Internacional

La guerra de Ucrania y la política exterior de Biden: ¿sueñan las élites con conflictos por los recursos?

"Biden protege a las élites globales, Trump y Putin a las locales", sostiene el profesorde filosofía política Pablo Font Oporto

Los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin. SAUL LOEB / POOL VIA REUTERS / FOTO DE ARCHIVO

Cuando Joe Biden venció a Donald Trump hace poco más de un año, mucha gente “progresista” se felicitaba. La consigna general era: Hemos frenado al monstruo. Sin embargo, los acontecimientos han demostrado que, en el plano de la política exterior, debemos temer actualmente mucho más a Biden que a Trump.

Esto se debe a que tras la guerra que la semana pasada se desataba en Ucrania hay un conflicto que la espectacularidad de las imágenes y los análisis simplificadores no suelen tener en cuenta. Me refiero a la contienda que desde el final de la Guerra fría y el inicio de la globalización vienen librando dos tipos de élites. Un combate que la posibilidad real de un colapso ecosocial está agravando hasta límites insospechados.

En efecto, la caída de la URSS y el bloque comunista fue el último gran acontecimiento político-económico que, tras la independización de las colonias tras la Segunda Guerra Mundial y la transmutación de China a la muerte de Mao, se convirtió en la puerta definitiva hacia la posibilidad de una globalización de la economía. Este proceso, facilitado por el desarrollo de los transportes y de las nuevas tecnologías (en particular, internet), no fue algo natural, sino inducido por quienes veían en esa transformación del mundo una oportunidad de mayor negocio económico y poder político. En el inicio de ese proceso globalizador se encuentran algunas de las élites tradicionales (sobre todo, occidentales), que—junto con otras que fueron capaces de adaptarse—darían el salto a una escala mundial, donde se convirtieron en nuevas oligarquías con un poder y una capacidad de incidencia mucho mayor, amén de una fuerte interconexión entre sí.

Las élites tradicionales locales, que hasta ese momento habían tenido el control de los procesos económicos a nivel territorial (nacional o macrorregional como mucho), se quedaron estancadas en un mundo donde la movilidad del capital (no sólo financiero, sino incluso productivo, empezaban las deslocalizaciones) hizo desparecer el concepto de territorio de la economía. Así, aquellas viejas oligarquías vieron cómo estas nuevas élites, ligadas a la globalización, les arrebataban ese control del poder fáctico. Desde entonces ambos tipos de élites se enfrentan por ese control de la economía y la política mundiales: los unos intentando profundizar en el proceso globalizador, los otros intentando revertirlo. 

A nivel ideológico, es importante tener en cuenta que las élites locales se están apoyado sobre todo en una visión nacionalpopulista de extrema derecha (simplificando mucho, Trump & Co.). Por su parte, las oligarquías globalizadas han encontrado su eje en el discurso globalista cosmopolita liberal, donde se insertan no sólo los neoliberales, sino también los socioliberales.

Ahora bien, la lucha entre estas élites y sus respectivos ejes ideológicos se ha exacerbado en un contexto de crecientes tensiones derivadas, entre otros muchos otros factores, de la Gran Recesión de 2008, de las consecuencias de las guerras iniciadas por EEUU después del 11-S y de las previsiones que apuntan a una crisis energética a corto plazo. Crisis energética que no obedece a un mero problema de distribución temporal generado por la pandemia, sino al inicio del fin del petróleo de calidad barato (pico del petróleo o peak oil). Una situación que ya ha reconocido hasta la Agencia Internacional de la Energía.

