KIEV (UCRANIA) // Con la mano derecha mueve el punzón emulando cómo se introducen los embriones en el útero de una mujer. Con la izquierda, sostiene el walkie talkie con el que se comunica con el resto de soldados que vigilan los alrededores de la clínica. El doctor Ihor Pechenoga, con tres especializaciones médicas, trabaja desde 2018 como portavoz de la empresa de vientres de alquiler BioTexCom, responsable de más de la mitad de los 2.500 bebés que nacen anualmente en Ucrania mediante este procedimiento. Cuando el 24 de febrero comenzó la invasión rusa, fue nombrado coronel por el mando central del Gobierno y, desde entonces, es el encargado de la protección de la clínica, situada muy cerca de la línea de frente de Kiev.
«Tenemos acogida a una pareja que ha venido huyendo de los bombardeos con sus dos hijos y sus dos gatos. Ella está embarazada de 32 semanas. Cuando el otro día se rompieron los cristales de las ventanas por los bombardeos le pregunté cómo se encontraba. Me dijo que muy bien, que vaya fastidio”, suelta entre risas, quizás sin ser consciente del rechazo que provoca entre las organizaciones de derechos humanos occidentales lo que su empresa llama ‘maternidad subrogada’.
Se muestra agotado y molesto porque desde hace días se dedica, fundamentalmente, a enseñar a los periodistas llegados de todo el mundo el refugio que BioTexCom ha montado para la treintena de bebés que no han podido ser entregados a sus clientes. Es parte de la estudiada campaña de propaganda bélica del Gobierno de Ucrania que sabe que la estampa de recién nacidos siendo cuidados por desconocidos en un búnker enciende rápidamente el sentimiento más viral que hay: la indignación.
Armado con un AK-47 y vestido con uniforme militar, acompaña a esta periodista al sótano de un edificio de viviendas. En la primera estancia, una mesa llena de tarros de comida, de cereales y de dulces, cinco mujeres con bebés en brazos, otro militar armado con un rifle automático. En la siguiente, una treintena de cunas y cucos con los bebés que BioTexCom trasladó hasta aquí después de que, en los primeros días de la guerra, un bombardeo ruso alcanzase los alrededores de un hospital materno-infantil. Nadie sabe cuándo podrán ser recogidos por las parejas extranjeras que los registrarán como sus hijos en sus respectivos países.
Ucrania se ha convertido en uno de polos más importantes de gestación de bebés mediante vientres de alquiler, después de que Tailandia, India y Nepal lo prohibiesen por las denuncias de explotación en las llamadas ‘granjas de mujeres’. También sigue siendo legal en otras ex repúblicas soviéticas, como Belarús, Georgia y Kazajistán, y en numerosos estados de Estados Unidos. Según Pechenoga, en la actualidad hay unas 500 mujeres ucranianas embarazadas que parirán en las próximas semanas y meses, sin que se sepa aún qué va a pasar con los menores.
Para poder contratar una de estas empresas de vientres de alquiler, el Gobierno ucraniano establece que las parejas han de ser heterosexuales, estar casadas y demostrar un problema de salud para tener hijos propios. Pero, según ha documentado el equipo de abogados ucraniano Verdys, especializados en reproducción asistida y vientres de alquiler, la falta de regulación en el país provoca que más de la mitad de los embarazos por este sistema se haga de manera irregular e incumpliendo estas prerrogativas.
Un negocio muy lucrativo
Aunque las ocho enfermeras han aprendido a balancear varias cunas a la vez, siempre hay algún bebé llorando. Una de las que se afanan por calmarlos es Antonina Efimovich, que dejó en Ovruch a sus dos hijas para conseguir un salario que triplica al que recibiría si trabajara en un hospital público: 1.000 euros con los que, subraya, puede sacar a su familia adelante. “Llevo cuidándo y durmiendo con estos bebés desde que me contrataron el 23 de febrero. Claro que les cogemos cariño, son como nuestros hijos”, explica quien se ha convertido, por orden de sus superiores, en una de las portavoces de las sanitarias. Nunca imaginó que en su sueldo iría incluido dar explicaciones de su trabajo a la prensa.
Pero a Efimovich lo que le quita el sueño estos días es el destino de su familia, que se ha quedado atrapada por los bombardeos en Ovruch, su ciudad de origen. Durante la visita de esta periodista, el doctor Pechenoga le promete uno de los miles de apartamentos que se han quedado vacíos en Kiev después del éxodo masivo que ha vivido la capital de Ucrania.
Afuera del sótano, el sonido de los bombardeos se estrella contra los muros del edificio. Una columna de humo se alza en el horizonte. El doctor insiste en que están preparando la logística para enviar a los bebés a la frontera polaca o a Lviv, donde serán recogidos por los padres y madres contratantes.
El 25 de noviembre de 2021, la clínica BioTexCom publicó en sus redes sociales un anuncio en el que promocionaba un 3% de descuento para distintos servicios con el eslogan: “Haz realidad tu sueño de tener un bebé”. Las críticas a la compañía arreciaron, pero el hecho de que difundiese ese cartel publicitario demuestra lo naturalizada que está para parte de la población ucraniana este negocio multimillonario que tiene como objeto seres humanos.
