Cultura
Antonio Maestre: “Quitando las herencias nos quitamos a una élite parasitaria que no sabe lo que es trabajar”
El periodista y subdirector de 'La Marea' acaba de publicar 'Los rotos' (Akal), un libro en el que disecciona cómo la clase social determina a lo largo de toda la vida.
Los rotos es un libro de historia. De una historia que, como otras historias que no interesan contarse, tampoco sale en el currículum escolar. Sin embargo, crecimos con ella, seguimos creciendo con ella, a diario. Cuando alguien lee Los rotos, lee fragmentos de la vida del autor, el periodista Antonio Maestre. Pero ocurre también, al leerlo, que lees partes de la tuya, de la de tus padres, sobre todo si has nacido en una familia de clase trabajadora.
Los rotos, en cierto modo y salvando las distancias, recuerda a aquel libro en el que te identificas con todos los que fueron a la EGB por reconocer un determinado objeto, o unos dibujos animados en concreto, o una marca. Lo que pasa es que aquí, en Los rotos, lo que identificas es el señor que venía a cobrar el seguro de los muertos, el drama que suponía que la lavadora se rompiera, que no llegara la beca, o esa sensación de querer huir de tu vida para no vivir como tus padres. De sentir, en ocasiones, incluso vergüenza.
Leer Los rotos es una forma de darte cuenta de que muchas cosas que te pasan, de que muchas cosas que te han pasado a ti y no a otras personas que han nacido en otro tipo de familias donde no era un problema que se rompiera la lavadora, no se debe a una casualidad de la vida. Esto también me ha pasado a mí, terminas concluyendo en una especie de MeToo de clase. Porque es eso, la clase como algo que lo permea todo, lo que desgrana Antonio Maestre en este libro, un compendio de vivencias personales, trabajo periodístico y aportes científicos y bibliográficos.
Con su lectura, te das cuenta también de que no es algo pasado, de otra época; de que no hay que hablar solo de fábricas, ni del mono azul para entender que la clase va más allá de una generación en concreto, de que te afecta incluso habiendo ido a la universidad, incluso habiendo leído en un mes todos los libros que tus padres no habrán leído en toda su vida.
El periodista, subdirector de La Marea, pone ejemplos concretos y trata de evidenciar cómo el filtro de clase se cuela de múltiples formas: si antes solo podían viajar unos pocos, ahora hay una cortinilla que separa a los que pueden pagar más que tú por ir en el mismo avión; si antes solo podían estudiar unos pocos, ahora hay unos másteres que separan a los que pueden pagar más que tú para acceder al mismo mercado laboral; si antes se hablaba de jamones, ahora el concepto más frecuente es la comisión.
Quienes hemos trabajado con Maestre, conocemos su empeño en denunciar las desigualdades que se crean por cuestión de clase. Así nació, por ejemplo, el suplemento Apuntes de clase. Y no rehúye de temas como este, al contrario: su abuelo, un perfecto antifascista y un perfecto maltratador. Y así nació este libro, editado por Akal, sobre cómo nos determinan los orígenes.
Al leerlo, da la sensación de que era una necesidad para usted escribirlo, dejar constancia de esta historia. ¿Por qué lo ha escrito?
Sí. Hay varias cuestiones. Una es poco romántica. Yo había firmado con Akal escribir un libro y luego no quería escribirlo. Y propuse hacer este que es el que siempre había querido escribir. Quizá lo hubiera hecho de otra manera hace tres años, cuatro años, pero es el que siempre había querido escribir. Antes no me sentía preparado. Escribir un libro para mí era como una especie de aspiración vital desde siempre y por eso empecé con Franquismo S.A., una investigación, algo con lo que me sentía mucho más seguro a la hora de escribir.
Pero siempre había estado rumiando este libro. Tenía notas guardadas desde hace un montón de años sobre este tema, que las empecé a revisar. Quería escribir un libro sobre la clase y, en principio, no sabía cómo hacerlo. El editor me habló de una cosa que se llama autosociobiografía, que hace, por ejemplo, Richard Hoggart, quien cuenta su biografía desde un punto de vista de clase.
