Internacional
Xavier Giró: “Nos tenemos que preguntar si solo queremos mostrar que esto es un desastre o si queremos contribuir a encontrar una salida”
El director del Observatorio de la Cobertura de Conflictos reflexiona sobre el tratamiento de los medios de la invasión de Ucrania y las diferencias con otras guerras.
La amplia presencia de periodistas en la Ucrania en guerra y en las fronteras donde se expande uno de sus impactos más crudos, la huida masiva forzada por la violencia directa, es “una puerta para entender el dolor que causa el conflicto, una dimensión de la que en otras ocasiones no hemos sido conscientes”, observa Xavier Giró Martí, director del Observatorio de la Cobertura de Conflictos. Afirma que los testimonios de lo que significa la guerra son importantes, y que tener imágenes de ello, también.
A la vez, tras apenas dos semanas de la invasión, advierte de un riesgo en las coberturas mediáticas que van construyéndose: caer en «una sobrerrepresentación de la dimensión emocional del conflicto”. El investigador y profesor de Periodismo político –quien pasó por el Diari de Barcelona, Antena 3 y la revista El Viejo Topo antes de empezar un trayecto de treinta años con reconocida huella en las aulas de la Universidad Autónoma de Barcelona– defiende que lo más responsable ahora es pensar cómo informar para “empujar” hacia “la mejor solución posible”.
¿Detecta particularidades en la cobertura de la guerra de Ucrania respecto a otras guerras que se hayan mediatizado?
La hace diferente estar más cerca. La hace diferente el tratamiento de las personas refugiadas, respecto a la guerra de Siria, por ejemplo. Y también la hace diferente la implicación directa del Gobierno ruso. El peligro en el que entra Europa es más inmediato, vemos nuestra sociedad más amenazada, de aquí el tratamiento distinto. Esto explica la diferencia, pero no justifica que no prestemos la suficiente atención a Siria, Libia u otros conflictos. Hay que aceptar que hay una parte natural en preocuparte de lo que tienes más cerca, pero esto no justifica el etnocentrismo, que hace que tratemos mejor a las personas que están cerca que a las que están lejos, y que tiene repercusiones nefastas.
En este caso, son muchos los ojos de profesionales de los medios sobre el terreno, a diferencia de las coberturas de otros conflictos de alta intensidad. Contamos prácticamente con un minuto a minuto de esta guerra y de la llegada de personas refugiadas. ¿Es una oportunidad para informarnos más y comprenderlo mejor?
Tener más observación sobre un conflicto es una puerta para entenderlo mejor. Esto es indudable. Pero no es garantía de ello. Podemos tener a muchos y muchas periodistas allí, pero no ver más allá de lo que muestra el lugar en el que están. Es decir, las personas que están sobre el terreno ven lo que pasa allí y, eventualmente, si comprenden las lenguas del lugar en el que están, pueden escuchar más directamente lo que dicen los dirigentes políticos o militares de la zona, pero no tienen por qué, ni es su trabajo, tener un análisis de conjunto del conflicto y estudiar las tácticas para parar la guerra. Es importante ver el horror que genera la guerra, las víctimas, el estado de ánimo de la gente, cómo lo viven. Esto está bien, aunque también depende del uso que de estas informaciones se hace. Se pueden llenar horas y horas repitiendo lo mismo: el drama humano que supone la guerra. Esto sensibiliza hasta cierto punto. Nos tenemos que preguntar si solo queremos mostrar que esto es un desastre o si queremos contribuir a encontrar una salida.
¿En qué lugar del relato mediático diría que han quedado, hasta el momento, las opciones de intervenir sin añadir armamento al conflicto?
La gente más conocida se mueve entre intervenir más o menos militarmente. No hay mucha presencia de propuestas más diplomáticas, aunque intervenir militarmente incrementa la escalada del conflicto. En los últimos días es cierto que ha habido más visibilización de estas posiciones porque un sector de Podemos está en contra del envío de armas, y el hecho de estar en el Gobierno da mayor visibilidad a esta posición. Por otro lado, la mayoría de personas que en las coberturas informativas hablan en nombre de la población de Ucrania están por la intervención militar y por coger las armas. No hemos visto gente ucraniana que diga que la resistencia pacífica es mejor o que no se tenga que plantar cara a un ejército tan bestia porque hacer esto es abocar a la gente a morir.