Dicha crisis, además, es (junto con el caos climático y la pérdida de diversidad) una de las tres caras más importantes de la emergencia ecosocial que podría derivar en un colapso civilizatorio de dimensiones colosales. La respuesta globalista ante esta amenaza es la transición verde digital (capitalismo y negocio verde o, como mucho, Green New Deal); pero esta supuesta transición adolece de enormes limitaciones en todos los sentidos (empezando por las de los minerales críticos que requiere). La respuesta nacionalpopulista al caos climático es la de negar la mayor, aunque saben perfectamente lo que viene y empiezan a emitir mensajes donde vinculan el medio ambiente con la protección del territorio y la nación. Pero en todo caso, unas y otras élites son conscientes de que, por un lado, la situación está conduciendo a un estallido exponencial de conflictos ecosociales y de que, de otra parte, estos pueden ser una extraordinaria oportunidad de negocio. Negocio que pagaremos el resto.

El tema de la crisis energética es fundamental en el caso de Ucrania, dado que ante el peak oil y las limitaciones de las renovables se ha multiplicado la importancia del gas natural, cuyas reservas todavía pueden darnos para seguir la fiesta de nuestra insostenible civilización algunos años más. EEUU, Rusia y la UE (sobre todo Alemania) luchan por esos recursos en Ucrania. Como también en Oriente Medio. Pero no olvidemos que esa lucha no es sólo entre territorios, sino también y, sobre todo, entre élites.

Sin olvidar, por tanto, el componente de lucha por los recursos, volvamos al conflicto en Ucrania para poder entender desde un enfoque diferente la lucha política que hay detrás de las posiciones de EEUU y Rusia en la guerra en Ucrania y, en particular, el papel de Biden en toda esta historia. Hemos de empezar teniendo claro que el actual presidente demócrata representa los intereses de las élites globales y las visiones globalistas, por lo que desde un primer momento se cuida mucho de mirar por los intereses geoestratégicos a nivel internacional. Esto ya lo demostró en su discurso de investidura, donde apeló a la necesidad de que EEUU recuperase su liderazgo mundial y en particular en el seno de la OTAN. 

En efecto, las élites estadounidenses globalistas quieren un EEUU que recupere su posición geoestratégica central a nivel internacional, dada la importancia de ese ámbito en su agenda de poder. Por eso, Biden, que encarna esos intereses, cree en la OTAN como instrumento de expansión del dominio estadounidense a nivel global. Y por eso ha forzado el conflicto de Ucrania en modo imperialista, apoyando la extensión de la Alianza Atlántica hasta las fronteras de Rusia. Esos movimientos, que además vulneran el statu quo pactado tras el derrumbe de la URSS, han sido lógicamente percibidos con creciente alarma desde allí.

Una breve acotación: ya hemos apuntado que Biden concita el apoyo tanto de neoliberales como socioliberales. En efecto, la socialdemocracia en este juego acaba posicionada junto con neoliberales en un globalismo cosmopolita que sólo favorece a las oligarquías globales. Pero, claro, los líderes socialdemócratas venden la burra a su electorado de que su posición es la única alternativa real a la extrema derecha. Esa es una de las razones de por qué El País se posiciona de manera tan nítida en este conflicto apoyando a Biden y la OTAN, y de por qué critica tan aceradamente a Putin. Fin de la acotación.

Ahora bien, el otro contendiente en esta guerra oculta que el conflicto mediático encubre, son los nacionalpopulistas de extrema derecha, posición personificada en EEUU por Trump. El expresidente representa a las élites tradicionales locales que se alimentaban del control de una economía sin duros competidores externos, escenario que se acabó con la globalización. Así, el elemento central en las políticas de Trump es el proteccionismo económico y el cuidado de la identidad nacional.

