Cultura

Muere Juan Diego, monstruo del cine español

Cómico arrollador y artista comprometido con la izquierda, dejó decenas de trabajos magistrales y un papel para la historia: el del señorito Iván en ‘Los santos inocentes’, quizás el retrato más perfecto que se haya hecho nunca del fascismo español.

Juan Diego recibiendo un premio Goya a Mejor Actor por su actuación en la película 'Vete de mí' (2007). Reuters.

Murió Juan Diego, militante comunista, bético impenitente y actor genial. Lo hizo en Madrid, a los 79 años, lejos de su Bormujos natal, el pueblo sevillano que no se cansaba de reivindicar y que le hacía recuperar su acento natural cada vez que hablaba de él. Ese acento que desaparecía cuando se subía a las tablas para interpretar a Shakespeare o a Chéjov. Y lo estuvo haciendo casi hasta el final, cuando una serie de complicaciones de salud le apartó de los escenarios.

Deja una trayectoria estelar en cine, teatro y televisión. Sus trabajos, aplaudidos y premiados con justicia, se cuentan por centenares, pero por encima de todos ellos dejó un icono imprescindible para entender la reciente historia de España: su papel del señorito Iván en Los santos inocentes (Mario Camus, 1984). Aquel terrateniente franquista, encarnación del mal absoluto, es quizás el retrato sociológico más perfecto que se haya hecho nunca del fascismo español. Y por si fuera poco también interpretó a Franco en Dragón Rapide (Jaime Camino, 1986), con la que consiguió su primera nominación a los Goya. Y lograría otra cuando se puso en la piel del general Armada en 23-F: La película (Chema de la Peña, 2011). Es curioso comprobar cómo alguien tan comprometido con la izquierda ha sabido sacar tanto provecho de sus enemigos.

Debutó en el teatro con sólo 15 años, en una época en la que aún se debatía entre ser torero o actor. Con 18 ya estaba representando Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Poco tiempo después empezó a trabajar en televisión. Era 1963 y su madre, Candelaria, se ponía a gritarle al aparato cuando otros actores lo maltrataban en pantalla. En los antiguos estudios del Paseo de La Habana interpretó multitud de personajes del teatro clásico y moderno, de Eurípides a Arthur Miller, de José Zorrilla a Ibsen, de Molière a Jardiel Poncela. «Yo nací y crecí como actor en televisión. Y lo poco de bueno o de malo que tenga se hizo ahí», confesaba en el programa El actor y sus personajes. La tele que le abrió las puertas de la profesión también le otorgó uno de sus papeles más populares cuando ya enfilaba la recta final de su carrera, el del comisario don Lorenzo en Los hombres de Paco. Su voz ya cascada y su inmensa comicidad a la hora de soltar tacos en andalú lo convirtieron en uno de los personajes preferidos del público.

Esa vis cómica desatada la supo explotar muy bien su querido amigo (y camarada) José Luis García Sánchez en títulos como La corte del faraón (1985) o Pasodoble (1988). Y también Luis García Berlanga en su última película, París Tombuctú (1999), en la que aparecía desnudo durante todo el metraje. «La vida es una comedia. La convertimos en tragedia, pero es una comedia. Y si no juegas, pierdes», decía en una entrevista con Andreu Buenafuente. Aquel disparate berlanguiano le sirvió para conseguir su segundo premio Goya. El primero lo ganaría con El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991). El último con Vete de mí (Víctor García León, 2006), una actuación arrolladora en la que daba vida a un actor fracasado y verborreico. Estuvo nominado otras seis veces más.

Un actor metódico

Este carácter alegre y expansivo podría llevar a pensar que Juan Diego fue un actor innato, natural y despreocupado. Nada más lejos de la realidad. Era concienzudo, obsesivo, exigente. Nunca ocultó las dificultades que tuvo hasta encontrar «el cuerpo y la voz» para interpretar a Franco, un papel que rechazó varias veces y que sólo aceptó por la insistencia del director, Jaime Camino. También llevó hasta el límite de sus fuerzas interpretaciones como la del conquistador Cabeza de Vaca (Nicolás Echevarría, 1991) o la de san Juan de la Cruz en La noche oscura (Carlos Saura, 1989). Ese último personaje, además, tenía una significación especial para él. Treinta años antes de que Saura se lo ofreciera, utilizó los versos del santo abulense para examinarse en el conservatorio de declamación de Sevilla. Así se lo contaba a Lola Mayo en una entrevista incluida en el libro La piel y la máscara: «Quise presentarme con unos poemas de Lorca, entre ellos el Romance de la Guardia Civil, y mi profesor me dijo: “No, Juanito, no, eso mejor no”». Así que se fue a una librería y se topó con aquello de «en una noche oscura, con ansias en amores inflamada…». Y con esos versos se graduó. Luego volvería muchas veces a la poesía mística, por ejemplo en la Misa flamenca de Enrique Morente, en la que recitaba a Fray Luis de León mientras Pepe Habichuela tocaba por soleá. Una concentración de arte difícil de igualar.

Presumía de haberse ganado a Concha Velasco para la izquierda. Juntos serían fundamentales en la huelga de actores que paralizó el teatro pidiendo (y consiguiendo) un día de descanso. Acompañó al siempre rebelde Eloy de la Iglesia en su primera película, Fantasía 3 (1966); en su primer encontronazo con la censura franquista, Algo amargo en la boca (1969); y hasta en ostensibles despropósitos como La criatura (1977). Como los cómicos de El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán-Gómez, 1986), otra de sus grandes interpretaciones, nunca dejó de currar, y si lo hizo fue siempre por motivos de conciencia. «Ha habido momentos en que no he cogido trabajos, y eso conlleva… no pasar hambre, pero sí no pasarlo bien, y acumular deudas, y acumular agradecimientos de bocatas en los bares. Pero es así», le contaba a Lola Mayo. «Yo nunca he hecho una película que manifiestamente suponga una crítica a la vida, o que tenga que ver con esa cosa estulta que es el fascismo, o con esa derecha ajena al hombre y a la mujer. Cuando he visto eso en una película, he dicho que no».

En Francia, cuando se va uno de sus mitos, suelen hablar de «monstruo sagrado». Lo de sagrado es bastante difícil asegurarlo, pero que Juan Diego fue un monstruo… eso es indudable.

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Comentarios
  1. Los genios no desaparecen.simplemente pasan a otro plano de nuestra existencia. Te recordaremos siempre…..por mis santos cojones……esa gracia natural y el positivismo transmitido. DEP genio de genios

  2. Gran actor y mejor persona, siento tu marcha pero sé que te fuiste con una sonrisa al ver a tú Betis ganar un título.
    Que la tierra te sea leve, mucho Betis ????

  3. Otra gran persona, y gran actor, que se nos vá.
    Se le vá a echar de menos.
    Y los enemigos de la humanidad se hacen tan viejos como los dinosaurios.
    Se vé que en este mundo cada vez más deshumanizado se encuentran en su «tinta».
    Insuperable en su papel del señorito Iván. Aquella película, real como la vida misma, es una joya.

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