¿En qué medida lo que se expone en los medios afecta al desarrollo de un conflicto?
Lo que hace el periodismo repercute en los conflictos. En mayor o menor medida, pero está demostrado que repercute. La presencia de un conflicto en los medios empuja a los dirigentes políticos a tomar una decisión. Empuja, no determina. Lo que se dice afecta a la opinión pública y esto indirectamente afecta a quienes toman decisiones sobre este conflicto, es decir, a quienes mandan armas, soldados, hacen boicot o lo que sea que opten por hacer. Si está presente en los grandes medios, que son grandes porque tienen grandes audiencias, los dirigentes políticos son conscientes de que implícitamente hay una demanda de actuación. Por lo tanto, lo que ahora hacen los medios en España ante la guerra en Ucrania tiene cierta repercusión en lo que hace el Gobierno.
¿En función de qué decidirán los políticos? De un conjunto de intereses, que serán los de quien tenga fuerza económica y política, pero también de la fuerza de la movilización ciudadana, y esto puede hacer cambiar las decisiones políticas. Aquí el periodismo tiene una responsabilidad. Si lo único que explicamos es que esto es un desastre, no ayuda mucho a movilizar a la gente. Es un desastre pero hay cosas que hacer. Lo que es responsable, pues, es pensar en la forma en la que cubrimos el conflicto y en qué medidas favorecemos con la forma en la que lo hacemos. Podemos tener visiones distintas sobre cuál es la mejor salida de un conflicto, pero hay que pensar lo que decimos en función de cuál pensamos que es la mejor solución.
¿Cómo “empujar” hacia la desescalada del conflicto?
Un primer paso es recoger lo que dice la gente que conoce bien el conflicto y no solo este conflicto en concreto, sino las dinámicas de los conflictos armados, y que apuesta por la paz. Hay que visibilizar a estas personas y tiene que ser una visibilización pensada: no solo hay que ir recogiendo estas opiniones. El periodismo no es un cesto en el que se recoge lo que pasa. Lo que recogemos puede hacerse de una forma u otra. Si solo recogemos testimonios de personas ucranianas que reclaman una intervención militar, estamos empujando hacia que haya una intervención militar. Esto es un error si pensamos que hay que parar la guerra. Es algo en lo que pensar.
Es responsable pensar en qué dirección empuja el conjunto de la cobertura que hacemos del conflicto, no solo lo que dice la gente que hay sobre el terreno. También los análisis que hacemos. ¿Empuja hacia una victoria de uno sobre otro? ¿Empuja hacia un acuerdo más o menos equitativo? ¿Empuja hacia una escalada que puede llevar a un desastre? Algunos pensamos que es muy importante parar la guerra, parar las muertes, porque nos sitúa en una espiral que nunca sabemos cómo puede terminar. Con más y más dolor. Tenemos que hacer análisis no desde los frentes, sino desde la política.
¿Cree que al cubrir un conflicto suele asumirse como propia esta responsabilidad que plantea?
Hay bastante conciencia de que todos podemos hacer algo. Pero también hay consciencia de que lo que podemos hacer individualmente es poquito cuando el conjunto de lo que hace el medio en el que estamos va hacia un lado distinto del que desearíamos, y no lo puedes reencaminar. Y, aunque seamos conscientes de ello, explícitamente negamos esta responsabilidad porque hay una ideología profesional dominante que aún vive de que el periodismo muestra, no orienta, explica las cosas y deja que la gente decida. Y esto no funciona así.
Lo que el periodismo aporta ayuda a la gente a decidir en un sentido u otro. Casi todo el mundo se da cuenta de esto, pero decirlo públicamente pone en cuestión la presunta neutralidad de los medios y evidencia su rol político. Hace tambalear el estatus de presunta neutralidad que parece que tengan los medios y que no tienen. Cuando vemos algo que es injusto, y está aceptado globalmente como injusto, nos abocamos todos a ello y no pasa nada. Si algo va contra el sistema es más disputado y puede tener costes de audiencia. Globalmente, los grandes medios no cuestionan el sistema en el que están insertados. Esto ya es tomar partido, no es neutralidad.