Trump solo cree en unos EEUU que se deben regenerar a nivel interno recuperando los valores tradicionales que conduzcan a un resurgir conservador del mundo wasp (white anglo saxon protestants). Parte de esos valores son el esfuerzo y la iniciativa emprendedora local, por lo que cuando Trump protege la industria estadounidense, también está preservando la escala de valores del America first y la cultura que alumbró la producción fordista. De este modo, debido a esa visión, guiada por valores tradicionalistas-nacionalistas, y simultáneamente, a las exigencias de las élites locales, Trump llevó a cabo políticas que intentaban limitar a nivel interno la invasión importadora del nuevo coloso industrial-comercial: China. Pero para el magnate republicano es en el ámbito doméstico donde EEUU se juega volver a ser lo que fue. Por eso su proyecto es más bien una autarquía proteccionista racista donde se produzca un refuerzo identitario en el ámbito interno. Consecuentemente, no le interesa la escena internacional más que como escenario donde EEUU ejerce su supremacía. Por eso tampoco le interesó la OTAN, ni mantener buenas relaciones con sus aliados externos, ni iniciar conflictos armados. Así, Trump era menos peligroso a nivel internacional, porque ese espacio era secundario para él y las oligarquías que representa. 

¿Cómo se sitúa Putin en ese tablero? Se da la circunstancia de que precisamente Putin es también un líder nacionalpopulista autoritario aupado por élites locales (aunque también existan oligarcas rusos en las élites globales). Después del colapso de la URSS, la humillación de esta a manos de EEUU y el caos subsiguiente arrojó al país en manos de Putin quien con brazo de hierro ha sabido labrarse una figura de providencial líder fuerte al que gran parte de la sociedad rusa reconoce el mérito de haber sido capaz de hacer que Rusia vuelva a ser respetada en lo político, lo económico y lo militar. 

Por su parte, Putin ha recogido lo peor de la época soviética: el totalitarismo y el imperialismo. Cualidades por las que es admirado por los nacionalpopulismos ultraderechistas, incluido Trump: sus vínculos con todos los partidos de ese entorno son conocidos. Coincide también con ellos en representar a las élites tradicionales en esta batalla mundial. 

Ahora bien, el expansionismo desaforado de las élites globalistas mediante el instrumento de la Alianza Atlántica le ha venido de perlas a Putin. Le ha servido en bandeja la excusa perfecta para una intervención que justifica también como protección de la población del Donbass respecto a los ataques que esta recibe desde hace ocho años por parte del gobierno filo-occidental ucraniano. Pero, si bien esos ataques son inaceptables, la actuación del ejército ruso desborda el margen de cualquier respuesta legítima. Y permite al exagente de la KGB defender su posición geoestratégica en la zona, afianzando su control sobre el suministro gasístico a Europa.

En definitiva, Biden protege a las élites globales, Trump y Putin a las locales. Queda así diáfano que era mucho más fácil el choque de Putin con un líder globalista como Biden que con otro de su cuerda, como Trump. Los dos primeros nos han conducido a un nuevo conflicto militar que conduce precisamente a un más acelerado gasto de nuestros limitados recursos energéticos y a volver a emisiones récord de gases de efecto invernadero mediante la quema de carbón. Lo cual a su vez nos abocará, no lo duden, a nuevos y más terribles conflictos ecosociales por los recursos en un planeta deteriorado y con más escasez.

Como puede verse, detrás de la guerra en Ucrania hay una lucha en términos políticos, geoestratégicos y ecosociales. Se trata de un conflicto entre las élites, pero contra el pueblo. 

Pablo Font Oporto es profesor de filosofía política en la Universidad Loyola Andalucía. Acaba de publicar ‘La batalla por el colapso. Crisis ecosocial y élites contra el pueblo’ (Comares, 2022).

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Comentarios
  1. El análisis parece profundo pero en realidad es totalmente superficial, pues se basa en las líneas discursivas y no en las verdaderas causas del enfrentamiento y el poder real que mueve a unos y otros. Populismo nacionalista vs. globalismo liberal son etiquetas discursivas. En uno y otro mundo el poder de hecho lo ejercen los dueños del dinero. Es decir los financistas.