“Es la segunda vez que estoy embarazada por subrogación. Lo haré una tercera y última vez, creo. Así le podré dar unas buenas condiciones de vida a mis dos hijas”, explica Olesya, una mujer de Dnipro de 41 años que trabajaba en una fábrica metalúrgica hasta que, hace tres años, acudió por primera vez a BioTexCom. Es la cabeza de una familia monomarental, sostiene que su hermana y su madre la apoyan en esta decisión, y cuenta que por cada bebé entregado recibe unos 16.000 euros. Las parejas que se quedarán con el recién nacido pagan entre 39.900 y 64.900 euros. Depende de si contratan desde un principio uno, varios o indefinidos intentos de fecundación.
Según varios reportajes de medios internacionales, se han documentado casos en los que en las cláusulas del contrato incluyen varias prohibiciones a las embarazadas, como al consumo de café o al uso de tintes capilares. Y esto por la vía regularizada. Son numerosos los anuncios en páginas de Facebook en los que se ofrecen cuantías más bajas para alcanzar un acuerdo directamente entre la pareja contratante y la contratada. Llegan a incluir las compensaciones que recibiría la embarazada si requiere hospitalizaciones, abortos o si sufre otras consecuencias médicas. Como el siguiente:
“Buscamos una madre para gestar gemelos. Los embriones están listos. No mayores de 35 años. Términos de pago: 14.000 por el programa; mensualidad, 300 euros; para ropa, 300 euros; transferencia del embrión, 300 euros.
Riesgos y compensaciones:
-si se requiriese cesárea: 1.000 euros.
-si se requiere aborto: 80 euros por semana de embarazo.
-pérdida del útero: 3.000 euros.
…
Escríbeme por Viber si estás interesado”.
La guerra ha dejado al descubierto la estructura económica de Ucrania en la que, como en otras ex repúblicas soviéticas, han enraizado las prácticas y políticas más neoliberales, como son la industria de los vientres de alquiler, el uso de las criptomonedas, la exportación de mujeres para la trata con fines de explotación sexual o una corrupción endémica que atraviesa todas las facetas de la vida pública y privada de este país.
Elegir el aspecto de la mujer que parirá a tu hijo
Olesya explica que la empresa la aloja en un apartamento en Kiev para que esté a salvo de los bombardeos que caen sobre su región. Ahora vive sola, pero admite que en los días previos al parto de su primer embarazo por subrogación, compartía piso con hasta cinco mujeres en su mismo estado. Se han denunciado casos en los que ‘las madres gestantes’, como las denomina esta industria, eran obligadas a compartir lecho, en los que se han sentido humilladas cuando han requerido atención médica o en los que se les restringía su libertad de movimiento.
“Diariamente se examinan hasta 200 candidatas para ser donantes de óvulos y solo el 20% cumple todos los requisitos en el plano de la salud física y psicológica, la edad, que tengan, al menos, un hijo propio y, por supuesto, los rasgos físicos. La ventaja principal de nuestra base de datos es que ustedes mismos pueden escoger a su donante basándose en su foto, en su vídeo y en la imagen 3D de la donante”, promete BioTexCom en su página web a sus clientes. Si se contrata el pack VIP, por 64.900 euros, los clientes no tendrán que pagar un extra si el embarazo es de gemelos, pueden contratar modificaciones genéticas, elegir el sexo del bebé y contar con servicio de niñera de 9 a 17 horas.
Semanas atrás de la visita a la clínica, esta periodista coincidió con una pareja procedente de España que había decidido viajar por su cuenta hasta Ucrania para recoger al bebé que había nacido ocho días antes. La madre que había parido a la criatura se había desplazado con su marido y sus otros dos hijos hasta Lviv, una ciudad fronteriza con Polonia a la que no ha llegado la guerra, para entregárselo a quienes habían aportado su embrión. Pechenoga no tiene constancia de otras personas que hayan estado dispuestas a asumir el riesgo de adentrarse en un país en conflicto para recoger a los menores.
Ya en marzo de 2020, Ucrania se encontró en una situación parecida después de que la práctica totalidad de los aeropuertos internacionales se cerrasen a causa de la pandemia de COVID-19. Según fuentes oficiales, los bebés fueron recogidos por sus familias adoptivas meses más tarde, cuando pudieron viajar al país.
“Cuando pares, no tienes contacto con el bebé, se lo llevan inmediatamente. Así que no he tenido ningún problema de depresión ni de tristeza tras el parto. Me lo tomo como una cuestión de trabajo, nada más”, sentencia Olesya, mostrando sorpresa por la pregunta. Ahora, dice, solo quiere que llegue el momento de entregar al nuevo recién nacido para poder reunirse con sus hijas.
Mientras terminamos la entrevista, el doctor y coronel Pechenoga atiende a otros periodistas extranjeros. En la avenida que desemboca en este centro hospitalario, un letrero luminoso con los colores de la bandera ucraniana, irradia una petición: “Cierren el cielo”. Es la petición que el Gobierno de Zelensky lleva haciendo a la OTAN desde el inicio de la invasión rusa, hace un mes. Los dirigentes ucranianos son conscientes de que la guerra ha bajado a un segundo nivel en las páginas webs de los medios internacionales y que con la pérdida de interés, también disminuirá el envío de armas y de ayuda humanitaria. Por todo ello, a la vez que sus soldados interponen cada vez más trabas burocráticas a los periodistas que intentamos acceder al lugar de los hechos, sus altos mandos se esfuerzan por mostrar, de manera controlada y dirigida, los estragos que, desde su punto de vista, movilizarán más la indignación de las sociedades occidentales.
Ya conocía la industria de los vientre d alquiler en Ucrania, semejante a Bielorrusia a pesar de estar prohibido por la UE a excepción de los muy neoliberales, las exrep. Soviéticas con el crac se han deshumanizado