Cuando yo empezaba a hacer mi trabajo, siempre sentí que me tenía que excusar por venir de donde venía, que tenía que ocultarlo. Sentía muchos comportamientos clasistas, que es algo que en mi vida periodística también me ha ocasionado muchos desprecios, tenía que estar justificando todos los días poner en primer plano a la clase social. Y no quería que fuese un libro sobre la clase obrera desde el punto de vista tradicional, porque eso es un error. La clase fabril, de mono azul, la clase trabajadora ha evolucionado a lo largo de los años y ahora tiene múltiples características y maneras de expresarse, y no deja de ser por eso clase trabajadora. Quería que fuera un libro sobre la clase pero más actual, dinámico y más accesible.
La tesis es que el origen lo determina todo.
Sí, la clase social te determina a lo largo de toda tu vida, te estructura, crea tu pensamiento, te va formando. Y tú, a través de tu pensamiento, perpetúas esa clase que te determina, y tienes muchísimas más dificultades en las cuestiones más cotidianas de la vida, como en el transporte, la salud. Cuando miras con perspectiva de clase, te das cuenta de las dificultades añadidas y los diques de contención que existen para el progreso social de una persona que, en otras circunstancias, no existirían o, por lo menos, sería diferente. No creo que la clase sea el determinante excluyente. Ser mujer importa también de manera determinante, en las mismas condiciones de clase. Tú lo tienes más difícil por ser mujer, pero si además estuviésemos hablando con una mujer racializada, lo tendría todavía más difícil. Se van sumando.
Pero la clase sí es un cristal traslúcido que lo determina todo y lo empapa absolutamente todo y te determina de manera evidente. Yo quería hacer un trabajo sobre la clase social pero que dejase claro que hay otros muchos filtros que te acaban determinando. ¿Por qué elijo la clase? Porque soy un hombre blanco pero de clase trabajadora. Y del que puedo hablar es de ese, sin minusvalorar otros. Porque es el que yo he vivido. Por eso este libro va de mi visión íntima, subjetiva, porque es mi vivencia personal. Y luego lo traslado a algo mucho más general para explicar que lo que yo he vivido y he sentido no lo he sentido por ser yo, sino que es ciencia social, ciencia empírica demostrada y que funciona por los métodos de reproducción social por clase.
«La clase es un cristal traslúcido que lo determina todo y lo empapa absolutamente todo y te determina de manera evidente».
Expresa también en el libro sus contradicciones: hubo un momento en que quería huir de su vida, que no quería ser como sus padres, por quienes, dice, siente profunda admiración. ¿Pero alguna vez sintió vergüenza de ellos?
Sí, sí. Porque ellos no tenían las inquietudes culturales e intelectuales que yo sí tenía. Llega un momento, sobre todo en la adolescencia, en el que empiezas a sentir un poco de rechazo por todo los que has vivido, en el que yo sí sentía vergüenza. Acababas adquiriendo un desprecio cultural, intelectual, un desprecio clasista. Porque, además, vas haciendo un proceso de evolución en el que pasas del barrio, no lo quieres, porque has vivido muchos desprecios en él –tú eres el tonto del libro– y eso mismo te provoca desprecio.
Quieres abandonar todo eso. Con tus padres ocurre, con tu familia, con tu barrio, con tus amigos, porque tú tienes otras aspiraciones y es acceder a un mundo diferente, y es algo normal. Las inquietudes de cada uno son respetables, pero quien tiene inquietudes intelectuales, culturales sabe que en algunos barrios no puede llevarlas a cabo. En mi barrio no había un teatro, no había nadie con quien hablar de libros. Yo tenía que ocultar que me gustaba leer porque, si no, me causaba problemas en mi círculo de amigos. Entonces tienes que crear una especie de avatar diferente entre tu grupo de amigos y el que tú eres de verdad. No tenías a nadie con quien hablar en un momento, además, en el que no existían todavía las redes sociales ni podías tener contacto con otras personas.
Entonces en mí había una especie de desarraigo y sentía que yo quería abandonar todo eso y llegar a otro mundo. Luego te das cuenta de que empiezas a sentir orgullo de ese barrio, pero tienes que hacer un camino cuando te vas. Cito una frase de Chavalas que dice: “La chica se va del barrio pero el barrio no se va de la chica”. Cuando yo vi esa película me di cuenta de que contaba lo mismo que yo en el libro.
Escuchándole, muchas personas podrían decir ‘A mí también’, un MeToo pero de clase.