  2. COMO PERDERUN CONTINENTE, RUSIA, Y UN PAIS RIQUÍSIMO, POR UNA MAMAMADA
    La dirigencia politica de la UE es la culpable de la guerra entre Ucrania y Rusia. En efecto, hace unos años, el propio Putin, solicitó a la UE qué Rusia entre agormar parte de la misms, así cómo también de la OTAN. La dirigencia politica de la UE, siguiendo ordenes de los yanquis, no aceptaron. Esta fue una de las mayores imbecilidades de la historia. Y, efectivamente, equivale a perder un continente lleno de riquezas naturales y humanas, Rusia, por una mamada a Obama o a Bush.

  3. Està claro que con tanto antiamericanismo ciego y materialismo histórico de estar por célula, esta guerra va a enterrar al izquierdismo definitivamente.

  4. Cómo Estados Unidos inició una nueva guerra fría con Rusia y dejó que Ucrania la librara.
    (Medea Benjamin cofundadora de Global Exchange y Codepink: Mujeres por la Paz. – Nicolas J. S. Davies autor de Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction of Iraq).
    El mundo debe hacer lo que sea necesario para obtener un alto el fuego en Ucrania y hacer que se mantenga.
    El mundo debería tomar en serio a Rusia cuando dice que sus condiciones para terminar la guerra y volver a la diplomacia son la neutralidad ucraniana y el desarme.
    Los aliados europeos de Estados Unidos deberían ser cautelosos a la hora de alinearse tras este tipo de “liderazgo” antes de que ellos también acaben en primera línea.
    Las armas nucleares de Estados Unidos están ahora situadas en cinco países de la OTAN en Europa: Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Turquía.
    La seguridad no es un juego de suma cero, y ningún país o grupo de países puede lograr una seguridad duradera socavando la seguridad de otros.
    https://www.elsaltodiario.com/opinion/como-estados-unidos-inicio-nueva-guerra-fria-rusia-ucrania-librara

  5. Hi ha de tenur en compte que la 2a guerra mundial la va cimençar Hitler i tots varem estar clntents que USA ens donés un cop de ma per derrotar un boig criminal invasor. Cansa una mica tans atacs Estats Unics que si be no es una perfecció no mereix ser atacat sistematicament com si els qui ho fan fossjn perfectes i no tinguessin els seus interessos particulars. Millor fer un analisis tenin en compte la complexitat del mon que ens envolta i que ningú es tan sabi com per atacar una part com si la raó total fos cosa de una banda o altre. Tots tenim molt que apendre i millorar si be que quand ens sentim atacats girem els ulls buscant ajut a aquells que ja ho han fet en el passat i ningú pot dir que no sigui USA qui hagi ajudat als paisos europeus quand ho han necessitat. Prou demagogia, please, s’splau, por favor.

  6. Me parece muy acertado el artículo;
    con algunos peros
    ¿el actual presidente demócata? ¿USA, la cuna y nurse de la dictadura capitalista (y su socio Israel), la más genocida de todas las dictaduras y que además, como bien dice el artículo opera a nivel global, una democracia?, ¿el capitalismo más salvaje a nivel global, es una democracia? Debemos empezar, para no engañar ni engañarnos, a llamar a las cosas por su nombre.
    Que no se me malinterprete, que en absoluto soy partidaria de Putin, lo era de Gorbachov, y muchísimo menos de aquel multimillonario payaso Trump.
    Hay que condenar bien alto a la genocida globalización del capitalismo a costa no sólo de los derechos humanos sino de las vidas humanas y de llevar al Planeta a la agonía y con él a la especie humana.
    La socialdemocracia hoy día ni es social ni democracia. También sirve al capital.
    REVELADOR RECUENTO OFICIAL DE LAS INVASIONES ESTADOUNIDENSES:
    El sociólogo argentino Atilio Borón recoge y analiza un informe oficial emitido por el Servicio de Investigaciones del Congreso , dependiente de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en el que se da cuenta de las 315 intervenciones estadounidenses en el exterior, desde 1945 sin declaración previa de Estado guerra con los países invadidos.
    YANKEE GO HOME. Deja de mangonear en el mundo entero, tú eres el principal problema para la paz mundial.

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