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‘No mires adelante’: colapso y ecoguerra de las élites contra el pueblo

Las élites "están embarcadas en una guerra contra el resto, en especial contra las mayorías populares y los colectivos más vulnerables", escribe el profesor Pablo Font.

Detalle del cartel de la película 'No mires arriba'. NETFLIX

La reciente película No mires arriba (Don’t look up) tiene elementos realmente interesantes. Más allá de su análisis afiladamente mordaz de muchos aspectos de nuestra sociedad (la posverdad, la opiniocracia instalada desde las RRSS, los negacionismos destropopulistas, la falta de creencias por parte de las/los líderes políticos, la hipocresía y banalidad imperantes…), podríamos poner el foco sobre la gran metáfora que aborda esta sátira de nuestro tiempo. Nos referimos al punto del argumento relativo al descubrimiento del posible colapso civilizatorio global como consecuencia de la aproximación de un gran cometa a la Tierra.

Evidentemente, es claro que esta imagen nos remite a los graves riesgos de colapso ecosocial que la humanidad está enfrentando como consecuencia de la existencia de tres gravísimas crisis socioambientales superpuestas: el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y el quebranto de la biodiversidad. Ante estas amenazas existen diferentes posiciones. Dejando de lado el puro negacionismo de tintes conspiranoicos alimentado por los nativismos más recalcitrantes (una corriente con enorme músculo en EEUU, no lo olvidemos), lo cierto es que las posturas dominantes en el ámbito político son, por este orden, el capitalismo verde global-liberal (para el que la crisis ecosocial es una oportunidad de negocio) y el Green New Deal (que añade a la anterior visión un enfoque social-keynesiano que permita aprovechar socialmente los beneficios de esa oportunidad). Se trata de posturas profundamente tecnocráticas, esto es, sus cimientos se apoyan sobre la creencia inquebrantable en que la resolución de estos problemas debe y puede hacerse simplemente desde la intervención salvadora de la tecnología y el poder (político-económico, fundamentalmente). 

Ciertamente existen posiciones muy minoritarias que (cruel paradoja), desde sólidas bases científicas (de nuevo aquí la referencia a la película), sostienen la imposibilidad de una solución de este tipo para tamaño problema, y plantean la necesidad de un cambio civilizatorio profundo. Una transformación cultural de nuestra cosmovisión dominante que implique correlativamente un modo de vivir diferente. Teorías como el decrecimiento, el ecosocialismo o la ecología profunda parten en muchas ocasiones de la posibilidad o incluso la inevitabilidad del colapso, al menos si no cambiamos de rumbo. Estas visiones están emparentadas con cosmovisiones tradicionales ya existentes pero sometidas desde hace mucho al implacable ataque (o al menos a la postergación) desde la mirada colonial moderna de nuestra civilización industrial, especialmente desde el auge de concepciones ligadas a las ideas ilustradas del progreso, la modernidad y el desarrollo basado en el crecimiento económico.

Es curioso que estos problemas ecosociales no suelen ser tenidos en cuenta en los medios convencionales a la hora de analizar los procesos socioeconómicos y políticos. Pero, a su vez, tampoco hay un análisis de estas circunstancias desde un punto de vista sociopolítico y económico. En efecto, es llamativo cómo la multiplicación y crecimiento de los conflictos socioambientales no suele ser abordada con un planteamiento que tenga en cuenta muchas de estas dimensiones. Y la cuestión no es menor, porque todo parece indicar que estos conflictos van a ir aceleradamente a más como reflejo de la extensión exponencial de microcolapsos territoriales que podrían ser el preludio de un colapso global. Un colapso que no necesariamente debe tomar la forma de una catástrofe colosal (tan del gusto de Hollywood, por otra parte), sino que puede tener más bien incluso los caracteres de una brutal y más o menos brusca simplificación de nuestras sociedades. Lo cual probablemente, y si no se empieza a hacer nada al respecto, conllevaría (al menos) graves traumas y posiblemente violentos reacomodos. Al respecto, y abundando en el pretexto audiovisual, cabe advertir que la serie El colapso ahonda en posibles escenarios nada exagerados.

‘No mires adelante’: colapso y ecoguerra de las élites contra el pueblo
Fotograma de la serie ‘El colapso’. FILMIN

La guerra que no estamos viendo

En particular, quisiera detenerme en lo que a todas luces es una guerra que se está librando ante nosotros pero que queda oculta por otros conflictos. Efectivamente, se está produciendo de manera abierta un combate entre élites, una batalla por el control de la economía, los recursos y, claro está, el control del poder político. Este último no sólo incluye los ámbitos de poder gubernamental de los distintos Estados, sino también, y de manera muy importante, el dominio del relato y la narrativa culturales imperantes.

Esta lucha se desenvuelve esencialmente entre las élites globales (identificadas con una visión globalista capitalista) y las élites locales (identificadas con una ideología cada vez más nacionalpopulista). Los conflictos entre ambas se remontan al surgimiento progresivo de las primeras (a resultas del proceso globalizador) y al progresivo desplazamiento a que habrían venido sometiendo a las segundas por lo que respecta al control de la economía y los recursos. Pero las consecuencias retardadas de la Gran Recesión de 2008, junto con una serie de circunstancias complejas que han tensionado la política y la convivencia social, han puesto en jaque el relato globalista y han llevado a las segundas a una importante recuperación de posiciones. No cabe duda de que las circunstancias de la actual pandemia parecían ser propicias para la corriente antiglobalista, pero ojo, porque el terreno es disputado. 