Eso es una cosa que yo quería transmitir. Y la gente me dice que lo ha visto y eso para mí es vital. Un camarero con el que yo estoy todos los días me dijo que cuando lo estaba leyendo asentía con la cabeza. Lo que yo quería era que estas personas se dieran cuenta de sus propias circunstancias a partir de mi propia experiencia. Y es como el MeToo de clase. Igual que las mujeres descubren el pensamiento feminista y se dan cuenta de que lo que les ocurre es por ser mujer y no por llamarse como se llamen, con la clase ocurre lo mismo. Y eso es lo que intentaba humildemente con el libro.
¿Qué es para usted traicionar la clase obrera? ¿Dónde está la frontera? Siempre recuerdo una frase de Paco de Lucía que decía que cuando ganó los dos primeros millones de pesetas dejó de decir públicamente que era de izquierdas.
Es vital, dependiendo de cada uno, de su labor, de sus circunstancias, actuar conforme a lo que te ha determinado y no faltar a los tuyos. Es vital pensar siempre en ellos, que tu discurso dé voz a sus ideas, intereses, necesidades. En el fondo, obviamente, todos queremos vivir mejor y tener una vida lo mas cómoda posible. Pero, independientemente del dinero que puedas llegar a ganar –que cuando tienes un discurso combativo de clase siempre va a ser limitado porque no vas a poder llegar a ciertos estratos de la sociedad–, es vital intentar que la clase permanezca en ti siempre. Yo lo intento, a mí me cuesta llamarme ahora como un representante de la clase trabajadora porque mi vida es una profesión liberal, no tengo la precariedad de hace siete años, pero no dejo de ser un trabajador que, en el momento en que me falte un poco, vuelvo otra vez a lo mismo porque no tengo una red que me sostenga. Y ser consciente de no tener una red ayuda a comprender que tienes que defender desde tus principios los preceptos de clase y no traicionarla aliándote con aquellos que combaten a gente que intenta que la clase esté presente en la sociedad, lo que en el fondo es tener un discurso y una actuación de clase. Es comprender que tienes que trabajar para los intereses de tu clase.
«Es como el MeToo de clase. Igual que las mujeres descubren el pensamiento feminista y se dan cuenta de que lo que les ocurre es por ser mujer y no por llamarse como se llamen, con la clase ocurre lo mismo».
¿Se puede vivir bien sin traicionar a tu clase entonces?
Por supuesto. Otro cosa es vivir como un millonario y esclavizando y tener un discurso de clase. Hay que intentar no ser responsable de la precariedad, de la explotación de otros miembros de tu clase. Eso no sería compatible. En el trabajo periodístico, por ejemplo, es dar salida y voz a los intereses de la clase trabajadora. Habrá gente que considere que no pertenezco a ella, lo entiendo y lo acepto, pero no se corresponde con la realidad. Pensar que alguien que escribe sale de la precariedad es bastante ilusorio.
Me refiero también a algunos cantantes, futbolistas… gente que llega muy alto y procede de familias humildes.
Esa gente a lo mejor nunca ha tenido conciencia de clase. Si la tienes, intentas, en la medida de lo posible, que eso perdure en ti. Hay una cosa que me preocupa mucho. Yo no uso ya el transporte público y creo que de vez en cuando lo uso para sentir, pisar tierra. Viviendo en la periferia de Madrid, el transporte era un cordón umbilical con tu clase. Te das cuenta de cómo te determina. Es como separarte de tu clase. Yo sigo viviendo en la misma ciudad, en un barrio diferente. Pero hay cosas que siempre las tengo muy presentes para que no se me olviden. Mi familia me hace sentir la clase muy presente. Porque tienen trabajos precarios. La siento de manera diaria.
En el libro también habla de cuestiones que siguen resultando incómodas. No toda persona de izquierda es buena persona. Usted menciona a su abuelo, un perfecto antifascista y un perfecto maltratador. ¿Cómo le ha ido afectando esta circunstancia a lo largo de los años?
A mi abuelo siempre lo he sentido igual, porque mi madre, cuando no te lo decía abiertamente, siempre lo mascaba, siempre lo rumiaba. Acababas viviendo con ello desde pequeño. Con el tiempo, escribió un diario que me pasó para que lo leyera. Yo quería poner ese extracto breve sobre él, a quien no conocí. Un obrero con combatividad antifascista. Cualquier fetichista lo cogería como un ejemplo de clase. Para mí nunca lo fue, a pesar de que siempre he tenido el antifascismo como bandera de mi trabajo. Para mí, por encima de eso, está que había atemorizado a mi madre y maltratado a mi abuela.
