen de Franco, no sólo requerían de «protección» sino también de la tutela del varón.
    Por aquellos mismos años, en la Unión Soviética, las mujeres no sólo conducían tractores y grúas, eran profesoras y científicos, sino que además, desde 1920 se les reconoció el derecho a abortar sin ningún tipo de restricciones, además de a la equiparación salarial con los varones. Conquistas, por cierto, que aún en nuestros días continúan coleando en la sociedad española.
    En España, 20 años antes de 1953, durante la II República, la mujer comenzó a gozar de las libertades de las que jamás había disfrutado hasta entonces. Fue la violenta irrupción del Golpe militar de 1936 la que acabó de un tajo con las conquistas obtenidas en los apenas cinco años que duró la experiencia republicana. Con el Régimen clerical- fascista resultante del golpe de Estado las españolas perdieron todos los avances que habían conseguido en apenas seis años. El derecho a voto o el divorcio, imponiéndose de manera virulenta la prevalencia absoluta del hombre sobre la mujer, como queda perfectamente reflejado en el nauseabundo folleto que aquí reproducimos….
    https://canarias-semanal.org/art/32790/la-insolita-guia-de-la-buena-esposa-un-evocador-documento-sobre-la-doctrina-nacional-catolica-impuesta-a-las-mujeres-en-espana

  2. Este put* país no tiene arreglo ; pues a la sociedad que lo compone la tienen » motivada..» en otras diversas cuestiones sin relevancia alguna para lo que supone afrontar su/nuestra vida diaria , «cuestiones.» que evitan que nos fijemos en la realidad de país desastroso y totalmente corrompido en el que seguimos inmers@s .
    SPECIAL THANKS :
    » » GRACIASSSSSSSSSSSSSSSSS…….. P$(—)€ » ; ya sabéis……… » ,
    Salud.

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