Internacional

“Rusia y Hungría son Estados autocráticos mafiosos”

El exministro de Educación húngaro Bálint Magyar analiza las repercusiones de la guerra en Hungría, "un Estado autocrático mafioso", en su opinión.

Bálint Magyar. P.S.

“Pensábamos que si acabábamos con las dictaduras alcanzaríamos democracias representativas liberales”. El sociólogo Bálint Magyar fue uno de los intelectuales que en los años 80 luchó desde la clandestinidad contra el régimen soviético en Hungría y que en los 90 fundó el partido Alianza de los Demócratas Libres. Fue ministro de Educación en dos gobiernos, en los periodos comprendidos entre 1996 y 1998, y entre 2002 y 2006. En la actualidad, es investigador en el Democracy Institute de la Universidad Centroeuropea, y es autor, entre otros, del libro Anatomía de los Estados postcomunistas, escrito con su colega Bálint Madlovics, traducido a varios idiomas. 

Conversamos con Magyar en una hermosa cafetería llena de estanterías con libros cerca del Danubio a su paso por Budapest. Acude a la cita vestido con una camisa de cuadros amarillos y azules, un jersey de lana azul y un chubasquero amarillo. Es su forma de mostrar sus respetos al pueblo ucraniano. Estos días es habitual ver a personas vestidas con estos colores en Polonia y en Hungría. En los últimos tiempos,Magyar ha puesto su esfuerzo en crear un nuevo lenguaje y conceptos con los que se pueda analizar y comprender el objeto de su estudio: los regímenes autocráticos postcomunistas mafiosos en los que han derivado, en su opinión, países como Rusia o Hungría.

En tres semanas Hungría celebra unas elecciones en las que los principales seis partidos de la oposición se han unido para intentar acabar con el gobierno de Víktor Orbán. ¿Cómo puede influir la guerra de Ucrania en los resultados?

Estamos en una situación muy compleja. Orbán mantiene una relación muy estrecha con Putin, con quien lleva años aliándose con otros Estados autocráticos postcomunistas mafiosos. Sus gobiernos se basan en regímenes autocráticos iliberales autocráticos, que van suprimiendo la libertad de prensa, los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil y que intentan abolir la separación de poderes. Estas autocracias están controladas por una red de familias que controlan como un monopolio las relaciones clientelares con el resto de actores económicos y políticos. Y van creando un Estado paralelo controlado por aquellos a los que van nombrando. 

Se trata de una empresa política que ocupa todos los espacios del Estado y los transforma en un aparato criminal para controlar todas las posibilidades de corrupción. Su objetivo es el enriquecimiento privado de sus élites con los recursos públicos, también a través de acciones ilegales. Para blindar sus prácticas mafiosas necesitan gozar de impunidad, por ello el Gobierno de Orbán ha acabado con la Oficina de la Fiscalía, con la Corte Criminal…. Y por ello se niega a suscribir la Oficina de la Fiscalía de la Unión Europea, que podría investigar la corrupción de su gobierno. 

Parece que la invasión rusa aleja aún más al Gobierno húngaro de la Unión Europea…

Pero con esta guerra de Ucrania, Orbán ha quedado en una posición muy delicada porque nadie en la Unión Europea se cree estos equilibrios suyos de decir que están del lado del pueblo ucraniano y ser el último país europeo en unirse a las sanciones a Rusia. Pero Orbán controla la inmensa mayoría de los medios de comunicación húngaros y los ha convertido en un portavoz de los argumentos oficiales rusos: que es una guerra defensiva causada por la provocación de Ucrania y de la amenaza que supone la OTAN para ella. 

Esta guerra ha dejado al descubierto a Orbán, a Salvini, a Le Pen y a Trump, todos prorrusos. En cualquier caso, es muy difícil saber qué pasará porque en las anteriores elecciones el gasto de Fidesz, el partido de Orbán, fue 50 veces superior al de toda la oposición. En esa condición de desigualdad no podemos hablar de elecciones libres. 

¿Qué ha pasado en Hungría para que la ultraderecha se haya podido afianzar así en las instituciones? 

Tenemos una ley electoral muy desproporcionada. Cuando el Gobierno socioliberal colapsó en 2009, coincidiendo con la crisis financiera mundial, Orbán ganó las elecciones con un 53% de los votos, lo que se convirtió en un 67% de los asientos del Parlamento. De esta manera, un solo partido político podía reescribir la Constitución. Así, pusieron a miembros del grupo autocrático en el Tribunal Constitucional, en la Oficina de Financiación de los partidos, en la Oficina de control de los presupuestos, en la Corte Suprema, en los consejos de administración de los medios de comunicación. Fue el fin de la separación de poderes. También cambiaron varias veces la ley electoral, de manera que en las siguientes elecciones ganaron con el 44% de los votos y, de nuevo, consiguieron una representación parlamentaria del 67%. Y en las últimas, un 48% de los votos y un 67% de los asientos. 

Y luego está la falta de medios de comunicación de calidad independientes y plurales. 

¿Qué posibilidades tiene la oposición de ganar estas elecciones? 

Está complicado porque la oposición no tiene acceso a los medios de comunicación para explicar su programa porque Orbán los ha convertido en parte de su maquinaria propagandística. Además, solo en el mes de febrero, regaló seis meses de salario, como premio, a todos los miembros de la Policía y del Ejército y devolvieron parte de sus impuestos a todas las familias con hijos. En total, se han gastado más de 3.000 millones de euros. Esto es como pedirle a una persona que ha perdido una pierna que corra libremente. Lo puede intentar, pero lógicamente no juega en igualdad de condiciones.

La Unión Europea debería haberse asegurado de no financiar estos Estados autócratas mafiosos a través de la compra de gas y petróleo. 

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