Cuando se habla de clase y la gente despreciaba o desprecia el feminismo como si solo la clase importara… Para mí es imposible sentir que solo importa la clase, el antifascismo, cuando una persona es un maltratador.
Es bueno también para explicar cómo la familia determina y puede ser un lugar acogedor, como fue en mi caso con mis padres, pero también puede ser un lugar terrible, como lo fue para mi madre. Sirve para desmitificar el concepto de que la familia es el salvador de la clase obrera. A veces sí, para las mujeres casi nunca. Y el ejemplo de mi abuelo aglutinaba todo eso. La clase en sí misma o el antifascismo en sí mismo no significa nada cuando este se comporta así con su familia. Para mí, la clase es muy importante pero en ningún caso servirá para despreciar y minusvalorar la importancia del feminismo, de otras luchas transversales que se vehiculan en la izquierda para avanzar en común.
¿Qué han dicho sus padres del libro? ¿Lo han leído ya?
No son muy objetivos. Mi madre llora mucho con él y mi padre igual. Porque han leído cosas de mí que nunca les había contado. Les ha gustado. A mí madre, que siempre ha sentido vergüenza por contar esas cosas, le ha servido mucho ver que su vida sirve para contar una cosa más grande que puede interesar a la gente. Eso a mi madre le ha sorprendido mucho. Para mí era muy importante que el libro tuviese perspectiva de género, racial, que estuviesen presentes y eso se puede narrar a través de mi madre, sin meterme en discursos que no manejo completamente.
«La familia determina y puede ser un lugar acogedor, como fue en mi caso con mis padres, pero también puede ser un lugar terrible, como lo fue para mi madre con mi abuelo».
Dice que sus padres no sabían que les gustaba leer. Cuántas carreras frustradas en aquella época… Y también que no tenían tiempo. Pero eso también nos está pasando ahora. No tenemos tiempo. ¿Ya ni siquiera la educación pública es la solución?
Me gusta combatir que esto varía con las generaciones. Es una cuestión de clase social. Tendrás tiempo para poder leer, escribir, si tu situación económica te lo permite. Será más sencillo si tu clase te ayuda. Un rentista puede dedicarse al ocio. ¿Y cómo se van a contar las historias de la case trabajadora si no tiene tiempo para leer ni para escribir? Desde siempre, la literatura, la novela ha sido un género burgués. Escribía quien podía mirar, pasear, escribir… Al final, nuestros padres no tenían tiempo y no sabían que les gustaba leer. Y al final, nuestra generación, que tiene un problema de tiempo también, porque tienes que estar produciendo constantemente para subsistir, tiene un problema también de clase, no es un problema de generaciones.
¿Yo cuándo he tenido tiempo para escribir? Cuando he podido trabajar menos, ganando más, y he podido sacar ese tiempo. Antes no, no es una casualidad que pueda escribir ahora. Es que ahora tengo más tiempo para dedicarlo a escribir y poder capitalizarlo para poder vivir. Obviamente, también existe gente que saca tiempo de donde sea. Pero es una minoría. Al final, si tú potencias la capacidad para que la gente tenga tiempo libre y que la cultura sea de libre acceso, pues sacarás cada vez a más gente que pueda hacerlo. Pero no tiene que ver con las generaciones.
Por eso me parece un error hablar de los millenials, de los boomer, un error total. Cuando yo veo a los chavales jóvenes ahora quejarse de la precariedad que viven… Es que yo lo he vivido también, tengo 42 años. Lo mismo. Yo no he podido vivir de mi trabajo hasta los 36 años. Vivir de manera autónoma con mi casa, hasta los 36. No tiene que ver con la generación, tiene que ver con la clase social, con la precariedad, lo mismo nos da que seamos tú o yo que nuestros padres, que tendrán otros determinantes, que evolucionan. Medir si esta generación tiene más problemas que hace 10 años…
Al final la clase obrera tiene problemas y los va a tener siempre. Se modulan las circunstancias, las diferencias, tenemos más capacidad de ocio pero menos estabilidad en la vivienda, por ejemplo. Mis padres salieron de viaje el día que les pagué el billete. No han vivido hasta tener la casa pagada. Y si has sido precario con 30, con 65 vas a seguir siendo precario con una pensión de mierda.
Pero las políticas que se hacen en cada tiempo también determinan que la gente esté mejor o peor. ¿Cuánto ha tenido que ver la socialdemocracia en que usted o yo estemos hoy aquí, con las casas llenas de libros?
