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Una cerda satisfecha

Los puntos en común de 'Marranadas' con 'La metamorfosis' son evidentes –escribe Ovejero–: pero el sujeto no es el ser humano sino la mujer.

En el título original en francés de esta novela, Truismes, se esconde un juego de palabras imposible de traducir. Una acepción es, claro, marranadas, cochinadas; la otra es la de verdades que caen por su propio peso, perogrulladas. Y quizá una de las elecciones más eficaces de Darrieussecq es la de utilizar una narradora que, durante buena parte de la novela, apenas cuestiona nada de lo que la rodea y le sucede. ¿Para qué poner énfasis en el machismo feroz que sufre si está tan aceptado que ni llama la atención?

«El director de la cadena me agarraba la teta derecha con una mano y en la otra sostenía el contrato», leemos. Nada por lo que sorprenderse ni ofenderse, las cosas son así, que te magreen en el trabajo es lo normal. También es lógico que tu novio sienta asco hacia ti porque tu cuerpo se ha transformado y ya no es ese cuerpo del que se enamoró. En el transcurso de la novela seguiremos leyendo episodios de vejaciones, humillaciones, abusos, explotación laboral, violaciones, crímenes por los que no hay que sorprenderse demasiado: esa es la sociedad en la que vivimos. La narradora es incluso comprensiva, afectuosa; al fin y al cabo, qué van a hacer, los hombres son así, tienen sus necesidades. Y no te vas a sorprender tampoco por el racismo en la sociedad, ni por que la política sea cada vez más totalitaria y brutal. Sus razones tendrán los políticos para hacer las cosas que hacen.

Así que la narradora no se resiste, se pliega, se convence a sí misma de que si el director de la perfumería la prostituye es porque la encuentra atractiva y de que si le paga una miseria solo se debe a que la empresa atraviesa dificultades. Lo que sí se rebela es su cuerpo. Sin ella quererlo, va transformándose, poco a poco. Y su comportamiento se vuelve cada vez más abyecto, esto es, va sacando a la superficie lo reprimido; en lugar de disimular y ocultar los vicios y la bestialidad ambiente, los hace propios: si los caballeros que la visitan la obligan a prácticas sexuales cada vez más sucias, será ella quien empiece a ensuciarse por gusto; pero al hacerlo abiertamente produce asco y rechazo; las cerdadas se hacen a escondidas, y después te pones perfume para que no se noten.

Los hombres quieren una guarra, pero, sorprendentemente, cuando se transforma en una, la rechazan. Y como muchas mujeres han interiorizado la presión de la mirada masculina –aunque algo ha cambiado desde 1996, su fecha primera de publicación– ella misma se rechaza, se avergüenza… pero poco a poco irá asumiendo su condición, distinguiendo qué le produce placer y qué no, independientemente de lo que esperen los demás. La agredida se convierte en transgresora a costa de un proceso doloroso.

Los puntos en común de Marranadas con La metamorfosis son evidentes: ambas narran la transformación de un ser humano en animal y cómo esa transformación refleja tanto lo que llevamos oculto en nuestro interior como la presión social para ignorarlo; ambas muestran los miedos a que descubran lo que de verdad somos y la amable ferocidad con la que se nos moldea. Pero Marranadas lleva la crítica social más lejos con su humor ácido, despiadado, y además, diferencia fundamental, su sujeto no es el ser humano sino la mujer. Porque, dentro de una sociedad feroz para con todos, la crueldad con la que se oprime y reprime a las mujeres está en otro nivel. Incluso los hombres impotentes tienen más poder que ellas.

Será interesante ver cómo se recibe esta novela veinticinco años después. No escandalizará como entonces. Muchos de los temas que trata a lo mejor ya han sido más pensados, mejor comprendidos. Pero, aunque así sea, sigue mereciendo la pena leer Marranadas, no solo por lo que cuenta, también por cómo lo cuenta: yo he vuelto a disfrutar su estilo distante, su humor, su forma de desvelar lo monstruoso a fuerza de narrarlo como si fuese lo normal.

Y al acabar la novela me acordé de la famosa frase de John Stuart Mill en El utilitarismo: «Es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho». Lo que nos dice Marranadas es que quizá sea eso cierto, pero no se aplica igual a una mujer; si de todas maneras te van a tratar como a un animal, si te niegan la dignidad que corresponde a cualquier ser humano y que te hace llevadera la insatisfacción, entonces quizá sea preferible ser una cerda satisfecha; sobre todo, porque esa satisfacción no proviene de la fruta podrida que te arrojan, sino que la has elegido, la has conquistado tú.

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Marranadas

Marie Darrieussecq

Trad. Regina López Muñoz; ilustración de cubierta Donna Salama

Tránsito 2022

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Comentarios
  1. Para encontrar verdaderas berracas o cerdacas :
    Mirar en el catálogo de la derechuza esquizofrénica española o en el de la derechuza disfrazada de socialismo llámese P$$$$(—)€ .
    Salud.

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