Crónicas | Internacional
La oposición a Orbán se alza contra la guerra
Seis partidos políticos y un movimiento social se han unido para presentar una candidatura conjunta que pueda acabar con una década de gobiernos de Orbán en Hungría.
BUDAPEST (HUNGRÍA) // “Les ha costado años de peleas, pero por fin lo han conseguido. Es la única posibilidad de poder ganar a Víktor Orbán”, explica Gabrielle Csoszó, fotógrafa especializada en movimientos sociales. Una marcha de miles de personas avanza por la orilla occidental del Danubio. A la altura del corazón, portan una escarapela con los colores de la bandera de Hungría en memoria del 15 de marzo de 1848, conocido como primer día de la revolución por la independencia húngara. Al lado, la mayoría, un lazo azul en apoyo a la población ucraniana. Un símbolo del que también se ha llenado la capital, Budapest: hay lazos azules en los puentes, en las fachadas de los edificios y en el escenario de este evento, en el que incluso ha participado por vídeo-coferencia la legendaria cantante Patti Smith.
Seis partidos políticos y un movimiento social se han unido para presentar una candidatura conjunta que pueda acabar con una década de gobiernos de Víktor Orbán en Hungría. Con ese fin, en 2018 un grupo de personas fundó el movimiento social Mindenki Magyarországa Mozgalom, con el único objetivo de “tener una candidatura a la alcaldía en el mayor número de ciudades y pueblos posible”. Cuatro años después, también han logrado un candidato a la presidencia: Péter Márki-Zay, un economista de 49 años y alcalde de una población de 50.000 habitantes del sur del país.
“Es la única forma de poder ganar a Orbán. Hungría tiene un sistema electoral muy desproporcionado y poco transparente”, explica Csoszó, quien como todas las personas consultadas para este reportaje no se atreve a hacer predicciones. Las encuestas favorecen al partido ultraderechista de Orbán, pero es difícil valorar cómo le va a influir ser uno de los grandes aliados de Vládimir Putin en el contexto de la guerra ucraniana.
“Hace unos años nuestro país se debatía entre la democracia y el autoritarismo. Hoy día, directamente, nos encontramos en un sistema fascista. Orbán ha reproducido en Ucrania la estrategia de Putin para acabar con la sociedad civil: criminalizarla, acallarla y, si recibe financiación internacional, juzgarla por trabajar para agentes extranjeros en contra del país. Sus lazos son tan estrechos con Putin que nos da miedo que, aunque seamos miembros de la OTAN, pudiese llegar a participar en esta guerra del lado ruso”, explica con la gravedad con la que los participantes en este acto de la oposición afrontan las elecciones del 3 de abril.
“Tanto en el caso de Rusia como de Hungría nos encontramos con Estados mafiosos poscomunistas, cuyos promotores se instalan en los gobiernos y desarrollan regímenes autocráticos iliberales. Para ello, van suprimiendo poco a poco la libertad de prensa, los partidos políticos y los movimientos de la oposición y tratan de abolir la separación de poderes. Su objetivo es concentrar el poder político y aumentar así las fortunas de sus miembros”, explica antes de unirse a la manifestación el sociólogo Balint Magyar, ministro de Educación en dos gobiernos, en los periodos entre 1996 y 1998, y 2002 y 2006. Fue uno de los fundadores del partido Alianza de los Demócratas Libres, que se opuso desde la clandestinidad a la dictadura comunista de János Kádár.
“Este tipo de Estados tienen una política adaptativa de redes familiares que disfrutan de grandes privilegios y que absorben los beneficios de los recursos públicos. Por eso, Hungría rechaza la adhesión a la Oficina de la Fiscalía de la Unión Europea, porque pone en riesgo toda su corrupción y sus oscuros negocios”, afirma este doctor en Política Económica e investigador del Instituto de la Democracia de la Universidad de Centroeuropa.