¿Algunas prácticas periodísticas que habría que evitar para no jugar en dirección contraria a la paz en los próximos días, en los que, de momento, nada indica que se vaya a salir de la vía armada?
Las presentaciones de Putin como el engendro del mal no ayudan en nada a resolver el conflicto, porque la paz la tienes que hacer con alguien y, por ahora, es con él. Si lo demonizas, implícitamente justificas que la acción bélica contra su ejército es lo que tiene que hacerse. Es lo mismo que Putin hace cuando dice que hay que desnazificar Ucrania, legitima la entrada de las tropas. Esta es una distorsión del conflicto. También lo es decir “Rusia invade…”, “Rusia amenaza…”. Estoy muy en contra de estos titulares. Esto no es así. No es Rusia contra Ucrania ni Rusia contra Occidente. Es cosa de un gobierno y las tropas que envía. También es importante ver que las voces que más hemos escuchado son las patriótico-belicistas, aunque hayan sido defensivas frente a la invasión. Ha habido mucha filosofía belicista, mucho militarismo patriótico-patriarcal en los primeros días a nivel discursivo. Ahora ya es más urgente que se encuentre una salida aceptable para los dos lados. Vemos que resistir no para la guerra. ¿Defender el país qué es? ¿Que maten a la mitad? ¿Enviar a civiles a tirar cócteles molotov contra tanques? ¿Qué política evita más el sufrimiento? Es difícil de abordar en un primer momento del conflicto.
¿Y esto ha cambiado?
Ahora creo que es un poco menos difícil favorecer que se encuentre razonable y honorable parar la guerra. Resistir es legítimo, pero hay formas diferentes de hacerlo. Desgraciadamente, es fácil idealizar y llenar de heroísmo consignas como ‘más vale morir de pie que vivir de rodillas’. Pero es un pensamiento contaminado de la cultura de la violencia. El opresor es el más interesado en llevar el combate al terreno de la violencia porque es donde él es fuerte, es quien tiene más potencia de fuego. El débil tiene las de perder. Y, en este caso, si hubiese una previsión de no perder, sería un espejismo porque solo sería verosímil por la implicación de la OTAN, con lo cual en realidad perderíamos todos, incluso el resistente.
Fui socio vuestro. Cuando pueda volveré. Gracias por vuestro trabajo y honradez.
Ignacio Ramonet (Telesur):
…Ignacio Ramonet (Telesur):…. La situación era evitable. El presidente ruso Vladímir Putin llevaba varias semanas, si no meses, instando a una negociación con las potencias occidentales. La crisis se venía intensificando en los últimos meses. Hubo intervenciones públicas frecuentes del líder ruso en conferencias de prensa, encuentros con mandatarios extranjeros y discursos televisados, reiterando las demandas de Rusia, que en realidad eran muy sencillas. La seguridad de un Estado solo se garantiza si la seguridad de otros Estados, en particular aquellos que están ubicados en sus fronteras, está igualmente respetada. Por eso Putin reclamó con insistencia, a Washington, Londres, Bruselas y París, que se le garantizara a Moscú que Ucrania no se integraría a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La demanda no era una excentricidad: la petición consistía en que Kiev tuviera un estatus no diferente al que tienen otros países europeos, tales como Irlanda, Suecia, Finlandia, Suiza, Austria, Bosnia y Serbia, que no forman parte de la OTAN. No se trataba por lo tanto de evitar la “occidentalización” de Ucrania sino de prevenir su incorporación a una alianza militar formada, como se sabe, en 1949, con el objetivo de enfrentar a la antigua Unión Soviética y, desde 1991, a la propia Rusia.
