Crónicas | Economía

Cripto-entrampados

El uso del bitcoin por parte de la población más joven ha aumentado con la percepción de que es un modo de conseguir “dinero fácil”. Se suma, a su vez, la situación de precariedad y desempleo que vive el colectivo.

Las criptomonedas se han ido instalando poco a poco en el imaginario colectivo y también en las ciudades. Á. Minguito

«No recuerdo la primera vez que me llegó la palabra bitcoin pero sí que es cierto que empezó casi como una broma fácil de ‘compra bitcoins y gana dinero rápidamente’. Es lo que escuchamos o pensamos casi todos los jóvenes sobre las criptomonedas”, recuerda Pedro, estudiante de 18 años que hace poco más de un año plantó un ordenador debajo de la cama de su habitación para minar bitcoins.

La minería de criptomonedas es uno de los muchos conceptos que trajo consigo el bitcoin y su ecosistema de divisas digitales. La base de estas criptomonedas es la tecnología blockchain, o cadena de bloques, que elimina a los intermediarios tradicionales (es decir, a las entidades bancarias) para establecer otro proceso totalmente distinto para verificar que una cantidad de dinero va de A a B. Sin entrar en sus amplias complejidades, funciona como un libro de cuentas cuyas operaciones son registradas tras ser verificadas por miles de ordenadores con sus respectivos programas de cálculos matemáticos.

Las criptomonedas se han ido instalando poco a poco en el imaginario colectivo, con la publicación de noticias e incluso la instalación de cajeros de bitcoin. En Barcelona, donde el primero llegó en 2014, hay actualmente 44. En las noticias aparecen también de forma frecuente términos como “granjas de bitcoins” o “estafas”. Y el tema ha llegado al Congreso de los Diputados. En una de sus últimas intervenciones parlamentarias de 2021, el líder de Más País, Íñigo Errejón, pedía regular los algoritmos que ahora controlan la publicidad en redes sociales, donde los anuncios sobre cómo ganar dinero con estas divisas digitales cada vez son más frecuentes. Según ha podido confirmar La Marea, el Ministerio de Consumo no tiene previsto, por ahora, redactar una regulación al respecto.

El interés del joven Pedro –que prefier no dar su apellido– por el bitcoin empezó con esa “broma”, tal y como él describe, del dinero fácil, como para numerosas personas que se han interesado por este fenómeno en los últimos años. Su aventura comenzó con 300 euros, con los que se hizo con unas tarjetas gráficas, pero no llegó mucho más lejos. Reconoce que, de primeras, se lo planteó sin pensar demasiado en el valor del dinero. Ahora habla del precio de la luz, factor clave, ya que los ordenadores tienen que estar conectados ininterrumpidamente, 24 horas, los siete días de la semana.

“Cuando empecé a pensarlo, no tuve muchas cosas en cuenta. Está claro que nos cuesta entender que ganar dinero no puede ser algo rápido ni sencillo”, explica Pedro. Que sus padres descubrieran a su nuevo compañero de habitación también fue decisivo. Recuerda su oposición frontal y, por qué no decirlo, cabreo, por lo que terminó por deshacerse de ese pequeño nuevo equipo. Ahora, un año y medio después, afirma que la actitud que tuvieron sus padres le ha ayudado a ser “más precavido”. Estudia Ingeniería Electrónica e Industrial y asegura que no mina bitcoins ni tiene ningún tipo de activo digital. Ha pasado de la broma al convencimiento de que “para invertir, primero hay que tener dinero propio, y después estudiar mucho”. Entender algo que va más allá de memes y vídeos virales de gente que, supuestamente, se ha hecho rica a golpe de unos pocos clics.