Entiendo que el acceso mediante la educación a la universidad hizo salir de unos círculos y pasar a otros. Durante mucho tiempo, el acceso a las universidades estuvo vetada para la clase trabajadora. Sin embargo, ese proceso que durante un tiempo fue efectivo se cercenó con las políticas neoliberales y, aunque la socialdemocracia dio acceso a las clases populares a la universidad, yo creo que lo se ha producido es una mejora de la situación individual pero no ha supuesto una merma de la desigualdad de clase.
Tras el Plan de Bolonia, por ejemplo, y otras reformas, la universidad perpetúa los roles de clase. Y, si tú puedes ir a la universidad pero no puedes pagarte un máster en el extranjero, tendrás acceso a trabajos que al final acaban precarizados. La universidad tendría que haber servido para mejorar la situación, pero la mayoría de la gente universitaria de clase trabajadora se mantiene precarizada, bien en trabajos relacionados con su desempeño profesional o en otros trabajos. Es decir, hubo un proceso durante la socialdemocracia de acceso a la universidad que se cercenó de manera radical con las reformas neoliberales. Y ahora la universidad solo sirve para mantener privilegios y el status quo. De nada sirve hacer un máster en la universidad pública para poder mejorar de manera sustancial. Tienes que salir al extranjero.
«La universidad tendría que haber servido para mejorar la situación, pero la mayoría de la gente universitaria de clase trabajadora se mantiene precarizada. Ahora la universidad solo sirve para mantener privilegios y el status quo«.
La educación es uno de los elementos donde más se ve la brecha de clase. Se ve en si tienes acceso a ciertas carreras o puedes estudiar sin beca porque tienes una familia que te sostiene y puedes hacer oposiciones de alto nivel. Yo pude estudiar una carrera pero a mí no me ha servido para nada. Me han servido otras circunstancias, leer, cambiar de profesión… pero, si me llego a ceñir a mi carrera universitaria y a los trabajos que me da acceso, hubiera sido igual de precario que siendo camarero. La universidad sirve para crear nuevos trabajos precarios y no ha servido para reducir la brecha de clase, que se ha perpetuado.
Menciona a Thomas Piketty y su propuesta sobre una herencia universal. ¿Usted es partidario de abolirlas?
Completamente. Quizá habría que establecer de manera progresiva un tope, igual que con pasa con la renta o el impuesto de patrimonio. Si de verdad alguien cree en la cultura del esfuerzo y la meritocracia tendría que estar en contra de las herencias. Eso, si de verdad alguien cree en esa cultura, si existiese, porque no hay nada que vaya más en contra del mérito y del esfuerzo que alguien herede de su padre o su abuelo lo que ha generado con su labor. Desde luego, no hay mérito ahí.
Piketty propone dar un dinero a cada persona para que se pueda formar. Yo imaginaría una propuesta progresiva, heredar hasta 500.000 euros. El resto, al Estado. Eso provocaría que el mérito funcione. Las herencias perpetúan la desigualdad. Está probado empíricamente. Ahora mismo plantearlo es una utopía porque va en contra de la propiedad privada, como el dogma capitalista. Pero no se puede estar a favor de la cultura del esfuerzo y de las herencias a la vez, es incompatible.
El rechazo que genera el impuesto de sucesiones…
Claro, y encima casi todo está basado en una falacia y en una mentira. El que tiene que pagar por heredar es porque hereda mucho.
¿Eliminar las herencias haría que quien vive ahora de ellas pueda entender el miedo a caer que –dice en su libro– acompaña a la clase trabajadora de por vida?
Son los otros, los que ahora no caen los que dejarían esos puestos de representatividad social, de la élite, de la dirección. Y podrían ser ocupados por otros que sí lo merecieran. Porque el problema es que muchas veces los órganos de dirección acaban ocupados por una élite parasitaria que no sabe lo que es el esfuerzo, que no sabe trabajar, lo único que sabe es medrar.
La clase trabajadora seguirá teniendo los mismos problemas. Pero sí podría ocurrir que las clases dirigentes, que nunca bajan, bajen. Porque ahora da igual lo que hagan, aunque sean ineptos, tienen rentas, capital, contactos, como hemos visto con el caso de Luis Medina. Ese hombre no ha trabajado en su vida. Vive de las rentas, de los contactos, del capital de su familia.