En todo caso, es crucial advertir que en esta guerra el factor de un posible colapso ecosocial juega un papel determinante. Es verdad que los contendientes de esta disputa postulan diversas propuestas y visiones respecto a los problemas medioambientales (básicamente, capitalismo verde y negacionismo), pero en el fondo ambos comparten una preocupación sobre un factor de riesgo que puede hacer peligrar no sólo su supremacía sino que incluso puede suponer un brutal desmoronamiento del mundo que hoy conocemos. Varios son los indicios que pueden observarse al respecto, que indican que unas y otras oligarquías se están preparando. No sólo para lo peor, sino para tener las mejores posiciones en escenarios intermedios o al menos hasta que lleguen esos escenarios peores. Que no pare la fiesta, que siga tocando la orquesta. Aquí de nuevo No mires arriba (aviso, que vienen spoilers) acierta al apuntar a los riesgos del negocio hasta el final y la ausencia de toda precaución ante el ansia de acumulación capitalista.

De alguna manera, el riesgo podría ser controlado si, como aparece en la película, las élites pudieran escapar del planeta a bordo de una nave espacial. Este tópico de la literatura y las artes visuales es hoy pura ciencia ficción. Pero lo que sí podría ser posible serían otros tipos de distopías que contengan en su esencia la idea desarrollada en otro filme: Elysium. Es decir, la desconexión de las élites respecto a las condiciones de un planeta destruido, condiciones que serían soportadas por la población. O bien, en otras variantes, un reparto absolutamente desigual de una energía y unos recursos escasos y declinantes.

Adonde queremos llegar, en todo caso, es a que la verdadera guerra que se está desarrollando ante nuestros ojos, pero de la que muchas veces no somos conscientes, es la de las élites contra el resto. Implementando y llevando al paroxismo un sistema de producción, distribución y consumo que tritura el suelo bajo nuestros pies y absorbiendo hasta las heces las consecuencias de aquel, nos han conducido a una situación de emergencia. Y, conscientes de esa emergencia, sus intentos de huida o de preparación van dirigidos a pergeñar un mundo dualizado, escindido entre una minoría que intenta acaparar los restos del naufragio, enriquecerse hasta el final y gozar de las mejores posiciones ante posibles situaciones complejas, y el resto de la humanidad, que —inconsciente de todo esto— puede acabar teniendo que elegir entre esclavitud o muerte.

Mientras tanto, ocurren cosas. Por ejemplo, llueven fondos que las transnacionales (especialmente las de sectores declinantes, como el de los hidrocarburos) aprovechan para refundar sus negocios y reorientarlos hacia las energías llamadas verdes (que no lo son tanto, dada su dependencia de los hidrocarburos y de la extracción de minerales críticos). Ídem respecto a la electrificación del transporte. Operaciones que, para colmo, el greenwashing capitalista nos vende como cuasifilantrópicas. Sin embargo, en este contexto, se multiplican los proyectos de instalaciones energéticas de renovables que impactan en el territorio y las comunidades. Instalaciones cuya producción va colonialmente orientada hacia los grandes núcleos de poder, riqueza y tecnología. La ciencia más seria advierte de que no disponemos de suficientes minerales críticos precisos para esa supuesta transición verde (y digital; ¡vivan los negocios!), lo que implica que la vía tecnocrática no es suficiente. Da igual. Se extraen los minerales de manera progresivamente acelerada, arrancándolos de los pueblos y territorios subalternizados. Se alimentan nuevos mitos: hidrógeno verde, fisión nuclear… Aumentan las precipitaciones de dinero público para proyectos inútiles (pero que suponen jugosos negocios, claro está).

‘No mires adelante’: colapso y ecoguerra de las élites contra el pueblo
Viñeta de Atxe en ‘Climática’.

Los problemas aumentan. No queremos cambiar nuestro estilo de vida, y las élites son las primeras que no sólo no están dispuestas a bajarse del caballo, sino que pretenden aprovechar la coyuntura. Los conflictos sociales se multiplican, y las élites los aprovechan para reforzar su relato y para utilizar a los perjudicados. Como en El hoyo (seguimos con el cine), los de en medio son azuzados contra los penúltimos, y estos contra los últimos. Los relatos de capitalismo verde consiguen victorias (momentáneas), como la mencionada financiación de sus proyectos y una concepción de lo verde como marca de estilo a la moda. También los relatos nacionalpopulistas obtienen sus victorias; lo hemos visto recientemente en el asalto al pleno del Ayuntamiento de Lorca por parte de la patronal de la ganadería intensiva, como si se tratase del Capitolio. En otros casos, las dimensiones del conflicto y la ambigüedad de éste se materializan en resistencias que unos y otros intentan llevar a su huerto, y, en caso de fracaso, en última instancia desactivar. Lo hemos visto con el movimiento de los chalecos amarillos en Francia.Es hora de abrir los ojos. De organizarse y disponerse a la defensa. Las élites llevan años mostrándonos una conflagración entre ellas que oculta la realidad última. Más allá de sus luchas de poder, están embarcadas en una guerra contra el resto, en especial contra las mayorías populares y los colectivos más vulnerables. Pero nos siguen gritando: «No mires adelante».

Pablo Font Oporto es profesor de filosofía política y ética en la Universidad Loyola Andalucía. Acaba de publicar ‘La batalla por el colapso. Crisis ecosocial y élites contra el pueblo’ (Comares, 2022).

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