Economía de casino

La volatilidad del bitcoin ha acabado por quebrar a algunos incautos. Empezaron siguiendo a charlatanes de Internet, siguieron inscribiéndose en aplicaciones financieras como Trading 212 o Ripple, frecuentaron foros y chats de inflamados inversores amateurs… Todo los iba conduciendo, poco a poco e inadvertidamente, al desastre. Como ocurre en los casinos, los primeros beneficios les empujaron a invertir más y, a la postre, a perderlo todo. El revés bursátil vino acompañado, asimismo, por comportamientos obsesivos, como el de no poder dejar de mirar la aplicación que, en tiempo real, indicaba la subida o bajada de su inversión en criptomonedas. En directo. Día y noche. “La inversión debería ser algo a largo plazo y es bastante aburrido. No existe el beneficio inmediato. Y si cuando inviertes te estás emocionando, es que algo no estás haciendo bien”, comenta Eloi Noya, director de Innovación y Tecnología del Instituto de Estudios Financieros (IEF).

“Los que ven en el bitcoin o en el resto de criptomonedas un pelotazo, lo convierten en un juego de azar, como los del casino. Invertir en algo que no se conoce es como apostar en la ruleta al rojo porque es tu color favorito. Está demostrado que quien juega a la ruleta acaba perdiendo. No saber qué proyecto hay detrás de donde estás poniendo tu dinero, lo convierte en el mismo tipo de juego de azar”, comenta Noya en relación con el comportamiento que muchas personas presentan con las criptomonedas. “Como en todas las burbujas, hay un componente de verdad: la tecnología sobre la que se sustentan, el blockchain, tiene mucho potencial… que veremos con los años. A partir de ahí, no sabemos nada. Hay proyectos interesantes y otros que no tienen nada detrás y son simples estafas. Saber qué lugar ocupará cada uno de ellos llevará años”, añade.

Las diferentes fuentes consultadas por La Marea para entender por qué las criptomonedas gozan de interés y popularidad entre la juventud, coinciden en varias consideraciones y hay un concepto que se repite: parece dinero fácil. Es lo que admiten los propios chavales. Aunque afirma que no es una experta en el tema, Maite Montagut, doctora en Sociología y profesora honorífica de la Universitat de Barcelona, comparte su preocupación sobre esa percepción de “dinero fácil” que parece haber calado entre la juventud: “La educación en economía básica o doméstica es una asignatura pendiente”.

Un local de ‘bitcoin’ en Madrid. Álvaro Minguito

Al igual que con las casas de apuestas, “ante salarios muy bajos, lo ven como una manera de suplementar sueldos escasos”. Así opina María Jesús González, médica experta en adicciones, que señala como factor de riesgo la precariedad que sufren los jóvenes. “Aunque todavía no podemos hablar de adicciones –apunta–, sí que hay señales que deben dar la alerta, en especial si se pierde el control”. Para considerar que existe una adicción “habría que demostrar esa pérdida de control, uno de los principales factores que definen la adicción”, concreta González.

Esa precariedad se ve reflejada en los últimos datos ofrecidos por el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. Este país ocupa el primer puesto en empleo temporal de la Unión Europea, con una tasa del 70% entre las y los jóvenes de entre 16 y 34 años. También se sitúa a la cabeza de los países de la OCDE con la mayor tasa de desempleo juvenil: el 38%. Una precariedad “endémica”, según califican desde el Consejo de la Juventud, que no puede separarse de cómo perciben el mundo.

El bitcoin nació a finales de 2008 y, desde el primer momento, ha generado controversia, amores y odios. Desde la Asociación Bitcoin Barcelona, su fundador, Aleix Ripol, afirma que el fenómeno ha vivido diferentes picos de popularidad. En 2013 comenzó a tomar forma la asociación que hoy coordina y que define el perfil mayoritario de los interesados: hombre de entre 30 y 35 años de edad, aplicados en el mundo de la tecnología y con una actitud “contestataria” ante las normas económicas establecidas. Con carreras universitarias. Ripol afirma que, desde 2017, sin embargo, se está imponiendo el perfil especulativo. “A todo el que nos pregunta sobre bitcoin o criptomonedas, lo primero que le decimos es que si no sabe nada, no invierta”, concluye.

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