Si esa gente deja de mandar, solo por eso merecerá la pena, porque habrá gente que lo ocupe que, probablemente también tenga una buena posición social, pero sabrá qué es el trabajo, se lo merecerá, tendrá talento. Quitando las herencias nos quitamos a una élite parasitaria que no sabe lo que es trabajar, que no sabe qué es el esfuerzo y solo son una rémora. No las erradica, pero es un elemento de reducción de las desigualdades.
«No se puede estar a favor de la cultura del esfuerzo y de las herencias a la vez, es incompatible».
Cuenta que esos rentistas pretenden emular a la clase trabajadora haciéndose fotos en el campo, con tractores… Pero la clase trabajadora también se hace fotos en hoteles de lujo, por ejemplo, cuando tienen oportunidad… ¿Qué diferencia hay entre quienes emulan a unos y quienes emulan a otros?
Entiendo y comprendo a la gente que quiere emular y vivir bien, el disfrute, el ocio, el placer. ¿Quién no va a querer pasarse unas vacaciones en un ático frente al mar bebiendo vino? Te vas a hacer las fotos porque es una novedad en tu vida.
Como aquellos que se gastaron el dinero de una ayuda en marisco que menciona en el libro.
Cómo no, era navidad. Para una vez que puedes… El problema no es intentar eso. El problema es aquellos que quieren emular algo que desprecian, que jamás querrían tener, que jamás querrían hacer, que jamás querrían ser. Con ello intentan cooptar el trabajo productivo o el esfuerzo productivo. Lo que de verdad es el trabajo, el esfuerzo, el sudor… Quieren aparentar ser eso. La diferencia es esa. Todos queremos ese ático y vivir bien. El problema es que ellos no quieren lo que quieren emular. Y esa es la burla, como el caso de un traje de Balenciaga que imita al de los barrenderos, y que vale 3.000 euros. No es un currela, pero viste como un currela.
¿Le ha costado trabajo encontrar bibliografía?
En España hay pocos libros editados que tengan que ver con lo que yo cuento. Y con mi fórmula, no hay ninguno. Y eso tiene que ver precisamente con que hay pocos miembros de la clase trabajadora contándose a sí mismos. Hay dos focos inmportabntes, en Reino Unido y en Francia. Pero tampoco existen muchas novelas. Ahora acaba de salir una de Valentín Roma, El capitalista simbólico. Y cada vez se está escribiendo más porque hay más gente que quiere contarse desde el punto de vista de la clase trabajadora. A mí me costó bastante.
¿Cuál es el mayor obstáculo para hacer periodismo con perspectiva de clase?
Cuando tú quieres hacer temas sobre ese asunto y no mandas, lo más normal es que te digan ‘esto no interesa’. ¿Cuánta gente de clase trabajadora con conciencia de clase existe en lugares de representación en los medios de comunicación? Al final, la profesión del periodismo es muy burguesa, y más en medios supuestamente progresistas de izquierdas, como El País, que para acceder a ellos necesitas pasar por un máster que es un filtro que vale lo que valga ya. Creas un filtro de clase en un medio de comunicación. Si necesitas un máster, estás creando un filtro basado en la renta.
Es lo mismo que con las perspectiva de género. Si no hay mujeres, es muy difícil que haya perspectiva de género. Porque yo puedo tener cierta sensibilidad, pero al final no puedo contarlo porque no voy a saber contarlo, no tengo esos filtros que me vienen adquiridos por mi situación. Y pasa lo mismo con las personas racializadas. Eso influye mucho a la hora de contar las historias.
¿Es partidario de la cuota obrera en el Parlamento, como argumentan Arantxa Tirado y Nega?
No entiendo que no la tengan partidos de izquierda. No lo puedo entender. Pero no como un elemento simbólico, como pasaba con [Diego] Cañamero en Unidas Podemos. Hay muchos elementos que no representan la pluralidad de la sociedad y no hay una clase más mayoritaria que la clase trabajadora. Esas cuotas deberían estar para darle calidad, pero no como elemento simbólico, sino para poner en el centro sus necesidades. Que todavía no haya ninguna kelly en una lista… O cualquier trabajador, gente que tiene una manera de mirar diferente, y que desde nuestra situación no la vamos a tener nunca.
Sostiene que el capitalismo nos mata directamente como mano de obra. ¿La reforma laboral está pensada con conciencia de clase?