Esto implicaba que Estados Unidos y sus aliados militares europeos no instalasen en el territorio de Ucrania, país fronterizo con Rusia, armas nucleares, misiles u otro tipo de armamento agresivo que pudiera poner en peligro la seguridad de Moscú. La OTAN –una alianza militar cuya existencia no se justifica desde la desaparición, en 1989, del Pacto de Varsovia– argumentaba que esto era necesario para garantizar la seguridad de algunos de sus Estados miembros, como Estonia, Letonia, Lituania o Polonia. Pero eso, obviamente, amenazaba la seguridad de Rusia. Recuérdese que Washington, en octubre de 1962, amagó con desencadenar una guerra nuclear si los soviéticos no retiraban de Cuba sus misiles –instalados a 100 millas de las costas de Estados Unidos–, cuya función, en principio, era solo la de garantizar la defensa y seguridad de la isla. Y Moscú finalmente tuvo que inclinarse y retirar sus misiles. Con estos mismos argumentos, Putin reclamó a los jefes de Estado y primeros ministros europeos una mesa de diálogo que contemplara sus reivindicaciones. Simplemente, se trataba de firmar un documento en el que la OTAN se comprometiera a no extenderse a Ucrania y, repito, a no instalar en territorio ucranio sistemas de armas que pudieran amenazar la seguridad de Rusia.
La otra demanda rusa, también muy atendible, era que, como quedó establecido en 2014 y 2015 en los acuerdos de Minsk, las poblaciones rusohablantes de las dos “repúblicas populares” de la región ucrania del Donbás, Donetsk y Lugansk, recibieran protección y no quedasen a la merced de constantes ataques de odio como desde hacía casi ocho años. Esta demanda tampoco fue escuchada. En los acuerdos de Minsk, firmados por Rusia y Ucrania con participación de dos países europeos, Alemania y Francia, y que ahora varios analistas de la prensa occidental reprochan a Putin haber dinamitado, estaba estipulado que, en el marco de una nueva Constitución de Ucrania, se les concedería una amplia autonomía a las dos repúblicas autoproclamadas que recientemente han sido reconocidas por Moscú como ”Estados soberanos”. Esta autonomía nunca les fue concedida, y las poblaciones rusohablantes de estas regiones siguieron soportando el acoso de los militares ucranios y de los grupos paramilitares extremistas, que causaron unos catorce mil muertos…
Muchos observadores consideraban que la negociación era una opción viable: escuchar los argumentos de Moscú, sentarse en torno a una mesa, responder a las inquietudas rusas y firmar un protocolo de acuerdo…..
«Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido» Malcolm X.
Cuidado con satisfacer lo que piden las personas ucranianas pues hay un amplio sector de ellas que «quienes les conozcan las compre».
…El profesor Stephen Cohen, aclamado como la mayor autoridad de EE.UU en temas de Rusia, escribió:
“Quemar vivas a personas de etnia rusa y otras en Odessa, a modo de pogromo, reavivó el recuerdo de los escuadrones de exterminio nazis en Ucrania durante la II Guerra Mundial. Hoy los ataques furiosos a gays, judíos, personas mayores de etnia rusa y otros ciudadanos “impuros” se extienden por Ucrania, junto a las marchas con antorchas que recuerdan a las que finalmente inflamaron Alemania a finales de las décadas de 1920 y 1930…
“La policía y las autoridades oficiales no hacen apenas nada por evitar estos actos neo-fascistas o por denunciarlos. Al contrario, Kiev los ha alentado oficialmente mediante la rehabilitación sistemática e incluso la celebración de los colaboradores ucranianos en los pogromos de exterminio nazi-alemanes, renombrando las calles en su honor, levantándoles monumentos, reescribiendo la historia para glorificarlos, y más”.
Hoy, la Ucrania neo-nazi apenas se menciona. No es noticia que los británicos estén entrenando a la Guardia Nacional Ucraniana, que incluye a neo-nazis en sus filas…
Tomás F. Ruiz: ¿dónde estaban estos miles de personas ucranianas que ahora claman en las calles españolas por el respeto a los derechos humanos en su tierra -insisto, unas muy respetables aspiraciones que todos tenemos-, durante los ocho años que lleva el Estado ucraniano violando los acuerdos de Minsk y masacrando a los ciudadanos de las repúblicas de Donnetsks y Luganks?….
ALBERTO CUBERO, Concejal ZenC. en el ayuntamiento de Zaragoza.
MI NO A LA GUERRA NO ES CONDICIONADO. (en 2 minutos grandes verdades)
https://www.youtube.com/watch?v=VzIAYY5s_Ig