“No me puedo imaginar el escenario de que vuelva a ganar las próximas elecciones”, dice Peter Schuszter, un investigador en una empresa de diseño 3D y autor de una de las pancartas más populares de la marcha, en la que se ve a Orbán con cuerpo de perro llevado por una correa por Putin. “No quiero imaginar que mi país pueda terminar gobernado por un dictador durante años como Bielorrusia o Rusia”, añade. “La cercanía de Ucrania también nos hace temer por la posibilidad de terminar siendo atacados nosotros también”, concluye, mientras a su alrededor muchas personas avanzan vestidas con el color amarillo y azul de la bandera del país vecino.
En los alrededores del gran escenario al que van saliendo los portavoces de la coalición, un bullir de personas conversan entre sí, se abrazan, ríen nerviosamente. Son muchas las que declinan ser entrevistadas porque, según explican algunas de ellas, “incluso los que trabajamos en las instituciones públicas, podemos ser despedidos si descubren que estamos apoyando a la oposición”.
Mientras que entre el público la media de edad es superior a los 50 años, entre la organización abundan los menores de 40. Uno de ellos es Bala’zs, un estudiante de Economía que trabaja como voluntario en la organización del evento. “Nuestra moneda está hundiéndose, nuestra economía se ha quedado estancada y nuestra inflación se ha disparado por la guerra”, narra sentado en la carpa utilizada como camerino de los intervinientes en el acto. La principal motivación de Bala’zs para implicarse en esta candidatura política es su apuesta contra la corrupción: desde la llegada al poder de Orbán, la percepción de corrupción entre la población húngara no ha parado de crecer, según el índice de Transparencia Internacional.
A unos metros de nosotros, Ga’bor Kovács observa el escenario. Es productor cinematográfico y está al cargo de una película sobre esta candidatura electoral para su emisión en la televisión. “Han sido años terribles, también para la cultura, porque el Gobierno solo ha apoyado a sus amigos, sin atender a la calidad ni al interés de las producciones”, subraya. “Ha roto las relaciones con la Unión Europea, cuando somos una sociedad europeísta. Y ahora nos vemos en peligro con esta guerra tan cercana”, concluye.
“No quieren que pensemos ni que vayamos a la universidad. Tememos ir a las manifestaciones porque nos agreden y nos castigan en las aulas. Queremos que vuelva el gobierno de la ley, un sistema social, una educación y una sanidad de calidad. Y que el país deje de ser propiedad de los amigos de Orbán: aquí hasta los lagos son de los oligarcas”, denuncia Gabor Mulik, estudiante de 19 años.
En la orilla opuesta del Danubio, los partidarios celebran la llamada Marcha de la paz. En ella, Orbán confirma el frágil equilibrio en el que se mueve desde que comenzase la invasión rusa de Ucrania, aceptando a sus refugiados aunque sin apoyar las sanciones de la Unión Europea a Rusia. «En esta guerra no podemos ganar nada, pero podemos perderlo todo. Tenemos que mantenernos al margen de esta guerra. Ningún húngaro puede acabar entre el yunque ucraniano y el martillo ruso», declaró entre los entusiastas gritos de sus seguidores.
El fotoperiodista catalán Jordi Borràs, que también se encontraba cubriendo el Día Nacional de Hungría, documentó cómo miembros del partido ultraderechista español Vox recorrían las calles de la capital con banderas del mismo y de Solidaridad, el sindicato que ha creado para atraer a la clase trabajadora. Acompañando la marcha a favor del gobierno de Orbán, los ultraderechistas cantaron el himno de la falange y eslóganes franquistas a favor de su líder Santiago Abascal.
“Solo en el mes de febrero, el gobierno de Orban ha destinado más 3.000 millones de euros a pagar seis salarios extras de premio a los militares y los policías, y a dar ayudas extra a las familias con niños”, explica Barlin. “Este estado autocrático mafioso no solo perpetúa su poder mediante la aprobación de leyes, sino también de un dinero que lógicamente la oposición no tiene. Pero, igualmente, han decidido no boicotear las elecciones y presentarse a ellas con los recursos a su alcance”, concluye, vestido con una camisa de cuadros amarillos y azules y un impermeable amarillo.
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