Creo profundamente que la ministra de Trabajo hace todo lo posible por conseguir mejoras sustanciales para la clase trabajadora. Consigue lo que puede. Yo la critica la hago más a los sindicatos que no empujan. Esta reforma laboral tiene cosas muy relevantes, se está viendo con los contratos indefinidos, con la recuperación de la lucha colectiva sindical, pero es muy exigua para lo que se necesita y, sobre todo, para lo que se había prometido.
Me molesta profundamente que esta reforma laboral se vendiese como un éxito. Si pones en el horizonte de lo posible esta reforma laboral, mal vamos. Esta reforma puede ser un avance pero no el final. Y si lo vendes como el mayor éxito de la historia, no vamos a llegar a ningún sitio. Por eso los sindicatos deberían haber empujado, estar en la calle y ser combativos. Porque eso hubiera ayudado a Yolanda Díaz.
Me consta, me consta que el Ministerio de Trabajo hubiese querido que los sindicatos hubieran sido más combativos. Me consta, pero si no empujan… Necesitaban eso para llegar más lejos. Pero creo que sí, que la reforma tiene perspectiva de clase, creo que Yolanda Díaz en su trabajo lo está haciendo también, aunque los sindicatos están siendo seguidistas de las políticas del Ministerio de Trabajo y así no se avanza.
Ganó su primer libro en un concurso. Era sobre el origen del hombre. Y, en el fondo, es lo mismo de lo que escribe usted ahora, con matices y muchísimos años después, en este libro. ¿Lo conserva? ¿Qué emociones se le han juntado en el proceso de elaboración?
Sí, lo tiene mi madre en casa. Está destrozado, está pintado… está roto. Me enteré ahí de qué eran los australopithecus, neandertales, las flechas… [Risas] Al escribir este libro sentía mucho pudor porque es verdad que solo ponía lo que consideraba relevante para poder contar algo más. Por ejemplo, el acceso a la cultura yo lo conseguí vistiendo de payaso en un concurso en Getafe, con un reloj grande y la nariz pintada de rojo. Es algo muy representativo, disfrazarte para poder conseguir un libro.
Y para mí este libro [Los rotos] es cómo he sentido durante mucho tiempo que la clase era un motivo de burla. Hay un montón de medios que me han despreciado, que me han insultado, difamado por poner la clase como un elemento importante. Medios que son basura, pero lo han hecho. Y también en las redes sociales se burlaban mucho de que mi padre tuviese muchos trabajos, como si eso fuese una novedad en miembros de la clase trabajadora. Durante mucho tiempo me han vilipendiado.
Y era como ponerlo todo aquí en el libro para decir que me da igual, yo me siento orgulloso de esto. Perdona un momento. [Dejar de hablar unos segundos aguantando el llanto]. Todo eso que yo he sentido completamente, siempre la burla, que ha sido como un granito que iba llegando, me ha servido para decir ‘estoy orgulloso y voy a hablar de ello de manera abierta’. Y, encima, haciendo un trabajo que creo que es bonito, que es buen trabajo, que creo que no solo habla de mi vida, habla de muchas cosas más. Me ha servido mucho.
¿Sabe coser?
No, no sé coser nada. [Risas] Me acuerdo del costurero de mi madre. Era de ratán, chiquitito. En la tapa tenía lo de poner los alfileres y estaba descosido, como que se caía. No quiero coser, no me gusta coser. Tampoco lo necesitamos.
Yo tampoco sé coser.
Es un marcador de clase. El pasaje de la ropa es un ejemplo.
¿Cómo surgió el título?
Fue una propuesta de mi compañera, lo vio. Yo buscaba un titular inclusivo. Los rotos, en principio, no lo parece, es masculino. Pero si lo piensas como los rotos que se te hacen… Esa ambigüedad me gustaba mucho, las costuras abiertas de la clase obrera es el subtítulo. Me gustó mucho en ese sentido, hablas de los remiendos, de las costuras. Creo que el verbo romper está en la esencia de la clase trabajadora. Romperse, reconstruir, zurcirse, remendar… esas palabras no están en el subconsciente colectivo de la burguesía. En la clase trabajadora son parte del día a día. Que se rompa la lavadora es un puto drama.
«Romperse, reconstruir, zurcirse, remendar… esas palabras no están en el subconsciente colectivo de la burguesía. En la clase trabajadora son parte del día a día. Que se rompa la lavadora es un puto drama».
Un pequeño comentario. Tú dile a los paisanos gallegos que entreguen sus tierras y sus herencias después de haber trabajado en Suiza o Alemania… necesitarias tres vidas para trabajar lo que trabajaron ellos; para tener una vida digna y darsela a sus hijos.
Una aclaración: estoy muy lejos de votar al conglomerado PPSOE VOX. No te confundas.
El problema de los «teologos», sean laicos o religiosos, es que tienen una idea lineal y plana de la realidad. Lo mismo os pasa con el nacionalismo. Como buenos imperialistas.
A propósito de las herencias. Si no ando muy equivocado, Antonio Maestre tiene a gala ser marxista. Sin embargo, parece que no ha leído con demasiada atención el Manifiesto Comunista. Allí, donde se explica el programa para aquel tiempo, se da muy poquita importancia al asunto de la herencia, se tiene como una reforma más bien insustancial.
Si se refiere a parcelas en rústico, no sabe este señor lo que cuesta anualmente mantener la finquita, que le han dejado sus padres a base de un gran esfuerzo de toda su vida. No hay resultado de explotación positivo, ni con ayudas ni nada , que oigan al sector agrícola y ganadero.
Mientras tenemos una clase política y de asesores que vive de nuestros impuestos, el sistema es indignante, no hace falta que se escriban este tipo de libros, hay otra realidad y es que hay otros destinos de caudal público y no se controla y mientras tanto los problemas diarios no se ven… Vaya políticos y asesores y ministerios, vergüenza, el sistema no funciona , de lo han cargado todo, con lo que podría ser el país.
Y este pavo que escribe esto de los rotos no piensa y no dice que todos los miles y miles de políticos que hay y sindicalistas que viven de los presupuestos también la CEOE evidentemente, que habría que suprimirlos, nada más que le preocupa quitarle la herencia a los que han trabajado durante años para dejárselo a sus hijos, o a quien quieran, esto se puede decir que sí que es fascismo por parte de este individuo!!!! Esto claramente es una indicación de que como él probablemente no va a recibir herencia se la quiere quitar a los demás y que no se queje si ya desde los 42 años puede dedicarse a lo que quiere otro llevamos desde los 18 años trabajando en cosas que a lo mejor bueno nos han gustado y trabajamos y llevamos los años que tiene el cotizando a la seguridad social bueno inseguridad social qué es lo que es porque es una mierda totalmente la seguridad social
Pienso k siempre estamos con lo Mismo. Generos, classes social. Estolleva al confrontamiento que no lleva a Ningun lado.abrazos
Ser de clase obrera es depender de un trabajo o de un sueldo, como prefieras, para poder comer, dormir y respirar cada día.
Y como te falte, te mueres de asco.
Cuando hablo de parásitos pienso en los políticos
Y una aclaracion: Antes de dejarle mi herencia, mi esfuerzo al estado, me la bebo y me fumo un puro Ya nos mete la mano bastante… .a los que trabajamos.
Una pregunta ¿ de que clase social era D. Francisco Pizarro, conquistador del Peru ?
EE.UU. La policía detiene a un niño de 8 años que supuestamente había robado un paquete de patatas fritas.
Así respetan las autoridades los derechos humanos en el país cuyo gobierno se jacta de ser paladín de los mismos. ¡Cómo si no supiéramos que son justo lo contrario!
Mientras los poderosos ladrones de guante blanco roban diariamente millones de dólares, la siniestra y racista policía yanqui no tiene otra cosa mejor que hacer que detener a un niño de 8 años por supuestamente llevarse una bolsa de patatas fritas de una tienda de la ciudad Syracuse, en Nueva York.
Es importante añadir, pues seguro que no es casual, que el niño detenido es negro; ya se sabe que dosis tan elevadas de racismo despiden los uniformados con porra y pistola en el país imperialista.
En un vídeo, publicado ayer y que adjuntamos al final de esta nota, se puede observar como, entre llantos del chaval la policía practica la detención.
Un vecino del lugar, llamado Kenneth Jackson y que fue quien grabó las imágenes, increpó a los agentes, pidiéndoles un mejor trato para el menor. Jackson les recriminó: “¿Sólo porque robó una bolsa de patatas lo vas a tratar como un maldito asesino?”
https://insurgente.org/ee-uu-la-policia-detiene-a-un-nino-de-8-anos-que-supuestamente-habia-robado-un-paquete-de-patatas-fritas/